SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 24 de febrero de 2017

DER MYTHOS DER GERMANIA: Sombras y huellas de la capital del Reich

En el corazón de la capital alemana, fue presentado en el 2008 una exposición titulada Der Mythos der Germania: Schatten und Spuren der Reichshauptstadt (El Mito de Germania: Sombras y huellas de la capital del Reich) la cual recreo el proyecto que el Führer Adolf Hitler encargó a su arquitecto preferido, Albert Speer (1905-1981) para hacer de Berlín la Metrópolis del Nazismo, capital de un imperio que duraría mil años. Según rememora esta semana Bild, dominaba la muestra una maqueta de doce metros de largo en la cual podía apreciarse las grandes construcciones previstas para los siete kilómetros del "Eje Norte-Sur de Berlín". La colosal extensión del proyecto, con sus planificadas estaciones del norte y del sur y, sobre todo, el monumental Gran Pabellón del Pueblo - para el que se diseñó la cúpula más alta del mundo, que debía haber alcanzado los 290 metros de altura, más alta que la cúpula de la Basílica de San Pedro en el Vaticano - dejaba ver la megalomanía de su creador. En su interior habría espacio para 180.000 personas. A su lado, como podía verse en la maqueta, el Reichstag parece insignificante. En realidad, el Reichstag ya no habría tenido ninguna función. Pero Speer quería conservar el edificio por su valor histórico. Pero para construir el sueño arquitectónico de Hitler - que iba a llamarse Germania - era necesario expropiar 30.000 casas y erradicar a 80.000 personas. El arquitecto Speer necesitaba espacio para hacerlo realidad, pero eso no era problema en el III Reich. Trabajó en el proyecto hasta 1943. El "Eje Norte-Sur" atravesaba el casco histórico de Berlín y se cruzaba con el "Eje Este-Oeste": en ese cruce se levantaría el Gran Pabellón, cerca de donde hoy está la sede del gobierno alemán. Speer estimaba que las obras durarían al menos veinte años. El Arco del Triunfo berlinés, que debía ser cincuenta veces más grande que el de París, nunca pasó de ser una maqueta, lo mismo que casi todo el proyecto, aunque de ella se pudieron construir la Nueva Cancilleria y el Estadio Olímpico. Speer calculó todo al milímetro, como lo hizo para sus proyectos en Munich y Nuremberg, pero el estallido de la guerra en 1939 y el alto costo que representaba construirlo, anuló sus planes. "Entre la Segunda Guerra Mundial y Germania, lamentablemente el Führer eligió lo primero, por lo que Speer dejó de ser su arquitecto para convertirse en Ministro de Armamentos en 1942. De haber hecho realidad el proyecto, Berlín se hubiese convertido en la capital del mundo, con sus grandiosos monumentos que hubiesen durado para toda la eternidad" se lamentó Dietmar Arnold, presidente de Berliner Unterwelten (el Berlín Subterráneo) una institución privada que hace visitas guiadas por bunkers berlineses y que fue el principal impulsor de la muestra. Aún hoy los expertos discuten si Speer era un visionario o si sus planes eran realizables. "Por supuesto que sí, eran obras realizables, tenemos documentados informes sobre la resistencia de los materiales, que lo demuestran", reiteró Arnold. Pero la historiadora Susanne Willens, que también estuvo relacionada con la muestra, creía que el proyecto “no era completamente realizable” ya que en Europa no había suficiente piedra natural para las construcciones, que por otro lado - agrega - difícilmente habrían soportado los vientos y el durísimo clima invernal de Berlín. "El Führer quería que todo fuera de piedra natural para asegurarse la inmortalidad, como un faraón de la antigüedad", explicó Speer en la década de 1970 en una entrevista televisiva, que también se pudo ver en la exposición. "Visto desde hoy, todo parece más una tumba faraónica, una megalópolis antes que una ciudad donde puede vivir la gente", admitió Arnold ante la gran maqueta, que por cierto se pudo ver en “Der Untergang” el filme alemán donde Bruno Ganz (quien interpretó a Hitler) solía apreciar durante horas en la Cancillería."Es cierto que con esta exposición logramos atraer muchos visitantes, no sólo extranjeros, sino también alemanes que llegaron de todo el país ansiosos de saber cómo sería hoy Berlín si el Führer hubiera ganado la guerra", puntualizó Arnold. Las principales críticas se centraron en el impacto que habría tenido el macroproyecto, tanto ambiental (pretendía desviar el río Spree y destruir parte del parque de Tiergarten) como personal. "El centro habría quedado deshabitado. Todo serían edificios gubernamentales, al cual la población no tendría apenas acceso. Su única intención era mostrar a los visitantes lo pequeños que eran en relación con el Reich: Y lo habrían conseguido" aseveró Willens. Venga ya, si estas interesado en visitar dicha exposición en tu visita a Berlín, esta se realiza en la estación de metro Gesundbrunnen de jueves a domingo en temporada alta.

viernes, 17 de febrero de 2017

DESENTERRANDO EL PASADO DE SUDAN: ¿Evidencias de una civilización desconocida?

