SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 30 de noviembre de 2018

SALVATOR MUNDI: La extraña ‘desaparición’ de la obra más cara de la historia

Hace un año, se vendía en una subasta en Nueva York el cuadro más caro del mundo: ‘Salvator Mundi’, una obra de Leonardo da Vinci. El comprador fue un príncipe saudita, que pagó (450,3 millones de dólares) 382 millones de euros, pero ahora no se sabe nada del paradero del único cuadro del genio renacentista que permanece en manos privadas. Según informa The Times, estaba previsto que la obra fuera expuesta en el Louvre de Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) a partir de septiembre, pero no ha sido así. Ahora, expertos en arte han mostrado su preocupación por el paradero de la obra. Martin Kemp, uno de los mayores expertos sobre Da Vinci y uno de los que verificó que ‘Salvator Mundi’ era obra del genio italiano dijo que "nadie fuera de la jerarquía árabe inmediata sabe dónde está" y añadió que "el misterio de su ubicación es inquietante". Otra experta, Dianne Dwyer Modestini, restauradora que trabajó en ‘Salvator Mundi’, dijo que ha "suplicado" a los responsables del Louvre de Abu Dabi que le den información sobre el cuadro y le confirmen que está en buen estado porque es "extremadamente frágil", pero no ha recibido respuesta alguna. Aparte de la impresionante cantidad pagada por este cuadro, su historia no es menos fascinante. Para empezar debemos tener en cuenta que los cuadros de da Vinci eran a penas veinte, hasta el descubrimiento del Salvator Mundi. Así que encontrar un original de Leonardo es un evento extraordinario, tanto así que a este se le considera el descubrimiento artístico del siglo XXI. Como sabéis, la historia del descubrimiento del ‘Salvator Mundi’ comienza en el 2005 cuando fue adquirida en una venta inmobiliaria en Nueva Orleans por un consorcio de distribuidores de arte que incluía a Robert Simon, especialista en viejos maestros. En esa ocasión el cuadro se vendió por 10,000 dólares (8,450 euros). El camino hasta su subasta por 450 millones de dólares fue bastante intrincado. En él tuvo que pasar por un proceso delicado de restauración ya que la pintura estaba muy sobrepintada, por tanto parecía una copia o al menos ocultaba los rasgos más delicados e inconfundibles de la obra de Leonardo. El proceso de restauración y el de autentificación tardó varios años; fue en el 2011 que se confirmó que se traba de un cuadro Leonardo da Vinci. Esta obra data del año 1500, es decir fue hecho en la misma época de la Mona Lisa, incluso se destaca que el ‘Salvator Mundi’ comparte rasgos de composición con esta última. Luego de que fuera limpiado y restaurado el cuadro fue expuesto en la The National Gallery de Londres desde noviembre del 2011 a febrero del 2012. Varios son los rasgos en la pintura que confirmaron la atribución a Leonardo da Vinci; en primer lugar el esfumato en el rostro, una técnica usada por el maestro y que realizaba con el talón de la mano. También las manos muy detalladas y los detalles finísimos del cabello y de la bola de cristal que sostiene el Cristo (así como el efecto óptico de esta). En fin, detalles precisos (y hermosos) de la obra. Eso sí, también está la parte intangible de la obra, tal como lo expresaba Martin Kemp, uno de los expertos que ayudó en la autenticación: "Tenía esa clase de presencia que tiene las obras de Leonardo... esa extraña rareza que manifiestan sus pinturas"; y agregó: "Tiene ese tipo de vórtice extraño, como si el cabello fuera una sustancia viva, movible o como el agua, que es lo que Leonardo dijo que era el cabello." En noviembre del 2017 el Salvator Mundi fue subastado en Christie's por 450,3 millones de dólares (unos 382 millones de euros). En un principio no se reveló su comprador pero más tarde fue dado a conocer que se trataba del príncipe saudí Bader Bin Abdullah Bin Mohamed Bin Farhan al Saud. Aunque al poco tiempo, el Louvre Abu Dhabi, ubicado en la capital de los Emiratos Árabes Unidos, informaba que el cuadro de Leonardo sería recibido por el flamante museo. A partir de esto se ha hablado mucho del comprador y quién está detrás de la impresionante cifra pagada por el llamado "último Leonardo". Pero ha pasado un año desde la subasta y hoy se encuentra con paradero desconocido. ¿Volveremos a saber de el alguna vez?

