SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 24 de noviembre de 2023

LA MUERTE DE NAPOLEÓN: El final de una época tumultuosa

¿Fue envenenado Napoleón por los ingleses? Al respecto, existen muchas sospechas sobre las causas de su deceso que hasta hoy no se ha podido disipar. Como sabéis, en 1821 Napoleón muere en su prisión de Santa Helena, a consecuencias de una úlcera estomacal. 140 años más tarde, un dentista sueco, el doctor Forshufvud, publico un libro titulado “¿Fue envenenado Napoleón I?" obra que, al principio, pasa inadvertida. Pero, cuando el departamento de medicina forense de Glasgow examina cinco muestras de cabellos del Emperador, enviadas por personas distintas, todas contienen cantidades no despreciables de arsénico. En la primavera de 1965, luego del Sunday Telegraph, el primero en hacerse eco de experimentos que han utilizado incluso al reactor nuclear de Harlow, Paris Express, France-Soir y Le Journal de dimanche se apoderan del asunto. La opinión pública se conmociona. En la frontera belga, unos aduaneros encierran al historiador francés André Castelot en su compartimiento del tren para conocer su opinión acerca del asunto. Los informes de la autopsia hablan de una gran ulceración estomacal que degeneró en un cáncer. En 1961, Forshufvud dejo de lado la úlcera, considerando que no fue la causa directa de la muerte, y se concentra en el cáncer. Descubre que un tumor maligno habría hecho adelgazar considerablemente a la víctima, pero la capa de grasa sobre el vientre del cadáver de Napoleón tenía todavía cerca de cinco centímetros. Generalmente, las víctimas de una intoxicación lenta por arsénico suben de peso; en pequeñas dosis, el veneno puede utilizarse por mucho tiempo como estimulante sin ser detectado. Además, un médico inglés señalo que el cuerpo del Emperador casi no tenía vello, lo que podría ser también un síntoma de envenenamiento por arsénico, al igual que el buen estado de conservación del cuerpo en 1840, cuando fue exhumado para ser llevado a Francia. Es cierto que sus entrañas fueron previamente retiradas, lo que significa que había sido sometido a un principio de embalsamamiento. Valiéndose de estos indicios, el dentista sueco atribuye al arsénico todos los problemas de salud de Napoleón: sufrió una extraña crisis, cercana a la epilepsia, en 1805, algunas semanas antes de Austerlitz: dolores de estómago, angustias y un lagrimeo abundante en 1809; una tos seca y una jaqueca espantosa en 1812, con ocasión de la batalla de Moskova; nuevos dolores de estómago en 1813, eccema en la Isla de Elba; somnolencia y dificultades urinarias en Waterloo, y malestares múltiples que marcaron su último exilio, hasta la enfermedad final...Ciertamente, cada vez, el detalle de sus problemas puede hacer pensar en un envenenamiento, pero existen muchas otras explicaciones posibles. Forshufvud regresa a las conclusiones de la autopsia que señalan que el estómago de Napoleón estaba lleno de una suerte de zurrapa de café. Concluye que tuvo una hemorragia mortal ocasionada por la corrosión de toda la pared estomacal, características de todos los envenenamientos por mercurio. Supone así que, luego de años de intoxicación con arsénico, el asesino usó otro veneno. Se trataría esta vez muy precisamente de cianuro de mercurio, un compuesto temible que se formó en el mismo estómago del enfermo por la unión entre un medicamento llamado calomelanos, prescrito en grandes dosis con la esperanza de aliviar los intestinos y de una bebida que el Emperador consumía habitualmente, un jarabe de horchata a base de almendras amargas. A falta de la horchata y de las almendras amargas, la simple sal de cocina habría podido producir la misma reacción. Falta encontrar un culpable y un móvil. Los ingleses casi no podían llegar hasta su prisionero y pocos compañeros suyos se quedaron con él de principio a fin. El mariscal Bertrand queda, unánimemente, fuera de sospecha. Queda el general Montholon, que habría seguido a Napoleón para huir de sus acreedores, para actuar como agente de la monarquía francesa restaurada, que no se sentía tranquila mientras viviera Napoleón, y para intentar ser incluido en su testamento. Por otra parte, durante las primeras semanas, los males del Emperador se calmaron mientras redactaba su última voluntad, como si el arsénico le hubiese sido quitado por algún tiempo. Se puede agregar que otras personas, sin la menor prueba por lo demás, comentaron sobre las relaciones entre Napoleón y la esposa del general, vodevil que pudo degenerar en drama. El problema