Una noticia dada a conocer a inicios de semana, indica que el arqueólogo suizo Charles Bonnet y su equipo han desenterrado en Sudán tres templos ‘de miles de años de antigüedad’ que podrían ayudar a revelar algunos de los secretos de la África antigua, un tema que ha desafiado a investigadores durante mucho tiempo. En efecto, según publica The Guardian, Bonnet explicó que las estructuras redondas y ovales, que datan de entre 1500 y 2000 a.C., fueron descubiertas a finales del año pasado en Dogi Gel (Colina Roja) cerca de Kerma, la capital del reino de Nubia, actual Sudán, donde el equipo arqueológico lleva a cabo excavaciones desde hace 50 años. "Esta arquitectura es desconocida… no hay ejemplos en África Central o en el valle del Nilo de la misma", afirmó Bonnet y agregó que la arquitectura de Kerma es de forma cuadrada o rectangular, mientras que en Dogi Gel las estructuras son redondas. "Nadie conoce esta estructura. Es completamente nueva", aseguró el científico suizo y señaló que las que encontraron no se parecen a la arquitectura egipcia o nubia - que ilustra nuestra nota - las mayores influencias en la región. Durante esta última excavación, Bonnet afirmó también haber descubierto ‘enormes fortificaciones’ en Dogi Gel, otro hallazgo que indica que aún queda mucho por descubrir en el lugar. "Esto significa que esta parte del mundo fue defendida por una coalición, probablemente del rey de Kerma, con gente procedente de Darfur y del centro de Sudán" contra los antiguos egipcios, que estaban interesados en controlar el comercio en África Central. El arquitecto espera que sus nuevos descubrimientos puedan ayudar a entender algunos de los misterios más antiguos del continente africano. "Estamos descubriendo un nuevo mundo y es el mundo africano ", concluyó. Conocido antiguamente como Nubia, fue muy influenciado por los antiguos egipcios, quienes ejercieron su dominio en la zona. Para los egipcios, Nubia era “Tai-Seiti” (la tierra de la “gente del arco”), población difícilmente subyugada, ya que sabían utilizar sus arcos y flechas. Nubia fue conquistada por Dyer (3000 a. C.), el tercer faraón de la Dinastía I. Más adelante, el faraón Seneferu, de la Dinastía IV, predecesor de los faraones que construyeron las pirámides de Guiza, ordenó inscribir que invadió Nubia y trajo a 100 000 cautivos y más de 200 000 cabezas de ganado. Este hecho refleja la codicia de Seneferu, pero también es indicio de la próspera población Nubia. Durante el Tercer periodo intermedio de Egipto (1085 -750 a. C.), Nubia recuperó su independencia. Se constituyó entonces un reino kushita que iba a perdurar durante unos mil años. En el siglo VIII a. C., los nubios Shabako, Taharqoy Pianjy vengaron a sus antepasados y condujeron sus carros de guerra hasta Egipto para tomar en Menfis la Corona Doble del Alto y Bajo Egipto, fundando la dinastía XXV. Permanecieron en el trono 67 años hasta su expulsión por los egipcios, quienes recuperaron su independencia. De los egipcios, los nubios adoptaron muchas costumbres, como su religión, su cultura … y sus pirámides. No cabe duda que con este nuevo descubrimiento, sabremos algo más del modo de vida de quienes compartían el territorio y de lo cuales apenas sabemos algo de ellos.