viernes, 23 de noviembre de 2018

MUSEO DEL PRADO 1819-2019. UN LUGAR DE MEMORIA: Conociéndose a sí mismo en su bicentenario

Considerada como la mayor pinacoteca del mundo, el Museo del Prado fue inaugurado en Madrid el 19 de noviembre de 1819 en un soberbio edificio de estilo neoclásico concebido originalmente por Juan de Villanueva para albergar el Gabinete de Ciencias Naturales y cuyo contenido distaba mucho de lo que hoy podemos contemplar al deambular por sus salas. Cuando se abrieron sus puertas estaban expuestas 311 pinturas todas ellas de autores españoles mientras que 1.510 se hallaban almacenadas procedentes de los Reales Sitios. Había un único día a la semana previsto para visitarlo y se abría exclusivamente a quien presentaba una autorización o recomendación de alguna personalidad de la Corte. De hecho, en palabras de Miguel Falomir, director de la pinacoteca, “su origen y poderosa singularidad debe mucho a los gustos de los monarcas de los siglos XVI y XVII. El coleccionismo entonces difería del actual. Sin pretensiones enciclopédicas, aspiraba a reunir cuantas obras fuera posible de los artistas predilectos. Ello explica que del Prado se haya dicho que es un museo de pintores, no de pinturas, ya que los artistas representados suelen estarlo de forma superlativa, pudiendo preciarse de poseer los mayores conjuntos de El Bosco, Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez o Goya, a veces con más de un centenar de obras”. Reunir lo mejor de las colecciones reales en el Prado era un reflejo tanto de la política patrimonial de la Ilustración como del creciente interés del mundo occidental por la creación de los grandes centros de arte, los museos, a imagen y semejanza del Louvre de París, además de reivindicar la pintura española en el contexto internacional. El primer pintor coleccionado por los reyes, y el pilar sobre el que se erigió la colección real, fue Tiziano. Para Falomir, “la elección tuvo consecuencias decisivas para el coleccionismo regio e incluso para la propia evolución de la pintura española. Al decantarse por el campeón del color en detrimento de los pintores florentinos y romanos que defendían la primacía del ‘disegno’, los monarcas optaron por una pintura que primaba sus aspectos más emotivos y sensuales. A Tiziano siguieron otros venecianos (Veronese, Tintoretto) y aquellos artistas que asumieron su legado, como los flamencos Pedro Pablo Rubens y Anton Van Dyck, y la influencia de unos y otros fue decisiva para la eclosión de la pintura española en el siglo XVII, con Velázquez a la cabeza” indicó. La incorporación de autores no dejó de crecer desde el siglo XVI. Los reyes sabían a qué artistas querían y qué obras deseaban en sus palacios. Su gusto artístico era refinado. Felipe II, por ejemplo, se decantó por la pintura flamenca del XV -de ahí la presencia de Van der Weyden, Hans Memling y, sobre todo, El Bosco - y Felipe IV fue decisivo para configurar una colección que fue modelo y referencia en Europa. Florecieron entonces los encargos a Rubens, Velázquez, Van Dyck, José de Ribera, a Nicolás Poussin y Claudio de Lorena, una pléyade de pintores que contribuyó a engrandecer el importante y compacto núcleo ya existente. Su amplitud de miras se pone de manifiesto en la incorporación de obras de artistas inexistentes con el objeto de paliar ausencias y lagunas. Rafael, Parmigianino o Correggio (cuyo “Noli me tangere” es una obra maestra tan bella como desconocida) pasaron a colgar de las paredes de la pinacoteca. Tras la muerte del monarca, la colección del Prado se convertiría en la mejor de Europa. Con