SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 31 de octubre de 2014

DRÁCULA: El vampiro más famoso de la historia del cine

Es noche de Halloween y que mejor ocasión para referirnos en esta oportunidad a un controvertido personaje cuyo trágico destino ha sido inmortalizada en el séptimo arte. En efecto, ante el estreno de 'Drácula: La leyenda jamás contada', la ultima versión del celebre conde vampiro, que os parece si repasamos las múltiples sus encarnaciones cinematográficas ¿vale?: Drácula es uno de esos personajes clásicos que aparecen de manera cíclica en la cartelera. La leyenda del vampiro es un filón cinematográfico desde los orígenes del cine, y su poderoso atractivo no ha menguado con el paso del tiempo. Basada en la verdadera historia de Vlad Tepes, el valiente y su vez sanguinario Príncipe de Valaquia quien luchó en el siglo XV contra el expansionismo turco, y que inspiró al irlandés Bram Stoker al momento de escribir una de las novelas más famosas de todos los tiempos.No es la primera vez que el cine se interesa por la figura de "El Empalador", como se le conocía en la época por la crueldad con que trataba a sus víctimas. Desde los tiempos del cine mudo,la
presencia de Drácula  es una constante en la historia del cine. Es bien sabido que la expresionista Nosferatu (Nosferatu, Eine Symphonie des Grauens, F. W. Muranu, 1921) era una adaptación libre de la novela de Stoker, aunque el protagonista fuera renombrado Conde Orlock por problemas con la adquisición de los derechos del libro. Ese mismo año, el director austrohúngaro Károly Lajthay filmaba Drakula halála, donde el personaje ya aparecía usando su verdadero nombre. Desde entonces, resulta incontable la cantidad de veces que el célebre vampiro se ha asomado a la pantalla, incluyendo el remake de Nosferatu (Nosferatu: Phantom der Nacht) realizado en 1979 por Werner Herzog, protagonizado por un Klaus Kinski tan turbador como lo había sido Max Schreck en la versión silente. De hecho, pocos recuerdan otros papeles de Schreck, del mismo modo que también todo el mundo asocia a Bela Lugosi con Drácula. Su memorable interpretación en la versión, ya sonora, de Tod Browning, realizada en 1931, le identificó de tal manera con el
personaje, que acabó trastornado. La prueba es que en su testamento indicó que deseaba ser incinerado vistiendo su disfraz de vampiro, y así se hizo. Un último homenaje a una película que resumía las señas de identidad del fructífero ciclo de terror de la Universal. Otro actor cuya imagen resulta inevitablemente unida a Drácula  es Christopher Lee. Su encarnación del personaje coincide con el auge de la productora británica Hammer, que revisitó los mitos del terror clásico aprovechando las posibilidades del color y la mayor permisividad de la época (finales de los cincuenta y década de los sesenta). El conde interpretado por Lee (siempre con Peter Cushing tras sus pasos) potenciaba las alegorías sexuales asociadas al mito (el mordisco que simboliza la penetración) y ofrecía una lectura más moderna de la historia al espectador. La mejor cinta del periodo está firmada por el gran Terence Fisher: Drácula (Horror of Dracula, 1958), director que volvería sobre el personaje en Drácula, príncipe de las tinieblas (Dracula: Prince of Darkness, 1966). A raíz del éxito obtenido, la productora comenzó a utilizar a Lee en todo tipo de subproductos, incluso
entrados ya los años setenta. Habríamos que esperar hasta 1992 para encontrar a otro actor que se identificara tan intensamente con el personaje. Fue Gary Oldman, en Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker's Dracula), interesante versión de Francis Ford Coppola que desde el título se arrogaba la cualidad de ser la adaptación cinematográfica más fiel al texto de la novela original. La película servía también para dar, si es que era necesario, un barniz arty e intelectual (director de prestigio, gran presupuesto, ambiciones comerciales) a una historia que quizá llevaba demasiado tiempo relegada a los sótanos de la serie B, la parodia y la cultura pop, a donde no tardaría en volver gracias, precisamente, al revival  del mítico personaje propiciado por Coppola, que tendría consecuencias como Drácula, muerto pero feliz (Dracula: Dead and Loving It, Mel Brooks, 1995), con el inevitable Leslie Nielsen, o Drácula 2001(Dracula 2000, Patrick Lussier, 2000), producida por el oportunista Wes Craven, entre otras. Hubieron de pasar varios años para que el conde vampiro volviera al cine y lo hace con Drácula: La leyenda jamás contada (Dracula: Untold, Gary Shore. 2014). No cabe duda que este 31 de octubre será propicio para ver la saga del conde vampiro en buena compañía. Feliz Noche de Brujas.
actualidad cultural
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