es que Montholon no abjuró jamás de su bonapartismo. Además, no estuvo cerca del Emperador antes de 1815 y no puede, por lo tanto, haber sido el misterioso envenenador que actuaba desde hacía diez años. En estas condiciones, ¿por qué ver en todas partes manos criminales, complots y asesinatos? La vida de Napoleón, sus cabalgatas, sus costumbres alimentarias que no se adecuaban a los preceptos de la dietética actual, todo esto podría haber desgastado el organismo del Emperador. La medicina del siglo XIX era apenas un poco menos titubeante que en los tiempos de Molière. Una úlcera iba a matar a Napoleón, un mal que ya venía de antes y que puede explicar sin duda un ademán bien conocido, el de la mano puesta entre dos botones de su chaleco, como para calentar el estómago. La unión entre un purgante peligroso y el jarabe de horchata no hizo más que precipitar un fin inevitable. Aún queda la cuestión del arsénico en sus cabellos, objeción que es de gran importancia, Demasiados mechones, traídos por distintas personas, hacen imposible pensar en un error, y los métodos empleados para la investigación son los más modernos. Sin embargo, el historiador Alain de Decaux ha propuesto una solución, que satisface todas las interrogantes. Se ha visto que el arsénico, en pequeñas dosis, se prescribía como estimulante. Las necesidades de su vida pudieron empujar a Napoleón a usar y abusar de él, incluso hasta sentir, algunas veces, .los efectos secundarios. Es este arsénico el que los científicos ingleses han puesto en evidencia... Es una solución simple, quizás demasiado, pero mucho más convincente que las hipótesis que requieren de muchos venenos y de muchos envenenadores. Como sabéis, tras su derrota en 1814 frente a la coalición europea, Napoleón fue exiliado a la isla de Elba, cerca de las costas toscanas. El 1 de marzo de 1815 escapa de allí y aprovechándose de las torpezas de los realistas, nuevos dueños de Francia, y de las disputas entre los vencedores, retoma el poder en París. Pero está cansado, no cree en su buena fortuna y sus mejores generales han muerto fusilados. Los ingleses y los prusianos lo derrotan una vez más en Waterloo, el 18 de junio de 1815. Es forzado a abdicar en París y un nuevo tratado de paz hace retroceder a Francia a sus fronteras de 1792. Al no poder escapar a los EE.UU., el Emperador caído se rinde a los ingleses, esperando que sean magnánimos y no lo ejecuten como sucedió con varios de sus generales. Ellos lo envían al exilio a una isla perdida en el Océano Atlántico: cerca del Trópico de Capricornio. Santa Helena, un islote volcánico de 6 km por 11, en la que no puede salir de un perímetro aún más restringido. Llega a la isla el 15 de octubre de 1815 y allí tres mil oficiales y soldados lo vigilan de cerca para evitar una nueva fuga. Una ocupación que lo entretuvo un tiempo fue la creación de un jardín y una huerta junto a la casa. Pero el fracaso del empeño, por la mala calidad del terreno, hizo que Napoleón se hundiera un poco más en un estado de abatimiento que dominó su último período en Longwood. El aburrimiento había sido la mayor amenaza desde del principio. Los testimonios al respecto son innumerables. "Lo único que nos sobra aquí es el tiempo", decía. Y al término de la jornada preguntaba: "¿Qué hora es? Otro día menos. Vamos a dormir". Pero hacia el final el Emperador permanecía días enteros, encerrado en su habitación, tomando a veces baños que duraban hasta cuatro horas. O bien le invadía la nostalgia y a la vez el presentimiento de su próxima muerte, como cuando repetía unos versos del drama Zaïre de Voltaire: "Pero ver de nuevo París no debo pretender, / veis que a la tumba estoy listo a descender". En sus últimos días de vida Napoleón hizo testamento. Todavía repitió en él las acusaciones contra el gobierno británico por la decisión de desterrarlo, al tiempo que repartía su fortuna entre los acompañantes de Santa Elena y su familia. Dictó asimismo un testamento político, en el que defendía su obra de gobierno con la esperanza de que su hijo, que desde su primera abdicación se hallaba junto a su madre María Luisa en la corte de Viena, la continuara algún día. (El llamado Napoleón II, nacido en 1811, moriría a los 21 años.) Sus últimas palabras, ya en estado de delirio, resultan emotivas: "Ejército, cabeza de ejército... Josefina...". Junto al recuerdo de su primera esposa, fallecida justo luego de su primera abdicación, era su pasado de general conquistador el que debía ocupar su pensamiento hasta el final de sus días. Era el 5 de mayo de 1821.

