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viernes, 26 de abril de 2024

MOHENJO-DARO: Ascenso y caída de la civilización en el valle del Indo

Así como Mesopotamia nació entre el Tigris y el Éufrates, la cultura del valle del Indo floreció a las orillas del río que lleva el mismo nombre. En un lugar privilegiado del actual Pakistán, fundaron Mohenjo-Daro: la ciudad más grande de la Edad de Bronce. Se desconoce su nombre antiguo. El actual nombre con el que se conoce significa literalmente ‘montículo de la muerte’. Hace más de 5 mil años, logró albergar a más de 40 mil personas. Junto con su urbe hermana, Harappa, éste es uno de los sitios arqueológicos más extensos de Medio Oriente. Ubicado en la provincia de Sindh, la superficie que abarcan las excavaciones fue designada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1980. A pesar de que tuvo un desarrollo cultural y científico equiparable a Egipto, Creta o Mesopotamia, poco se sabe de Mohenjo-Daro y porque desapareció de la historia. Probablemente un cambio en el curso del río provocó el abandono de la ciudad. Como una de las ciudades más grandes de Medio Oriente en la Edad de Bronce, Mohenjo-Daro dominaba un eje entre grandes rutas comerciales y fértiles zonas agrícolas. Extendiéndose a lo largo del río Indo, concentró gran parte de la actividad mercantil, científica y artística de la zona. Antiguamente, Mohenjo-Daro contó con un complejo sistema hidráulico. Incluso desde hace 5 mil años, contaban con inodoros y desagüe, que podía competir con los estándares modernos. La ciudad alcanzó su auge hacia el año 3000 a.C., y fue desocupada unos 1,300 años más tarde sin razón aparente. No se volvió a saber de esta civilización hasta el siglo XX, cuando un equipo de arqueólogos encontró los cimientos por primera vez. En efecto, en 1920 el arqueólogo británico John Marshall descubrió estas ruinas urbanas y describió la cultura del valle del Indo. Sus estudios fueron completados por otros investigadores como Wheeler, Marshall Mackay y Sahni, además de arqueólogos indios y pakistaníes a partir de 1960. Mohenjo-Daro fue construida en el siglo XXVI a. C. Fue una de las mayores ciudades de la antigua Civilización del Valle del Indo, también conocida como Civilización de Harappa, que se desarrolló hacia el 3.000 a. C. a partir de la cultura prehistórica del Indo. En su apogeo, la civilización del Indo abarcó gran parte de lo que hoy es Pakistán y el norte de la India, extendiéndose hacia el oeste hasta la frontera con Irán, hacia el sur hasta Guyarat en la India y hacia el norte hasta un puesto avanzado en Bactria, con importantes centros urbanos en Harappa, Mohenjo-daro, Lothal, Kalibangan, Dholavira y Rakhigarhi. Mohenjo-daro era la ciudad más avanzada de su época, con una ingeniería civil y una planificación urbana extraordinariamente sofisticadas.3Cuando la civilización del Indo entró en un declive repentino alrededor de 1900 a. C., Mohenjo-daro fue abandonada. Algunos estudiosos opinan que los sumerios, establecidos en Mesopotamia -que inventaron la rueda en el 3500 a. C. y la escritura en el 3300 a. C. -, no tendrían un origen completamente autóctono, sino que tendrían influencias de la cultura Harappa, representada por enclaves como Mohenjo-Daro (que alcanzó su apogeo entre el 2600 a. C. y el 1800 a. C.). Los escasos registros genéticos de los sumerios ("cabezas negras") obtenidos hasta la fecha apuntan también en ese sentido, una proveniencia nor-india. Se estima que en su momento de mayor ocupación, Mohenjo-Daro contaba con 35 000 habitantes. La ciudad se encontraba cercada por murallas defensivas de ladrillo cocido. Abarcaba un kilómetro cuadrado de extensión, y comprendía dos zonas: la ciudadela, sobre un montículo, en donde se encontraba el centro administrativo y quizás religioso; y la "ciudad baja", donde se agrupaban los barrios de artesanos, zonas residenciales, graneros y almacenes. Esta organización parece que es el resultado de una planificación urbana. La ciudadela está elevada sobre un montículo artificial. Este monte fue estudiado por Marshall, quien llegó a la conclusión de que hubo habitantes sobre el período Harappa inicial que construyeron el muro que encontramos bajo estas estructuras. Posteriormente este muro fue rellenado de tierra y trozos de ladrillo y sirvió de base para la construcción de las diferentes estructuras que encontramos en ella. La entrada a este monte está curiosamente en la parte trasera u oeste y contiene unas escaleras de unos siete metros de ancho. Luego hay una pequeña puerta en la esquina sudoeste. Como estructuras significativas en la ciudadela tenemos tres edificios: el Gran Baño, el Granero y la Casa de los Sacerdotes. Los Grandes Baños son un tanque rectangular que mide unos 12 metros de largo por 7 m de ancho y 2,4 m de profundidad. Alrededor de este tanque se encuentra una serie de columnas que se abren desde el sur, por lo tanto se puede situar la entrada en el sur del edificio. Además del tanque y la columnata hay un carril que parece ser público que rodea la estructura. Así, la estructura del edificio se divide en tres zonas concéntricas que sirven para rodear el tanque. Según Marshall, el agua provendría de un pozo que tiene una estructura concéntrica, dentro de una pequeña habitación lateral y saldría por un desagüe que está en la esquina sudoeste del baño. El agua pasaría por una galería bien elaborada, cubierta con un arco y con un tamaño suficiente para que un hombre pudiese caminar por ella. Posiblemente el tamaño de la galería fuese así para permitir la limpieza de esta y, en ocasiones, sería una buena vía de escape secreta; esto último, es solo una hipótesis. Al oeste del gran baño está el Granero (según Wheeler). Es una gran construcción hecha en su mayor parte de madera y con un fuerte y grueso techado plano. Se aprecia que fue arreglado varias veces. Su construcción no es muy elaborada y su peso indica que necesitaba bastantes soportes. Originalmente medía 50 metros por 27 y tenía 1350 metros cuadrados. Consiste en una plataforma hecha a base de ladrillos puestos unos sobre otros hasta llegar a la altura de 6 metros y en la parte superior encontramos unos canales de ventilación. Esto era simplemente la base de la construcción, luego, se hacía el edificio de madera. Al norte encontramos una plataforma de carga. La casa de los sacerdotes, actualmente, es un conjunto de muros difícil de entender. Algunas hipótesis hablan de la residencia de un posible alto sacerdote o bien de una institución religiosa. Mide aproximadamente 70 metros de largo por 24 m de ancho y ha ido sufriendo diversos cambios en su estructura interior. Al norte y al sur de la estructura se encuentran grandes habitaciones y hacia el centro son más pequeñas. Parece tener una puerta en el muro oeste y hay una sección que se asemeja a la construcción del muro norte del gran baño, con ventanas interiores. Mohenjo-Daro se distingue además por haber sido una ciudad en la que no existían grandes desigualdades sociales. En la ciudad baja, las casas más grandes, que eran una minoría, podían contar con más de 200 metros cuadrados y veinte habitaciones, dispuestas alrededor de uno o más patios abiertos con escaleras que conducían a un piso superior o techo plano. La mayor parte de la población moraba en viviendas de entre 50 y 100 metros cuadrados y una sola habitación (de entre 5 × 10 m y 5 × 20 m); estas viviendas constituían la mitad del total. La otra mitad, exceptuando las pocas casas de gran superficie que se han