SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 8 de noviembre de 2024

EL TRUMPISMO: Un baluarte de la libertad en el mundo

Hoy, el trumpismo se ha convertido en el más importante movimiento político-cultural contra el socialismo, a nivel mundial. Es el principal ariete para combatir a las izquierdas radicales promotoras de una ideología perniciosa que siempre se traduce en miseria, persecución a opositores, corrupción, inseguridad y ausencia de libertades y derechos humanos. Este martes más de 73 millones de ciudadanos americanos votaron por Donald Trump. Y hay muchos más que respaldan su movimiento, dentro, y fuera de EE.UU. En éste participan personas de todas las razas: blancos, hispanos, negros, asiáticos. Ni Obama ni Hillary Clinton, ni Biden, ni mucho menos Kamala Harris, generaron movimientos sociales en torno a su ideología o fuerza política. Fueron alfiles de una agenda progresista y globalista. En cambio, el trumpismo tiene mucho futuro no sólo en EE.UU., porque representa una alternativa de derecha nacionalista y patriótica, la salvación de la economía nacional de EEUU, el rescate de los trabajadores golpeados por el globalismo, y la generación de empleos. Zombificada por las ideas de Horkheimer, Adorno, Lukacs, y Gramsci, en decenas de universidades de todo el orbe, la izquierda se las ha arreglado para promover una ideología marxista clásica - la que promueve el odio entre clases sociales y hacia empresarios -, o posmarxista cultural que impulsa el odio entre hombre y mujer, gays y heterosexuales, negros contra blancos, y contra la religión, la Patria, y la familia. Estas izquierdas engañabobos hicieron ver a la derecha como algo odioso, una ideología que sólo podía representar a los ticos, a los industriales, a la oligarquía y al orden establecido. Sus apreciaciones estaban lejos de la verdad, porque siempre han existido derechas construidas con los trabajadores - como la democracia cristiana y el sinarquismo -, pero hoy el trumpismo es un claro ejemplo de una derecha antielitista, que no se apoya en ninguna “plutocracia”, y que es anti-establishment. Los jóvenes en el pasado caían directo en las garras de las izquierdas, porque no parecía haber espacio para criticar al sistema desde la derecha. Ahora, una aportación del trumpismo es ser una alternativa de derecha antisistema y con arraigo popular, como se vio en los recientes comicios donde el apoyo a Trump fue total. El trumpismo aplica notas del liberalismo clásico, según el cual todos somos iguales ante la ley, constitucionalmente, lo que se contrapone a los privilegios especiales que concede la izquierda a minorías furiosas progresistas, que se creen con más derechos que todos los demás. Estas izquierdas apoyan una agenda progresista para empoderar colectivos identitarios que a la vez son su base electoral y su punta de lanza mediática. Como recordareis, los demócratas estaban muy orgullosos de las acciones de sus grupos de choque, Black Lives Matter y de Antifa, ese par de violentos colectivos capaces de agredir a familias con niños que caminan pacíficamente por la calle, a ancianas blancas, e incluso a negros como ellos por el sólo hecho de ser diferentes, de no pensar como ellos. No obstante, el trumpismo está ganando la guerra cultural contra el postmarxismo. Los republicanos en décadas no supieron construir un movimiento cultural como el que hoy es el trumpismo, quien aplasto el martes una vez más al establishment. Algunos trumpistas portan armas, pero también los grupos terroristas que apoyan a Biden. La Segunda Enmienda permite la posesión y portación de armas en EEUU, por lo que no hay nada ilegal en esto. Una diferencia enorme es que los grupos armados de izquierda radical causan estragos, provocan terror (técnicamente son terroristas), y se preparan para una insurrección marxista, mientras que las milicias que respaldan a Trump buscan preservar “la ley y el orden”, el Estado de Derecho. Muy distinto es estar armado en defensa de la democracia, que ponerla en crisis. Sin embargo, obvio, no son las ametralladoras las que fundamentan la lucha del trumpismo, sino, al menos, tres