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viernes, 22 de mayo de 2020

PATRIMONIO MUNDIAL: Palacio y jardines de Schönbrunn (Austria)

Residencia imperial de la dinastía de los Habsburgo desde el siglo XVIII hasta 1918, el palacio de Schönbrunn, construido por los arquitectos Johann Bernhard Fischer von Erlach y Nicola Pacassi, alberga un gran cúmulo de obras maestras de las artes decorativas. Con sus jardines forma un conjunto barroco de excepcional calidad y constituye un acabado ejemplo de “Gesamtkunstwerk” (obra de arte total). Ante todo, cabe recordar que el emperador Francisco José I de Austria fue uno de los dirigentes cuyo gobierno fue más longevo. Con casi 70 años, el suyo fue un extenso mandato marcadamente conservador en medio de un siglo XIX lleno de cambios sociales. La derrota austriaca en la I Guerra Mundial - al cual ingreso al lado de Alemania - posibilito la caída de la monarquía y la proclamación de la república. Se ponía así fin al protagonismo de los Habsburgo en Europa. Fue esta una de las casas reales más importantes durante siglos, con multitud de ramificaciones como los Habsburgo españoles. Ascendieron al trono durante el Medievo y en el siglo XV pasaron a controlar ininterrumpidamente el Sacro Imperio Romano Germánico desde su centro de operaciones: Viena. A través de los Lorraine, que recuperaron el nombre tras agotarse la línea dinástica principal en el XVIII, se mantuvieron en el trono hasta 1918. Francisco José I de Austria fue el último gran Habsburgo. Nació, vivió y murió en el mismo sitio: Schönbrunn. Este conjunto monumental compuesto por un gran palacio veraniego e inmensos jardines representa la mayor gloria de esta casa imperial. Cuando Maximiliano II ascendió al poder en 1564, era un tiempo complicado por el acoso de los otomanos, las relaciones con los primos españoles y las guerras de religión. Entre tanto escollo tuvo tiempo de adquirir unos terrenos cerca de Viena. Schönbrunn, que hace referencia a un viejo pozo, fue vallado y convertido en coto de caza durante muchos años. Los antiguos dueños habían levantado allí el palacio Katterburg, pero tuvo que pasar un tiempo para comenzar las construcciones. La viuda de Ferdinand II añadió el primer palacio y la orangerie a comienzos del XVII. A finales de ese siglo, los otomanos asediaron Viena. Aunque la capital imperial no cayó, Schönbrunn no corrió la misma suerte y fue gravemente dañado. Hubo que transcurrir doce años para que arrancara bajo la dirección del arquitecto Johann Bernhard Fischer von Erlach el gran proyecto barroco para Schönbrunn. Las obras fueron acabadas en tres periodos del siglo XVIII bajo el patronazgo de la emperatriz Maria Teresa. Fue Nicola Pacassi el que le dio los acabados interiores a la estructura de Fischer von Erlach. Tras el fin del Imperio de los Habsburgo en 1918, Schönbrunn se ha convertido en un gran museo, un enorme museo. Y es que el palacio es absolutamente inmenso, a la moda de la época. Contiene 1.441 habitaciones en las que los estilos dominantes son el barroco y el neoclásico. Este último se lo debemos a unas remodelaciones de Francisco II, último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, a finales del XVIII. Fue la última remodelación relevante del palacio: en el XIX solo se añadió mobiliario. Las estancias más importantes están en el ala este e incluyen lacados, chinescos, tapices, porcelanas, etc. El jardín barroco francés supera al propio palacio. Tiene influencias de numerosos gobernantes, aunque lo fundamental es de los últimos años de Maria Teresa, quien murió en 1780. El gran parterre es la vista dominante. Va desde el palacio hasta la imponente arcada de la Gloriette, una estructura inspirada en la guerra justa elevada sobre una colina de sesenta metros. De camino a la Gloriette, el jardín se llena de esculturas barrocas. Hay 32 y muestran deidades mitológicas y virtudes, encabezadas por la fuente de Neptuno. Un poco a la izquierda, según subimos, tenemos las ruinas romanas: una representación romántica del pasado imperial. En el lado oeste hay un jardín botánico con su arboreto. En cuanto a la arquitectura, la Orangerie actual es la más grande del mundo con 186 metros de largo. La casa de la Palmera es un enorme invernadero en hierro forjado de 1880 construida por arquitectos británicos inspirados en las estructuras de los londinenses Kew Gardens. En Schönbrunn hay hasta un zoo de 1752 que pasa por ser el más antiguo del mundo. Mezcla estructuras barrocas e instalaciones modernas y en él destacan los pandas gigantes. Convertido en uno de los iconos austriacos por excelencia, en Schönbrunn se han rodado multitud de películas y series, incluyendo la trilogía de Sissi. Si sumamos todos sus recintos es la atracción más vista del país gracias a su cercanía a Viena y a su zoo. Llegar es muy sencillo, ya que hay estaciones de tranvía y metro con el nombre del palacio. Una vez en este hay dos tours disponibles con mayor o menor número de estancias cubiertas. Los jardines y el zoo van aparte. Hay asimismo una nutrida de agenda de conciertos clásicos, sobre todo de Mozart, en la Orangerie o en el Schlosstheater. Cada verano se celebra además el Sommernachtskonzert, un festival al aire libre. No cabe duda que por todos los atractivos que ofrece, Schönbrunn es inigualable.
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