SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 6 de septiembre de 2024

PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN UCRANIA: Abriendo el paso al neopaganismo

El 24 de agosto de este año, el títere colaboracionista ucraniano Vladímir Zelenski firmó una ley que prohíbe todos “los grupos religiosos vinculados a Rusia” en el país. El objetivo principal es la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, la principal organización religiosa del país que, independientemente de las decisiones administrativas de los años 1990 (autonomía dentro del Patriarcado de Moscú) y del 2022 (su total independencia del Patriarcado de Moscú), tiene más de 1.000 años de historia. El hecho de que dicha decisión fue adoptada en el llamado “Día de la Independencia” de Ucrania agrega un cinismo particular. No cabe duda por ello que la persecución de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana por parte del régimen golpista de Kiev tiene como objetivo abrir paso al neopaganismo en Ucrania. A primera vista, podría parecer que se trata de sustituir a la antigua Iglesia, que tiene vínculos históricos con el Patriarcado de Moscú, por una institución pseudorreligiosa llamada “Iglesia Ortodoxa de Ucrania”. Sin embargo, el objetivo de esta acción disfrazada de disputa eclesiástica no es crear una alternativa a la Iglesia canónica, sino destruir la religión ortodoxa. Como sabéis, el cristianismo ortodoxo fue adoptado como religión del primer Estado de los eslavos orientales en Kiev, su capital. El primer Estado eslavo se llamó Rus de Kiev, y su gobernante, el príncipe Vladímir, lo convirtió a la fe cristiana bautizándolo a la orilla derecha del sagrado río Dniéper. Los eslavos orientales son representados hoy por tres pueblos: rusos, ucranianos y bielorrusos, que se entienden perfectamente en sus idiomas, representan diferentes versiones de la misma cultura y genéticamente no tienen entre sí ni la más mínima diferencia, aunque la propaganda oficial de Kiev, desde el golpe de Estado del Maidán en el 2014 - organizado por la CIA - insista en que los ucranianos son “parte de la civilización europea” y no tienen nada que ver con “los bárbaros rusos”. Durante su discurso nocturno sobre esta ley, Zelenski dijo que “la ortodoxia ucraniana está dando hoy un paso hacia la liberación de los demonios de Moscú”. La nueva ley otorga a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana nueve meses “para cortar los lazos con Rusia” o, de lo contrario, serán clausurados por orden judicial. Según esta ley, las actividades de la Iglesia Ortodoxa Rusa son “una extensión ideológica del régimen del Estado agresor” en referencia a Rusia. Durante la votación en el Parlamento ucraniano, 265 legisladores votaron a favor y 29 en contra. A su vez, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) no ha dejado de acusar a la Iglesia Ortodoxa “de difundir propaganda rusa a favor de Moscú” y, desde el inicio del conflicto armado, ha abierto procesos penales con cargos inventados contra más de 100 de sus monjes. Casi 50 de ellos ya han sido acusados y 26 condenados. En efecto, desde hace mucho tiempo, los medios de propaganda ucranianos llevan a cabo una rabiosa campaña contra la Iglesia ortodoxa, que provocó intervenciones a muchos templos, a menudo acompañadas de palizas a sus feligreses. En este contexto, llama la atención la inacción de las estructuras internacionales pertinentes que en realidad intentan “no darse cuenta” de la opresión religiosa en Ucrania. Los medios de comunicación occidentales, que diariamente promueven contenido antirruso, también guardan un silencio cómplice, como si ese tema no existiera para ellos en absoluto, porque “arroja una sombra” sobre el régimen que utiliza la religión como arma. Es indudable que la prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana por el régimen de Kiev es un acontecimiento previsible, inevitable y refleja plenamente la esencia de ese gobierno golpista. Lo sorprendente no es la prohibición, sino lo mucho que se retrasó. Luego del golpe del Maidán esto podía haber sucedido en cualquier momento. Por lo visto, la fe ortodoxa es demasiado rusa para tener derecho a existir en esta “nueva” Ucrania. Es evidente que el pueblo ucraniano enfrenta ahora una fuerza demoniaca y anticristiana que desprecia por igual lo humano y lo divino. Más allá de la persecución, golpizas y encarcelamiento de los monjes que son tratados como prisioneros de guerra, la ley afecta en primer lugar a los más humildes e indefensos, es decir, a