SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 28 de abril de 2017

BUDAPEST: Una joya a las orillas del Danubio

Budapest es una de aquellas ciudades europeas que aún conserva ese aire señorial e imponente que le da el aspecto de ser una ciudad  protagonista de la historia. Como una de las capitales del Imperio Austro-húngaro, fue embellecida con una serie de palacios y monumentos que hoy son dignos de admiración. Esa vitalidad tanto de sus teatros y óperas como de su alegre vida nocturna - ya famosa en tiempos del imperio - no las perdido hasta hoy, lo que le permite seguir siendo comparada con París o Viena. Con o sin rumbo fijo, lo más aconsejable es dejarse llevar por sus calles y plazas. A cada paso nos sorprenderá la belleza de algún edificio barroco, neoclásico o modernista. Descubriremos acogedores cafés y restaurantes decimonónicos donde degustar un goulash o pollo al paprika con galuska, una copa de tokay opálinka y una tarta Dobos… Con razón Budapest se ha convertido en un gran plató cinematográfico europeo, lo que le ha valido el nombre de Hollywood del Danubio. Precisamente, este gran río divide y une a la vez a una ciudad que hasta 1873 fueron dos, Buda y Pest. Situada en un lugar privilegiado, fue objeto de continuas invasiones a lo largo de la historia. Fue celta, romana, otomana y austro-húngara. Ha vivido momentos de esplendor a caballo de los siglos XIX y XX. También de destrucción varias veces: las últimas en los combates de 1945 y, en parte, durante la invasión soviética de 1956 tras intentar el gobierno de Imre Nagy un “socialismo en libertad”. Buda es la ciudad medieval. Es un placer deambular por sus tranquilas callejuelas empedradas y casas barrocas de cálidas fachadas que nos llevan a la inmaculada iglesia de San Matías, en el Bastión de los Pescadores (con su imponente estatua ecuestre al Rey San Esteban), a la residencia presidencial y al Palacio Real, en el cual se ubica la Galería Nacional, con su amplia panorámica del arte húngaro desde el medievo. Desde aquí se puede ir hacia Obuda (la vieja Buda) y sus ruinas romanas de Aquincum, o hacia la ciudadela. Para subir a Buda lo mejor es el viejo funicular o el autobús, pero para bajar se recomienda callejear y luego recorrer su base a ras de río para observar la imponente estatua del obispo Géllert, situada donde fue despeñado en 1046; la curiosa iglesia-cueva de San Esteban frente al hotel Géllert;
el barrio de Vivizaros o la tumba del venerado derviche otomano Gul Baba. Desde Buda se disfruta de unas vistas espectaculares de Pest y del Danubio, con el vergel de isla Margarita al fondo, donde los lugareños disfrutan paseando el fin de semana o asistiendo a una ópera al aire libre en verano. De estas vistas sobresale el impresionante y neogótico Parlamento, de 1904, con su monumental cúpula. Merece la pena su visita. Guarda en sus interiores el tesoro real con la corona de San Esteban, y su peculiar cruz inclinada que recoge el escudo nacional. Cerca está la basílica de San Esteban, símbolo de la identidad nacional religiosa. Podemos seguir, desde la animada plaza Vörösmarty, por la larga y comercial calle Váci, o bordeando el río, para disfrutar de sus emblemáticos puentes: el de las Cadenas, el blanquísimo de Isabel, en honor a la emperatriz Sissi; y el Libertad, probablemente el más bonito, de color verde, decorado con el legendario Turul, el águila adorada por los magiares. Desde Pest, las vistas de Buda y del río son también impresionantes, sobre todo por la noche. En ese momento, dice György Konrád en Viaje de ida y vuelta, se siente un nudo en la garganta como cuando “se abren las cortinas en la ópera y un fantástico escenario emerge de la oscuridad”. Llegados al puente de la Libertad, pasamos por el neoclásico Museo Nacional, fundamental para sumergirnos en la agitada historia húngara, en cuya escalinata empezó la revolución de 1848 tras entonar el poeta Sándor Petöfi su Canto nacional. Enfrente hay una serie de interesantes librerías de lance. Siguiendo hacia la calle Rákoczi, llegamos al barrio judío, al que nos abre sus puertas su imponente sinagoga de aires bizantinos, la más grande de Europa con sus dos torres rematadas con cúpulas de estilo oriental. Se ha convertido en la principal zona de ambiente juvenil y nocturno, donde conviven tiendas kosher con mercadillos que venden toda clase de antigüedades. Las caminatas requieren descansos, y qué mejor que en sus tradicionales cafés de pasados imperiales, que fueron y son aún lugar de encuentro de escritores y artistas. Sándor Márai decía al respecto que “sin cafés no hay literatura”.
