SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 18 de abril de 2025

UNA PREGUNTA INCÓMODA: ¿Fue Jesucristo un revolucionario?

Conocer a fondo y toda la verdad, sobre la vida de Nuestro Señor Jesucristo es muy difícil, debido a que su historia se comenzó a escribir hasta 70 años posteriores a su crucifixión, lo cual ha provocado incertidumbres y dudas de parte de algunos estudiosos acerca de su existencia y de su martirio en la cruz. Pero en este caso, el historiador judío Flavio Josefo, quien vivió en esa misma época, comprueba en sus escritos la existencia de Jesús, de quien dice muy brevemente: “Fue un hombre de bien. Admirado por muchos y que sanaba”. Durante ese largo período de tiempo se pudo haber perdido bastantes elementos históricos valiosos que comprueben muchas verdades acerca del Mesías. Además de la acción (censura) de la Iglesia Católica de aquellos tiempos de hacer desaparecer grandes cantidades de textos sobre la historia del cristianismo primitivo y el acaparamiento de libros en la Biblioteca del Vaticano que versan sobre la verdadera historia del cristianismo, se nos hace muy difícil conocer en su totalidad sobre la vida de Jesucristo, su familia y amigos, su relación con sus apóstoles, sus enseñanzas y obras, costumbres y estilo de vida. Y otras cosas más. Pero gracias a muchos estudiosos, teólogos, historiadores e investigadores, podemos conocer algunos rasgos históricos de quién era y qué hizo en vida. Pero, ¿Jesús de Nazaret fue un revolucionario? Desde el primer momento en que su primo, Juan el Bautista, lo anuncia como El Mesías, se creó un gran revuelo en los diferentes estratos del pueblo judío, sobre todo entre los grandes jerarcas del poder religioso-político-económico, representado en El Sanedrín. Si, el revolucionario es el que lucha o se esfuerza por cambiar esquemas y estructuras que no satisfacen o no cumplen con sus funciones correctas, entonces Jesucristo fue un revolucionario. El Ungido se presentó como el Hijo de Dios, ofreciendo un mundo mejor y una nueva forma de práctica de vida moral-religiosa y a amar al prójimo. Criticaba a los jerarcas religiosos, se enfrentó a ellos y los llamaba hipócritas por el comportamiento indigno de estos, ya que se contradecían con las Sagradas Escrituras, las cuales el Maestro conocía muy bien. No cabe la menor duda de que el contenido de sus prédicas y enseñanzas enojaban y preocupaban muy seriamente a las máximas autoridades judías, porque sus mensajes y sermones eran totalmente diferentes a los tradicionales del judaísmo. Sus formas y estilos de predicar, y de hacer proselitismo religioso fueron novedosos en su época, como el andar en grupos predicando en diferentes lugares, así como también las prácticas de sanación a los enfermos y resucitación de algunos muertos. Sin lugar a dudas fue, más que todo un revolucionario místico-espiritual-pacifista. Su doctrina religiosa se ha perpetuado a través de los tiempos. Es importante hacer ver que en el contexto histórico-político en que vivió el Hijo de Dios, fue muy difícil, debido a que el Imperio Romano tenía dominada Palestina, la cual pertenecía a la provincia de Siria. Es por eso que el pueblo judío esperaba a un Mesías Libertador, para que los liberara de los invasores. Para los hebreos fue un hecho vergonzoso y humillante el haber estado bajo la ocupación de los romanos, quienes los humillaban y los trataban con mucho desprecio en su propia tierra, hasta llegar a ofender sus creencias religiosas y profanar sus sinagogas, las cuales eran muy sagradas para ellos. Había mucho descontento entre la población por tal situación. El país estaba convulsionado y hubo resistencia militar a través de la táctica militar, que hoy conocemos como guerra de guerrilla, pequeños grupos que atacaban a la guarnición romana y luego huían, para refugiarse en el desierto. Barrabás, sí, ese mismo, el que fue presentado ante la multitud por el gobernador romano, Poncio Pilatos, para que escogieran entre Jesús y Barrabás, para ser liberado y que a grandes gritos influenciados por el demonio dijeron: ¡A Barraaabás…A Barraaabás! Este vil sujeto fue un sedicioso y conspirador contra los romanos, que fue capturado por sus acciones durante la celebración de la fiesta judía de la Pascua. Se le acusaba de ladrón y homicida. Para muchos judíos, Barrabás era la opción militar para combatir a los romanos. Por tal motivo la multitud lo prefirió a él. Cuando Pilatos dijo “Soy inocente de la sangre de este justo” los judíos gritaron “Que su sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos” convirtiéndose de esta forma en un pueblo maldito y despreciado por el mundo. A diferencia de Barrabas, todo lo contrario fue Nuestro Señor Jesucristo, que cuando le preguntaron si se debía pagar el diezmo (impuesto) a los romanos, él fue muy elocuente con su respuesta: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Siempre se ha considerado esta frase como un gesto de sumisión y de resignación, pero tal vez esto obedezca a que la vida del Maestro estaba más enfocada a la parte religiosa y espiritual que política. Es más, Jesús, al ser entregado, no pronunció palabra para defenderse en contra de aquellos que lo iban a crucificar, incluso, en la última cena le dio la oportunidad a Judas de arrepentirse. En Mateo 26:47-56 vemos la postura clara de Jesús ante la violencia, llamándole amigo a aquel que lo estaba entregando (Judas). Incluso exhortó a su discípulo Pedro cuando trató de defenderlo, rebanando la oreja a uno de lo que venía a llevarse a su maestro, Jesús inmediatamente sanó su herida y se entregó. Fue más que todo un predicador de paz, amor, perdón y solidaridad humana. Jesús no arrebató la vida de su prójimo para cumplir su misión, él entregó la suya. No fue por ello un revolucionario en el contexto que nosotros conocemos. Pero sus prédicas y enseñanzas sí revolucionaron o cambiaron una gran parte del mundo, tanto moral como espiritual.
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