millones de jubilados que viven en la miseria y el miedo permanente, que tenían en la fe su único amparo. La ley actual que abre las puertas a la prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, y tiene como objetivo querer quitarle a los ucranianos su memoria colectiva verdadera, que une inseparablemente desde siempre y para siempre a Ucrania con Rusia. Con la pequeña diferencia de que sus raíces ortodoxas se remontan a un tiempo histórico mucho más antiguo que el ruso. Es indudable que los valores e ideales cristianos son espinas en la garganta de la bestia sionista estadounidense - quien es la que realmente manda en la “nueva” Ucrania - que salta por el planeta de guerra en guerra, salpicando miedo. Por ese motivo, cualquier espiritualidad humana es mucho más peligrosa para ella que todos los misiles del mundo juntos. Presenciamos así un momento histórico, del intento de la cancelación no solo de Rusia, sino de toda espiritualidad y con ello, a la humanidad. La prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, al igual que las recientes presentaciones pseudoartísticas en los Juegos Olímpicos de París - donde se burlaron abiertamente de Jesús - es una ruptura definitiva con la cultura y la historia europea y mundial. Además, hay otro detalle mucho menos conocido. Luego de febrero del 2022, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana eliminó de su nombre la afiliación al Patriarcado de Moscú, lo que, sin embargo, no la salvó de la represión del régimen. Es decir, en la Ucrania actual no existe legalmente ninguna rama de una Iglesia rusa, solo está la Iglesia Ortodoxa autónoma e independiente, que incluye a la gran mayoría de cristianos ortodoxos del país. Pero también existe la llamada “Iglesia Ortodoxa de Ucrania”, que fue creada en el 2018 por una decisión claramente política del Patriarca de Constantinopla. Pero ni los monjes ni los feligreses se han pasado del lado de los cismáticos en estos seis años, por eso ahora las autoridades simplemente quieren prohibir las parroquias no deseadas y arrebatarles todas las iglesias y monasterios para entregárselos a los usurpadores. Está demostrado que ni los cristianos ortodoxos se convertirán voluntariamente en cismáticos ni mucho menos van a abandonar sus iglesias y templos, ni siquiera bajo la amenaza de ser perseguidos, por lo que esta nueva ley está creando una grave tensión social que se suma a los graves problemas del país colapsado. La reciente aprobación de esta ley ha provocado varias críticas no solo en Rusia, sino también en Occidente, por parte de políticos y líderes eclesiásticos, incluyendo al papa Francisco I, quien dijo que le preocupaba el estado de las libertades religiosas en el país e instó a Kiev a “permitir que quienes quieran rezar puedan hacerlo en lo que ellos consideran su Iglesia” enfatizando que “nadie hace mal rezando”. Hay varios jerarcas de la Iglesia canónica que se desvincularon de Moscú, incluso algunos condenaron al patriarca ruso Kirill, varios fueron arrestados y otros guardan silencio. El judío Zelenski tiene la necesidad de demostrar a toda costa “que ha derrotado por completo” y en todos los ámbitos a Moscú. Pero sigue temiendo a la sombra de una ‘quinta columna’, que podría atacar por la retaguardia cuando las tropas rusas avancen hacia Kiev. ¿Temerá acaso al monje Elías de Pechersk (conocido como Ilyá Múromets), gran guerrero y héroe nacional de tiempos remotos (cuando todavía no estaban divididos en rusos y ucranianos) y abrirá las puertas de la capital ucraniana al Ejército Libertador de Moscú? ¿Tiene miedo de que se levante de su tumba en el Monasterio de las Cuevas de Kiev y dirija el eterno regimiento de santos rusos? Exactamente, este es el mayor de sus miedos. Les aterra lo que no figura ni se domina legalmente, pero que de hecho existe, sin permisos, todo lo espiritual y lo eterno. La unidad del pueblo ruso y la unidad de su Iglesia. Zelenski no le teme a una ‘quinta columna’, como judío que es, le teme a la espiritualidad, a la cultura y a la historia rusa. Lo que no se vence con dinero, ni con mentiras mediáticas, ni con leyes criminales. La comunidad internacional, debe dar una evaluación inequívoca de lo que está sucediendo. No se puede hacer la vista gorda ante la agresiva persecución de personas cuya única “culpa” es querer adherirse a la fe de sus antepasados. Es necesario condenar enérgicamente las acciones anticristianas de un régimen asesino que ya vive sus horas de agonía.
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