Cafés como el Ruszwurm, en Buda, que destaca por su pastelería; al igual que el mítico y coqueto Gerbeaud, en Pest. De obligada visita es el espectacular y neobarroco New York, sin olvidar los Central, Eckermann, Astoria - testigo de no pocos episodios históricos -, Luckács, Múvész, o el neorrenacentista de la librería Alexandra. Estos tres últimos están en la majestuosa avenida Andrassy, patrimonio mundial junto a Buda. Andrassy es la avenida más larga, señorial y elegante de Budapest desde los tiempos del Imperio Austro-húngaro. Allí, y en sus aledaños, se encuentran las mejores tiendas, cafés, restaurantes, palacios y mansiones más representativos del esplendor decimonónico de Budapest. También lo mejor de la oferta de conciertos, teatros, ópera y musicales que ofrece la agenda cultural de la capital húngara. En el tramo que va del río a la plaza Oktogon, cruzada por la animada avenida Teréz y su continuación Erzsébet, cabe destacar sobre todo la reputada Ópera Nacional, un edificio neorrenacentista italiano que recuerda a la de Viena o Dresde. Tuvo entre sus directores a Gustav Mahler. Enfrente se halla el monumental palacio Drechsler. Cerca, en la calle Nagymezó, están los teatros Thalía, Miktoszkopy y de la Opereta. Y en la paralela de Liszt Ferenc, llena de restaurantes y de agradables terrazas, podremos disfrutar de la Academia de Música Franz Liszt, con sus bellos interiores estilo secesión, su imponente vestíbulo de cerámica Zsolnay y sus dos salas de conciertos. Fue fundada por Liszt, creador de las Rapsodias húngaras. En el 69 de Andrassy tenemos la Casa Museo de Franz Liszt, y, al lado, la Academia de Bellas Artes y el teatro de Marionetas en sendos edificios neorrenacentistas de estilo italiano. Siguiendo por Andrassy llegamos a la circular y elegante plaza Kodály, donde se halla el museo homónimo y el palacio Palavicini. Podemos seguir andando para ir descubriendo las maravillas de la avenida; pero si nos cansamos, tampoco está de más tomar la línea de metro que la recorre, cuyas pequeñas estaciones nos llevarán a otros tiempos.
Construida en 1896, Budapest tiene el honor de tener la primera línea de metro de Europa continental y la segunda del mundo, después de Londres. Andrassy termina en la plaza de los Héroes, a uno de cuyos lados se halla el imprescindible Museo de Bellas Artes. Muy cerca, el parque Városliget, con su curioso zoológico modernista, el castillo de Vajdahunyad sobre el lago y los baños termales de Széchenyi. Hablando de Széchenyi, uno de los originales atractivos de Budapest son sus baños, que la convierten en la principal ciudad balnearia europea, de cuyas fuentes brotan a diario 80 millones de litros de aguas termales. Los romanos fueron los primeros en explotar sus baños y se convirtieron en un hábito, tanto así que durante la época imperial austro-húngara se construyeron monumentales palacios para albergarlos. Aunque son un reclamo turístico, los utilizan también los húngaros para remediar afecciones reumáticas y musculares. Los hay a cual más atractivo y pintoresco, con saunas y piscinas de distintas temperaturas. Los baños Széchenyi son uno de los más grandes. Con su arquitectura neobarroca, uno tiene la sensación de estarse bañando en un palacio. Tiene 15 piscinas, 3 grandes al aire libre en las que llama la atención ver a la gente jugando al ajedrez dentro del agua, incluso en invierno, cuando todo está nevado.No tienen nada que envidiarle otros baños, como el Rudas, de 1566, con su cúpula con vidrieras de distintos colores que iluminan con haces multicolores la piscina octogonal central. Tampoco los baños del hotel Géllert, frente al monte homónimo, estos de los últimos tiempos del periodo austro-húngaro. Son quizá los más famosos, con su piscina central rodeada de columnas de estilo secesión bajo una magnífica cúpula de vidrio y metal, y una piscina exterior con olas que hace las delicias de los más pequeños. Los baños termales son el mejor lugar donde relajarnos luego de una larga caminata y dejar que corra el tiempo, aun sabiendo que ello nos va a impedir acercarnos a otros sitios que teníamos previsto. Pero Budapest tiene mucho que ver, lo cual es una buena excusa para volver a visitarla una y otra vez
Будапешт (Budapest timelapse) from Sergey Tatarinov on Vimeo.