mencionado, estaba formada por casas de entre 100 y 150 metros cuadrados (de entre 5 × 20 m y 5 × 30 m). El principal material de construcción era el adobe (ladrillo de tierra sin cocer). Muchas calles y pasajes tenían alcantarillado conformado con ladrillos y con aberturas para inspecciones periódicas. Las casas individuales tenían baños y retretes con agua corriente. Estos últimos se vaciaban en un receptáculo o, a través de un tubo de bajada hecho de arcilla, al alcantarillado público. Todo un sorprendente sistema de saneamiento en una cultura que floreció hace 4500 años. Según el escritor estadounidense Will Durant, las monedas que se han encontrado en Mohenjo-Daro datan del año 2900 a. C.: “En Mohenjo-Daro, se han hallado monedas del año 2900 a. C., más antiguas que las monedas lidias de Creso (570-546 a. C.). [...] t las de Senaquerib en Asiria (hacia el 700 a. C.) que acuñó monedas de medio siclo”. El emplazamiento de Mohenjo-Daro fue construido en un periodo de tiempo relativamente corto, siendo el sistema de abastecimiento de agua y los pozos algunas de las primeras construcciones planificadas. Con las excavaciones realizadas hasta ahora, en Mohenjo-Daro hay más de 700 pozos, junto con sistemas de drenaje y baños. Este número es inaudito si se compara con otras civilizaciones de la época, como Egipto o Mesopotamia, y la cantidad de pozos se transcribe como un pozo por cada tres casas. Debido al gran número de pozos, se cree que los habitantes dependían únicamente de las precipitaciones anuales, así como de que el curso del río Indo permaneciera cerca del lugar, junto a los pozos que proporcionaban agua durante largos períodos de tiempo en caso de que la ciudad quedara sitiada. Debido al período en el que se construyeron y utilizaron estos pozos, es probable que el diseño de pozo circular de ladrillo utilizado en este y muchos otros yacimientos Harappa sea una invención que debe atribuirse a la civilización del Indo, ya que no existen pruebas de este diseño en Mesopotamia o Egipto en esta época, e incluso más tarde. La ciudad también contaba con grandes plataformas destinadas quizás a la defensa contra las inundaciones. Según una teoría avanzada por primera vez por Wheeler, la ciudad podría haber sido inundada y encenagada, tal vez seis veces, y posteriormente reconstruida en el mismo lugar. Para algunos arqueólogos, se creía que una última inundación que ayudó a engullir la ciudad en un mar de lodo provocó el abandono definitivo del lugar, hasta quedar en el olvido.

viernes, 19 de abril de 2024

ENIGMAS DE LA HISTORIA: El rayo de la muerte

Arquímedes de Siracusa es considerado generalmente como uno de los más grandes matemáticos que han existido. Su sabiduría fue tan venerada y su legado tan celebrado que los eruditos legendarios que vivieron casi dos milenios después de la muerte de Arquímedes, en el año 212 a.C., lo aclamaron a través de los tiempos. Galileo le llamó “sobrehumano” y Gottfried Wilhelm Leibniz comentó que había mimado al propio genio. Christiaan Huygens dijo que “Arquímedes no era comparable a nadie”. Arquímedes fue uno de los primeros pensadores en profundizar realmente en las matemáticas del mundo material. No le bastaba con ver una forma o un proceso físico y aceptarlo tal cual, sino que quería conocer los números y las ecuaciones que sustentaban su forma y su función. Arquímedes descubrió teoremas geométricos para determinar el área de un círculo, la superficie y el volumen de una esfera, el área de una elipse y el área bajo una parábola. Además, aproximó π a unos pocos decimales de su valor real. Estos son sólo algunos de sus muchos logros. Entre los muchos dispositivos que creó se encuentran las máquinas de guerra. Siracusa, su ciudad natal en la isla de Sicilia, en el Mediterráneo, estaba constantemente amenazada por los romanos. Cuando sesenta barcos romanos al mando del general Marco Claudio Marcelo asediaron la ciudad en el año 214 a.C., Arquímedes desplegó innovadoras catapultas, una “garra” gigante fijada a las murallas para agarrar los barcos y hacerlos zozobrar, y un “rayo de calor”, que los escritores modernos han rebautizado estilísticamente como “rayo de la muerte”. Si bien los ingenieros suelen reconocer que las catapultas de Arquímedes y su garra existieron realmente, no están tan seguros de su “rayo de calor”. Los escritores de la antigüedad, a siglos de distancia de los hechos reales del asedio, describen espejos gigantes que reflejaban y enfocaban la luz del sol sobre las naves romanas, para acabar incendiándolas. Artemio de Tralles (siglo VI d.c.) aseguró que el matemático “había creado un artilugio que utilizaba espejos para quemar las majestuosas embarcaciones romanas”. Según el autor bizantino Tzetzes, era una especie de espejo hexagonal y en un intervalo proporcional al tamaño del espejo. Arquímedes colocó otros espejos pequeños parecidos con cuatro bordes, que se movían con eslabones y una especie de bisagra. Hizo del cristal el centro de los rayos del sol, concentrando con éxito la energía en un rayo que redujo todo a cenizas. El rayo de la muerte de Arquímedes es un relato increíble y que describe una fascinante ciencia griega, pero ¿Fue real? Si bien, esta especie de “rayo de la muerte” funciona con una lupa y un papel, pero ¿podría Arquímedes haberlo utilizado a una escala mucho mayor? En la década de 1970, un científico griego, el Dr. Ioannis Sakkas, puso en fila a casi 60 marineros griegos con espejos y les hizo redirigir la luz del sol hacia un punto focal en un barco de madera a 160 pies de distancia. Al parecer, el barco se incendió en poco tiempo, lo que llevó a Sakkas a alabar el genio militar de Arquímedes. Luego de treinta años, los científicos del MIT utilizaron 127 espejos para encender con éxito una maqueta de un barco romano en el campus de la universidad. Sin embargo, en el 2010, los ingenieros del MIT se asociaron con el show televisivo MythBusters (cazadores de mitos) para poner a prueba la leyenda en un escenario del mundo real. Se colocaron trescientos espejos de bronce a lo largo del puerto de San Francisco y se apuntaron a una réplica de un barco de guerra romano a unos 150 pies de distancia. El casco de madera humeó y ardió, pero no hubo llamas. Lo intentaron de nuevo a 75 pies de distancia, se produjo un pequeño incendio, pero se apagó rápidamente. Los experimentadores declararon que el rayo de calor de Arquímedes era posible pero poco práctico. ¿Se incendiaría una nave en movimiento? Probablemente no. Pero, ¿podría la luz reflejada de los espejos molestar a las tripulaciones? Probablemente. Lamentablemente, el rayo de calor (si es que existía) no salvó a Siracusa del asedio romano y al propio Arquímedes. Los invasores acabaron abriendo una brecha en las murallas de la ciudad y, a pesar de las órdenes de Marco Claudio Marcelo de no dañar a Arquímedes, uno de los soldados romanos lo mató al ignorar sus órdenes. Dice la leyenda que el anciano se encontraba en la playa trazando problemas de geometría en la arena. Cuando el soldado le pidió que se reuniera con Marcelo, el griego respondió que antes resolvería el problema matemático. Halló la muerte en respuesta. En cuanto a su “rayo de calor”, mientras algunos experimentos han tenido más éxito que otros, nadie ha logrado tener los resultados que, según cuenta, él tuvo, así que lo más probable es que el antiguo rayo de la muerte de Arquímedes no sea más que un mito. Sin embargo, que sea un mito más que creído y documentado en más de un testimonio antiguo, arroja luz sobre su veracidad.

