SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 26 de febrero de 2016

VACHERON CONSTANTIN REFERENCE 57260: El reloj de bolsillo con más complicaciones

Vacheron Constantin Reference 57260 no es un reloj de bolsillo más: es, según la firma suiza que lo fabricó durante 8 años, el reloj con más complicaciones jamás realizado. Se refiere, claro, a la cantidad de agregados que tiene y que brindan más información además de la hora. Cada uno de ellos se denomina, en el mundo de la relojería, una complicación, precisamente por la complejidad que le agrega al diseño y construcción de un reloj analógico. Tiene 57 complicaciones y 2800 componentes, según la compañía, superando así al Patek Philippe Caliber 89, que tiene 33 complicaciones (y un precio que ronda los 5 millones de dólares). El 57260 no está en venta: Vacheron Constantin ya que fue creado especialmente para celebrar los 260 años de la firma. De ahí el número que lo distingue. Además de un reloj con horas, minutos, segundero y tiempo solar medio, en sus 98 milímetros de diámetro, 132 mm de alto y 50 mm de grosor incluye: indicador de huso horario de 12 horas y segundo huso horario (horas y minutos); indicador de las 24 ciudades para cada huso horario, y de si es día o noche en cada una de ellas; 7 funciones para el calendario gregoriano (día, mes, indicador de años bisiestos, número de la semana); 8 funciones para el calendario hebreo completo (que tiene un ciclo de 19 años); Estaciones, equinoccios, solsticios y signos del zodiaco indicados por la aguja del sol; Mapa celeste (para la ciudad del propietario); Horas y minutos del tiempo sidéreo; Hora de la salida y puesta del sol (para la ciudad del propietario); Duración del día y la noche (para la ciudad del propietario); 4 funciones de cronómetro; 7 funciones de despertador (timbre gradual, normal, por carillón); 8 funciones de carillón de Westminster (cinco timbres de acero que son golpeados por martillos en forma independiente) Que mas se puede pedir.

