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viernes, 16 de febrero de 2024

GÁRGOLAS DEL NOTRE DAME DE PARIS: Terroríficos guardianes que custodian la ciudad

Convertido en uno de los iconos del templo y de la capital francesa, las gárgolas de Notre Dame son criaturas grotescas que vigilan a ciudad y a los millones de turistas que la visitan desde lo alto de su catedral gótica. A pesar de que la palabra gárgola ha acabado por englobar a todos los engendros de piedra esculpidos en los muros de una iglesia, el término debería aplicarse estrictamente a aquellos que tienen una función muy determinada y esencial para la conservación de la catedral. Si bien que a pesar de estar inspirados en los monstruos y las supersticiones de la Edad Media, en realidad fueron tallados en siglos posteriores; y más que evocar las tinieblas medievales reflejan los miedos y los prejuicios de la época en la que fueron esculpidos, recordándonos la oscuridad que muchas veces envuelve la naturaleza humana. Como sabéis, la catedral de Notre Dame es un símbolo de París y un icono de la arquitectura gótica. Comenzó a erigirse a mediados del siglo XII y tardó doscientos años en completarse. El pasó de los siglos y las inclemencias climáticas hicieron mella en el templo, pero fueron las revoluciones, motines y disturbios vividos por la ciudad a partir del siglo XVIII que la dejaron en un estado casi ruinoso. Tras la Revolución Francesa las vidrieras habían sido destruidas, las estatuas mutiladas y era un refugio para las aves, que anidaban en su interior y la llenaban de basura y excrementos. A principios del siglo XIX, la Iglesia católica emprendió la faena de limpieza y adecuamiento del templo, de modo que el propio Napoleón Bonaparte pudo consagrarse allí como emperador de los franceses. Pero el verdadero resurgimiento de Notre Dame es más actual, si cabe. En 1831 la novela de Victor Hugo Nuestra Señora de París, volvió la mirada de los parisinos hacia la maltrecha mole de piedra, iniciándose una campaña para recaudar fondos y devolver al monumento su esplendoroso pasado gótico. El aspecto actual de la catedral es obra del arquitecto e historiador del arte Eugène Viollet-le-Duc, que durante dos décadas dirigió la restauración del edificio eliminando añadidos posmedievales "inferiores", reponiendo elemento estructurales y esculturas dañadas pero también añadiendo elementos decorativos, vidrieras y las gárgolas y monstruos medievales que imitaban a las que la catedral tenía originalmente, que, según su criterio, devolvían el edificio a su estado original. De todas las criaturas monstruosas que decoran o sobresalen de la fachada de Notre Dame, solo son gárgolas, propiamente dichas, aquellas que tienen una función estructural básica para el edificio, el desagüe de la lluvia acumulada en los techos para evitar que el edificio se derrumbe. Un elemento que ya estaba presente en los templos antiguos y renació con la edificación de las grandes catedrales góticas. Los canteros medievales se dieron cuenta de que al multiplicar el número de gárgolas, podían tallarlas más finas y estilizadas haciendo su boca más pequeña y disminuyendo el chorro de agua que salía por ella, preservando la integridad de las construcciones inferiores al expulsar el agua lo más lejos posible. Sin embargo, ninguna de las gárgolas que se pueden contemplar en la actualidad en Notre Dame data de la Edad Media. Todas son fruto del proyecto de restauración del siglo XIX y fueron hechas por el escultor Victor Joseph Pyanet siguiendo los diseños de Eugène Viollet-le-Duc y su visión sobre la estética gótica medieval. Cabe precisar que las gárgolas de Notre Dame no se diseñaron para resistir el paso de los siglos. Su función y el material en el que fueron construidas, la piedra caliza, las hacía especialmente expuestas al desgaste. Estas canalizaciones reciben su nombre de una criatura fantástica medieval, un dragón escupefuego al que en el siglo VII San Román de Rouen sometió y clavó su cabeza en una iglesia para que drenara agua. Su nombre en francés, gargouille, evoca el sonido que hace un líquido en un tubo. Muy pronto comenzaron a representar todo tipo de seres de exagerada fealdad, tanto reales - leones o perros - como fantásticos, tales como demonios, sirenas e híbridos de animales y humanos. Todas estas criaturas demoníacas añadirían una función de protección simbólica a la real, la de custodiar el lugar sagrado de los espíritus malignos. En efecto, la Iglesia Católica, conocedora de la escasa educación que tenía el pueblo llano y obcecada en su cruzada “moralizante”, introdujo en la estética de sus fachadas a estas criaturas malignas afirmando que eran un símbolo de protección ya que se mantenían fuera de la iglesia o la catedral en la que se posaban, ahuyentaban a los malos espíritus y confirmaban que el interior del edificio era perfectamente seguro para esas pobres almas que buscaban la salvación. Por cierto, muchas iglesias construidas hace siglos tienen gárgolas más o menos actuales y es bastante frecuente que los motivos representados sean tengan que ver con intereses contemporáneos más que antiguos. Viollet-le-Duc y Paynet ejecutaron diversas gárgolas en las que vertieron los prejuicios e ideas propias de su época, la segunda mitad del siglo XIX. Humanos de rasgos simiescos que evocan teorías de superioridad e inferioridad racial, monstruos que apelan a las depravaciones humanas y hasta un grotesco monje que parece una referencia anticlerical, un aviso de que algunos monstruos anidan dentro de la propia creencia religiosa. Con la actual reconstrucción de la catedral, víctima de un terrible incendio hace unos años, las gárgolas - que también están siendo restauradas - volverán a custodiarla y vigilar silenciosamente desde las alturas, la Ciudad Luz.
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