viernes, 17 de noviembre de 2023

PHRA PATHOMMACHEDI: Una pagoda que se eleva a los cielos

Se trata de una pagoda estupa budista ubicada en Tailandia, levantada en el centro de la ciudad de Nakhon. Pathom (provincia de Nakhon Pathom). Considerada la más alta del mundo, la parte superior de su aguja alcanza los 120,45 metros, con la circunferencia de la base de 235,50 metros.El nombre Phra Pathommachedi significa la primera estupa sagrada, dada por el rey Mongkut . Los historiadores modernos creen que fue una de las principales estupas de la antigua Nakhon Pathom, la ciudad más grande del reino Mon de Dvaravati en el área de Nakhon Pathom junto con la cercana Phra Prathon Chedi durante el siglo VI al los siglos VIII. El original de Phra Pathommachedi no tiene registro histórico, pero según Subhadradis Diskul , un destacado historiador y arqueólogo tailandés, Ashoka , un emperador mogol que gobernó casi todo el subcontinente indio desde alrededor del 269 al 232 a. C., envió destacados monjes budistas para expandir el budismo. en Suvarnabhumi , incluida el área que hoy es Nakhon Pathom. Alrededor del año 325 a. C. se estableció un templo budista, Wat Phra Pathom, y la estupa se construyó alrededor del año 193 a. Se cree que la estructura original es similar a la Gran Estupa en Sanchi, India, con una estructura de ladrillo hemisférica simple construida sobre las reliquias de Gautama Buda con una estructura en la parte superior de la estupa en forma de chatra o sombrilla, simbolizando alto rango. La estupa se menciona por primera vez en textos budistas del año 675, sin embargo, los hallazgos arqueológicos se remontan al siglo IV. Los historiadores modernos creen que la fue una de las principales estupas de la antigua Nakhon Pathom, el asentamiento más grande de la cultura Dvaravati junto con el cercano Phra Prathon Chedi durante los siglos VI al VIII. Dado que se desconoce el origen de Phra Pathommachedi, existen muchas leyendas sobre la construcción de la estupa. La más famosa es la leyenda de Phraya Gong y Phraya Phan: La historia trata sobre un rey de Nakhon Chai Si , Phraya Gong, que tenía un hijo llamado Phan. El astrólogo de la corte predijo que Phan cometería parricidio en el futuro, por lo que fue abandonado por su padre. El bebé huérfano fue adoptado sin saber su procedencia por una mujer sin hijos llamada Granny Hom, quien crió a Phan en Ratchaburi , una ciudad-estado vasalla de Nakhon Chai Si. Un día, un elefante que pertenecía a un señor de Ratchaburi estaba en celo y comenzó a atacar a la gente. Phan fue a ver al elefante y pudo someterlo. Luego de que el señor de Ratchaburi se enteró del acto heroico de Phan, lo adoptó como su hijo. Una vez crecido, Phan quería conquistar Nakhon Chaisi, por lo que envió una carta a su rey para desafiarlo a un duelo de elefantes . Phan mató a Phraya Gong y se convirtió en soberano. Según una antigua costumbre, Phraya Phan exigió que la esposa de Phraya Gong se convirtiera en su reina. Cuando la reina conoció a Phraya Phan, reconoció que era su hijo y le dijo la verdad. Conmocionado y temeroso de que se sepa la verdad, Phraya Phan ejecuto a Granny Hom. Pero luego se dio cuenta de que cometió un gran pecado al matar tanto a su padre como a la persona que lo crió. En el año 26 a. C., Phraya Phan consultó con un grupo de sabios cómo expiar su pecado, quienes le recomendaron que construyera una gran estupa, que sea de gran altura y que ni siquiera un pájaro pueda volar más