viernes, 19 de febrero de 2016

ARTI IN ITALIA OLTRE IL FASCISMO: El legado de Mussolini en todo su esplendor

Quien visite Roma y se de una vuelta por el Foro Mussolini (hoy Itálico) o el barrio Eur, podrá percatarse que el Duce sigue presente hasta el día de hoy. Grandes palacios y numerosos monumentos construidos durante el régimen fascista son atracciones turísticas de primer orden y continuamente visitadas por miles de personas cada día. Como sabéis, en Italia subsisten numerosos monumentos con alusiones o inscripciones con el nombre de Benito Mussolini, realidad que responde a una carencia de legislación sobre este aspecto de su pasado fascista. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial y el ocaso del fascismo, Italia se limitó únicamente a cambiar el nombre de muchas de sus calles que hacían referencia al régimen del Duce, dejando intacto su arquitectura, tal y como explicaron fuentes del Ministerio de Cultura de Italia. Ello debido a que ningún Gobierno italiano ha querido llevar adelante una normativa similar a la infame Ley de Memoria Histórica aprobada en España en 2007, que solo reabre viejas heridas ya superadas. Es por ese motivo que Italia convive actualmente con su pasado fascista y el legado arquitectónico de aquella época. Muestra de ello son los numerosos monumentos que se erigieron durante el régimen de Mussolini y que aún hoy se reparten por todo el territorio italiano. En Roma, un ejemplo de ello es el barrio periférico del Eur, que se construyó para albergar la Exposición Universal de Roma en 1942, aunque finalmente el proyecto no se realizó debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial. En este barrio residencial se pueden observar monumentales edificios de mármol blanco en los que se encuentran numerosas referencias al Duce y a su Imperio. En el Palacio de los Oficios - el primer edificio construido en el barrio e inaugurado en 1939 - hay en el frontón principal una frase que resume el afán expansionista de Mussolini: "La Tercera Roma se extenderá desde las altas colinas a lo largo de las orillas de río sagrado hasta las playas del Tirreno". Erigir una Tercera Roma en el mundo era uno de los grandes anhelos de Mussolini, después de la Roma antigua y la Roma cristiana. En este edificio se observa una gran estela monumental que, con las técnicas del bajorrelieve usadas para las columnas conmemorativas en la antigua Roma, representa a Mussolini que, como un emperador romano, entra a caballo en sus dominios con el brazo levantado en el tradicional saludo fascista. Pero no solo el Eur, en Roma el Duce también construyó el Foro Mussolini (1928-1938), actualmente llamado Foro Itálico, unas grandes instalaciones capaces de albergar diversas disciplinas deportivas. Precisamente en este espacio destaca la presencia de un obelisco conmemorativo en su honor en el que se puede leer en caracteres cubitales Mussolini Dux y advertir un enorme mosaico con el lema: "Duce, os dedicamos nuestra juventud". La actual presidenta de la Cámara de los Diputados italiana, Laura Boldrini, causó una gran polémica cuando el pasado año propuso eliminar estas inscripciones. Las críticas se alzaron desde partidos conservadores como Forza Italia, pero también desde el Partido Demócrata (PD), su grupo político y el del primer ministro italiano, Matteo Renzi quines repudiaron sus palabras. El diputado del PD Stefano Pedica, por ejemplo, se preguntó entonces si "para eliminar la historia fascista de Italia era necesario echar abajo el entero barrio del Eur, algo absurdo desde todo punto de vista”, aseveró En Roma también se mantienen intactos imponentes bajorrelieves con miembros del ejército fascista avanzando pistola en mano en el puente Duca D'Aosta que da acceso al Foro. Pero no solo en la capital italiana, sino que el legado fascista se extiende también por otras partes del país como en la Plaza de la Victoria de Génova, el Monumento a los Caídos en el municipio de Como, la Casa del Fascismo en el municipio de Predappio, el Mausoleo Cadorna en Pallanza o el Monumento de la Victoria en Bolzano. En el caso de Bolzano, este monumento construido en época fascista ha sido transformado desde 2014 en un museo "liberado de ideología", para que lejos de crear tensiones entre la población local sea un lugar para la historia, explican los responsables del museo en su página web. Que diferencia con España donde unos trasnochados pretender derribar el Valle de los Caídos. En Italia consideran al fascismo como parte de su historia y como tal no puede ser borrada de la memoria colectiva. No debe sorprendernos por ello el reciente anuncio del gobierno de destinar dos millones de euros para crear el Museo del Fascismo, que se realizará en la ex Casa del Fascio, justo a 500 metros de la casa en que nació Benito Mussolini (1883-1945), en Predappio, pueblo de 6.500 habitantes en la provincia de Forlí-Cesena, en la región de Emilia-Romagna, a 320 kilómetros de Roma. El primer ministro, Matteo Renzi, que es también secretario del Partido Democrático (PD), considera que se debe romper con un tabú que ha durado más de 70 años y que ha llegado la hora de hacer cuentas con el pasado. El subsecretario, Luca Lotti, ha visitado ya el lugar y ha garantizado que el gobierno se hará cargo del 40% de los costes del museo, situado a poco más de un kilómetro de la cripta donde se conservan los restos mortales del Duce Mussolini, visitada cada año por miles de nostálgicos en camisa negra. El pueblo de Predappio tiene la ambición de convertirse en meta de estudiosos. Por ahora es lugar de visita para los post-fascistas, que encuentran tiendas con recuerdos del Duce: calendarios, camisetas, pósters, gafas, estatuas, banderas… Algunos con esta frase: “Por un mundo más limpio, vuelve tío Benito”. En el cementerio, donde se encuentra la cripta de Mussolini, los nostálgicos dejan en un cuaderno dedicatorias, muchas de ellas son eslóganes o frases hechas como: “Duce, vuelve para arreglar esta Italia que está en la ruina”. Para el alcalde de Predappio, Giorgio Fassineti (PD) se cumple así un sueño, por el que ha luchado desde hace años: “Queremos contribuir con este museo a la historia de nuestro país”, afirma. Será un gran centro de documentación: “Meteremos en el primer puesto la historia, dejando al margen aspectos ideológicos”, añade Carlo Giunchi, consejero del alcalde. Giunchi acaba de visitar en Múnich el museo dedicado al nazismo, abierto el pasado año. Algo similar es lo que se realizará en el pueblo natal de Mussolini: en los 2.100 metros de lo que fue la Casa del Fascio se instalará el museo, en tres pisos, con centro de documentación, archivo, biblioteca, sala para exposiciones, librería, restaurante y oficinas. Se espera que ahora se produzca un debate histórico-ideológico, acompañado de cierta polémica. De todas formas, se impone la tendencia de Matteo Renzi: ha llegado la hora de hacer cuentas con el pasado. Así lo señaló también recientemente el presidente del partido de Renzi, Matteo Orfini: “No tenemos necesidad de cancelar nuestra memoria. Borrarla es un elemento de debilidad, no de fuerza por parte de quien la practica”. El camino para romper el tabú lo abrió ya en 2013 el ex vicepresidente del gobierno y ex alcalde de Roma, Walter Veltroni (PD), quien rehabilitó el arte del régimen fascista. Veltroni, considera absurdo tratar de esconder la época fascista ya que es parte integral de nuestra historia. “La historia, también la fascista, entrega a las generaciones posteriores sus obras de arte, su arquitectura para que tengamos conciencia y memoria de su civilización”, puntualizó.

