SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 27 de septiembre de 2024

SIONISMO: Una ideología delirante y perversa

Considerando sólo los últimos 24 años, mediante una conducta de depravación evidente, la entidad sionista, encabezada por el Criminal de Guerra Benjamín Netanyahu, es protagonista no solo de una política masiva de asesinatos contra la población palestina, tanto en la Franja de Gaza como en la Ribera Occidental, sino que su infinita sed de sangre lo ha llevado a extender sus brutales agresiones al Líbano - con bombardeos masivos contra la indefensa población civil - lo cual puede ser el inicio de una conflagración general en toda la región. Esta ideología demoniaca, tal como se revela acertadamente en The Protocols of the Learner of Elders of Zion (Los Protocolos de los Sabios de Sion) no solo busca dominar al mundo, sino “restablecerse” en Palestina, de la cual - afirman - “fueron expulsados hace siglos por los romanos”, cuando entre aquellos judíos y los sionistas de hoy no hay nada en común. Es más, esos “antepasados” de los cuales hacen alarde, fueron a su vez esclavos en Egipto, de donde una vez escapados, se apropiaron por la fuerza de tierras ya habitadas desde tiempos inmemoriales y que nunca fueron suyas, solo “porque Dios se los ofreció” según la Biblia, lo cual legalmente no tiene valor alguno, ya que solo se basa en mitos y leyendas que nunca han podido ser comprobadas. En resumen, usurparon esas tierras y al cabo de unos siglos de ocupación, expulsadas de ella. Su oportunidad para volver a apoderarse de lo que nunca les pertenecio, llego en 1948, cuando los sionistas contando con la abyecta complicidad de los EE.UU. y el Reino Unido, crearon una entidad artificial llamada Israel en tierras palestinas, dando inicio a una serie de expulsiones y asesinatos en masa de sus habitantes para apoderarse de sus propiedades y entregarlas a colonos judíos llegados de Europa como nuevos “dueños” de lo robado. Desde entonces, las acciones del sionismo han ido enfocadas en seguir consolidando la construcción de asentamientos en la Ribera occidental para apoderarse de toda ella. Ello, a contrapelo de la legislación internacional, como fueron las resoluciones de la ONU, que reafirmaron el carácter ilegal de los asentamientos en los territorios palestinos del West Bank. Pocos países han levantado la voz para exigir este cumplimiento. En el caso de Irán, la nación persa lleva la voz cantante y ha instado a la comunidad internacional a cumplir con su responsabilidad inherente, aumentar las presiones contra la entidad sionista e impedir que se materialicen las políticas agresivas y expansionistas de dicho régimen, que no solo ambiciona apoderarse de Gaza y la franja occidental, sino también del Líbano. Analistas como Norman Finkelstein - estadounidense de religión judía - en su libro “Método y locura: La historia oculta de los ataques de Israel en Gaza” da a conocer que el repetido recurso a la guerra más salvaje por parte de Israel dista mucho de ser irracional: “en realidad, afirma Finkelstein, los ataques de Israel han sido diseñados para sabotear todo compromiso de paz con los palestinos, aun cuando los términos de este les favorezca ampliamente. Desde el nacimiento de Israel su única obsesión es exterminarlos completamente. Es la solución final de quienes gobiernan” En esta postura del sionismo y a la vista de las cifras de víctimas de las operaciones militares israelíes, se ha dicho que esta desproporción en el número de víctimas ocasionadas y las víctimas propias tiene un carácter delirante y patológico. ¿Es así? ¿Sufre la entidad sionista de una patología delirante? Si entendemos por delirio aquella sicopatología donde se destacan temas tales como sentirse perseguido, además de presentar visiones de grandeza o megalomanía - un pueblo ‘elegido’ convocado a una misión divina - la entidad sionista, al interpretar la realidad de manera distorsionada es entonces delirante, tiene una ruptura con la realidad circundante, sin capacidad autocrítica y sin un pensamiento coherente y lógico. Se autoconvence que aquello que hace, por más criminal que sea tiene un objetivo superior: la grandeza y la seguridad del sionismo a partir de una orientación de un dios exclusivo y excluyente. El delirio se genera a partir de una interpretación distorsionada de la realidad. Allí donde todos ven una conducta de agresión, el delirante habla de “autodefensa”. Allí donde los organismos internacionales hablan de la necesidad de detener la construcción de muros y asentamientos que segregan y usurpan territorio palestino, el delirante habla de “la necesidad de proteger sus fronteras”. Pero cuando el pueblo palestino, en uso moral y legal de actos de defensa de su territorio ejecuta acciones de autodefensa contra tropas y colonos ocupantes, el delirante habla de “terrorismo” ocultando así su propia política colonialista, racista y criminal. En el plano político no se conocen medidas preventivas contra el delirio, por ello resulta importante que ante las sospechas de estos síntomas, que en el caso del sionismo son lisa y llanamente un claro diagnóstico de una enfermedad grave pero no por ello inimputable frente a hechos delictivos. Por ello, los organismos internacionales, las sociedades deben definir cursos de acción encaminados a proteger a los pueblos que sufren la acción de políticos, religiosos, colonos, instituciones civiles y militares aquejados de esta patología. Es indudable, a la luz de la conducta histórica del sionismo, que esta ideología y su expresión estructural bajo el nombre de Israel es una entidad dotada de una conducta de perversión donde la moral y los valores están absolutamente trastocados. La perversión, como concepto aplicable al actuar político y militar