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viernes, 28 de marzo de 2025

CIUDADES PERDIDAS: Petra

Escondida en el corazón de Jordania, esculpida en las paredes de una zona de acantilados de piedra arenisca de tonalidades rosadas y rojizas, se encuentra la ciudad de Petra, también conocida como la "ciudad rosa", una zona arqueológica de gran interés cultural e histórico. Capital del reino nabateo, donde soberanos y mercaderes desarrollaron una arquitectura espectacular que ha robado el corazón de viajeros de todo el mundo, así como de todos aquellos expertos en el estudio de la historia humana. Poco queda de lo que esta ciudad milenaria llegó a ser un día: una serie de tres grandes terremotos arrasaron con gran parte de sus estructuras, y lo que vemos en la actualidad, por impresionante que sea, corresponde en gran parte a las tumbas construidas por sus habitantes más adinerados en la propia roca, lo que posibilito su conservación. No obstante, Petra fue una ciudad próspera y, entre sus ruinas, los arqueólogos tienen una infinidad de sorpresas por descubrir. La vida en la ciudad de Petra, antes de que el inexorable paso del tiempo y las catástrofes hicieran mella en sus estructuras, era bulliciosa y su estilo de vida, en muchos casos, opulento. La antigua capital del reino nabateo creció gracias a las rutas de comercio caravanero que confluían en ella por su posición privilegiada, y desde donde se distribuían los productos hacia otros territorios de África y Oriente Medio. Por allí llegaba seda, betún, incienso, especias o mirra, entre otras mercancías, sobre las cuales los nabateos cobraban un 25 o hasta un 50 por ciento de tributos. Así se construyeron palacios, negocios, templos, talleres y los espacios públicos y privados que dotaban la ciudad de vida y actividad. Al menos, así fue entre los siglos IV a.C. y II d.C., aproximadamente, aunque no se dispone de datos suficientes para poder establecer una cronología exacta de este reino. Los orígenes de la ciudad, sin embargo, se remontan hasta el 9000 a.C., que según los indicios fue su ocupación más temprana. Pero la gloria no dura para siempre, y Petra no es una excepción. Cuando Roma se anexionó los dominios nabateos durante la época del emperador Trajano, la importancia política de Petra fue en declive, a la vez que surgieron nuevas rutas comerciales que obviaban este destino. Así languidecía, cuando terminó por desaparecer como ciudad cuando fue ocupada por los musulmanes en el siglo VII, y abandonada, cayendo en el olvido, hasta que la mítica ciudad fue redescubierta en el año 1812 por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt, un aventurero que recorría el desierto de Siria junto a sus guías beduinos. Entre altos acantilados, recorriendo el fondo de un torrente o wadi, encontró la entrada al valle de Moisés (wadi Musa), y quedó asombrado ante la majestuosidad de los monumentos tallados en la roca. Para Occidente, la ubicación de Petra había permanecido oculta durante siglos, y sólo desde su redescubrimiento se volvió a hablar de este lugar mágico y rodeado de leyendas que lo relacionaban con un gran tesoro, o el palacio de la hija de un faraón. Desde entonces, Petra se convirtió en uno de los sitios arqueológicos más relevantes, y con el auge del turismo también en un destino muy visitados por el público en general. A pesar de su aspecto único, el estilo de las tumbas que perduraron en Petra estaba extendido en todo el Oriente helenístico, y por tanto no es una invención nabatea. Esta arquitectura presenta influencias orientales, asirios, persas y egipcios, así como también helenísticas y romanas. Al respecto, el Tesoro de Petra, conocido como "Al-Khazneh", es uno de los monumentos más emblemáticos de esta ciudad considerada una de las siete maravillas del mundo moderno. Este majestuoso edificio, de aproximadamente 40 metros de altura, fue tallado en la roca rosada y se cree que sirvió como tumba real o templo. Cabe precisar que tan sólo el 20% de la ciudad es actualmente visitable, aunque las excavaciones continúan desenterrando edificios. Y al contrario de lo que muchos creen, la ciudad de Petra no fue construida en piedra sino excavada y esculpida en la roca, formando un conjunto monumental único que le valió para ser incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad en 1985. Y es que los trabajos debieron ser muy arduos, ya que en esta ciudad llegaron a vivir más de 30.000 personas. Aunque fue ampliada durante su época de mayor esplendor, se cree que Petra nació para los nabateos como una ciudad funeraria, ya que ellos mismos la bautizaron como “la ciudad para el día de mañana”. Al principio de los tiempos, según algunos expertos, los habitantes de Petra vivían en jaimas -tiendas - ya que los edificios excavados en piedra son, en su mayoría, tumbas del siglo III a.C, que varían en tamaño, diseño y ornamentación en función de la posición social del fallecido. Pero a partir del siglo IV a.C Petra floreció como ciudad comercial gracias a su ubicación en la confluencia de hasta siete rutas comerciales entre Oriente y Occidente, entre Arabia y el Mediterráneo. Tras el establecimiento en Petra del pueblo nabateo, se convirtió en una ciudad próspera y rica gracias al pillaje durante los primeros años y, más tarde, a los altos peajes que cobraban por la seguridad de sus muros. Y es que Petra se ubica entre altas montañas rocosas y sus habitantes se encargaron de construir complejas redes de canales que les abastecían de agua potable, lo que hacía de ella un enclave muy atractivo en el que descansar., tras una larga travesía y fatigosa por el desierto. Uno de los hallazgos más sorprendentes cuando se visita esta maravilla es el teatro, una virguería arquitectónica excavada en la roca. Al principio se creía que esta construcción del siglo I era de origen romano, pero lo que hicieron estos fue remodelar y perfeccionar lo que los nabateos ya habían construido. Lo más sorprendente son sus gradas, perfectamente talladas en la falda de la montaña y donde se calcula que se juntaban 5.000 espectadores. Por cierto, el cañón que la protege y la mantuvo oculta durante siglos también conserva alguna sorpresa. Entre ellas, algunos relieves y esculturas que atestiguan la esencia comercial de los nabateos. En estas creaciones se distinguen mercaderes, camellos y diferentes objetos que demuestran que Petra no fue una casualidad ni un hecho aislado: fue la máxima expresión de una sociedad culta y cosmopolita. En la ciudad de Petra, además de El Monasterio y El Tesoro, no hay que olvidar visitar el Altar de los Sacrificios que se encuentra en la cima de una montaña, dominando la ciudad. Lugar de culto para los nabateos, este altar está formado por dos obeliscos de 6 metros de altura, un altar circular y un tridinio, donde se cree que los participantes en el sacrificio a los dioses compartían la cena. En cuanto a la religión nabatea, eran politeístas por lo que adoraban a un gran número de dioses, algunos propios y otros grecorromanos como Tique o Dioniso. El principal dios nabateo era Dushara, señor de la montaña. El pueblo nabateo tuvo muy en cuenta los movimientos del sol a la hora de construir sus edificios. Así, algunos de las construcciones más importantes de la ciudad están orientadas teniendo en cuenta los equinoccios, solsticios y otros acontecimientos astronómicos. Un claro ejemplo es el famoso Monasterio, que durante el solsticio de invierno la luz del sol entra por la puerta e ilumina directamente el altar mayor, el motab. También la tumba de la Urna cuenta con un fenómeno parecido, ya que su puerta se alinea con el sol durante los equinoccios y durante los solsticios el sol señala las esquinas interiores del edificio. Petra es sin lugar a dudas una de las ciudades que debes visitar para conocer a fondo su historia y sus monumentos.
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