viernes, 12 de febrero de 2016

SAN PETERSBURGO: Una maravilla a las orillas del Neva

Fundado por Pedro El Grande en 1703 y capital del Imperio Ruso hasta 1918, sus habitantes la conocen como Piter y quienes la visitan por primera vez rápidamente toman confianza y abrevian su nombre para manejarse con soltura por la también conocida como la Venecia del norte. Es cierto que los canales flanqueados por mansiones de estilo italiano y palacios barrocos y neoclásicos nos recuerdan a la ciudad italiana, pero estamos en el Báltico, muy al norte, donde la luz se esconde durante el invierno y el hielo lo cubre todo. San Petersburgo es una urbe perfecta para caminar, entre museos impresionantes, palacios extravagantes, avenidas inmensas, teatros de primera, fortalezas y catedrales de colores. Junto a la antigua ciudad de los Romanov, diseñada por Pedro el Grande en 1703, existe también una nueva Piter, que se muestra en modernos grandes almacenes, cafés, barrios de moda y nuevos espacios para el arte que rompen con la tradición imperial. Antes de ponernos a caminar conviene orientarse un poco. Lo primero es tener en cuenta que la ciudad está a orillas del río Neva, seccionada por canales y tiene 342 puentes. Al sur del Neva tenemos el corazón de la ciudad, rodeado, además, por el río Fontanka. Atravesado por la larguísima Nevsky Prospekt, la avenida principal de la ciudad, en el casco histórico de San Petersburgo las calles se extienden como un abanico desde la aguja dorada del Almirantazgo, en dirección a las aguas del Fontanka. En ellas encontramos los principales puntos de interés para el visitante: el aclamado Museo del Ermitage que forma parte del Palacio de Invierno, la Catedral de Kazán, la Columna de Alejandro, la Iglesia del Salvador, la Fortaleza de Pedro y Pablo, el Almirantazgo, la Iglesia de San Isaac, la Plaza del Palacio, las calles comerciales y mucho más … El centro histórico ocupa los barrios de Snnara y Kolomna, y algo más allá se extiende también por Semolny (lujosa zona residencial), Vosstaniya (centro del arteunderground y zona de copas) y Vladimirskaya, distrito repleto de tiendas, mercados y peculiares museos.
Al otro lado del Neva, hacia el norte, la residencial isla Vasilyevsky cuenta con una nueva joya, el fantástico Museo Erarta de arte contemporáneo, con obras rusas de finales de la era soviética y posteriores. Por último, también al norte del Neva, el gran lago de Petrogrado conserva la ya citada fortaleza de Pedro y Pablo y un impresionante puñado de edificios de estilo modernista. Posiblemente, el Hermitage sea el lugar más imprescindible para cualquiera que visite San Petersburgo. Su colección es sencillamente impresionante: desde momias egipcias hasta un inigualable fondo de arte de principios del siglo XX, pasando por una colección de pinturas de Rembrandt superior a la del Louvre parisiense. Además, la entrada permite recorrer los aposentos y deslumbrantes salones de la dinastía Romanov. Por si fuera poco, el museo posee otras sedes: el Palacio de Invierno de Pedro I, el edificio del Estado Mayor, el palacio Menshikov, la Fábrica Imperial de Porcelana y el excelente Almacén del Hermitage. Ninguna otra institución encarna tan bien la opulencia y la extravagancia de la Rusia de los zares. El Hermitage es, además, un museo muy dinámico; las renovaciones son continuas y las piezas expuestas van cambiando debido a la cesión de obras e intercambios con centros de arte de todo el mundo, así que nunca es igual del todo. Nevsky, la arteria principal de la ciudad, domina todos los itinerarios: casi 5 kilómetros de avenida, desde el Almirantazgo hasta el monasterio de Alexander Nevsky. Gogol la describió como “el canal universal de comunicación de San Petersburgo” y unos 300 años después sigue siendo así. Pasear por ella es una experiencia esencial, sobre todo al atardecer, cuando la luz crea sombras y resalta las siluetas de su elegante arquitectura. La avenida está llena de tiendas, pero también de palacios barrocos, de iglesias de varias confesiones, de cafés y de tiendas, muchas de ellos históricas, como el Edificio Singer, que alberga hoy el agradable Café Singer y una buena librería; el Bolshoy Gostiny Dvor, uno de los primeros centros comerciales cubiertos del mundo, original de 1757, o el Passage, un pasaje comercial con techo de cristal en el que cabe de todo. Hay varios lugares en la ciudad para tener una vista panorámica de la misma, aunque ningún mirador del centro histórico supera al de la cúpula dorada de la catedral de San Isaac, que se eleva majestuosamente sobre las mansiones y uniformes palacios de estilo italiano que rodean el Almirantazgo. Merece la pena ascender los 262 escalones para contemplar el panorama, con vistas fantásticas del río, el Palacio de Invierno y El famoso jinete de bronce, que no es otro que Pedro El Grande, cuya estatua ecuestre es el símbolo de la ciudad. El interior de la catedral de San Isaac también es interesante; posee un suntuoso iconostasio enmarcado por columnas de mármol, malaquita y lazurita.