alto. Phraya Phan lo construyó tal como se lo habían aconsejado y colocó la reliquia del diente de Buda en su interior. Cientos de años mas tarde, el rey de Bago quería el gran gong, por lo que ordenó a sus hombres que cavaran los cimientos de la estupa; Como resultado, tanto el gong como la estupa colapsaron. El rey decidió reconstruirla, y así se mantuvo hasta el reinado del rey Mongkut .Luego de que el Imperio Jemer anexó los asentamientos de Dvaravati , incluido el antiguo Nakhon Pathom , en el siglo XI, la estupa se modificó con un prang de estilo jemer en la parte superior de la estupa. Cuando años mas tarde, Anawrahta del Reino Pagano invadió y saqueó la antigua Nakhon Pathom, por lo que la ciudad y la estupa fueron abandonadas, siendo cubiertas por la jungla. En 1548, Maha Chakkraphat del Reino de Ayutthaya construyó una nueva ciudad y la llamó Nakhon Chai Si , pero debido a que Phra Pathommachedi estaba lejos de la capital, la estupa quedó en la jungla. En 1831, bajo el reinado del rey Rama III , su hermano, el príncipe Mongkut , como monje , descubrió las ruinas de Phra Pathommachedi, la pagoda con la cima en forma de prang con 84 metros de altura y la visitó varias veces. Solicitó la aprobación real para restaurar la estupa, pero Rama III se negó. En 1832, Sunthorn Phu , un famoso poeta tailandés, acompañó al príncipe Chutamani en una visita a Phra Pathommachedi. Luego de su coronación , Mongkut reconstruyó la estupa al estilo de Sri Lanka. El nuevo templo tiene cuatro viharas utilizados para ceremonias budistas, así como muchos edificios de almacenamiento para guardar los artefactos que se encontraron en el área cercana. Mongkut también ordeno la construcción de un palacio llamado Pathom Nakorn cerca de Phra Pathommachedi. Luego de 17 años de obras, la estupa y el templo fueron terminados en 1870 durante el reinado de Chulalongkorn, el cual añadió campanarios y azulejos de color marrón dorado importados de China para cubrir toda la estupa. Asimismo, ordenó a la población del cercano distrito de Nakhon Chai Si que se trasladara a la ciudad recién creada alrededor de Phra Pathommachedi. En 1907, como Príncipe Heredero , Vajiravudh , luego de visitar Phra Pathommachedi varias veces, decidió construir el Palacio Sanam Chandra en Nakhon Pathom. Grabó las historias de milagros de Phra Pathommachedi y renovó el complejo de estupas. En 1911 construyó la imagen de Buda de 7,20 metros y la llamó Phra Ruang Rojanarit Sri Indraditya Dhammobhas Mahavajiravudhraj Pujaneeya Bophitr, que fue instalado en el nicho frontal de Phra Pathommachedi. Con el paso del tiempo, en 1966, se encontraron varias grietas en el interior de la estupa, por lo que luego de nueve años de investigación, se decidió restaurarla, proceso que terminó en 1981. En el 2008, Phra Pathommachedi fue restaurada nuevamente para resolver un problema de humedad en el interior de la estupa. En el 2009 , el Departamento de Bellas Artes y el Ministerio de Cultura anunciaron un plan para promover a Phra Pathommachedi como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO debido a la larga historia de la estupa y su importancia en la expansión del budismo en el sudeste asiático y la cultura Dvaravati, pero la oposición de la población local debido a razones egoístas, impidió que ello ocurriera. Es increíble que ello sucediera, Una joya así merece ser preservada.

viernes, 10 de noviembre de 2023

EL REY ARTURO: ¿Porque es tan difícil demostrar su existencia?

