SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 29 de mayo de 2020

JUANA DE ARCO: El espíritu indomable de Francia

Si hay una francesa conocida en todo el mundo, esa es Juana de Arco (c. 1412-1431), la heroína de la lucha contra los ingleses. En su figura es difícil separar los hechos de la leyenda. Tal vez por eso, a lo largo de los siglos, se ha convertido en un punto de referencia para justificar en estos tiempos el auge del nacionalismo en Francia. Nos encontramos ante un relato inverosímil y novelesco. Una simple niña asegura tener visiones: el arcángel Miguel, santa Margarita y santa Catalina de Alejandría le encomiendan, en plena guerra de los Cien Años, salvar a Francia. En esos momentos, los ingleses controlaban la mitad de su territorio y la situación interna no podía ser más calamitosa: derrotas militares, disensiones... Tal vez la corte tomó en serio a Juana de Arco precisamente porque se vivían momentos de desesperación y se necesitaba alguna esperanza, por mínima que fuera. El hecho es que su presencia iba a representar un punto de inflexión en el conflicto. El rey, Carlos VII, la envía a Orleans, cercada por el enemigo, junto con el ejército de socorro. A los pocos días, los ingleses se ven obligados a retirarse. ¿Hay que atribuir a la doncella el éxito? Los historiadores no han conseguido ponerse de acuerdo. De la mano de aquella joven enigmática, las victorias francesas se suceden. Hasta que los ingleses logran su captura. Será sometida a una parodia de juicio - cuya sentencia se conocía de antemano - bajo cargos tan inverosímiles como el de herejía, por lo que fue condenada a la hoguera. Pero pocas décadas más tarde, la propia Iglesia Católica que fue una de las principales instigadoras de su muerte, ‘reviso’ el proceso y la declaro inocente. Desde entonces su figura quedo enaltecida y fue un referente de los conservadores para combatir a sus enemigos. En el siglo XVI, por ejemplo, la Liga Católica, un grupo integrista que tuvo un gran protagonismo durante las guerras de religión entre católicos y protestantes que asolaron Francia durante varias décadas, la hizo suya convirtiéndola en su símbolo de lucha. Del lado contrario, William Shakespeare, en Enrique VI, también en aquel siglo, aportó la visión peyorativa de un inglés hacia la antigua enemiga de su país. Juana de Arco había sido una bruja que recurría a ritos macabros con tal de obtener la victoria de su monarca: “Ahora ayudadme, hechizos de encantamiento y amuletos, y vosotros, espíritus elegidos que me aconsejáis y me dais señales de futuros acontecimientos”; Ya en época de la Ilustración, Voltaire escribe un poema con una visión burlesca de su compatriota. La obra, una epopeya bufa, provocó un escándalo por su irreverencia. Pocos decenios más tarde, los revolucionarios franceses tampoco muestran especial respeto hacia el mito. En 1792 funden su monumento en Orleans para fabricar cañones; Napoleón, en cambio, apreciará las ventajas simbólicas del personaje y pretenderá utilizarla para su guerra contra la Gran Bretaña. En efecto, sumido en una lucha continua contra los ingleses, encuentra en Juana de Arco un modelo más que oportuno. Había combatido justo contra el mismo adversario. Su ejemplo, según Bonaparte, probaba una gran verdad: los franceses podían conseguir cualquier cosa, por difícil que fuera, siempre que permanecieran unidos. Desde esta óptica, la doncella de Orleans era la artífice de una lucha de liberación nacional contra un invasor foráneo. Pero, con la caída de Napoleón, la recién restaurada monarquía borbónica contempló a la joven desde un prisma muy diferente. Gracias al coraje de Juana, Carlos VII se había consolidado en su vacilante trono. La heroína era, por tanto, un pilar de la monarquía. Se entiende así que Luis XVIII, como su hermano Carlos X posteriormente, vieran con simpatía a un referente que les parecía idóneo para legitimar el regreso de su dinastía. A partir del siglo XIX, el movimiento nacionalista hará de la joven medieval la encarnación de su idea de Francia. El historiador Jules Michelet es uno de los representantes más conocidos de esta corriente, destinada a extraer enseñanzas de pasado con que fortalecer el patriotismo del presente: “Recordemos siempre, franceses, que la patria ha nacido del corazón de una mujer, de su ternura y de sus lágrimas, de la sangre que ella vertió por nosotros”. Michelet habla términos casi religiosos de una redentora, del faro al que había que acudir en los momentos de dificultad. En 1870, cuando Francia entre en guerra con la Prusia de Bismarck, la popularidad de Juana de Arco alcanzará una de sus máximas cotas. Su biografía proporcionaba el modelo de lo que debía ser el buen ciudadano, siempre dispuesto a sacrificarse por su país. La Iglesia Católica hizo de ella una santa. Es así como Roma la beatificó en 1909 y la canonizó once años más tarde. Innumerables escritores cristianos la tomaron de fuente de inspiración, como Paul Claudel o Georges Bernanos. Este último, por cierto, contrajo matrimonio en 1917 con Jeanne Talbert d’Arc, descendiente del hermano de la heroína. Símbolo por excelencia de Vichy durante la II Guerra Mundial, para denunciar las amenazas del comunismo y el judaísmo que se cernían sobre Francia, en la actualidad la doncella de Orleans no se ha desprendido de sus connotaciones conservadoras y los nacionalistas rescataron su figura identificándola con sus sagrados ideales de luchar contra los indeseables “refugiados” procedentes del norte del África y el Medio Oriente, que en realidad son terroristas que sirvieron a ISIS y otros grupos criminales financiados por EE.UU. y Arabia Saudita, que buscan ingresar a Europa para desatar el terror “en tierra de los cruzados” según afirman ellos mismos, por lo cual es imperativo impedir su llegada y combatidos implacablemente. Es mas, la lideresa de Agrupación Nacional - Rassemblement national, RN) denominado hasta el 2018 como Frente Nacional (FN) - Marine Le Pen, no ha perdido ocasión de subrayar la semejanza entre la muchacha medieval y su propia figura. Juana, representa a una Francia sublime en la que no hay lugar para las gentes de razas y tradiciones culturales ajenas. En esta línea, la actriz Brigitte Bardot, ha llegado a decir que Marine Le Pen es la Juana de Arco del siglo XXI, y no le falta razón. Como recordareis, durante sus campañas electorales, fue habitual ver a Le Pen y sus miles de partidarios evocando la figura de la doncella, alrededor de su estatua ecuestre ubicada en el centro de Paris: "Tened esperanza. Ha llegado el momento de seguir el ejemplo de Juana, esa muchachita, casi una niña, que impulsada por una inmensa fe y un amor indefectible por nuestro país, salvó a la Francia de su época. Su ejemplo es eterno y si, además, se leen los testimonios de entonces, se ve que las similitudes de su época y la nuestra son muy preocupantes. Por ello, no estamos solos. Contigo, Juana, bajo tu estandarte, batallaremos y el corazón de Aquel que guió tus pasos volverá a conducir a Francia hacia su grandeza perdida" expresó enfervorizada en uno de sus multitudinarios mítines. No cabe duda que Juana de Arco encarna a la perfección la resistencia nacional contra la actual invasión musulmana y africana que acecha no solo a Francia, sino a toda Europa. Una lucha por la defensa de nuestros valores occidentales que no deben cesar ni ahora ni nunca.
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