viernes, 21 de abril de 2017

TREASURES FROM THE WRECK OF THE UNBELIEVABLE: La última locura de Damien Hirst

En la época del Imperio Romano, a caballo entre mediados del siglo I e inicios del siglo II, cuentan que vivió el legendario Cif Amotan II, un hombre cuya historia ha cautivado a miles de personas a lo largo de los siglos. Era un esclavo de Antioquía que después de convertirse en hombre libre amasó una gigantesca fortuna y que gastó ingentes cantidades de dinero en reunir una fastuosa colección de arte compuesta por esculturas monumentales, joyas, monedas y objetos preciosos procedentes de todos los rincones del mundo. Los cronistas de la época cuentan que gran parte de ese fabuloso tesoro fue cargado a bordo de la nave más enorme que hasta entonces había surcado los mares -un barco llamado Apistos, increíble en griego- con destino a un lugar de Asia Menor donde Amotan había levantado un templo dedicado al dios Sol. Pero por causas desconocidas -hay quien habla de peso excesivo, quien culpa a las adversas condiciones del mar y quien opina que simplemente se cumplió la voluntad de los dioses- la nave naufragó y se hundió, sepultando en el fondo del Océano Índico su preciosa carga. Con el pasar de los siglos la historia de ese naufragio ha seguido viva, enriqueciéndose con tantos detalles que hoy es casi imposible distinguir los elementos auténticos de aquellos fantásticos. Pero en el 2008, luego de casi 2.000 años desaparecido, el tesoro de Amotan fue localizado en la costa oriental de África. Se puso en marcha entonces una larga y laboriosa tarea de recuperación submarina que ha permitido sacar del lecho marino numerosas de las obras de arte atesoradas por Amotan, recubiertas de anémonas, de algas y de corales petrificados. Magníficas esculturas griegas en mármol, imponentes conjuntos en bronce de dimensiones colosales, bustos de faraones esculpidos en oro puro y decenas y decenas de otras obras de arte de la colección de Amotan se pueden contemplar ahora en Venecia, a lo largo de los 5.000 metros cuadrados expositivos del Palacio Grassi y el Museo de la Punta de la Dogana, propiedad ambos del millonario francés François Pinault. Se trata de una muestra que abrió sus puertas al público bajo el título ‘Treasures From the Wreck of the Unbelievable’ (Tesoros del naufragio del Increíble) y que reúne casi 200 piezas de lo mas disparatadas. Como esa escultura de 18 metros de altura (sí, ha leído bien) que muestra a un demonio descabezado con un cuenco en las manos y que preside el salón central del Palacio Grassi. O ese conjunto en bronce de 7,13 metros de un guerrero encaramado sobre un oso con que se abre la muestra de la Punta de la Dogana. ¿Que nunca antes había oído hablar de Cif Amotan II y de su fabuloso tesoro? Es normal. Porque en realidad estamos ante la última locura de Damien Hirst, el conocido mercenario del arte. Sucede que este ‘artista’ (?) británico, ha decidido poner en Venecia un proyecto tan desmesurado como excéntrico, que no se le puede calificar de simple juego sino que entra directamente en la categoría de locura. Hirst se ha inventado la historia de Amotan y durante los últimos 10 años se ha dedicado a crear ese tesoro ficticio que ahora se exhibe en Venecia. Las piezas que presenta son recreaciones de aquellas obras que según su fantasía componían ese tesoro imaginario de Amotan, piezas que se ajustan con precisión al canon estético clásico aunque tengan un toque Hirst. Muchas de ellas no sólo son de dimensiones titánicas, tan gigantescas que dejan boquiabierto al espectador, sino que todas tienen un acabado impecable y están elaboradas realmente con los materiales que uno supone con que estarían hechos los objetos de la colección de Amotan: mármol blanco, mármol rosado, lapislázuli, bronce, oro, granito azul, plata, ágatas, jade... Ante