En algún punto a caballo entre el hecho histórico y el mito, un caudillo celta, quizá romanizado, sigue ocupando un lugar privilegiado en la memoria de nuestra civilización. A la misma altura que otros importantes personajes certificados históricamente, como Julio César o Alejandro Magno, el rey Arturo destaca por sí mismo, iluminando el pasado de distintas culturas. Principalmente la celta, que ha elevado su figura al máximo exponente, tal vez para imprimir trascendencia a una de las épocas más oscuras de su historia. Y es que los mitos pueden ayudar a difuminar el recuerdo de incómodas realidades. En el caso de los celtas británicos sometidos por los anglosajones, la fantasía contribuyó a agrandar la figura de Arturo como el guerrero insuperable, guía de la resistencia contra los invasores, a quienes habría derrotado en doce batallas consecutivas. Y aunque la amarga realidad fue otra bien distinta, nadie puede dudar de que el mito del rey Arturo, además de ríos de tinta, haya inspirado a infinidad de jóvenes idealistas. Tras tres siglos de dominación romana, los pueblos bárbaros empezaron a plantear serios problemas. En el último tercio del siglo IV, la provincia comenzó a recibir ataques de los celtas de Irlanda, los pictos de Escocia y los sajones, anglos y jutos de Dinamarca y el norte de la actual Alemania. El amparo de Roma debía ser suficiente para repeler las embestidas, pero el Imperio tenía ya problemas en su propio territorio y no podía socorrer de manera eficaz al resto de sus lejanas provincias en apuros. En 406, la invasión de la península itálica por parte de los visigodos germánicos representó el principio del fin de la Inglaterra romana. Y es que, en un intento desesperado de defender Roma, el emperador Honorio ordenó la retirada de la mayoría de sus tropas de la isla, que quedó desprotegida ante las acometidas bárbaras. Pese a esa medida, el visigodo Alarico saqueaba la capital romana en 410. El Imperio retiró entonces las tropas restantes de Britania y continuó luchando, pero su hundimiento era ya inevitable. Roma intentó mantener cierta presencia en la isla. Sin embargo, al poco tiempo renunciaba a la provincia, otorgándole la independencia y la autoridad, que fue conferida a los antiguos jefes tribales celtas. La semilla del conflicto se había sembrado, e Inglaterra quedaba expuesta a un combate sangriento por el control de sus tierras. Es en ese contexto cuando la leyenda del rey salvador empieza a fraguarse. La figura histórica de Arturo como guerrero victorioso del siglo V, conduciendo a los británicos en la batalla contra los invasores sajones, ha sido hasta el momento inconfirmable. Pero de ese siglo en adelante empezamos a encontrar algunas referencias sobre su posible existencia. La primera aparece en la obra La ruina de Gran Bretaña, del monje e historiador británico Gildas, escrita a mediados del siglo VI, donde se cita a un líder llamado Ambrosio Aureliano que al parecer unió a los británicos contra los sajones. Según el autor, Aureliano descendía de romanos y comandó una especie de revuelta que alimentó las esperanzas de victoria de los suyos. ¿Podría ser Ambrosio Aureliano el mismísimo Arturo? Por cierto, la dificultad de encontrar evidencias de la existencia de Arturo ha dado pie a teorías que intentan hallar explicaciones a tanto misterio. Una de ellas está basada en una dicotomía: ¿era Arturo un nombre o un título? Por un lado, se conoce la existencia de al menos dos soldados romanos que sirvieron en Inglaterra con el nombre de Artorius, que bien podrían haber sido antepasados de Arturo. La otra posibilidad residiría en el hecho de que Arturo no fuese un nombre, sino más bien alguna especie de título. En galés, ‘arth’ significa oso, y en latín este animal se conoce como ‘ursus’. De esta manera, el nombre británico Arthur podría derivar de una combinación de ambos sinónimos: Arth-ursus. De ser así, no resultaría tan extraño. Se sabe de varios británicos que fueron conocidos tanto por la versión céltica de su nombre como por la romana, hecho común en aquella época para complacer tanto a los partidarios de la identidad celta como a los de preferencias romanas. El siguiente en engrosar la fama del monarca invencible fue un escritor llamado Nennius, que en 830 escribió su Historia de los británicos. En esta obra, Arturo aparece como un heroico general británico y guerrero cristiano que, durante el tumultuoso final del siglo V, luchó contra las tribus anglosajonas que atacaban Inglaterra. Pero la exagerada cifra de batallas en que le sitúa hace difícil creer en la verosimilitud de la narración. Más tarde, en algunas vidas de santos de los siglos XI y XII encontramos