Con permiso del Hermitage, no hay que dejar de lado el menos conocido Museo Ruso, un tesoro dedicado al arte nacional que ocupa cuatro palacios asombrosos en el centro de San Petersburgo. El edificio principal, el palacio Mikhailovsky, contiene una colección fascinante de arte ruso: desde iconos medievales hasta obras maestras de las vanguardias del siglo XX. Por su parte, el palacio de Mármol alberga un ala del Museo Ludwig y el palacio Stroganov deslumbra con un interior espectacular. Llama siempre la atención por su curioso nombre, pero la iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada sorprende más todavía cuando se contempla este edificio que parece dibujado y coloreado para un cuento infantil.El templo, de estilo neoruso, es único en la ciudad: fue construido para conmemorar la muerte del zar Alejandro II, quien fue atacado en este lugar por un grupo terrorista en 1881 y falleció más tarde a causa de las heridas sufridas en el atentado. Pese a esta truculenta historia, sus relucientes cúpulas multicolores en forma de bulbo y sus intrincados mosaicos del interior son impresionantes. Hay que verlo para creerlo. Por su parte, la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, primer edificio importante de la ciudad, se encuentra en la pequeña isla de Zayachy, donde Pedro el Grande comenzó la construcción de San Petersburgo para convertirla en su capital.Se reconoce enseguida por su extraordinaria aguja dorada, visible desde el centro histórico gracias a sus 122 metros de altura, cifra asombrosa para el siglo XVIII, cuando fue levantada. De visita obligada para los aficionados a la historia, el complejo alberga tumbas de los zares de la dinastía Romanov (en la Catedral de Pedro y Pablo), un excelente museo de historia , así como una playa con vistas estupendas al Hermitage.¿Hay algo más ruso que ver un ballet en el famoso teatro Mariinsky? Conocido anteriormente como el Kirov, es actualmente una de las compañías de danza más importantes del mundo.
Las entradas para las funciones están muy demandadas, por lo que conviene comprarlas (por Internet) antes del viaje. Incluso para quien no guste del ballet, el edificio es un monumento por derecho propio.La experiencia más maravillosa de San Petersburgo se da a mediados de junio, cuando el sol no llega a ponerse del todo y las noches son de un asombroso gris blanquecino. Los petersburgueses salen de juerga toda la noche, se celebran festivales y la ciudad disfruta de un ambiente muy relajado, poco habitual. Es el momento en el que hay más turistas y los hoteles tienen casi todo reservado desde varias semanas antes, pero resulta espectacular y el viajero no debe perdérselo. También en mayo o julio, antes y después de estas Noches Blancas, resultan impresionantes las puestas de sol, especialmente por la singular luz que envuelve a la ciudad. Hay que escapar de San Petersburgo para empaparse totalmente de lo que fue el esplendor de los grandes zares. Y probablemente el más bello de todos complejos zaristas que rodean la ciudad sea Tsarkoe Selo (Villa del zar), en Puskin. Un plan perfecto para una excursión de un día, aunque hay que acudir con tiempo suficiente para ver los lujosísimos interiores del palacio de Catalina (como la famosa Cámara de Ámbar), disfrutar de los jardines y hacer un picnic en el parque predilecto de Catalina la Grande. Cerca se encuentran la bella finca y el palacio Pavlovks, que también merecen ser visitados. Otra escapada, tal vez la más popular, es a Peterhof, el espectacular palacio de verano, y los jardines de Pedro el Grande, a orillas del golfo de Finlandia. Es fácil llegar desde el centro de San Petersburgo en el hidroplano que zarpa desde el Almirantazgo. Como podéis notar, hay tanto para ver y disfrutar que los días te parecerán cortos. Anímate a visitarla.
Saint Petersburg timelapse from Georgy Tolstoy on Vimeo.