tamaña desmesura, es natural preguntarse cuánto habrá costado hacer realidad este sueño excéntrico y quién lo habrá pagado. "Es un proyecto ambicioso, muy ambicioso", es todo lo que dice Martin Bethenod, director del Palacio Grassi y del Museo de la Punta de la Dogana, poniendo los ojos en blanco. El caso es que esta excentricidad de Hirst funciona. El espectador no puede evitar sentirse sobrecogido ante esas obras fantásticas, no puede evitar preguntarse si son auténticas o si son falsas. Porque las dos exposiciones están montadas como si realmente los objetos expuestos fueran parte de un legendario tesoro, empezando por el gigantesco panel que a la entrada relata su historia y continuando con los vídeos que muestran a buceadores rescatando del fondo del mar ‘las obras de arte’ que iban a bordo del Apistos y que ahora componen la muestra, muchas de ellas con restos de corales y conchas. El nombre de Damien Hirst está ausente, excepto en los carteles que a la entrada de ambos museos anuncian la exposición, como si él no tuviera nada que ver con las piezas que se exhiben. Y en el catálogo de la muestra ocurre otro tanto: hasta el reputado Franck Goddio, presidente del Instituto Europeo de Arqueología Submarina, se ha prestado al infame juego de Hirst, escribiendo un texto en el que da por sentada la existencia de la nave Apistos y califica su carga de "piedra milenaria cultural de la máxima importancia" (?) Todo por el dinero. Viniendo de Hirst, que podemos esperar.

viernes, 14 de abril de 2017

FABERGÉ: Una fascinante historia acerca de sus famosos Huevos de Pascua

Venga ya, si bien ya nos habíamos ocupado de ellos en una anterior ocasión ¿porque no hacerlo de nuevo? Y bien que lo merecen. Como sabéis, los famosos huevos de Fabergé son en realidad huevos de Pascua. Sucede que el Domingo de Resurrección es la mayor fiesta religiosa del año en los países de Europa del este, igual que para nosotros la Navidad. Como podéis imaginar, el regalo más típico de esta época del año es el huevo de Pascua porque simboliza larga vida. Y los mas famosos por su belleza y la intrigante historia que se esconde tras ellos son los huevos creados por Peter Carl Fabergé considerado uno de los orfebres más destacados del mundo, quien realizó 69 huevos de Pascua entre los años 1885 a 1917, de los cuales se conservan 61. En 1870 pasa a ser el responsable de la empresa familiar de joyería en San Petersburgo. Con una excelente reputación como diseñador, trabaja con piedras preciosas, semipreciosas y metales, y realiza diseños de diferentes estilos como ruso antiguo, griego, renacentista, barroco, Art Nouveau, naturalista y caricaturesco. En la Exposición Panrusa de 1882 expuso sus obras, lo que le valió la medalla de oro. Desde entonces se le nombró joyero oficial de la familia imperial. Para la Pascua de 1883, el zar Alejandro III le encargó al orfebre Peter Carl Fabergé la construcción de un huevo para regalarle a su mujer, la zarina María. El regalo consistió en un huevo con cáscara de platino que contenía dentro uno más pequeño de oro. Al abrirse este último, se encontraba una gallina de oro en miniatura que tenía sobre su cabeza una réplica de la corona imperial rusa. Este particular Huevo de Pascua le gustó tanto a la emperatriz que el zar ordenó a Fabergé que realizara uno nuevo para cada Pascua. Para el diseño de los huevos imperiales Fabergé se inspiró en distintos estilos artísticos europeos; como el barroco, rococó, neoclasicismo o modernismo, así como en obras de arte que contempló durante sus estancias y viajes por Europa. Había huevos creados para conmemorar acontecimientos tales como la coronación del zar Nicolás II, la terminación del ferrocarril Transiberiano, así como para celebrar aniversarios importantes. Otros huevos guardaban en su interior