viernes, 12 de abril de 2024

LOS CABALLEROS TEMPLARIOS: Mas que una orden religiosa

Fue una orden militar católica medieval cuyos miembros combinaban la destreza marcial con la vida monástica y defendían los lugares santos cristianos y a los peregrinos en Oriente Medio y en otros lugares. Los caballeros templarios se establecieron en torno a 1119, y recibieron el reconocimiento papal en 1129. Su sede estaba inicialmente en Jerusalén y luego en Acre, convirtiéndose en una élite importante de los ejércitos cruzados. Con el tiempo, los caballeros templarios llegarían a ser muy poderosos, llegando a controlar tierras y castillos en Levante y por toda Europa. Acusada “de herejía, corrupción y de llevar a cabo prácticas prohibidas”, la orden fue atacada por el rey francés Felipe IV (que reinó de 1285 a 1314) el viernes 13 de octubre de 1307 y posteriormente desmantelada oficialmente por el papa Clemente V en 1312. La orden se formó en torno a 1119, cuando siete caballeros, liderados por un caballero noble francés de Champaña, Hugh de Payns, juraron defender a los peregrinos cristianos en Jerusalén y la Tierra Santa, para lo que creó una hermandad que adoptó votos monásticos, incluido el de pobreza, y cuyos miembros vivían juntos según un código de conducta establecido. En 1120, Balduino II, el rey de Jerusalén, que gobernó de 1118 a 1131, entregó a los caballeros su palacio - la antigua mezquita de Aqsa en el Templo del Monte de Jerusalén - para que lo usaran a modo de sede. El edificio se conocía comúnmente como "El templo de Salomón", por lo que a la hermandad pronto se la empezó a llamar "la Orden de los Caballeros del Templo de Salomón, o simplemente "templarios". Fueron reconocidos oficialmente como orden por el papa Honorio II (1124-1130) en el Concilio de Troyes en enero de 1129. Fue la primera orden militar en crearse, y en un principio se los consideraba como una rama de los monjes cistercienses. En 1145, los caballeros de la orden recibieron permiso para llevar en manto con capucha blanco que los cistercienses habían hecho suyo. Los caballeros adoptaron pronto su distintiva capa blanca y empezaron a usar la insignia de la cruz roja sobre un fondo blanco. La doctrina religiosa no presentaba ningún impedimento a la lucha, siempre y cuando fuera por una causa justa: las cruzadas y la defensa de la Tierra Santa era exactamente ese tipo de causa. Así que la orden recibió el respaldo oficial de la Iglesia. La primera gran batalla en la que participaron los caballeros templarios fue en 1147 contra los musulmanes durante la segunda cruzada (1147-1149). La orden creció gracias a las donaciones de los simpatizantes que reconocían la importancia de su papel como defensores de los pequeños estados cristianos de Levante. Otros, desde los más pobres hasta los más ricos, daban lo que podían simplemente por asegurarse una buena vida tras la muerte y, como se podía mencionar a los donantes en las misas y las oraciones, puede que también buscaran una vida mejor en el presente. La orden recibía donaciones de todo tipo, pero las más comunes eran dinero, tierras, caballos, equipo militar y comida. A veces también se donaban privilegios, lo que permitía a la orden ahorrar en sus propios gastos. Los templarios también invertían el dinero en comprar propiedades que producían ingresos, con lo que acabaron poseyendo granjas, viñedos, molinos, iglesias, pueblos y cualquier otra cosa que considerasen una buena inversión. Otra manera de aumentar las arcas de la orden era gracias a botines y tierras adquiridas como resultado de campañas victoriosas, además de que también podían exigir tributos a las ciudades conquistadas, las tierras bajo el control de los castillos templarios, y los estados rivales más débiles en Levante. Con el tiempo, la orden pudo establecer centros secundarios en la mayoría de estados de Europa Occidental, que se convirtieron en fuentes importantes de ingresos y de reclutas. Puede que el dinero entrara a espuertas desde todos los rincones de Europa, pero también tenían que hacer frente a un alto coste. Mantener a los caballeros, sus escuderos, sus caballos (a menudo cada caballero tenía cuatro), su armadura y el resto del equipo drenaba las finanzas de los templarios. También tenían que pagar impuestos al Estado, hacer donaciones al papado, y a veces pagar diezmos a la iglesia, además de otros pagos a las autoridades locales, mientras que realizar misas y otros servicios tampoco era nada barato. Los templarios también tenían un propósito caritativo, y se suponía que tenían que ayudar a los pobres. Una décima parte del pan que producían, por ejemplo, se repartía entre los necesitados a modo de limosna. Por último, los desastres militares tenían como resultado las pérdidas tanto de hombres como de propiedad en cantidades enormes. No se conocen con exactitud las cuentas de los templarios, pero es bastante probable que la orden nunca fuera tan rica como todo el mundo cree. A partir del siglo XII, los templarios ampliaron su influencia y lucharon en las campañas cruzadas en la península ibérica, en la Reconquista, para varios gobernantes españoles y portugueses. También operaron en las cruzadas bálticas contra los paganos, y para el siglo XIII los caballeros templarios tenían tierras desde Inglaterra hasta Bohemia y se habían convertido en una orden militar verdaderamente internacional, con muchísimos recursos a su disposición: hombres, armas, equipo y una importante flota naval. Los templarios habían establecido un modelo que sería copiado por otras órdenes militares como los caballeros hospitalarios y los teutónicos. Pero hay un área en la que los templarios realmente destacaron: la banca. Como los lugareños las consideraban lugares seguros, las comunidades y los conventos templarios se convirtieron en depósitos de dinero, joyas y documentos importantes. La orden tenía sus propias reservas de dinero en efectivo, que, ya desde 1130, se aprovecharon como préstamos con intereses. Los templarios llegaron incluso a permitir a la gente depositar el dinero en un convento y, siempre y cuando pudieran presentar la carta adecuada, a transferirlo y retirar el dinero equivalente de otro convento diferente. Otro de sus servicios bancarios primitivos consistía en que la gente podía tener lo que hoy en día se llama una cuenta corriente con los templarios, en la que pagaban depósitos regularmente y acordaban con los templarios el pago, de parte del titular, de una suma fija a quienquiera que nombrara el titular. Para el siglo XIII, los templarios se habían convertido en unos banqueros lo suficientemente competentes y de confianza como para que los reyes de Francia y otros nobles mantuvieran su tesorería con la orden. Los reyes y los nobles que partían a las Cruzadas a la Tierra Santa, para poder pagar a sus ejércitos en el momento y suministrar provisiones, a menudo adelantaban grandes sumas de dinero en efectivo a los templarios para poder retirarlas una vez llegados a Levante. Los templarios incluso prestaban dinero a los gobernantes y así se convirtieron en un elemento importante de la estructura económica cada vez más sofisticada de la