SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 30 de agosto de 2019

PATRIMONIO MUNDIAL: Teatro de la Opera de Sidney (Australia)

La Opera House de Sidney, considerada como una de las maravillas del mundo moderno, es un edificio magnífico, que se alza como icono de Australia en una de las bahías más bellas del país. Si lo contemplas detenidamente podrás ver en sus líneas arquitectónicas un barco navegando a toda potencia. Pero su arquitecto, el danés Jørn Utzon, se adelantó a su tiempo al diseñar un edificio modernista, con sus tejados similares a enormes conchas blancas, cubiertas con 1.056 millones de azulejos fabricados en Suecia de color blanco brillante y crema, aunque desde la distancia sólo se percibe el color blanco, para un espacio que iba a albergar teatro dedicado a la ópera, siempre encasilladas en modelos más tradicionales. La idea de construir un teatro de la Ópera nació a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando Australia vio la falta de un espacio musical para las representaciones de Ópera en el país. En 1954 el gobierno de Nueva Gales del Sur eligió Bennelong Point como lugar en el que llevar a cabo la construcción, por su estupenda localización junto a los Jardines Botánicos de Sidney. Se anunció una competición internacional, en la que se invitó a arquitectos de todos los rincones del mundo a enviar sus diseños para la construcción de un complejo que incluyera dos salas principales, un restaurant y salas públicas de reuniones. 234 arquitectos, procedentes de más de 30 países diferentes, enviaron sus proyectos. El diseño de Jørn Utzon ganó el concurso y se impuso a diseños más tradicionales, pero no antes de haber sido desestimado por ser considerado como 'demasiado ambicioso'. En un principio se estimó que su construcción llevaría alrededor de cinco años y tendría un coste aproximado de $7 millones. Pero Utzon, consciente de que podrían surgir problemas técnicos ya que su diseño requería de una tecnología avanzada que no existía en el mercado aún, solicitó más tiempo para hacer frente a esos posibles problemas. Sin embargo, el gobierno denegó su petición y urgió a Utzon para que comenzara la construcción en 1959, dos años antes de lo que el arquitecto había propuesto. Enseguida comenzaron los problemas. Se emplearon varios años rediseñando el tejado luego de que se terminara la construcción del enorme podio, que contaba con una escalera de 86 metros de ancho. Las columnas que iban a soportar el peso del tejado ya se habían construido cuando se demostró que el peso de este iba a ser demasiado grande para ellas, por lo que tuvieron que ser demolidas y construidas de nuevo. Estos y otros problemas que surgieron a lo largo de la construcción del Teatro de la Ópera de Sidney hicieron que Utzon se enfrentara a los medios de comunicación y al gobierno de Australia, que no estaba convencido de la viabilidad del proyecto. Robert Askin, elegido alcalde de Sidney y uno de los más fieros opositores al proyecto de Utzon, intentó reducir gastos, que se estaban disparando, mediante la retención de pagos. En 1966 Utzon presentó su dimisión y regresó a Dinamarca. Desafortunadamente nunca regresó a Australia para ver su obra de arte terminada. Un grupo de arquitectos australianos se hicieron cargo de terminar las obras de construcción del Teatro de la Ópera. Ya se había completado la fachada exterior del edificio, por lo que los cambios que se tuvieron que hacer en el diseño fueron mínimos. La Opera House finalmente se terminó en 1973 y el coste final ascendió a $102 millones, casi 15 veces la cantidad que en un principio se había estimado para su construcción. La mayoría del presupuesto para la construcción de este edificio se obtuvo de un juego de lotería que se mantuvo tanto tiempo como duraron los trabajos de construcción. De las disputas que surgieron a raíz de los problemas económicos y los enfrentamientos políticos nada quedó tan pronto como se abrió al público la Sydney Opera House, el 20 de octubre de 1973, en una ceremonia de inauguración en la que participó Su Graciosa Majestad Isabel II de Inglaterra. Gracias a esta maravilla del mundo moderno, Sidney apareció en los mapas internacionales, tanto como ciudad cultural como icono arquitectónico. Más de dos millones de turistas la visitan anualmente, convirtiendo este edificio en una de las atracciones más visitadas del mundo.
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