el yate imperial Standart, la catedral de Uspensky, el palacio de Gátchina o el palacio Alejandro, por citar unos ejemplos. De los 69 huevos que hizo en total la Casa Fabergé para los zares, la aristocracia y la élite industrial y financiera, se conservan 61. Se conocen cincuenta y dos huevos imperiales, cuarenta y cuatro de los cuales se han localizado hoy, entre ellos los dos últimos de 1917 que nunca fueron entregados ni terminados a causa de la Revolución Rusa, destacando el Huevo de la constelación del Zarevich. Los restantes 8 huevos imperiales se consideran perdidos o desaparecidos; dos se conocen solamente por haber sido fotografiados en primer plano, otros tres se han descubierto en 2007, en una foto tomada a una vitrina de la zarina Maria Fyodorevna, donde aparece el tercer huevo imperial y el huevo con querubín y carruaje, este último quedó reflejado en el cristal de la misma, en cuanto al huevo del neceser figura en una fotografía de la joyería Wartski, Londres, en la parte inferior de una vitrina. No se tiene ningún documento visual de los otros tres huevos de la llamada categoría imperial. Aparte de ellos, otros siete huevos de Pascua de categoría no imperial fueron encargados a la Casa Fabergé por Alejandro Ferdinandovich Kelch, dueño de minas de oro en Siberia, para su esposa Bárbara, así como por otros importantes personajes de la época como Alfred Nobel, los Príncipes Yussupov, los Duques de Marlborough entre otros, que suman un total de ocho huevos. Sin embargo, la colección imperial de huevos de Pascua encargada por los dos últimos zares rusos es la más famosa. Entre los materiales usados por Faberge figuran metales como el oro, platino, plata, cobre, níquel… que fueron combinados en distintas proporciones con el fin de conseguir diferentes colores para la “cáscara” del huevo. Otra técnica usada por Fabergé fue la conocida como guilloché, un tratamiento de grabado superficial sobre metal que consiste en hacer ondas, estrías o cualquier otro dibujo, de un modo repetitivo y simétrico, se podía hacer a máquina o a mano. Fabergé se mostraba orgulloso de que todas las materias primas que se empleaban en su taller provenían de distintas partes de Rusia. Muchos huevos incluían minerales como el jaspe, la malaquita, el lapislázuli, y el jade. Por ejemplo, el huevo de 1917, destinado a la zarina María Fyodorevna estaba realizado en madera de abedul de Karelia. Las piedras preciosas incluyendo los zafiros, rubíes y esmeraldas fueron utilizadas para la decoración de los huevos y/o la sorpresa que contenían, cuando se usaban era en la talla conocida como cabujón (corte redondo). En cuanto al tipo de talla empleada para los diamantes era la típica talla rosa. Por otra parte también empleó piedras semipreciosas como las piedras de luna, los granates, los olivinos, y las piedras de Mecca, usadas más a menudo en la talla cabujón. La fuente primaria de inspiración de Fabergé venía de los trabajos de siglos anteriores. El esmalte translúcido era una técnica muy valorada en el siglo XIX, que requería de varias capas de esmalte que se secaba en un horno después de aplicar cada capa. Sin embargo, durante el siglo XIX se disponía solamente de una limitada gama de colores, de modo que Fabergé experimentó y pronto aumentó su paleta de colores hasta lograr más de 140 tonalidades diferentes. El más apreciado fue el esmalte de ostra, el cual variaba de color dependiendo de la luz. Con la Revolución Rusa de 1917, tanto la Casa Fabergé como la fabricación de sus famosas joyas llegaron a un abrupto final. Peter Carl Fabergé tuvo que huir del país refugiándose en Suiza hasta su fallecimiento, mientras que algunos huevos de Pascua terminaron en colecciones extranjeras, aunque la mayoría de ellos se conservan en Rusia, como mudos testigos de su fascinante historia.

