SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 30 de mayo de 2025

VIKINGOS: Los primeros exploradores del África

Pensemos en los vikingos y nos viene a la cabeza aquellas hordas nórdicas que desataron el terror en toda Europa, atacando por sorpresa, saqueando y matando a todos los que estuvieran a su paso, llegando a cruzar Rusia y sitiar por sorpresa Constantinopla, aunque no llegaron a tomarla. Sus ansias de aventuras los llevaron incluso hasta las costas de Terranova y fundar Vinlandia (Canadá) en el Nuevo Mundo, adelantándose por siglos a la gesta de Cristóbal Colon. Sin embargo, hubieron dos vikingos quienes lideraron su propio asalto - condenado al fracaso - en un territorio mucho más al sur: Marruecos. Se trata de una historia poco conocida y del que no tenemos mucha información por parte de los vikingos, pero si de sus victimas, en este caso los musulmanes, quienes al momento de estos ataques, controlaban casi toda la península ibérica, a excepción de una región ubicada en el noroeste de España: Galicia. Cabe precisar que "moros" es un nombre común que se le daba a las personas de ascendencia árabe o bereber que habían vivido en una zona conocida como Mauritania desde la época romana. Este no era el país del mismo nombre que conocemos hoy, sino una gran extensión del norte de Marruecos. Para cuando los vikingos se aventuraron más al sur, el norte de África también era musulmán. En el año 859, una flota de 62 barcos vikingos partió del Loira con destino a Iberia. Al frente de ella se encontraban dos jefes de los que se sabe poco. Uno era Björn Järnsida, cuyo nombre suele traducirse como Björn Ironside; el otro era un extraño personaje llamado Hastein según la mayoría de las fuentes. Björn Ironside era hijo de Ragnar Lothbrok , un rey danés y sueco que dirigió numerosas incursiones en las Islas Británicas en el siglo XIX. Como era costumbre en aquella época, Lothbrok envió a sus hijos más jóvenes a participar en esas incursiones para que no le causen problemas en casa, como querer arrebatarle el trono. Ironside partió con una gran flota hacia Francia, y que fue testigo de innumerables incursiones vikingas a principios de la Edad Media. Lideró un asalto a París y construyó su propia fortificación con vistas a Ruán. Su base se encontraba principalmente en torno al Sena. Entretanto, se menciona a Hastein como el padre adoptivo de Ironside. Sabemos poco de su vida anterior, salvo que era danés y que ambos hombres participaron codo con codo en numerosas incursiones por Francia. Sus aventuras los llevaron primero al reino de Asturias, ubicada al norte de España, donde fueron derrotados. Con la esperanza de tener mejor suerte más al sur, navegaron por toda la Península, realizando escaramuzas en los alrededores de Lisboa, hasta llegar a Andalucía, donde se dirigieron tierra adentro hacia Sevilla. Pero al ser detenidos por los musulmanes, continuaron hacia el sur, rumbo a Algeciras. Allí, encontraron menor resistencia, por lo que incendiaron la mezquita local y procedieron a navegar por el estrecho de Gibraltar que separa Europa de África, la puerta de entrada al Mediterráneo desde el Atlántico. Fue entonces cuando comenzó la breve aventura vikinga en Marruecos. Alrededor del año 859 d.C., los vikingos ya habían establecido los primeros contactos con las culturas africanas. En el Libro de caminos y reinos, un texto de geografía del siglo XI (un texto fragmentado y que ha dado pie a numerosas interpretaciones), el geógrafo, botánico e historiador hispanoárabe Abu Abdullah al-Bakri describe a los vikingos como majus, un término utilizado para definir a los paganos y a los adoradores del fuego. Cuando Hastein, Ironside y sus hombres continuaban saqueando el corazón de Marruecos, llegaron a una ciudad conocida entonces como Nekor. Fundada 200 años antes por Idris ibn Salih, reconocido a su vez como el fundador histórico de Marruecos, Nekor era el centro cultural, aunque ya no político, de la región del Rif. Definida y bautizada en honor a las montañas del Rif, Nekor personificaba la civilización musulmana contra la que los vikingos llevaban meses luchando. La ciudad fue tomada y saqueada durante ocho días, siendo sus habitantes capturados para venderlos en los mercados de esclavos de Irlanda, en un punto determinado del río Liffey. Allí se estableció el gran asentamiento vikingo que con el tiempo dio lugar a la actual Dublín, capital de Irlanda. El asalto de Nekor es también mencionado por la crónica de Abdullah al-Bakri que lo describe así: "Majūs, que Dios los maldiga, llegaron a Nakūr en el año 244 (858–859). Tomaron la ciudad, la saquearon y esclavizaron a sus habitantes, excepto a los que se salvaron huyendo. Hoy en día, no queda nada de la ciudad de Nekor, ya que sus restos yacen enterrados bajo las aguas de la presa de Abdelkrim Khattabi. La ciudad actual más cercana es Bni Bouayach, a medio camino entre Tánger y la actual frontera con Argelia. En total, los nórdicos permanecieron en Nekor durante ocho días, decidieron que ya habían tomado todo lo que necesitaban, se dirigieron a la costa en dirección al sur de Francia. Cruzando el Mediterráneo, llegaron a Córcega para pasar el resto del invierno en la isla, antes de atacar Narbona y Nimes. Posteriormente, los vikingos causaron estragos en Italia, abriéndose paso hasta la ciudad de Luni, en el sureste de Liguria, pero sin llegar hasta Roma, que era la intención original. Continuaron hacia el este y luego regresaron a lo largo de la costa norteafricana. Los detalles de este viaje de regreso son escasos, salvo que recogieron más esclavos, pero luego se encontraron con tormentas cerca del Estrecho de Gibraltar. Cuando regresaron a su base en el Loira, sólo quedaban 20 barcos de los 62 de la flota original. Mucha gente había sido desarraigada, ya sea llevada como esclava a Irlanda, mientras que a algunos vikingos que se convirtieron al Islam, se les permitió establecerse en Jerez de la Frontera, cerca de Cádiz. Es pura conjetura, pero pasado 500 años, quizás descendientes de estos vikingos navegantes se encontraban entre los marineros que partieron con Cristóbal Colón rumbo al Nuevo Mundo en 1492...

