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viernes, 21 de noviembre de 2025

EL GRAN MUSEO EGIPCIO: Una mirada a su pasado

Tras más de dos décadas de construcción y reformas, el Gran Museo Egipcio de El Cairo (GEM) ha abierto sus puertas. Sin embargo, faltan varias obras emblemáticas que fueron expoliadas. Los argumentos de los principales museos de Europa para no devolverlas dan para escribir un libro. Apodada como la “Cuarta Pirámide de Giza”, es un par de milenios más joven que las demás y, en realidad, no es una pirámide al uso, sino uno de los museos más grandes y ambiciosos del mundo que alberga en su interior más de 100.000 objetos del Antiguo Egipto. Es también la mayor colección existente dedicada a una sola civilización - cuenta con 45.000 m2 de extensión y más de 1 billón de dólares de presupuesto - y expondrá la mitad de sus piezas de forma permanente. Este “regalo de Egipto para el mundo” que atesora obras únicas procedentes de las treinta dinastías que gobernaron Egipto en la Antigüedad, está dividido en doce áreas que abordan diferentes aspectos como la sociedad, la espiritualidad, las creencias religiosas, la realeza faraónica y una galería entera dedicada a los 5.000 objetos del ajuar mortuorio de Tutankamón -hallado intacto en el Valle de los Reyes a principios del siglo XX-. Algunas de las piezas más destacadas de la colección son auténticas joyas de la historia egipcia que han sobrevivido al paso del tiempo: la máscara funeraria y el sarcófago de oro de Tutankamón, el gigantesco coloso de granito rojo de Ramsés II que aguarda en la entrada del museo, las barcas solares de Keops, el famoso ataúd de madera policromada de Senbi o la imponente escultura de la mujer faraón Hatshepsut son tan solo algunos de los ejemplos más golosos que ilustran la vida y la muerte en el Antiguo Egipto. Sin embargo, la gran apertura del GEM ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre el expolio llevado a cabo por parte de las antiguas potencias colonizadoras o por instituciones extranjeras, y la cuestión del retorno - o no retorno - de las piezas a su lugares de origen. La realidad es que, a pesar del despliegue y la presencia de miles de objetos valiosos en el museo, la ausencia de algunos de ellos brilla con fuerza. En los últimos años algunos países occidentales han devuelto una pequeña parte del patrimonio egipcio expoliado tras demostrarse su exportación ilegal o la falta de documentación requerida. Hace tan solo unos meses que EE.UU. devolvió la mitad de un templo dedicado a Hatshepsut y otras 24 antigüedades de diferentes periodos. Australia puso en marcha el retorno de una veintena de estelas, ushebtis, ataúdes y textiles. Egipto también recibió otras diez piezas de Reino Unido. Tras la apertura del museo, Holanda ha sido la primera potencia en dar un paso adelante con la repatriación de una escultura representativa de un alto mandatario de la dinastía de Tutmosis III, ya que se demostró que fue saqueada y puesta a la venta en una feria de arte en el 2022. Sin embargo, no es suficiente. El busto de Nefertiti, la Piedra Rosetta, el Obelisco de Luxor y el sarcófago de Seti I son tan solo algunos de los grandes tesoros que siguen expuestos en museos europeos y que no contemplan una fecha de vuelta a Egipto. Las negativas y sus correspondientes justificaciones son contundentes: Alemania alega que el busto de Nefertiti es demasiado frágil para su traslado y que fue adquirido legalmente en 1913 - Egipto sostiene que fue un fraude y continúa exigiendo su retorno -; Reino Unido justifica la posesión de la Piedra Rosetta escudándose en el tratado de Alejandría de 1801, - concebido en un contexto puramente colonial - arrebatándosela a Napoleón que lo había encontrado en su campaña de Egipto; y Francia mantiene que el Obelisco de Luxor y otros objetos como el Zodíaco de Dendera fueron regalos o adquisiciones consideradas legales en el siglo XIX. Egipto sigue reclamando la repatriación de