viernes, 10 de febrero de 2017

1917. ROMANOV & REVOLUTION: Amsterdam recuerda a Nicolás II en el centenario de su abdicación

El Hermitage de Ámsterdam presenta una exposición que ahonda el reinado del último Zar de Rusia Nicolás II y la agitación social previa a su abdicación hace 100 años a través de objetos personales de los miembros de la Casa Imperial, pinturas y publicaciones de la época, en la única muestra que podrá verse en Europa Occidental. Como sabéis, la tragedia de los Romanov simboliza la transformación histórica operada en su país en el siglo XX. Joven e inexperto a la muerte de su padre, Alejandro III, al que sucedió con 26 años, mal aconsejado por sus ministros, reacio a las reformas e incapaz, por tanto, de administrar un territorio colosal minado por las profundas desigualdades sociales, el peso de la corona le sobrepasó. “No estoy preparado para esto. No sé nada de lo que es gobernar”, dijo, ante el cadáver de su progenitor. En el centenario de la Revolución Rusa de 1917, que instauro una sangrienta dictadura comunista y que en nombre del ‘socialismo’ cometió el mayor genocidio en la historia de la humanidad, con mas de 150 millones de victimas en su haber. ’Los Románov y la Revolución’ es una mirada íntima a la familia de Nicolás y la zarina, Alejandra, y a sus hijos: las grandes duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia, así como de Alexei, el zarévich, brutalmente asesinados por orden de Lenin en 1918. La pinacoteca holandesa ha reunido 250 obras de la colección de su casa madre rusa, el Hermitage de San Petersburgo, el Archivo Estatal de Moscú y el Museo de Artillería de San Petersburgo, y presenta a un Nicolás “buen padre y esposo, pero mal gobernante”. A la sorpresa de una filmación de la boda de Nicolás y Alejandra, se suman escenas familiares en momentos de esplendor y duelo, incluido su arresto domiciliario tras la abdicación en 1917. Junto a la foto del cadáver del siniestro Rasputín, el guía espiritual de la zarina, que le creyó sanador de su hijo hemofílico, se ven cuatro grupos de recuerdos que persiguen al visitante: los dibujos y juguetes de los hijos de los zares, que tenían entre 14 y 23 años cuando fueron asesinados; el diario de su madre, con la última entrada fechada el 16 de julio de 1918, la noche antes del fusilamiento en el sótano de en la Casa Ipátiev; una de las bayonetas usadas para rematar a la familia y a cuatro sirvientes, y muchas fotografías: de la suntuosa coronación, en 1894, a las trincheras de la I Guerra Mundial, que desangró al país y destruyó el campo. Las dimensiones del Hermitage holandés han permitido reproducir El Pasaje, las galerías comerciales de San Petersburgo, abiertas en 1848. La recreación de sus escaparates devuelve la doble imagen de la sociedad en que se fragua la amenaza a la autoridad de los zares: a un lado, las exquisitas alhajas de Fabergé, el joyero de la nobleza y proveedor luego de armamento, o una profusión de jarrones art déco y delicados vestidos de seda y uniformes de gala; al otro, una resplandeciente colección de figuras de porcelana vestidas como en los distintos rincones del Imperio y carteles de la guerra ruso-japonesa (1904-1905), un desastre para Moscú. Coronado en 1894, Nicolás II llevaba una década en el poder, y la catástrofe bélica, unida al Domingo Sangriento, cuando la Guardia Imperial disparó contra una manifestación de trabajadores a las puertas del Palacio de Invierno, desencadenó la Revolución de 1905. Poco después, el zar - que preside la muestra en un retrato del pintor realista Ilya Repin - tuvo que prometer reformas constitucionales y aprobar la creación de la Duma (asamblea legislativa), que luego disolvió sin pensar que eso encrespaba más a los grupos que al final le derrocaron en 1917 y llevaron a la creación de la Unión Soviética. Superadas las galerías, el museo invita a introducirse en un túnel del tiempo blanco, negro y rojo, que entre cuadros, ilustraciones e iconos, avanza hacia la desaparición de una dinastía de 300 años, que muchos creyeron que era definitiva, pero cuya memoria ha renacido en la nueva Rusia surgida tras el derrocamiento de la dictadura comunista en diciembre de 1991, con la restauración de los símbolos imperiales zaristas y la rehabilitación de Nicolás II y su familia, quienes fueron canonizados por la Iglesia Ortodoxa Rusa y cuyos restos por fin encontraron descanso eterno en la Cripta de los Romanov en la Catedral de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo por iniciativa del entonces presidente Boris Yeltsin.”‘Los comunistas quisieron destruir a los Romanov, pero fracasaron en su intento y fueron precisamente ellos quienes terminaron en el basurero de la historia” aseveró el líder ruso en la ceremonia. En cuanto a la exposición, esta permanecerá abierta hasta el 17 de septiembre y luego volverá a San Petersburgo. De momento no está previsto que se vaya a presentar en otra ciudad europea.