viernes, 5 de febrero de 2016

EGYPT, FAITH AFTER THE PHARAOHS: La fe a través de la historia en el Museo Británico

Este 7 de febrero llega a su fin en el Museo Británico la muestra titulada “Egypt: Faith after the pharaohs” (Egipto: La fe luego de los faraones) el cual nos invita a reflexionar sobre qué sucedió con la religión en este país tras su anexión al Imperio Romano en el siglo I a.C. pasando sucesivamente en el transcurso de los siglos a manos del Imperio Bizantino, hasta la llegada del Islam. La exposición muestra a un Egipto más allá de sus pirámides y momias, es un recorrido a través de 200 objetos que narran el paso de la religión politeísta a una monoteísta a lo largo de mil 200 años. En efecto, esta muestra comprime la llegada del imperio Romano a Egipto, su plena integración en la cultura greco romana, la posterior conversión de la población egipcia al cristianismo y la expansión de los califatos musulmanes en el año 632 DC. Entre las reliquias, se encuentran dioses vestidos de emperadores, como Horus, deidad celeste en forma de halcón que luego de la conquista romana siguió siendo adorado, representado con una armadura y una capa de general. Una pieza central de la muestra es un papiro del emperador Claudio dirigido a la población de Alejandría, en el que pide que no sea adorado como un dios. Asimismo, presenta por primera vez textos completos de la Biblia, el Nuevo Testamento y el Corán que fueron escritos en perfecto griego y árabe. Estos relevantes manuscritos que han sobrevivido al paso de los siglos - la Biblia cristiana data del siglo IV Después de Cristo (DC) y el Corán del siglo IX o X DC-, son una muestra de la relación que existió entre religiones y su práctica cotidiana. El Nuevo Testamento es parte del Códice Sinaítico (siglo IV DC) que es la Biblia más antigua del mundo, propiedad de la British Library, y que fue prestada para esta exhibición. Entre otros objetos, podemos observar, bajo una luz tenue, un papiro del año 200-225 DC de una colección que contiene los hechizos y curas mágicas para la locura y el deseo escritos en griego en tinta negra y roja. Como sabéis, la aridez del clima ha facilitado que en Egipto se preserve material frágil como el textil que no hubiera podido llegar a nuestros días de otro modo: desde el Museo Británico destacan un asombroso par de cortinas completas datadas entre los siglos VI y VII con motivos que incluyen cupidos y victorias aladas, todavía herederas del periodo clásico. Las victorias portan cruces y ejemplifican la fusión de motivos grecorromanos y cristianos. Otra pieza emblemática es la del busto del emperador romano Germánico, ícono de esta exposición, que tiene una cruz en la frente que fue tallada con la llegada del cristianismo, y cuya nariz y oreja fueron mutiladas. Además de los sorprendentes manuscritos religiosos, se encuentran dos broches perfectamente conservados (del siglo IX o X) que muestran los símbolos del cristianismo y el Islam: la cruz y la escritura arábiga, de manera respectiva. La muestra refleja como en el curso de los años, las religiones transformaron la vida cotidiana pero también el paisaje. Es así como antiguos monumentos egipcios fueron destruidos, reemplazados y rehusados de distintas maneras: templos convertidos en iglesias, e iglesias convertidas en mezquitas. En suma, la exposición es en sí misma una lección de historia.
actualidad cultural
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