Europa medieval. Los reclutas provenían de toda Europa Occidental, aunque Francia fue la fuente más importante. Estaban motivados por un sentido de obligación religiosa a defender a los cristianos de todas partes, pero especialmente de la Tierra Santa y los lugares sagrados, como penitencia por los pecados cometidos, o como una manera de asegurarse la entrada al Cielo, o por razones más mundanas como la búsqueda de aventura, las ganancias personales, la promoción social o sencillamente unos ingresos regulares y comidas decentes. Los reclutas tenían que ser hombres libres e hijos legítimos, y si querían convertirse en caballeros medievales, a partir del siglo XIII tenían que ser descendientes de caballeros. Aunque era raro, un hombre casado podía unirse a la orden siempre y cuando la esposa estuviera de acuerdo. Se esperaba que muchos reclutas hicieran una donación importante al entrar en la orden, y como las deudas estaban muy mal vistas, la situación económica del recluta ciertamente era un aspecto a tener en cuenta. Aunque algunos menores se unían a la orden, por supuesto enviados por sus padres con la esperanza de que un hijo menor que no iba a heredar nada recibiera un entrenamiento militar útil, la mayoría de los reclutas tenían entre 20 y 30 años. Algunos reclutas se unían más adelante. Un ejemplo es el caballero inglés Sir William Marshal, que murió en 1219 y que, al igual que muchos nobles, se unió a la orden justo antes de morir, le dejó dinero en su herencia y fue enterrado en la iglesia del Temple, en Londres, donde todavía se puede ver su efigie. Dentro de la orden había dos rangos: caballeros y sargentos, y en el segundo rango estaban incluidos los seglares y el personal civil. La mayoría de reclutas pertenecía al segundo rango. De hecho, el número de caballeros dentro de la orden era sorprendentemente pequeño. Puede que en cualquier momento dado no hubiera más de unos pocos cientos de monjes templarios, aunque en periodos de guerras intensas puede que el número ascendiera hasta los 500. Estos caballeros habrían estado superados por mucho por los demás soldados que usaba la orden, como la infantería (los sargentos o reclutas de tierras vasallas) y los mercenarios (especialmente arqueros), así como escuderos, porteadores y demás personas no combatientes. Entre los demás miembros de la orden se contaban los sacerdotes, los artesanos, los peones, los sirvientes e incluso algunas mujeres miembros de conventos afiliados. La orden estaba dirigida por el Gran Maestre, que estaba en la cima de una pirámide de poder. Los conventos se agrupaban en regiones geográficas conocidas como prioratos. En las zonas turbulentas como el Levante, había muchos conventos en castillos mientras que en otras partes se establecían para controlar las áreas en manos de la orden. Cada convento estaba regido por un "preceptor" o "comandante", que respondía al jefe del priorato en el que se encontraba el convento. Las cartas, los documentos y las noticias viajaban de un convento a otro, todos con el sello de la orden (normalmente dos caballeros en un solo caballo) para fomentar cierta unidad entre las distintas ramas distantes. Los conventos normalmente enviaban un tercio de sus ingresos a la sede de la orden. El Gran Maestre vivía en la sede de Jerusalén, y luego en Acre a partir de 1191 y en Chipre desde 1291. El Gran Maestre tenía el apoyo de otros oficiales de altos cargos como el Gran Comandante y el Mariscal junto con otros funcionarios de menor importancia encargados de suministros como la ropa. De vez en cuando se celebraban encuentros de los representantes de toda la orden y parece que también de las secciones provinciales, pero parece que los conventos locales disfrutaban de una gran autonomía, y solo se llegaron a castigar las faltas graves. Los caballeros hacían votos al ingresar en la orden, como en un monasterio, aunque no eran tan estrictos ni estaban restringidos a permanecer siempre dentro de la vivienda comunal. La promesa de obediencia al Gran Maestre era la más importante que hacían, acudir a las misas era obligatorio, así como el celibato, y se daban por supuestas las comidas en común (estas comidas contaban con carne un día sí y otro no). No estaban permitidos los placeres terrenales, entre los que se contaban los pasatiempos tan característicos de caballeros como la caza y la cetrería o llevar la ropa llamativa ni las armas por las que eran célebres los demás caballeros. Por ejemplo, a menudo los cinturones eran de decoración, pero los templarios llevaban un simple cordel de lana que simbolizaba su castidad. Los templarios también llevaban una sobrevesta blanca sobre la armadura, como ya se ha mencionado, con una cruz roja en el lado izquierdo del pecho. La cruz roja también se llevaba en la librea de los caballos y en la bandera de la orden. Con esto se distinguían de los caballeros hospitalarios, que llevaban una cruz blanca sobre fondo negro, y de los caballeros teutónicos, que llevaban una cruz negra sobre un fondo blanco. En contraste, los escudos de los templarios normalmente eran blancos con una tira ancha negra en la parte superior. Los sargentos llevaban una túnica o capa marrón o negra. Otra característica que distinguía a los templarios era que todos tenían barba y llevaban el pelo corto (para los estándares medievales). Los caballeros ordenados podían tener sus propiedades personales, móviles o fijas, a diferencia de otras órdenes militares. Además, también eran algo menos estrictos en cuanto a los ropajes: los templarios tenían permitido llevar lino en primavera y verano, no solo lana, cosa que seguro agradecían los miembros de climas más templados. Si no se seguía alguna de las normas de la orden, conocidas en conjunto como la Regla, los miembros recibían un castigo que podía ir desde la retirada de privilegios hasta los latigazos o la cárcel de por vida. Como eran hábiles con la lanza, la espada y el arco, además de tener armaduras buenas, los templarios y otras órdenes militares eran los que estaban mejor entrenados y equipados de cualquiera de los ejércitos de cruzados. Por este motivo, a menudo se los enviaba a defender los flancos, la vanguardia o la retaguardia de cualquier ejército en movimiento. Los templarios eran especialmente conocidos por sus disciplinadas cargas a caballo en grupo que, cuando marchaban en formación cerrada reventaban las líneas enemigas creando el caos para que las tropas aliadas aprovecharan la confusión y avanzaran. También eran muy disciplinados en la batalla y en el campamento, y tenían penas severas para cualquier caballero que no siguiera las órdenes, incluida la expulsión de la orden por perder la espada o el caballo por descuido. Dicho esto, a veces a los comandantes de las cruzadas les podía resultar difícil controlar a la orden en conjunto, ya que a menudo eran las tropas más ansiosas y fervientes por ganarse el honor y la gloria. En muchas ocasiones los templarios estuvieron encargados de defender pasos importantes como el del Amanus, al norte de Antioquía. Se apoderaron de tierras y castillos que los estados cruzados no podían mantener por falta de personal. También construyeron los castillos destruidos, o construyeron nuevos, para defender mejor el oriente cristiano. Los templarios tampoco se olvidaron nunca de su función original como protectores de los peregrinos, y se hicieron cargo de muchos fuertes pequeños a lo largo de las rutas de peregrinos en el Levante, o actuaron como guardaespaldas. A pesar de que participaron en muchas victorias como la del asedio de Acre en 1189-91, Damietta en 1218-19 y Constantinopla en 1204, también hubo importantes derrotas por el camino, y su reputación marcial era tal que los templarios esperaban ser ejecutados si los capturaban. En la batalla de La Forbie en Gaza en octubre de 1244, un ejército ayubí derrotó a un gran ejército latino y mataron a 300 caballeros templarios. 