el advenimiento de los Borbones llegaron los pintores franceses, dando inicio a un siglo, el XVIII, dominado por artistas foráneos. A los franceses les sucedieron los italianos y, en el tercer cuarto de la centuria, Madrid fue escenario de una de las rivalidades artísticas más fascinantes de Europa, cuando Carlos III empleó a dos artífices antagónicos en sus formas de entender y practicar la pintura: el veneciano Giovanni Battista Tiepolo, brillante epígono de la gran tradición, y el bohemio formado en Roma Anton Raphael Mengs, heraldo del neoclasicismo. Solo a finales del siglo, con Goya, vuelve un pintor español a dominar el escenario cortesano. De ahí que los SM los Reyes quisieran estar presentes esta semana en el inicio de las conmemoraciones por los 200 años del buque insignia de la cultura, según Felipe VI, “un fabuloso legado para orgullo de los españoles y un verdadero icono de la cultura española y universal”. Se refirió al Prado como “el gran y monumental símbolo de la creatividad, la excelencia y la sensibilidad artística de nuestro país a lo largo de la Historia y un patrimonio de toda la Humanidad, cuyos dos siglos de vida (que se cumplirán dentro de un año) debe de ser considerada como una historia de éxito a la que han sumado esfuerzos la Corona, las distintas administraciones y la sociedad civil, gracias a lo cual hoy puede albergar un fabuloso legado para orgullo de los españoles”. Señaló, además, que “El Prado es mucho más que el privilegiado espacio físico de una innumerable cantidad de obras maestras. Con el tiempo, se ha erigido también en un lugar de memoria, de nuestra memoria“. Luego, los Reyes pudieron ver de cerca la exposición con que arrancan los fastos, “Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria”. Su comisario, Javier Portús, les fue explicando cada una de las ocho secciones en que se divide la muestra, la más importante, en palabras de su director, de las que ha albergado el centro. Como sabéis, las obras y salas del recinto bicentenario Prado han sido testigos y víctimas de algunos de los trances más trágicos e importantes en la historia de España y de Europa, como cuando a raíz de la Guerra Civil no sólo estuvieron a punto de ser expoliadas por los republicanos - quienes ante su inminente derrota ante las fuerzas nacionales del Generalísimo Francisco Franco - decidieron trasladar una gran parte fuera del país y llevarla a Ginebra, con el objetivo de entregarla a Stalin tal como hicieron con el oro de España, pero fracasaron miserablemente en su demencial intento y pudieron retornar a España gracias a las intensas gestiones del Caudillo, convertido en el gran benefactor del Museo. Su fama se acrecentó desde entonces hasta la actualidad. La muestra (que estará abierta hasta el 10 de marzo) reúne 195 obras, de las cuales 34 proceden de las instituciones españolas y otras tantas de pinacotecas, museos, galerías y colecciones públicas y privadas de otros países. El comisario Javier Portús explicó que habían decidido dividir la exposición en ocho apartados para construir un relato en el que se entendiera la trascendencia del museo, que se explicara por sí mismo no sólo su devenir sino su importancia y vigor de cara al futuro ya que, dijo, ‘‘lo más importante del Museo del Prado y de las colecciones es que sirvan para el disfrute y contemplación del espectador’’. El objetivo primordial es que las obras de arte reunidas en el Museo del Prado no sólo expliquen la historia de la propia galería, sino también que dialoguen y narren la impronta que han tenido algunos de sus genios en la historia del arte.