nuevas, aunque breves, menciones de las andanzas de Arturo, acompañado de algunos leales vasallos como Cei y Bedwir, lo que certifica la pervivencia del personaje en la cultura popular inglesa. Tras la invasión normanda de Gran Bretaña en 1066, la literatura celta floreció con energías renovadas. Una catarata de nuevas historias saltaron al ruedo literario, introduciendo el normando en la cultura y el pasado celtas. Normandos y celtas necesitaban un gran protagonista, un héroe que les uniera. Y quién mejor que Arturo. A comienzos del siglo XII su nombre ya era mucho más famoso como héroe de relatos de tradición oral divulgados entre los británicos que como personaje real. De un remoto caudillo britano que tal vez capitaneó una horda de galeses y bretones en alguna batalla contra los invasores anglosajones, la literatura construyó un magnánimo soberano, y de sus compañeros hizo unos corteses caballeros, todos ellos rodeados de magos y hechiceros en un mundo fantástico de aventuras. Uno de los principales responsables de que esto ocurriese fue el escritor galés Geoffrey de Monmouth. Historia de los reyes de Bretaña, la obra que Monmouth escribió en latín en 1136, se basaba aparentemente en un manuscrito celta perdido que solo él había sido capaz de examinar en secreto. El galés aportaba nuevas piezas al rompecabezas artúrico y le daba una forma casi definitiva, gracias al relato detallado de sus hazañas más extraordinarias. Por primera vez la vida de Arturo era narrada de principio a fin. El libro, del que todavía se conservan más de doscientos manuscritos, causó un gran impacto tanto en Inglaterra como en el resto de Europa, un éxito en que se acabó dando credibilidad a lo que no era sino una hábil mezcla de datos ciertos y fantásticos. Lejos de la lóbrega realidad que debía de rodear a un señor de la guerra de finales del siglo V, Monmouth imagina a Arturo como un monarca poderoso que vive en un mundo típicamente feudal, entre torneos, batallas y cortejos. Gracias a su poderosa imaginación, sitúa en escena por primera vez a personajes esenciales de la futura mitología artúrica, como Merlín, Ginebra y Mordred. Al mismo tiempo, en los territorios celtas del norte de Francia nuevas historias sobre Arturo comenzaban a aflorar. Tras el matrimonio de Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania, los mundos literarios francés e inglés se habían entremezclado, y poetas y trovadores galos hicieron también suya la leyenda. En tanto Roman de Brut, escrita en 1155 por Robert Wace, añade a la leyenda otro ingrediente: la Tabla Redonda, la mesa de Camelot alrededor de la cual Arturo y sus caballeros se sentaban para discutir asuntos cruciales para la seguridad del reino. El más importante de los escritores medievales franceses dedicados a los romances artúricos sería, sin embargo, Chrétien de Troyes. Él fue el responsable de la introducción de la búsqueda espiritual y de uno de sus elementos más cautivadores: el Santo Grial. Aparece en su poema inacabado Perceval o la Historia del Grial, escrito a finales del siglo XII. Con esto, la leyenda del rey Arturo se asentaba definitivamente en el reino de lo mitológico. Pero faltaba por aparecer la obra que le transformaría en una figura literaria duradera. Publicada en 1486, La muerte de Arturo, de sir Thomas Malory, reordenó y adaptó las obras de temática artúrica, reuniendo a los principales personajes y sucesos que hoy asociamos a la leyenda. El libro de Malory fue un éxito absoluto y tuvo enorme influencia en la literatura posterior. Ya en el siglo XIX, en la Gran Bretaña de las grandes transformaciones nacidas de la Revolución Industrial, las dudas y la zozobra se apoderaron de gran parte de la sociedad, que no acertaba a digerir unos cambios de enorme magnitud. En un intento de recuperar ese espíritu firme que envolvía las andanzas del rey inmortal, Arturo volvió a primer plano para acudir al rescate de su pueblo. La reina Victoria decidió decorar una de las salas más importantes del Parlamento con ilustraciones basadas en la obra de Malory, y poemas como Los idilios del rey de Tennyson o La defensa de Ginebra de William Morris, ambos basados en el mito artúrico, se hicieron muy populares. El renacimiento victoriano de Arturo no era más que una mirada nostálgica al pasado. Hoy, la búsqueda de Camelot y de un referente histórico que verifique su existencia sigue ocupando a historiadores, especialistas y curiosos. Es posible que no lo hallen nunca, pero al fin y al cabo, que existiera o no quizá no tenga tanta importancia. La verdadera grandeza del rey Arturo radica en la eternidad del mito que representa, más que en su propia historia, si es que la tuvo.