230 templarios capturados fueron decapitados tras la batalla de Hattin en 1187, en la que ganó el ejército de Saladino, sultán de Egipto y Siria, que gobernó de 1174 a 1193. Como era costumbre en la época, se pedía un rescate a cambio de los miembros más importantes de la orden. Tuvieron que renunciar al castillo templario en Gaza para lograr la liberación del Maestre, capturado tras esa misma batalla. La batalla de El Mansurá en Egipto en 1250 fue otra derrota importante durante la séptima cruzada (1248-1254.) Sin embargo, la importante red de conventos que tenían siempre parecía capaz de reponer cualquier pérdida material o de personal. Como en gran medida imponían su propia ley y eran una amenaza militar potente, los gobernantes occidentales empezaron a desconfiar de las órdenes militares, especialmente cuando empezaron a acumular una gran red de tierras y reservas de dinero. Al igual que otras órdenes militares, los templarios también habían sido acusados desde hacía tiempo de abusar de sus privilegios y extorsionar el máximo beneficio de sus negocios. Fueron acusados de corrupción y de sucumbir al orgullo y la avaricia. Quienes los criticaban decían que llevaban una vida muy fácil y se gastaban el dinero que bien podía servir mejor para mantener a las tropas de la guerra santa. También se los acusó de malgastar recursos para competir con otras órdenes rivales, especialmente los hospitalarios. Por último, también estaba el argumento que decía que monjes y guerreros no eran una combinación compatible. Algunos incluso reprendían a la orden por no tener interés por convertir a los musulmanes, limitándose a eliminarlos. La mayoría de estas críticas estaban basadas en la falta de conocimiento de los asuntos de la orden, en una exageración de su riqueza real y en un sentimiento general de envidia y desconfianza. Para finales del siglo XIII, muchos consideraban que las órdenes militares eran demasiado independientes, y que la mejor solución sería amalgamarlas en una única orden para que la Iglesia y los gobernantes individuales de cada estado pudieran controlarlas mejor. Posteriormente, a partir de 1307, empezaron a circular acusaciones mucho más serias sobre los templarios. Se decía que negaban de Cristo como Dios, de la crucifixión y la cruz. Había rumores de que parte de la iniciación en la hermandad consistía en pisotear, escupir y orinar en un crucifijo. Estas acusaciones se hicieron públicas, especialmente en Francia. El clero ordinario también tenía celos de los derechos de la orden, tales como el enterramiento, que podía ser un negocio suplementario lucrativo para cualquier iglesia pequeña. La clase política y religiosa empezó a unirse para destruir a los templarios. La pérdida de los estados cruzados en el Levante en 1291 puede que fuera el desencadenante, aunque muchos todavía habrían pensado que sería posible recuperarlos, y para ello hacían falta las órdenes militares. El viernes 13 de octubre de 1307, el rey Felipe IV de Francia ordenó arrestar a todos los templarios de Francia. Sus motivos siguen sin estar claros, pero los historiadores modernos sugieren como posibilidades la amenaza militar de los templarios, el deseo de adquirir riqueza, la oportunidad de ganar una ventaja política y prestigio sobre el papado e incluso que Felipe se creyera realmente los rumores sobre la orden. Además de negar a Cristo y deshonrar la cruz, también fueron acusados de promover las prácticas homosexuales, los besos indecentes y la adoración de ídolos. En un principio, el papa Clemente V (que estuvo en el cargo de 1305 a 1314) defendió este ataque sin confirmar de lo que era, al fin y al cabo, una de sus órdenes militares, pero Felipe logró mediante atroces torturas, extraer “confesiones” de varios templarios, incluido el Gran Maestre, Jacques de Molay. El resultado fue que el papa ordenó arrestar a todos los templarios de Europa Occidental y requisar sus propiedades. Los templarios no pudieron resistirse, excepto en Aragón, donde varios consiguieron aguantar en sus castillos hasta 1308. Luego, hubo un juicio en París en 1310, tras el cual 54 hermanos fueron quemados en la hoguera. En 1314 el Gran Maestre de la orden, Jacques de Molay, y el preceptor de Normandía, Geoffrey de Charney, también fueron quemados, aunque el primero seguía manteniendo que era inocente cuando lo llevaban a la hoguera. Sin embargo, el destino de la orden en conjunto se decidió en 1311 en el Concilio de Vienne. Durante este concilio se tuvieron en cuenta las investigaciones realizadas durante los tres años anteriores sobre los asuntos de la orden en toda Europa, así como las “confesiones”, que eran falsas: la mayoría de los caballeros de Francia e Italia, y tres ingleses, admitieron todos los cargos, pero ninguno lo hizo en cuanto a las acusaciones más serias en Chipre y la península ibérica. Un grupo de caballeros convocado a escuchar su defensa, de hecho no fue convocado en su momento, y el papa declaró oficialmente el fin de la orden el 3 de abril de 1312, aunque la razón fue la dañina pérdida de su reputación más que cualquier veredicto de culpabilidad. Nunca se presentaron las pruebas físicas de las acusaciones: ni registros, ni estatuas de ídolos, ni nada. Además, muchos caballeros se retractaron luego de sus “confesiones” incluso estando ya condenados y cuando ya no servía de nada. Se jubiló a la mayoría de los caballeros templarios y se les prohibió volver a unirse a ninguna orden militar. Muchas de las posesiones de los templarios pasaron a los caballeros hospitalarios por orden del papa el 2 de mayo de 1312. Sin embargo, gran parte de las tierras y el dinero acabó en los bolsillos de los nobles, especialmente en Castilla. El ataque a los templarios no tuvo mayor efecto en las demás órdenes militares. El debate para combinarlos a todos en una sola unidad no llegó a nada, y la orden de los caballeros teutónicos, que probablemente se merecían las críticas más que ninguna otra orden, se salvó por sus estrechas conexiones con los gobernantes laicos alemanes. Los caballeros teutónicos trasladaron su sede de Viena a Prusia, que era más remota, mientras que los caballeros de hospitalarios fueron astutos al desplazar su sede a Rodas, donde tendrían más seguridad. Ambos traslados ocurrieron en 1309 y probablemente aseguraron la existencia continuada de las órdenes de una manera u otra hasta la actualidad.