viernes, 16 de noviembre de 2018

VACHERON CONSTANTIN TOUR DE I’LLE: A la conquista del tiempo

Con 263 años de historia, Vacheron Constantin se ha convertido en la manufactura ginebrina más antigua que existe, y ocupa un lugar muy especial en el corazón de los coleccionistas de alta relojería. Desde su nacimiento a la fecha, Vacheron Constantin ha ido depurando el arte de hacer relojes consistentes e icónicos, desarrollando y redefiniendo las señas de identidad de su colección, a través de diversos detalles como el brazalete de metal decorado con un motivo que recuerda el emblema de la Casa: la Cruz de Malta. Para conmemorar el 250 Aniversario de la prestigiosa firma suiza, creo el espectacular Vacheron Constantin Tour de I’lle, el reloj de pulsera más caro que jamás se ha hecho y que sin duda sobresale por sus complicados mecanismos: Nada menos que 834 piezas individuales y más de 10.000 horas de detallado trabajo, para poder dar forma a cada ejemplar que vio la luz allá por el 2005. Justo ese año recibió el Galardón “L’Aiguille d’Or” durante el Grand Prix d’Horlogerie de Genève, que es sin duda el Premio más importante de la industria relojera. Y es que no es para menos. Sus 16 complicaciones combinadas con diferentes indicaciones astronómicas, lo convierten en una auténtica obra maestra. Es por eso que solamente se fabricaron 7 unidades. Ahí también radica en parte su gran exclusividad. En la esfera destacan los marcadores hechos con oro de 18 quilates. A las 12 se muestra con números romanos. Tampoco podía faltar en dorado el Punzón de Ginebra, que certifica el origen, la calidad y la excelencia de esta magnífica pieza de Alta Relojería. Es difícil encontrar un reloj tourbillon de este calibre y con varios cronómetros en la parte posterior. Dónde también está grabado un número del 1 al 7, dependiendo del lugar que ocupe en esta exclusiva edición. “Vacheron Constantin es una marca única, tanto por su técnica como por la atención al detalle y a un diseño atemporal que permite llevar un Vacheron Constantin prácticamente todos los días y en cualquier circunstancia. Siempre hemos mantenido un equilibrio entre la simplicidad, lo clásico, la modernidad y la técnica”, destaca Savary, director de la acreditada marca. “Mejora si es posible, y eso siempre es posible” escribió François Constantin hace más de dos siglos, en 1819. Esa máxima resume perfectamente uno de los valores perpetuos de la relojera suiza Vacheron Constantin en su búsqueda constante por la excelencia, misma que ha sido expresada a través del cuidado extremo dedicado a cada detalle, trabajo de acabado y el dominio supremo de su amplia gama de emocionantes y sorprendentes relojes, convertidos hoy por hoy, en un icono de la elegancia. Como podéis imaginar, el Vacheron Constantin Tour de I’lle es un objeto de colección, muy difícil de conseguir en una venta pública. Únicamente está al alcance de unos pocos privilegiados que pueden pagar las elevadas cifras de dinero que se piden por él. En este caso sus afortunados propietarios, tuvieron que pagar una cantidad cercana a los 1.300.000 euros.

viernes, 9 de noviembre de 2018

PATRIMONIO MUNDIAL: Mbanza Kongo, capital del antiguo Reino del Kongo (Angola)