viernes, 3 de noviembre de 2023

CIUDADES PERDIDAS: Aketatón

Cuando, descendiendo por el Nilo, desembarcamos en Amarna (originalmente llamado Aketatón), la que fuera capital de Egipto durante el breve reinado de Akhenatón y Nefertiti, nos encontramos en una planicie desértica con algunas ruinas diseminadas. Sólo las dos columnas reconstruidas del Pequeño Templo de Atón dan fe de su antigua grandeza, hoy desaparecida. La ciudad fue abandonada luego de la muerte de su fundador, Akhenatón, y los siguientes faraones decidieron borrar su memoria destruyéndola sistemáticamente, arrancando sus piedras para reutilizarlas en sus propias construcciones; pero, por fortuna para los arqueólogos, no se alzó nunca otra ciudad encima de su suelo. Por esto, las arenas del desierto fueron enterrando y conservando los cimientos de sus edificios y los restos abandonados por sus habitantes, con lo que hoy es el enclave arqueológico que más datos aporta sobre la vida de los antiguos egipcios. Una de las cosas que más información ha proporcionado sobre la vida en la ciudad desaparecida son los montones de basura de aquella época, entre los que se han descubierto plumas y huesos de aves, restos de cabras y de ovejas, espinas de pescado, semillas de cebada, guisantes, lentejas, pepinos, cebollas, ajos, granadas, uvas, higos, aceitunas, dátiles... De todo ello podemos deducir que su dieta era sana y equilibrada. Cuando, en el quinto año del reinado de Akhenatón, la corte se trasladó a la nueva capital, los primeros en instalarse fueron los nuevos funcionarios que siguieron al faraón. Cada uno eligió el sitio y el tamaño de su casa, situada en una gran parcela con todas las comodidades. En el exterior había graneros y almacenes donde se guardaban los alimentos y los artículos que se intercambiaban por bienes necesarios para la familia, las cuadras para los caballos, un pequeño recinto para los carros y talleres de tejido y cerámica para uso diario. No faltaban una huerta y un pozo, ni los establos para los animales domésticos. Había igualmente lugares especiales donde se elaboraban los alimentos: uno para moler el grano, ya que esta faena levantaba mucho polvo, otro destinado a la fabricación de cerveza, además de la cocina propiamente dicha, al sur de la casa para que el viento del norte, el que más sopla en Aketatón, se llevara los humos y malos olores fuera del recinto. También se construía una pequeña capilla con estatuas o relieves de los reyes, a quienes como intermediarios entre hombres y dioses se les pedía que dirigieran sus súplicas y peticiones a Atón, el disco solar que reemplazo a los dioses anteriores, que fueron proscritos y sus sacerdotes ejecutados. Las viviendas estaban formadas por un salón central alrededor del cual se distribuían las demás estancias. Ese salón constaba de tres elementos que se repiten en todas las casas: un banco bajo con almohadones para sentarse encima con las piernas cruzadas, un brasero para calentar las frías noches del desierto y una losa de abluciones con un cántaro de agua para lavarse las manos y los pies o, simplemente, refrescarse. Una de las casas más lujosas de la capital era la del visir Nakht. Además de un salón profusamente decorado, disponía de otra pequeña sala que serviría de comedor, así como dos estancias más de recepción: dos galerías con grandes ventanales que se abrían al jardín, una al norte para el viento fresco del verano y otra al oeste para recibir los últimos rayos de sol en el invierno. Las casas grandes y medianas poseían un cuarto de aseo que constaba de un excusado con un asiento de piedra, el cual contenía un recipiente de barro y una tapa de madera, y la ducha, que era una losa de piedra con un canalillo que llevaría el agua a un agujero con una vasija para recogerla. Los tocadores de las damas nos han dejado muestras de la delicadeza de los artesanos al fabricar pequeños frascos de vidrio o alabastro para perfumes, cajitas para guardar los cosméticos, peines, espejos... Alrededor de estas grandes casas se fueron levantando otras más pequeñas de gentes que acompañarían a estas familias nobles y trabajarían para ellas. En Aketatón no había un barrio de ricos y otro de pobres, sino que cualquiera