viernes, 5 de abril de 2024

ASHANTI GOLD: Un tesoro robado que vuelve “prestado” a su lugar de origen

A finales de enero, el Museo Británico y el Museo Victoria & Albert (V&A) anunciaron que más de 30 'joyas de la corona de Ashanti’, artefactos de oro que alguna vez pertenecieron a la realeza Asante (o Ashanti) en la actual Ghana - que fueron robados por los británicos hace unos 150 años, fueron llevados a la ciudad ghanesa de Kumasi. Sin embargo, se trata sólo de un acuerdo de ‘préstamo’ entre los museos del Reino Unido y el Museo del Palacio Manhyia de Ghana. Las leyes británicas prohíben a los museos devolver permanentemente los artefactos en disputa a sus propietarios originales, lo que significa que a pesar de la "repatriación" anunciada, los objetos de oro, sólo serán devueltos temporalmente en Ghana. Pero ¿regresaran alguna vez para siempre? Como sabéis, los artefactos históricos representan la cultura de un pueblo. Dada la influencia menguante de las instituciones tradicionales africanas, en gran medida erosionadas por la occidentalización y la importación cultural, las narrativas sociales encuentran resonancia cuando se invocan eventos y recuerdos históricos. Cuando se analiza el legado de la cultura, que se remonta a una época de abrumadora influencia comunitaria en las relaciones legales, religiosas y nupciales, estos artefactos dan crédito a la veracidad de las historias heredadas. A pesar de las fluctuaciones del comercio del oro a lo largo de los años, el papel de África como actor importante en el mercado del oro está firmemente establecido. En el 2022, una cohorte formada por Suiza, el Reino Unido, Estados Unidos, Hong Kong y los Emiratos Árabes Unidos representó alrededor del 60,6% de las ventas mundiales de oro. Sin embargo, África todavía posee más del 40% de las reservas de oro del mundo. Esta realidad subraya la importancia duradera del continente en la industria del oro. Un elemento central de esta narrativa es la historia del Ashanti Gold. La región de Ashanti, anteriormente conocida como Asante, tiene una importancia histórica por su participación en la trata de esclavos durante el siglo XIX. A pesar de este oscuro pasado, también era famosa por su exquisita artesanía en oro y latón, así como por su producción de Kente, una tela tejida de colores brillantes. Estas contribuciones al mercado comercial mundial le valieron a la región, que más tarde pasó a formar parte de Ghana, el sobrenombre de "Costa Dorada". Era un lugar fácilmente atacado por traficantes de esclavos y acaparadores de oro que se hacían pasar por comerciantes en secreto. Por lo tanto, ocupa un lugar destacado en la narrativa histórica africana sobre la explotación humana y del capital por parte de los europeos. La Dra. Judith Spicksley, historiadora del Instituto Wilberforce para el Estudio de la Esclavitud y la Emancipación (WISE) de la Universidad de Hull, en su artículo fundamental "Peones en la Costa Dorada", describe cuán temprano en ‘sus relaciones comerciales’ con los africanos, los europeos tomaron el oro como garantía de la deuda. Sin embargo, a medida que las reglas poco ortodoxas para las operaciones con esclavos se debilitaron y el ansia de más oro eclipsó la oferta emergente, los europeos recurrieron cada vez más al uso de fuerza para obtenerlo. Esto no es diferente de otros procesos de explotación que llevaron a la pérdida de recursos preciosos en el continente. La evidencia oficial del saqueo de Ashanti Gold comenzó durante la Guerra Anglo-Asante de 1874, con la invasión militar británica del imperio Kumasi, que albergaba las mayores reservas de oro de la región. Armados con explosivos y armas de fuego superiores, el ejército británico emprendió una sórdida búsqueda de las insignias reales de oro de Ashanti, como la espada Mponponsuo creada hace 300 años por el Okomfo (líder espiritual) Anokye del Reino, que encabezó la lista de artículos saqueados en 1874. Con el pretexto “de poner fin a la esclavitud”, se produjeron incursiones militares británicas y tratados comerciales desequilibrados impuestos con un poder militar superior a los líderes africanos. Los líderes que resistieron fueron exiliados, como Asantehene Agyeman Prempeh, que fue recluido a Seychelles en 1874. Los británicos establecieron a continuación puertos comerciales, asegurándose de hecho el control del país. De esta manera, los gobernantes de varios reinos africanos actuaron como intermediarios en estos negocios, a menudo en contra de su voluntad, pero tenían que dar su consentimiento por motivos de autoconservación. El botín de estos reinos conquistados pagó estas guerras. En Asante, los Asantahene, gobernante del pueblo Ashanti, fueron obligados a firmar el duro Tratado de Fomena en julio de 1874 para poner fin a la guerra. Una cláusula destacada del tratado entre la reina Victoria y Kofi Karikari, rey de Ashanti, fue el pago de 50.000 onzas (más de 1.400 kg) de oro aprobado “como indemnización por los gastos ocasionados a la reina de Inglaterra por la guerra” cuando estos fueron los invasores. Gran Bretaña incurrió en costos de estas guerras a expensas de sus oponentes, destruyendo los imperios más grandes de África, que se convirtieron en colonias británicas. Pero 1874 no fue el único caso de saqueo. En 1896, se robaron las espadas ceremoniales, copas y otros artículos vitales de o tros palacios reales. En su libro del 2020 'The Brutish Museums: The Benin Bronzes, Colonial Violence and Cultural Restitution', Dan Hicks, arqueólogo, antropólogo y profesor británico de la Universidad de Oxford, repudia la presencia de estos artefactos robados en los museos occidentales, lo que perpetúa una narrativa de superioridad colonial y dominio cultural mientras se borran las historias y voces de las comunidades de las que fueron expoliadas. Aunque las discusiones sobre la restitución de artefactos africanos son anteriores a la independencia en la mayoría de los países africanos, se intensificaron en la segunda mitad del siglo XX. El arqueólogo y jefe del Departamento Federal de Antigüedades de Nigeria, Ekpo Eyo, envió circulares a varias embajadas europeas en 1972 sobre la repatriación de los Bronces de Benin (miles de placas y esculturas de los siglos XIV al XVI robadas por los