pilares: el nacionalismo, el antisocialismo, y la religión. No tienen como meta implantar un gobierno mundial, sino hacer a Estados Unidos grande de nuevo (MAGA). El enfoque es nacionalista por encima del globalismo. Combaten toda forma de comunismo o socialismo, porque Estados Unidos se ha hecho próspero gracias al capitalismo, al liberalismo económico, sabiendo que toda ideología de izquierda representa un peligro para la libertad y la dignidad humana. El derecho a la propiedad privada es sagrado y debe ser protegido, El cristianismo ha aportado las bases de nuestra civilización occidental, por lo que una absurda separación de las iglesias y del Estado resulta abominable. Un ideal del trumpismo es, al contrario, tomar las líneas de la moral religiosa como guías de comportamiento. La religiosidad no es algo nuevo: un nuevo presidente jura sobre la Biblia (desde George Washington), y en los dólares aparece la frase: “In God we trust”; en cientos de discursos presidenciales de todas las épocas se invoca al Creador. Durante los mitines de Trump la gente rezaba por el futuro del país, para detener a la progresía, a la que consideran una demoniaca obra del mal. Una característica muy relevante del trumpismo es haber motivado el surgimiento de una nueva red de medios electrónicos y digitales alterna liderados por X de Elon Musk. Como sabéis, EE.UU. lucía como “el paraíso del progresismo” hasta hace poco, sinónimo de degeneración moral, de empoderamiento de minorías furiosas, la decadencia del imperio. Un estilo de vida depresivo, previsto por Gilles Lipovetsky. Todo ello atribuible a los antivalores socialistas que Trump llegó a cambiar. Eran el ácido que derruía los cimientos de la democracia. Tildar de “conspiranoicos” a los trumpistas, descartarlos, ha sido una estrategia más del Enjambre del progresismo globalista, esa mafia que aspira a un mundo bajo su control, para lo cual buscan reducir la población de 7 mil millones, a sólo 2 mil millones. Para ello se han valido del control de la natalidad, ahora abortos al por mayor, y a promover modelos homosexuales, ya que no procrean hijos… Pero este 5 de noviembre se fueron de bruces. Hoy, el trumpismo es encuentro de todas las derechas nacionalistas, antiglobalistas, y con fundamentos cristianos. Ésos son los cimientos de la civilización que debemos defender. Por cierto, en cuanto al resultado de las elecciones, no se trata solamente de que Donald Trump haya ganado, sino que destruyó al stablishment, destruyó al maligno mundo corporativo de la extrema izquierda; derrotó al poder woke que pretende borrar la historia y crear una nueva humanidad que asquea y que condena al que quiere ser libre: masacró a la élite que intentó hacer lo inaudito: tratar de obtener la presidencia en base a infundir miedo en los electores norteamericanos. Y aquí estamos hablando de una de las movidas más nefastas en toda la historia de la política de este planeta. Lo que se vivió durante el día y la noche del 5 de noviembre, hasta la madrugada del día siguiente, marca un inédito hito sociopolítico: Esta noche, las fuerzas del mal que pretenden deformar a la humanidad, fueron humilladas, expuestas y sometidas, por lo único que importa, por lo único que tiene peso en un elector: la verdad que no sólo puede mejorar a su país sino su vida y la de su familia. ¿Acaso de eso no se trata todo esto? No se trata de Oprah, ni de Taylor Swift… no se trata de pseudo pensadores como Sam Harris y toda, absolutamente toda, la podredumbre de la industria hollywoodense en manos de corporaciones judías que deforman la historia: se trata de gente que quiere elegir a una persona para que construya un mejor país. Ni más ni menos.Con Kamala Harris murió la política dentro de un partido político, el Demócrata. y esto, ¿qué rayos quiere decir? He aquí la gran verdad de lo ocurrido en torno a esta pobre mujer. Antes de que el mundo entero presenciara el lamentable estado de senilidad de Joe Biden en el -tristemente histórico- debate contra Donald Trump, su vicepresidente, Kamala Harris, era sinónimo de burla, de ineptitud. Acaso el peor ser vivo en llegar a la