Situada en una meseta a 570 metros de altura sobre el nivel del mar, la ciudad de Mbanza Kongo fue la capital política y espiritual del Reino del Kongo, uno de los mayores Estados estructurados del África Austral entre los siglos XIV y XIX de nuestra era. El centro histórico de Mbanza Kongo se fue extendiendo en torno al palacio real, la residencia del soberano, el tribunal consuetudinario, los recintos funerarios de la realeza y el árbol sagrado. A su llegada en el siglo XV, los portugueses añadieron a la ciudad indígena, construida con materiales autóctonos, edificios de albañilería edificados al estilo europeo. Fue abandonada temporalmente durante un período turbulento de guerras civiles en el siglo XVI y se asienta sobre una impresionante montaña de cima aplanada, llamada Mongo a-Kaila ("montaña divisoria"), ya que una reciente leyenda cuenta que desde allí el rey creó los diferentes clanes del reino y los envió a poblar las distintas regiones. M'Banza Kongo fue la residencia de los manicongos, reyes del Reino del Kongo, que en su momento de esplendor se extendía desde la costa atlántica en el oeste, hasta el río Nkisi en el este, y desde el río Congo en el norte, hasta el río Dande en el sur. En el área céntrica de la ciudad moderna, en los jardines del antiguo palacio real y actual museo, aún puede hallarse el jalankuwo, el árbol donde el soberano realizaba sus juicios. M'Banza Kongo fue la residencia de los reyes del Kongo, que en su momento de esplendor se extendía desde la costa atlántica en el oeste, hasta el río Nkisi en el este, y desde el río Congo en el norte, hasta el río Dande en el sur. En el área céntrica de la ciudad moderna, en los jardines del antiguo palacio real y actual museo, aún puede hallarse el jalankuwo, el árbol donde el manicongo realizaba sus juicios. La ciudad también es conocida por las ruinas de la catedral de San Salvador, construida en 1549, y acerca de la cual muchos angoleños afirman que es la iglesia más antigua del África subsahariana. De esta iglesia, conocida localmente comonkulumbimbi, se dice que fue construida por los ángeles durante la noche y elevada a la categoría de catedral en 1596. Cuando los portugueses llegaron al Congo, M'Banza Kongo ya era una gran ciudad, tal vez la más grande en toda el África sub-ecuatorial. Durante el reinado de Afonso I, se construyeron varios edificios de piedra, entre ellos un palacio y varias iglesias. La ciudad creció considerablemente a medida que el reino del Kongo se fue expandiendo: una declaración eclesiástica de la década de 1630 relataba que se habían realizado entre 4000 y 5000 bautismos en la ciudad y sus zonas inmediatamente aledañas (presumiblemente los valles que la rodean), lo cual es coherente con los datos que arrojan un total de 100.000 habitantes en la ciudad para esa época. De estos, unos 30.000 vivían en la montaña y el resto en los valles alrededor de la ciudad. Entre sus edificios importantes se contaban una docena de iglesias, incluyendo la catedral de San Salvador y capillas y oratorios privados, y un impresionante palacio real de dos pisos, el edificio único de esta naturaleza en todo el Kongo. Saqueada en varias oportunidades durante las guerras civiles que siguieron a la Batalla de Mbwila de 1665 y abandonada en 1678, la ciudad fue restablecida como capital del Reino en 1709. No volvió a ser despoblada, aunque su población fluctuó considerablemente entre los siglos XVIII y XIX. Las ruinas de la antigua Catedral de San Salvador del Congo atestiguan la solidez religiosa de la tierra angoleña. De acuerdo con un testimonio de 1879, por aquel entonces la fachada oeste se había caído y el techo había desaparecido. El altar mayor estaba cubierto de pequeños helechos, pero en buenas condiciones. Había una capilla de la Virgen en el lado norte de la nave, y una sacristía en el lado sur del presbiterio. En la actualidad sólo permanecen algunas de las estructuras de la nave central. El sitio de Mbanza Kongo es el lugar de todo el África Subsahariana que mejor ilustra los profundos cambios ocasionados por la implantación de los portugueses y del cristianismo en la parte central del continente africano.