viernes, 7 de abril de 2017

EL DESAFIO DE LA PASCUA: Atrévete a vivir algo diferente

¿Cuándo fue la última vez que se sintió estresado por la llegada de la Pascua? Tantas compras por hacer, tantas tarjetas por escribir, tantas reuniones que asistir. Por no hablar de la infinidad de comerciales sobre la celebración de la Pascua en la televisión, así como numerosas películas relativas al tema. Y no se olvide de las tribulaciones para armar cada año el árbol de Pascua así como el tendido del alumbrado para iluminar su casa por esas fechas. Cada año muchos se lamentan en lo que se ha convertido la Pascua ¿Cómo pueda ser que un día de celebración ‘cristiana’ este más orientada al dinero? Uno se siente de esa manera todos los años ¿no es así? Por supuesto que no. Esto se debe a que la Pascua obstinadamente se ha resistido a toda clase de comercialización, la misma que desde hace mucho tiempo ha sucedido con la celebración de la Navidad, tanto en los EE.UU. como en el resto del mundo, que lo ven simplemente como una oportunidad para hacer negocios, llegando al extremo de reemplazar al niño Jesús por Santa Claus, encargado de repartir los ‘regalos’ - previamente comprados por los padres - la noche del 24 de diciembre, los cuales son dejados al pie del árbol de Navidad y no del pesebre, erradicado desde hace mucho en la mayor parte del mundo ‘cristiano’ por considerarlo pagano, Entonces, ¿cómo la Pascua - con algunas excepciones tales como los huevos de chocolate para los niños - ha podido mantener su pureza religiosa a través de los siglos? Ello principalmente se debe a su mensaje religioso: La Resurrección de Cristo. Y es algo que los no cristianos difícilmente pueden captar. En efecto, Jesús de Nazareth, el mismo quien sanó a los enfermos, acalló a las tormentas, resucitó a Lázaro e hizo a los desposeídos el centro de su ministerio, fue crucificado por Poncio Pilatos debido a las presiones de los judíos y murió tras una larga agonía en Jerusalén. Entonces - según afirman las escrituras - al tercer día de estar en su tumba, se levantó de entre los muertos. Si usted no cree en la resurrección, es algo que le será difícil de entender, por lo cual termina rechazando a Jesús y todo lo que representa. Pero si usted cree firmemente en ello, todo cambia. En ese caso, no puede dejar de lado ninguna de sus enseñanzas. Debido a que se trata de quien pudo levantarse de su tumba venciendo a la muerte y que se ha demostrado de manera definitiva su autoridad divina, por lo que necesita ser escuchado y su palabra ser acatada. Esto lo diferencia de la Navidad. Para que quede claro, los cristianos creen que al nacer, Dios se hizo humano. Este es el significado de lo que los teólogos llaman la "encarnación". Dios se hizo carne, un concepto tan extraño entonces como ahora. Como sabéis, la historia de la Navidad puede ser atractiva para los no creyentes: Jesús nacido en un pesebre, rodeado de María y José, acompañado de los Reyes Magos venidos de Oriente que le ofrecen costosos regalos, es algo fácil de digerir. Por el contrario, la historia de la Pascua es a su vez terrible y sorprendente: la conspiración de los judíos para deshacerse de quien consideraban un ‘peligro’ para sus intereses, la traición de Jesús por uno de sus seguidores más cercanos, la triple negación hecha por su mejor amigo, la cruel flagelación al que fue sometido, su espantosa crucifixión y el final brutal de su vida terrenal. Luego de su Pasión esta por supuesto, la resurrección tres días más tarde. La Pascua por ello, no es tan fácil de entender como la Navidad. Cualquier persona puede nacer, pero no levantarse de entre los muertos. Su historia por ello suele ser confusa, incluso para los creyentes. Para empezar, los relatos evangélicos sobre las apariciones de Jesús luego de su la resurrección son contradictorios. En el Evangelio de Juan, por ejemplo, Jesús se aparece primero a María Magdalena, uno de los pocos discípulos que no lo abandonó en la