británicos del Reino africano de Benin a finales del siglo XIX) y estimuló pronunciamientos oficiales como la Convención de la UNESCO de 1970 sobre los medios para prohibir e impedir la importación, exportación y transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales. Esta convención ofrece un marco compartido entre los Estados partes con respecto a las acciones necesarias para prohibir e impedir la importación, exportación y transferencia de bienes culturales. La convención enfatiza que la devolución y restitución de estos bienes culturales son el eje de la convención, que exige salvaguardar la identidad de los pueblos y promover sociedades pacíficas para fortalecer el espíritu de solidaridad y sofocar el aumento expansivo del comercio negro en todo el continente. Luego de 150 años, los artefactos Ashanti Gold se conservan en varios museos de todo el mundo, incluidos los principales museos de Europa y América del Norte. El Museo Británico de Londres posee 32 de los 39 artefactos históricos, mientras que siete tesoros se encuentran en el Museo Fowler de la Universidad de California en Los Ángeles. Otros artefactos menores, que reciben poca atención, se conservan en el Museo Metropolitano de Arte de la ciudad de Nueva York, el Musee du quai Branly-Jacques Chirac de París y colecciones privadas. En los esfuerzos de restitución de los Ashanti Gold, están en juego complejos obstáculos legales y logísticos. En primer lugar, hay que establecer la procedencia mediante el examen de documentación, archivos y registros históricos, debido a la dificultad derivada de los largos años de historia y las múltiples transferencias. Las variaciones en las leyes internacionales que rigen la repatriación de bienes culturales también se suman a la multitud de desafíos. Transportar los artefactos desde sus actuales poseedores hasta su destino y resolver las disputas legales o las preocupaciones financieras asociadas supone una complicación adicional. La colaboración entre socios internacionales para lograr esto es esencial para repatriar con éxito estos artefactos robados. En conclusión, este extenso debate sobre la restitución de lo expoliado tiene como objetivo profundizar las relaciones diplomáticas euroafricanas existentes. El énfasis en la restitución reside principalmente en su utilidad como elemento básico para la reconciliación; Su objetivo es rectificar las injusticias precoloniales, fomentar el diálogo internacional y promover el creciente comercio bilateral entre países de ambos continentes. La experiencia de restitución de Ghana proporcionará el marco político y liderará la mesa redonda para las solicitudes de restitución de otros países de África. Como se señaló anteriormente, esta acción no sólo demostrará arrepentimiento sino que también será la declaración más declarativa de Occidente con respecto a su responsabilidad en la repartición de África por las potencias europeas que saquearon su patrimonio cultural que hoy exhiben en sus museos y se niegan a devolverlo.

viernes, 29 de marzo de 2024

EVANGELIOS APÓCRIFOS: La otra vida de Jesucristo

Como sabéis, la historia del cristianismo y el relato bíblico ha sido motivo de discusión durante cientos de años. La Iglesia defiende la actual Biblia como el libro esencial del catolicismo, pero existen otros documentos, como el famoso Evangelio de Judas, que contradice esta versión oficial de los hechos y pone en el punto de mira la veracidad histórica de lo relatado y confirmado. Pablo de Tarso no perteneció al círculo inicial de los doce apóstoles de Jesús de Nazaret, pero sus escritos constituyen la base de la mayor parte de la fe cristiana. Para él, lo verdaderamente importante en la vida de Jesús fue su muerte y resurrección. Sin embargo, algunos seguidores de Pablo, como los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan, le enmendaron la plana: consideraban que la vida de Cristo también tenía importancia, y por ello compusieron sus evangelios. Pero con el paso del tiempo estas “vidas de Jesús” se quedaron muy cortas en detalles para los lectores, ávidos de saber más sobre el Mesías. Los autores de los evangelios apócrifos intentaron llenar con sus historias los vacíos que dejaban los cuatro evangelios aceptados por la Iglesia. Por ello abundan en datos sobre la vida oculta de Jesús y transmiten detalles de sucesos recogidos por los evangelistas. Por ejemplo, es en los apócrifos donde se dice que los Magos de Oriente eran reyes y se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar, cuyos nombres no aparecen en los Evangelios Canónicos (o sea, los autorizados por la Iglesia). Veamos otros casos: 1.- LA DESCONOCIDA HISTORIA DE LA VERÓNICA. Algo parecido sucede con la Verónica, la mujer que enjugó con un lienzo el rostro de Cristo mientras caminaba hacia la cruz. Su historia y su nombre sólo aparecen en el evangelio de Lucas: “Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron!”. Pero este pasaje supo a poco a la piedad cristiana, que lo transformó en la historia siguiente, recogida en el apócrifo Muerte de Pablo: “Cuando mi Señor se iba por ahí predicando, y yo carecía de su presencia muy a pesar mío, quise que me pintaran su imagen, para que, mientras me veía privada de su presencia, me diese al menos consuelo su figura. Y cuando llevaba el lienzo al pintor para que me la pintara, mi Señor me salió al paso y me preguntó a dónde iba. Cuando le expliqué la causa de mi marcha, me pidió el lienzo y me lo devolvió señalado con la imagen de su venerable faz. Por consiguiente, si alguien mira con devoción su aspecto, obtendrá el beneficio de su curación”. De hecho, ‘Verónica’ es un vocablo grecolatino: vero icono, que significa ‘verdadera imagen’ de Jesús; 2.