SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 16 de agosto de 2019

CLEOPATRA: La ultima reina de Egipto

Para los egipcios, fue una diosa viviente. Para los macedonios, una reina. Los romanos la consideraban un "ser impío y monstruoso". Pascal escribió que la forma de su nariz cambió la historia del mundo. Shakespeare la retrató como un icono del amor trágico. Pero, ¿quién fue Cleopatra en realidad? Fue la última soberana de la dinastía Ptolemaica macedonia, que había gobernado Egipto durante tres siglos desde la esplendorosa y multicultural Alejandría, la mayor ciudad del Mediterráneo. Despiadada en el trato con sus enemigos, incluso con los de su propia familia, Cleopatra supo gobernar su reino en medio de grandes dificultades y casi triunfó en su intento de crear un imperio oriental capaz de rivalizar con el creciente poder de Roma. Extraordinariamente inteligente, sus mitificadas relaciones con Julio César y Marco Antonio tuvieron una vertiente más política que amorosa. ¿Dónde acaba el mito y empieza la realidad? Cleopatra, cuyo nombre significa "gloria de su padre", nació durante el invierno del 69 al 68 a.C. en la capital de Egipto, Alejandría. Su padre fue Ptolomeo XII y ascendió al trono a los 18 años, Su figura está irremediablemente ligada a los últimos años de la historia de Egipto, un período que supuso la decadencia de una larga estirpe: la de los Ptolomeos. La joven reina, que amaba la historia de su país, podía hablar y leer la lengua faraónica, uno de los motivos por el cual se granjeó el reconocimiento de sus súbditos egipcios. Ante la amenaza para su reino que significaba la expansión de Roma, se hizo amante de Julio César, a quien le dio un hijo, Cesarión, que causo un gran escándalo en la sociedad romana. Sin embargo, tras el asesinato del dictador, y para preservar su trono, sedujo a su general Marco Antonio y juntos propusieron crear un imperio, lo que origino la guerra  von Roma que acabaría con todos sus sueños. Cuando el 12 de agosto del año 30 a.C. los soldados de Octavio - sobrino de César - irrumpieron en el Palacio Real de Alejandria, se encontraron un espectáculo sobrecogedor: Cleopatra yacía exánime sobre su lecho, con una de sus doncellas moribunda a sus pies y la otra, a punto de derrumbarse, retocándole la diadema. Los intentos de los soldados para reanimar a la soberana fueron vanos: las tres mujeres acababan de suicidarse. Los soldados vieron en el brazo de Cleopatra dos ligeras punzadas, lo que hizo pensar que había muerto a causa de la mordedura de un áspid. Otros creían que había ingerido algún veneno. Como quiera que fuese, el suicidio resultó una victoria póstuma de Cleopatra: Octavio no podría llevársela viva a Roma como pretendía para exhibirla de un modo humillante cargada de cadenas en la procesión triunfal con la que pensaba celebrar su conquista de Egipto. Marco Antonio, enemigo personal de Octavio, se había librado del mismo destino suicidándose también él unos días antes. El destino de Cleopatra y Marco Antonio había quedado sellado un año atrás, en septiembre del año 31 a.C., cuando su flota fue derrotada en la batalla de Actium. Cleopatra regresó presurosa a Alejandría, y al poco tiempo Marco Antonio se reunió con ella. El ambiente cortesano que había surgido en torno a la ostentosa pareja decayó rápidamente por el miedo a su inminente caída en desgracia. Quedaban atrás los días de gloria, entre la alegre compañía de bebedores y aduladores en la sensual Alejandría. Sus tropas y partidarios desertaron en masa, y solo quedó junto a Antonio un círculo de amigos fieles dispuestos a compartir su destino y que cambiaron su nombre por el más apropiado de “compañeros en la muerte” (synapothanoumenoi). En efecto, a medida que Octavio se aproximaba a Alejandría, Marco Antonio y Cleopatra comenzaron a pensar seriamente en quitarse la vida antes de que los capturaran. Pese a este ambiente descorazonador, por un momento Cleopatra pensó que podría llegar a algún tipo de acuerdo con Octavio. Éste exigiría, sin duda, la muerte de Antonio, el único rival que amenazaba su supremacía en Roma, pero quizá pudiera hacer un ejercicio de magnanimidad y perdonar a la reina Cleopatra y a sus hijos. Sin embargo, resultaba insalvable el obstáculo de Cesarión, el hijo que la reina había tenido con Julio César, demasiado peligroso como rival de Octavio en el futuro. La entrevista fue infructuosa y Cleopatra sabía que su fin estaba cercano, al tiempo que el ejército de Octavio avanzaba sobre Alejandría. Entretanto, Antonio decidió presentar batalla. Junto a sus fieles se batió bravamente a las puertas de la ciudad para rechazar la incursión de la caballería de Octavio y mantener aún un poco más el asedio y la ilusión de resistencia. Pero Antonio hubo de ver cómo su flota se rendía, o más bien se pasaba al bando de Octavio, lo que hizo que la caballería desertara de inmediato. Agobiado por la situación e impresionado por un súbito rumor que se difundió acerca del suicidio de su amada reina, Antonio resolvió quitarse la vida con su espada, acompañado por un esclavo de confianza. Cuando Octavio entró al fin en una Alejandría rendida y silenciosa, su principal preocupación se centró en Cleopatra, que se había atrincherado en su palacio, con las macizas puertas cerradas a cal y canto y con una provisión de madera para prender fuego al edificio y sus tesoros luego de suicidarse. Cleopatra sabía que el designio de Octavio era llevarla a ella y a sus hijos a Roma para mayor gloria y triunfo del futuro Augusto; luego la meterían en una mazmorra, donde se volvería loca o se suicidaría, como les había ocurrido a otros monarcas vencidos. Era una perspectiva insoportable para la orgullosa soberana, que prefirió darse muerte ella misma. Hay autores que recogen las últimas y patéticas palabras de Cleopatra dedicadas a su amado Antonio o la escena misteriosa de su suicidio. Pero lo que ocurrió en la cámara privada de la reina es más que historia y forma parte del mito de Cleopatra. En cuanto a Octavio, la muerte de la reina lo privó de un triunfo más sonado, pero le dio no sólo el dominio total sobre el Egipto helenístico, convertido en provincia romana, sino también el impulso definitivo para convertirse en Augusto, esto es, en el primer emperador de Roma. En cuanto a Cesarión, tampoco pudo escapar a la venganza del conquistador y fue asesinado a los pocos días tras una intensa persecución. Sobre la tumba de Cleopatra hay muchas leyendas - se dice que fue enterrada con todas sus joyas junto a Marco Antonio - pero aun no se ha sido encontrado. A inicios de este año se dio a conocer la noticia de que por fin se había logrado ubicar el sepulcro, pero a las pocas horas aseguraron que todo fue “un error de traducción” de una conferencia dada en la Universidad de Palermo (Italia) por el egiptólogo Zahi Hawass. Aún hoy en día la ubicación de sus restos es un misterio.
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