podía elegir el lugar de su vivienda. Así, la ciudad se fue llenando de habitantes llegados de otros pueblos y ciudades de Egipto; venían en grupos de un mismo lugar y formaban un pequeño barrio para vivir juntos y no sentirse solos en una ciudad extraña. A veces, varias viviendas tenían salida al mismo patio, lo que suponía que entre los vecinos debía haber una relación amistosa. También llegaban familias de artesanos que habían trabajado juntos y decidían probar fortuna en la nueva capital. En el barrio norte encontramos una serie de pequeñas casitas pobres en las que se fabricaba conjuntamente cerámica vidriada. Algún vecino trabajaría en un taller estatal y conseguiría, como parte de su sueldo, los materiales necesarios para montar un pequeño negocio. En las excavaciones de 1931 se recogieron infinidad de cuentas de collares con formas de flores, de frutos o simplemente redondas; además de las cuentas, también se hallaron los moldes para fabricarlas. De esta manera, en esta zona se fabricaría una bisutería muy de moda en Aketatón; buena prueba de ello es que Nefertiti, en el famoso busto de Berlín, luce un collar de varias hileras de cuentas de cerámica, a modo de pectoral que la cubre casi hasta el pecho. Esta actividad sugiere que en Aketatón se desarrolló una incipiente economía privada basada en el pluriempleo, gracias a la libertad de que gozaron sus habitantes y su afán por aumentar su nivel de vida. Por cierto, Aketatón no gozó de una urbanización inicial. La única calle planificada fue la Calzada Real, que salía del extremo norte, donde residían Akhenatón y Nefertiti, y cruzaba toda la Ciudad Central. En ella se situaron los edificios oficiales, como los dos templos dedicados a Atón, grandes espacios que estaban abiertos al público, a diferencia de los templos de los anteriores dioses, donde su ingreso estaba prohibido. Egipcios y extranjeros debían de asombrarse por la belleza de sus palacios cuando eran invitados a las recepciones reales, porque Aketatón fue una ciudad muy cosmopolita, capaz de atraer tanto a comerciantes de todas partes del mundo conocido. Así, en el constante trasiego de gentes que transitaban por la Calzada Real se veían indumentarias diferentes y se oían idiomas distintos. En alguna ocasión, los maravillados paseantes podían incluso contemplar a los reyes desplazándose en sus carros para atender los ritos religiosos en los dos grandes templos de la ciudad o las ceremonias oficiales en el Palacio Central. Por ejemplo, en la tumba del alto dignatario Meryre, una hermosa escena nos da idea de la magnitud de una procesión en la Calzada Real. El rey, sin cochero, sujeta un brioso corcel, mientras detrás va Nefertiti, única reina de Egipto a la que vemos conduciendo su propio carro. Observamos también a las princesas saliendo de palacio, donde dos porteros hablan, acompañadas por portadores de abanicos y damas, a la vez que los soldados corren delante del carro y a los lados de la calzada, y el visir precede a los reyes. Pero no todo era bello y saludable en la ciudad de Akhenatón. La intransigencia religiosa del rey a partir del año 9 de su reinado debió de desilusionar a muchos nobles, que comenzaron a conspirar. Aketatón existió muy poco tiempo como ciudad: doce años durante el reinado de Akhenatón y se supone que unos tres años durante el de su hijo Tutankhatón. Pero cuando los rencorosos sacerdotes de Amón se hicieron con el poder - quizás mediante un golpe de Estado - obligaron al pequeño faraón a trasladarse a Tebas, rebautizándolo como Tutankhamon, dando inicio además a la destrucción de la odiada capital fundada por su padre, cuya memoria fue maldecida y estatuas y monumentos destruidos, para ‘borrarlo’ de la historia. Sin embargo, el gobierno del faraón hereje fue un período de una gran actividad intelectual, de notables innovaciones y de extraordinaria libertad, como se manifiesta en las distintas formas de arte, que se salvaron de su destrucción al ser reutilizadas como cimientos de construcciones posteriores. La cosmopolita, dinámica y creativa Aketatón representó, sin duda, un momento único de la historia del antiguo Egipto
actualidad cultural
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