viernes, 2 de noviembre de 2018

LOUIS-PHILIPPE ET VERSAILLES: Descubriendo al rey historiador

Por primera vez, el Palacio de Versalles dedica una gran exposición a Louis-Philippe I "El Rey de los franceses", que hizo de la residencia real un museo dedicado a todas las glorias de Francia, con pinturas y esculturas que representan a famosos héroes rememorando sus grandes victorias. Último rey de Francia (1830-1848), amante de las artes y gran apasionado por la historia, fue quien remodelo el soberbio edificio creando grandes galerías, como la Sala de la Coronación, que muestra la célebre pintura de la coronación de Napoleón I por Jacques-Louis David; el Salón de las Batallas; conmemorando victorias francesas con pinturas a gran escala; y el Salón de la Revolución de 1830, que celebró la llegada al poder del propio Louis-Philippe I. Algunas pinturas fueron traídas del Louvre, incluyendo obras que representan eventos en la historia francesa de Philippe de Champaigne, Pierre Mignard, Laurent de La Hyre, Charles Le Brun, Adam Frans van der Meulen, Nicolas de Largillière, Hyacinthe Rigaud, Jean-Antoine Houdon, Jean-Marc Nattier, Élisabeth Vigée Le Brun, Hubert Robert, Thomas Lawrence, Jacques-Louis David y Antoine-Jean Gros. Otras fueron encargadas especialmente para el museo por destacados artistas de principios del siglo XIX, incluido Eugène Delacroix, que pintó a Saint Louis en la victoria francesa sobre los británicos en la Batalla de Taillebourg en 1242. Otros pintores destacados incluyen a Horace Vernet y François Gérard. Una pintura monumental de Vernet presenta además a Louis-Philippe I con sus hijos, posando a caballo frente a las puertas del Palacio. ."Es él quien, en el siglo XIX, transformará Versalles, un Palacio para uso exclusivo de la familia real, en un museo abierto para todos", explica Catherine Pégard, directora del establecimiento. La exposición, titulada "Louis-Philippe et Versailles" y que estará abierta hasta el 3 de febrero del 2019, ofrece una descripción muy completa al gusto de Louis-Philippe I. Un largo viaje que lleva al visitante a varios ambientes del Palacio (alas norte y sur) pero también, para los más curiosos, al Trianon donde se podrá apreciar los apartamentos privados de la familia real. Las sorpresas comienzan en el ala norte de palacio en las galerías dedicadas al África, Crimen e Italia casi nunca vistas desde hace 20 años y recientemente restauradas, sorprenden por los lienzos monumentales que relatan las batallas de África, la campaña en Italia y las guerras de Crimea. En la planta baja entretanto, las salas de las Cruzadas albergan diversos episodios de su tumultuosa historia. La idea para crearlo proviene directamente de la monumental Historia de las Cruzadas de Joseph-François Michaud, (publicada entre 1812 y 1822), lo cual animó al rey a encargar una colección iconográfica de casi ciento cincuenta pinturas destinadas a ser colocadas en una excepcional decoración neogótica, donde todos sus elementos fueron diseñados a propósito. Entre los artistas encargados se encuentra Eugene Delacroix, que pintó la Entrada de los cruzados en Constantinopla (finalizada en 1840). Transferida al Louvre en 1885, la pintura fue reemplazada en Versalles por una copia. Estas salas se utilizaban para exposiciones temporales y rara vez eran visibles en su totalidad. Al visitar la opera real, llama la atención los sets del escenario que eran intercambiables a medida que se realizaba la obra. Creados bajo Louis-Philippe I, se conservan en todo su esplendor. Asimismo, la exposición nos invita a descubrir los salones dedicados al Sacro Imperio y al Consulado. Ubicadas en la planta baja del ala sur, debajo del Salón de las Batallas, se trata de un conjunto de trece salas que datan de los primeras modificaciones realizados por Louis-Philippe I en Versalles. Luego de algunas dudas, el rey eligió ilustrar las campañas militares del Directorio, el Consulado y el Imperio. Las pinturas - muchas de las cuales fueron ordenadas por el propio Napoleón - inmortalizan las campañas militares del Gran Corso. Finalmente, llegamos al Salón de las Batallas, la más importante de las galerías históricas creadas en Versalles por Louis-Philippe I. Ocupa casi todo el piso del ala sur del Palacio y está dedicado a la ilustración, en treinta pinturas, de casi quince siglos de éxitos militares franceses, desde Clovis hasta Napoleón. Con 120 metros de largo y 13 metros de ancho, se inauguró solemnemente el 10 de junio de 1837 y marca el momento culminante de la visita al Palacio. En ella se evocan todas las dinastías que reinaron sobre Francia: merovingios, carolingios, Capetos, Valois y Borbones. De una manera hábil, Louis-Philippe I estaba ansioso por agregarle las victorias de la Revolución y el Imperio. Su mensaje es simple: Francia ha estado luchando contra enemigos desde adentro y desde afuera; ahora es glorioso, pacífico y listo para entrar en una nueva era basada en la paz y la prosperidad. Es un espacio solemne, salpicado de pilares, iluminado por ventanas abovedadas y ricamente decorado con mármol. La galería también se concibe como un panteón de las glorias nacionales, ya que presenta una serie de ochenta bustos de militares muertos en batalla, así como placas de bronce con los nombres de príncipes, mariscales y almirantes que también combatieron y murieron por Francia. Para Louis-Philippe I, este museo fue creado para contribuir simbólicamente a la reconciliación de los partidarios de los diferentes regímenes que se habían sucedido en Francia desde 1789 y así fortalecer su propia legitimidad como “Rey de los franceses”, reuniéndose alrededor de la historia nacional, de la cual el nuevo soberano reclamó ser su heredero y continuador.
actualidad cultural
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