Crucifixión. (La fidelidad de las mujeres en contraste con los hombres en las narrativas de la muerte y resurrección de Jesús, es un aspecto infravalorado y poco estudiado) María llega al sepulcro de Jesús temprano en la mañana, sin embargo, encuentra la tumba vacía pero finalmente ve a alguien. Es el Cristo resucitado. Pero cree que era el jardinero."Señor," dice ella, "si se lo llevaron, dime dónde lo has puesto". Cuando la llama por su nombre, "Mariam" (los textos griegos preservaron su nombre del original arameo), se da cuenta de quién es. ¿Qué ha sucedido? ¿Cómo podía María no reconocer a la persona que ha estado siguiendo durante tanto tiempo? En otras historias similares, Jesús parece asimismo difícil de reconocer a primera vista. En el Evangelio de Lucas, cuando dos discípulos lo encuentran camino a la ciudad de Emaús, en las afueras de Jerusalén, no lo reconocen en absoluto. ¿Cómo puede ser posible? Para mayor confusión, en el Evangelio de Juan, Jesús aparece como una figura casi fantasmal, al parecer capaz de caminar por las paredes; en otras aparece decididamente corporal. En el Evangelio de Lucas, Jesús dice explícitamente al ver el temor de sus discípulos cuando se les apareció de improviso, por lo que creyeron que se trataba de un fantasma: "Un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo” afirmó. Y cuando se le aparece a Tomas quien duda de su resurrección, le dice:" Acerca aquí tu dedo y mira mis manos. Acerca tu mano, y colócalo en mi costado para comprobar que soy yo". No cabe duda de que se trata de una figura física, pero irreconocible. ¿Quien es en realidad? ¿Cómo podrían Mateo, Marcos, Lucas y Juan haber presentado detalles de una historia tan importante para la Cristiandad con tantas contradicciones? Los ateos y los agnósticos se valen de esas diferencias aparentemente irreconciliables para afirmar que la resurrección nunca habría sucedido. Para los creyentes, en cambio, los relatos reflejan los distintos puntos de vista de los testigos y luego de los evangelistas para comprender y comunicar lo que se había experimentado. Después de todo, nadie había visto en su vida lo que los teólogos llaman el "cuerpo glorificado" o sea la aparición de Jesús luego de la resurrección. Así se esforzaban para explicarlo. Era él, quien más. Era su cuerpo el que se levanto de entre los muertos. Si los evangelistas hubiesen tenido la intención de que sus historias y narrativas estén a prueba de inconsistencias, habrían escrito de acuerdo a los otros, a fin de no dejar lugar a ninguna confusión. En lugar de ello, los autores de los Evangelios, informaron simplemente lo que les habían dicho en diferentes momentos y por distintas comunidades que tenían su propia versión de los hechos. Una de las más sorprendentes contradicciones acerca de Pascua, es que quien venció a la muerte es el mismo que fue crucificado. A veces las personas se refieren sin darse cuenta, a Jesús de Nazaret quien murió el viernes y al Cristo resucitado, que apareció el domingo de Pascua, como si fuera otra persona. Y están equivocados. Al respecto, un conocido sacerdote jesuita y experto en el Nuevo Testamento ha escrito, que no reconocer que el Jesús que los discípulos habían conocido era el mismo que había vencido a la muerte, sería despojar a la resurrección de todo sentido. “Al mostrarles a sus discípulos las manos y su costado, en los cuales tenía las marcas de la crucifixión y la perforación de la lanza, no se trataba de un simple gesto teatral, sino las credenciales necesarias de la identidad del Señor resucitado, que se puso delante de ellos, con el Jesús crucificado a quien conocían” aseveró. Esto tiene grandes implicaciones para todos los cristianos. Por un lado, significa que Jesús lleva sobre sí mismo los signos visibles de su vida humana como un recuerdo de su sufrimiento. Así que cuando uno reza a Jesús, se reza a alguien que conoce, de la manera más íntima posible, lo que significa vivir una vida humana. Se reza