vicepresidencia, sin mencionar al peor ser vivo en llegar a la presidencia. Y miren que EE.UU. ha tenido a sus Nixon y demás. Pero Kamala era… nada. Un cero, un chiste. Biden renuncia ante la debacle que se le venía a los Demócratas. Y entonces ocurre uno de los eventos siniestros que nadie, absolutamente nadie debe ni puede olvidar: las corporaciones que controlan todos los medios de comunicación, opinadores y demás payasos en el circo del poder se unieron para forjar un personaje; así como Sauron forjó el anillo que domina a todos los demás en El Señor de los Anillos, el establishment; es decir, esta gente que aparece en las listas pedófilas del judío Epstein - estrangulado en prisión para que no hable de los “famosos” como Bill Clnton que participaban en aberrantes orgias con niños - y que han controlado una funesta agenda “woke” caracterizada por la instauración de una pseudo polícía del pensamiento (sí, recordemos 1984 de Orwell) que censura y cancela todo aquello que va en contra de sus distorsionados ideales, tomó una decisión: crear un personaje, ficcionalizar a Kamala Harris (la trastocada vicepresidente con coeficiente intelectual más bajo que el de una papa frita) y armar sobre ella una entidad inexistente. ¿Cómo lo lograron? Bueno, y este fue otro asesinato: la muerte del periodismo. Desacreditados medios como The Washington Post, The New York Times, las cadenas televisivas ABC, NBC, MSBNC, incluso Comedy Central, dejaron de emitir noticias, hechos, para convertirse en burdas maquinarias de propaganda y marketing del establishment. Propaganda y marketing en torno a una redentora, una negra analfabeta y arribista con una sonrisa contagiante (de la que hace apenas meses medio planeta se mofaba) y cual producto más de consumo masivo, la empaquetaron como la esperanza y única opción para salvar al país… Pero, ¿salvarlo de qué? Siendo ella la actual vicepresidente y estando al lado del actual presidente de los EE.UU. el discapacitado físico y mental Joe Biden ¿De qué se supone podía salvar a los norteamericanos? Y aquí entra la segunda parte del plan: satanizar a Donald Trump. Ahora, Bill, ¿acaso la destruyó en su presidencia anterior? ¿Acaso tú o alguno de tus amigos ricos y de izquierda abandonaron el país como prometieron que lo harían si Donald triunfaba en el 2016? NO. Pero esta banda que se alineó, como si tuviesen la responsabilidad de acabar con una peligrosa raza alienígena que viene a invadir la Tierra, hizo todo lo que el dinero, poder y fama podía asegurar: llevar un mensaje, una mentira, propagarla. Y, sobre todo, mantener al personaje de Kamala protegido, no exponer a la insulsa y tonta mujer que es, no dejar que hablase en público: mostrarla en las burbujas de las nuevas agencias de marketing y propaganda (antes, medios de comunicación) y pensaban que así, entre la creación de un personaje de ficción y la instauración del miedo satanizando a su rival, lograrían ganar. Pues, pésima estrategia. Pésima. No se trató de una teoría de conspiración sino de una enorme conspiración puesta en marcha: con intentos de asesinato contra Trump incluidos por parte del establishment, desesperados por su indetenible avance. Frente a ellos, Donald Trump reunió un pequeño grupo de gente que sabe lo que hace y que es real. Elon Musk, Robert Kennedy, Tulsi Gabbard. Y a quien considero será el mejor vicepresidente de la historia, el carismático JD Vance, para evitar la ficción y asumir la realidad: es necesario salvar a un país que está al borde de perderse en el abismo de la locura. Es tal la burla de estas empresas de propaganda y marketing que mientras termino de escribir este artículo, CNN sigue publicando que ellos “todavía no dan como ganador a Trump”, que faltan votos por contar. ¿Cuáles? ¿Qué matemática anti-matemática tienen en sus cerebros? La cortina del circo se ha cerrado. Donald Trump es el nuevo presidente de los EE.UU., que hoy, como nunca, sigue siendo “The land of the free and the home of the brave.” En realidad no ganó Donald, sino los valerosos votantes. Ganó la libertad. Y la historia así lo recordará.
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