viernes, 3 de febrero de 2017

EGIPTO: Un museo que sobrevivió a la barbarie

El Museo Islámico de El Cairo, uno de los más completos del mundo en arte medieval de la civilización islámica, reabrió sus puertas al público tres años después de que un brutal atentado contra una comisaría de policía adyacente destruyera parcialmente su fachada y varias piezas de su colección. “De las 179 obras dañadas por la explosión, tan solo 10 no han podido ser reparadas, ya que estaban hechas de cristal o cerámica y quedaron hechas trizas” relató a The Telegraph Ahmed al Shoki, director de una institución que ha renacido de sus cenizas. La pronta restauración del museo, que se encuentra en un precioso edificio de estilo neo-mameluco cercano al popular zoco turístico de Jan al-Jalili, ha sido posible gracias a la movilización de la comunidad internacional, que ha aportado tanto fondos como asistencia técnica a esta empresa “Esta inauguración encarna la victoria de Egipto sobre el terrorismo y su capacidad y voluntad de reparar lo que el terror dañó y enfrentarse a los intentos de destruir su patrimonio” declaró por su parte el ministro de Antigüedades Jaled al Anani durante la ceremonia. Establecido por orden del jedive Ismael en 1880, el museo alberga la mayor colección de arte islámico del planeta. “Cubre todas las áreas por las que se expandió el islam, desde China hasta España”, presume Al Shoki, que ha dirigido desde el ataque la titánica tarea de curar el recinto. “Ha sido una labor agotadora. Los restauradores trabajaron sin descanso”, admite. Entre las alhajas rescatadas del naufragio, figura un mihrab de madera (nicho que en las mezquitas indica la dirección hacia La Meca) perteneciente a Sayeda Ruqaya, una de las descendientes del profeta. “Es una obra maestra de época fatimí que quedó completamente destrozada. Los conservadores extranjeros reconocen que es un trabajo sobresaliente”, se jacta Al Shoki, una sentencia que secunda Hamdi Abdelmenen, responsable del departamento de restauración, mientras deambula por las remozadas estancias del centro. “Son 180 piezas las que resultaron dañadas. Todas han sido recuperadas salvo una decena de objetos de vidrio que se hallan en muy mal estado. No nos damos por vencidos y estamos tratando de rescatarlos”, desliza el experto. Para levantar acta de un esfuerzo que alimenta el orgullo patrio, una etiqueta roja identifica aquellas vitrinas en las que lucen los objetos que desfilaron por quirófano. Reabierto al público, quienes peregrinen hasta su interior podrán contemplar sellos y objetos para medir la distancia y el tiempo; alfombras; armas; una breve muestra del arte funerario; una cotizada colección de instrumentos de astronomía, química y cirugía usados durante el medievo en el mundo musulmán y joyas como una vasija de bronce de la época del califa Maruán Ibn Mohamed (744-750 d.C.), un Corán de la época de los Omeyas escrito sobre una piel de gacela y el dinar de oro más antiguo descubierto hasta la fecha (696 d.C.). La misión de recomponer el puzle y remendar las entrañas del museo ha contado con una larga retahíla de mecenas. Emiratos Árabes Unidos, que hace una década levantó a golpe de petrodólares su propio Museo de la Civilización Islámica, desembolsó 50 millones de libras egipcias (unos 5 millones de euros al cambio de entonces). La UNESCO aportó 100.000 dólares (unos 95.000 euros) para restaurar los laboratorios de la institución mientras que Italia donó 800.000 euros empleados en adquirir las nuevas vitrinas y formar al equipo de conservadores. EEUU y Suiza corrieron con los gastos de rehabilitar la fachada de un edificio inaugurado en 1903 y emplazado en las inmediaciones de la plaza de Bab el Jalk, a las puertas del barrio islámico en cuyo laberinto de callejuelas estrechas y tortuosas, entre mezquitas y bellos inmuebles medievales, Naguib Mahfuz situó sus historias. Asimismo, el Smithsonian de Washington y el Metropolitan de Nueva York enviaron sus expertos a El Cairo con el fin de remendar las obras dañadas. La resurrección del museo también ha servido para revolucionar el plano de unas salas que fueron sometidas a una amplia y costosa reforma entre 2003 y 2010. A juicio de sus responsables, aquel remozado - que alumbró estancias diáfanas - solo dejó satisfechos a sus artífices europeos. “Se perdió el alma árabe. Estaba claramente ideado por extranjeros. Para hacerlo más bello, se mezclaron objetos y las traducciones al inglés y el francés no eran precisas”, se queja Al Shoki, feliz de firmar el ajuste de cuentas. “Repensamos todo el espacio expositivo. Hemos añadido catorce vitrinas que, repartidas en 25 salas, albergan 4.400 piezas”, detalla el director. Un extenso inventario que a través de preciados objetos de madera, yeso, metal, cerámica, cristal o tela reconstruye el arte y la vida de la civilización de Alá. “Somos los que mejor conocemos nuestro legado y trataremos de preservarlo para la eternidad”, concluye Al Shoki.
actualidad cultural
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