también por alguien que no sólo es Dios sino hombre. Que te entiende. Este es el misterio de dos "naturalezas" de Jesús: humana y divina. La divina sufrió dolor humano, y la humana está ahora resucitado de entre los muertos. Pero esto era cierto aún antes de la resurrección. Tan misterioso como es, los cristianos creen que Jesús era plenamente humano y plenamente divino en todo momento, plenamente humano cuando curaba a alguien de una enfermedad, totalmente divino al serrar un tablón de madera en su taller. Así que sus enseñanzas no son inspiradas divinamente, pero simplemente fluyen de su experiencia humana. Para tomar un ejemplo, durante el tiempo de la adolescencia y la edad adulta de Jesús, Nazareth era una aldea de no más de 400 personas, como la arqueología ha revelado. "¿Puede salir algo bueno de Nazareth?" dijo el apóstol Natanael cuando se enteró por primera vez de la ciudad natal del Mesías. Jesús trabajó allí como un tekton, una palabra griega que suele traducirse como carpintero, pero también como artesano, carpintero o incluso jornalero. Pero tan sólo a 4 millas de Nazareth se encontraba la bulliciosa ciudad de Séforis, reconstruida por el rey Herodes, la cual tenía una población de 30.000 habitantes y poseía un anfiteatro griego con 3.000 asientos, una fortaleza, un palacio real y así sucesivamente. La mayoría de los estudiosos contemporáneos creen que el pobre carpintero de Nazareth visitó con seguridad esta ciudad cosmopolita, llamado el "ornamento de toda Galilea" por el historiador judío Flavio Josefo. Allí Jesús habría visto sus bellos edificios y casas decoradas con estatuas, mosaicos y frescos (cuyas ruinas todavía se puede ver hoy en día). ¿Qué pensaba Jesús cuando caminaba de vuelta de la rica ciudad a su pobre aldea natal? ¿Cómo podía su corazón no conmoverse por los pobres que vivían en Nazareth? ¿Qué pensaría de María y José al verlos en sus tareas agotadoras y no haber estado afligido por las grandes diferencias existentes en aquella sociedad? Cuando Jesús fue testigo de esas injusticias y desigualdades, se inspiró en ello para predicar en su contra, no simplemente porque fuera de inspiración divina, sino porque su corazón humano, como los Evangelios dicen a menudo, "se compadecía de los que nada tienen" Cuando escuchamos a Jesús, entonces, estamos escuchando no sólo a un Dios que se preocupa por los pobres, sino un ser humano que los conocía perfectamente ya que fue pobre como ellos cuando estuvo en la Tierra ¿Qué diferencia hace la Pascua en la vida de los cristianos? El mensaje es radical y subversivo. La Pascua significa que nada es imposible para Dios. Que la vida triunfa sobre la muerte. El amor sobre el odio. La esperanza sobre la desesperanza. Y que el sufrimiento no es la última palabra. La Pascua dice, sobre todo, de que Jesucristo es el Señor. Y si usted es cristiano, deberá cumplir sus enseñanzas: Amar a su prójimo. Perdonar a quienes nos ofenden. Socorrer a de los pobres y los marginados. Vivir una vida sencilla. Poner las necesidades de otros antes que el suyo propio. A muchos nos parecerá difícil de cumplirlo y es algo que no debe sorprendernos. En este mundo materialista uno solo piensa en si mismo olvidándose del sufrimiento de los demás. Es por ello que el mensaje de Jesús todavía tiene el poder de hacernos sentir incómodos, tal como lo hizo en la Palestina del siglo primero, por lo que fue catalogado por las autoridades judías como un elemento peligroso y no descansaron por ello hasta matarlo. Pero al salir de la tumba, Jesús declaró algo innovador que cambiará la vida de quienes creen en el, lo cual no puede ser superado por la comercialización. Es un mensaje que se niega a ser domado. La resurrección no sólo dice que Cristo tiene el poder de la vida sobre la muerte, sino algo más subversivo. La resurrección nos dice que puedes cambiar y solo así serás salvo ¿A que esperas para hacerlo?
actualidad cultural
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