- LA CRUCIFIXIÓN APÓCRIFA DE JESUCRISTO. En el episodio de la crucifixión de Jesús, los apócrifos también rellenan las lagunas de los Evangelios Canónicos. Según estos últimos, a la izquierda y a la derecha de Jesús fueron crucificados dos bandoleros, que es como los romanos llamaban a los sediciosos que se oponían a su poder. El Evangelio de Nicodemo nos proporciona los nombres de estos bandidos. Allí se refiere que el prefecto romano Poncio Pilato, tras oír que los judíos desean la muerte de Jesús, decreta su muerte: “Tu raza te ha rechazado como rey. Por eso, he decidido que en primer lugar seas azotado según la costumbre de los reyes piadosos, y luego seas colgado en la cruz en el jardín donde fuiste apresado; y que los dos malhechores Dimas y Gestas sean crucificados juntamente contigo”. Uno de los episodios que más llaman la atención en la Pasión de Jesús sólo aparece en el Evangelio de Juan: la lanzada de un soldado romano al costado de Jesús para hacer que su muerte acaeciera de manera segura. En este texto, el soldado es un personaje anónimo, pero el Evangelio de Nicodemo y una presunta Carta de Pilato a Herodes Antipas nos revelan su nombre, Longino, y su cargo, centurión; 3.- EL DESCENSO DE JESÚS A LOS INFIERNOS. Entre la muerte y resurrección de Jesús hay un oscuro episodio, que no aparece en los evangelios, pero sí en un par de breves alusiones de un escrito canónico, la Primera epístola de Pedro (3,19; 4,6): el descenso de Jesús a los infiernos. Este hecho se desarrolla en la segunda parte de un apócrifo, el Evangelio de Nicodemo. Unos cuantos sacerdotes, un levita y un doctor de la Ley cuentan cómo en el retorno de Galilea –donde habían sido testigos de la ascensión de Jesús hasta Jerusalén– les salió al encuentro una gran muchedumbre de hombres vestidos de blanco, que resultaron ser los resucitados con Jesús. Entre ellos reconocieron a dos que se llamaban Leucio y Carino, que les contaron los maravillosos acontecimientos tras la muerte del Maestro, entre ellos su visita a los infiernos. El comienzo de la narración suena así: “Estábamos nosotros en el infierno en compañía de todos los que habían muerto desde el principio. Y a la medianoche amaneció en aquellas oscuridades como la luz del sol, y con su brillo fuimos todos iluminados y pudimos vernos unos a otros. Y al punto nuestro padre Abraham, los patriarcas y los profetas y todos a una se llenaron de regocijo y dijeron entre sí: ‘Esta luz proviene de un gran resplandor’. Entonces el profeta Isaías dijo: ‘Esta luz procede del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’. Los antiguos patriarcas comenzaron a regocijarse de inmediato con la liberación que se les avecinaba, mientras que Satanás prevenía a sus huestes a fin de que se prepararan para ‘recibir’ a Jesús. Entonces, Satanás mandó reforzar las puertas del infierno, pero al conjuro de una voz celestial ‘se hicieron añicos las puertas de bronce, los cerrojos de hierro quedaron reducidos a pedazos, y todos los difuntos encadenados se vieron libres de sus ligaduras, nosotros entre ellos’. Entonces penetró dentro el rey de la gloria en figura humana, y todos los antros oscuros del infierno fueron iluminados’. Enseguida se puso a gritar el Infierno mismo: ‘¡Hemos sido vencidos!’. Jesús tomó por la coronilla a Satanás y se lo entregó al mismo Infierno para que lo mantuviera a buen recaudo. Luego condujo a todos los patriarcas fuera del oscuro antro, comenzando por Adán y siguiendo por Enoc, Elías, Moisés, David, Jonás, Isaías, Jeremías y Juan Bautista…”; 4.- LA OTRA IGLESIA. De esta manera, los evangelios apócrifos satisfacían el interés de los primeros cristianos por la vida de su Maestro, alimentando su curiosidad con todo tipo de anécdotas que los escuetos evangelios canónicos no proporcionaban. Pero esta diversidad de testimonios y relatos sobre la vida de Cristo reflejaba una realidad que ya debió de darse al poco de su muerte. Así lo manifiesta el propio Evangelio de Lucas, que comienza con las palabras dirigidas por su redactor a un personaje llamado Teófilo: “Ya que muchos han intentado escribir la narración de los sucesos que se han cumplido entre nosotros, [...] pareciome también a mí, luego de haberme informado de todo exactamente desde su origen, escribírtelos por su orden, dignísimo Teófilo, a fin de que conozcas la verdad de lo que se te ha enseñado”. El texto, compuesto hacia los años 95-100, nos indica que circulaban múltiples tradiciones sobre la vida de Jesús cuando habían transcurrido unos setenta años de su muerte en la cruz, ya que el autor aspiraba a ofrecer “la verdad” respecto a lo mucho que se decía sobre la cuestión. Así, los apócrifos sirven para contrastar datos o dichos de Jesús que ofrecen los evangelios aceptados por la Iglesia. En tal sentido, los apócrifos sirven para contrastar datos o dichos de Jesús que ofrecen los evangelios aceptados por la Iglesia. En esta forma pueden hacer surgir dudas sobre la corrección de algunos pasajes canónicos. Es sabida, por ejemplo, la divergencia en la tradición aceptada por la Iglesia sobre quién fue la primera persona a la que Jesús se apareció tras su muerte: según Pablo de Tarso, fue el apóstol Pedro; según los evangelios de Juan y Marcos, quien primero lo vio fue María Magdalena; según el evangelio de Lucas, fueron dos de los discípulos de Cristo, de camino al pueblo de Emaús; pero según el apócrifo Evangelio de los hebreos, fue Santiago, hermano de Jesús. ¿A quién creer? Y en alguna ocasión los apócrifos pueden transmitirnos una sentencia de Jesús que probablemente sea verdadera, como el dicho número 83 del Evangelio de Tomás: “El que está cerca de mí está cerca del fuego. Y quien está lejos de mí está lejos del Reino”. Por otra parte, estos textos también permiten dibujar una imagen de la Iglesia primitiva diferente a la que terminó imponiéndose. Así, tanto el Evangelio de María (redactado a mediados del siglo II, y que convierte a María Magdalena en la primera apóstol, enfrentada a Pedro, a la que Jesús encomienda difundir las enseñanzas secretas) como el Evangelio de Felipe (del siglo III) defienden la imagen de una comunidad de seguidores de Jesús en la que tenían mucha importancia las mujeres, que luego fueron perdiendo terreno por la evolución masculinista de la Iglesia. Precisamente ahí reside la importancia de los apócrifos: en el hecho de que posibilitan nuevas aproximaciones a las dos fuentes de la fe católica: las Escrituras y la tradición. Sin duda, el acercamiento al Jesús histórico debe hacerse a través de los documentos más cercanos a él en el tiempo: los evangelios canónicos. Pero sin olvidar los apócrifos, que desempeñan una función de contraste nada despreciable y que vale la pena realizar.
actualidad cultural
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