de la entidad sionista, supone a un gobierno y miembros de esa sociedad que actúan con conductas invertidas, normalmente no aceptadas y moralmente incorrectas, que buscan a través de la puesta en práctica de esas acciones perversas el placer del dominio mediante el uso del terror. Actos perversos contra la población palestina ejecutada por soldados y colonos: asesinar a sangre fría, detener y torturar, impedir la libre circulación de los habitantes del territorio. Impedir ejercer sus acciones religiosas. Demoler miles de viviendas hasta sus cimientos, destruir sus cosechas, arrancar de raíz sus árboles de olivos, cercar sus ciudades con muros y alambradas. Hacer uso de la llamada ley de Ausencia, que permite apropiarse (robar) la casa de un no judío al que se ha obligado a huir. Impedir el uso de bienes como el agua y la electricidad. Generar guetos, carreteras exclusivas para colonos. La lista de actos perversos suma y sigue: cercar con check points las tierras palestinas, impidiendo la libre circulación de la población palestina. Judaizar Jerusalén. Construir asentamientos y poblarlos de colonos extremistas en territorio palestino, impedir el desarrollo cultural, eliminar todo rastro lingüístico de nombres árabes. Negar el regreso de los refugiados del forzado exilio. Rematar en el suelo a hombres y mujeres palestinos heridos. Detener a menores de edad. Maltratar a ancianos y mujeres. Segregar a la población mediante el uso de documentos diferenciadores. Así, el apartheid practicado por Israel contra la población palestina deja de ser un simple recurso argumentativo y se convierte en una realidad- El propio Tribunal Russel Para Palestina, reunido en la Ciudad del Cabo (Sudáfrica) el año 2011 que convocó a destacados juristas internacionales concluyó que “Israel somete al pueblo palestino a un régimen institucionalizado de dominación considerado apartheid por el derecho internacional” bajo el marco de la Resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU, aprobada el 10 de noviembre de 1975 , equiparó al sionismo con el racismo en general y llamó a su eliminación, entendiéndola como una forma de discriminación racial. Toda esa larga lista de acciones perversas del sionismo no cesa y se fundan en un deseo que reúne las características propias de una ideología criminal, que ve al palestino como un animal, un ser inferior, un infrahumano, alguien sin derechos frente al denominado “pueblo elegido”, a quien afirman que Dios le concedió una tierra ajena y ha hecho de ese mito una razón fundante. Una ideología que bajo el actual régimen israelí preconiza un Estado “étnicamente puro”. Esa perversión se funda en actos de una ideología que encuentra su expresión y verbalización en líderes israelíes que alientan el odio, la segregación y el crimen de los no judíos, calificando a los palestinos como animales a los cuales hay que exterminar. Perversión como la del terrorista ex Primer Ministro Menahem Begin, nacido en Bielorrusia, quien el año 1982 declaró ante el parlamento israelí el carácter infrahumano de los palestinos “se los digo, apenas son humanos”. Perversión como la del también ex Primer Ministro Ehud Barack, de padres lituanos, quien en la segunda Intifada advertía a los israelíes “los palestinos son como los cocodrilos, cuanta más carne les dan, más quieren”. Palabras complementadas con las “piadosas” expresiones del rabino Yizhak Ginsburg, nacido en Estados Unidos quien señalaba “la sangre judía y la sangre de los que no lo son no es la misma y en ese plano, matar no es un crimen si las víctimas no son judías”. Como no recordar al fallecido Yizhak Shamir, de origen bielorruso y ex Primer Ministro, quien vociferaba a los cuatros vientos “Aplastaremos a los palestinos como a langostas, aplastaremos sus cabezas contra las rocas y los muros” También podríamos referir en este breve recuento las palabras del ex Ministro de Defensa, el colono ultranacionalista de origen moldavo Avigdor Lieberman quien propuso el año 2009 tras la operación Plomo Fundido, “aplicar en Gaza lo se le hizo a Japón al final de la segunda guerra mundial”. Y dentro de estas ideas tan propias de los líderes de la autodenominada “mayor democracia de Oriente Medio” destaca la de Ayelet Shaked, quien fue Ministra de Justicia (entre el 2015 y el 2019) y ex diputada por el partido Hogar judío, la cual sostuvo que “Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son combatientes enemigos, y su sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Nada sería más justo que siguieran sus pasos. Estas madres deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes" asevero. Es indudable que el delirio, la perversión y la megalomanía, son partes componentes del sionismo, constituyendo parte del engranaje de una ideología demoniaca convertida en una perversión criminal del judaísmo, tal como lo ha declarado la organización de rabinos Neturei Karta, convencidos de la incompatibilidad entre las enseñanzas del judaísmo y una entidad artificial denominada Israel asentada sobre la fuerza de las armas, el pillaje y el sufrimiento de todo un pueblo. Según Moshé Machover, matemático y filósofo israelí radicado en Inglaterra, la idea de un pueblo judío es "una falsa idea promovida por la ideología sionista: el mito de que los judíos en todo el mundo son una nación antigua, exiliada por la fuerza de su antigua patria, la tierra de Israel" continuar en esa idea, tratar de imponerla y ocupar tierras ajenas es una conducta delirante, como perversa es el uso de prácticas violatorias de los derechos humanos de millones de palestinos en pos de ese objetivo mitológico. “El sionismo es intrínsecamente demoniaco y los hechos lo demuestran” aseveró. Y no le falta razón.
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