estas piezas -entre muchas otras- a su lugar de origen, ya que el expolio de la mayoría se remonta a periodos coloniales y al sistema de partage -reparto de hallazgos-, el cual se vio reforzado por la falta de leyes y convenciones modernas en la época. En cuanto a Seti I, este fue un importante faraón que murió en 1279 a. C. y cuyo sarcófago fue enterrado en una de las tumbas más profundas y bellamente decoradas del Valle de los Reyes. “El excavador italiano Giovanni Belzoni lo trajo de Egipto pensando que el Museo Británico lo compraría, pero, tontamente, no lo hicieron”, afirma la profesora Salima Ikram, de la Universidad de El Cairo. En cambio, por un precio de ganga de 2000 libras esterlinas en 1824, el sarcófago egipcio de 3200 años de antigüedad, de un valor incalculable, fue vendido al excéntrico coleccionista Sir John Soane, que lo guardó en su sótano. Conservada exactamente como estaba cuando Soane falleció en 1837, la casa se convirtió en un museo repleto de curiosidades eclécticas, aunque ninguna de ellas eclipsa al sarcófago. Para Zahi Hawass, el controvertido arqueólogo a cargo de salvaguardar el patrimonio de Egipto, la inauguración del museo es más que una simple exhibición de tesoros. Es una declaración de influencia cultural y un intento por recuperar el patrimonio egipcio. "Es hora de que nos convirtamos en los científicos de nuestros propios monumentos", afirma. "En el Valle de los Reyes se encontraron 64 tumbas reales. Ni un solo egipcio las excavó". La mayoría de los grandes descubrimientos de Egipto, incluida la tumba de Tutankamón, fueron realizados casi exclusivamente por arqueólogos extranjeros, señala Hawass. Lleva mucho tiempo defendiendo que los egipcios deben liderar el estudio y la preservación de su propio patrimonio, y ha convertido en la misión de su vida garantizar que así sea. En tanto, Abdelghafar Wagdy, director general de Antigüedades de Luxor, coincide en que el museo representa un paso en esa dirección. "Desde el 2002, la egiptología en Egipto ha entrado en una nueva y dinámica fase", declara. Existe un creciente sentimiento de pertenencia, y ahora los eruditos y conservadores egipcios lideran numerosas excavaciones y proyectos de conservación del patrimonio. Aunque el museo fue concebido como un espacio para todos los egipcios, algunos encontrarán prohibitivo el precio de la entrada. El boleto para adultos egipcios cuesta 200 libras egipcias (unos US$4), una fracción de las 1200 libras (US$25) que se cobran a los visitantes extranjeros, pero aún demasiado caro para muchas familias locales. "No basta con cuidar a los muertos, hay que cuidar a los vivos", afirma Ikram. "Este museo es para todos, aunque la entrada sea un poco cara para algunos egipcios". Para Hawass, la inauguración del Gran Museo Egipcio no solo se trata de salvaguardar el pasado, sino también de asegurar el futuro de Egipto como centro de descubrimientos. Más allá de sus monumentales galerías, el complejo alberga algunos de los laboratorios de conservación e investigación más avanzados de la región: espacios donde equipos egipcios e internacionales continuarán estudiando, restaurando y revelando nuevos hallazgos durante las próximas décadas. "Actualmente estoy excavando en Luxor, en el Valle de los Reyes. Estoy excavando en Saqqara", afirma Hawass. "Solo hemos encontrado el 30% de nuestros monumentos; aún queda un 70% bajo la arena". Si bien el museo abre sus vastas salas al público, los mayores tesoros de Egipto - aparte de los expoliados por las potencias europeas - siguen aguardando bajo sus desiertos: su nueva era arqueológica no ha hecho más que empezar. Es indudable que la puesta en marcha definitiva del Gran Museo Egipcio es uno de los grandes acontecimientos históricos y culturales de nuestro siglo, pero también una evidencia de la sombra de las herencias poscoloniales que aún mitigan el desarrollo museístico y patrimonial de otros países.
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