viernes, 23 de mayo de 2025

ATENEA PÁRTENOS: Un tesoro desaparecido

Fue una majestuosa estatua de unos 12 metros de altura esculpida por Fidias en oro y marfil y colocada sobre un enorme pedestal en la cella oeste del Partenón, el magnífico templo que se encuentra sobre la acrópolis de Atenas, el cual se construyó entre los años 447-432 a.C., durante la edad de oro o siglo de Pericles. Estaba dedicado a la deidad patrona de la ciudad, la diosa Atenea. El templo se construyó para albergar la nueva escultura de oro y marfil que rendía culto a la diosa, obra del maestro escultor Fidias, así como para proclamar al mundo el éxito de Atenas como líder de la liga de fuerzas griegas en las guerras médicas. La figura de culto, que se comenzó a construir en el 447 a.C. y se instaló en el templo en el 438 a.C., fue el símbolo de la gran ciudad durante un milenio, hasta que desapareció de los anales de la historia. Por suerte, las copias que se hicieron de la estatua, de las cuales la más completa es la estatuilla de Varvakeion del siglo II d.C., y de algunos detalles escultóricos, así como las descripciones hechas por Plutarco y Pausanias, nos permiten reconstruir con bastante precisión su apariencia original. Cabe precisar que el nombre Partenón deriva de uno de los muchos epítetos de Atenea: Atenea Pártenos, que significa ‘virgen’. Partenón significa 'casa de Pártenos', que fue el nombre que se le dio en el siglo V a.C. a la cámara (cella) en el interior del templo donde se albergaba la figura de culto. A partir del siglo IV a.C., el edificio en su totalidad adquirió el nombre de Partenón. Aunque el exterior estaba ricamente decorado con adornos magníficos, nunca se pretendió que la escultura más importante fuese otra que la gigantesca estatua de Atenea en el interior. De hecho, hay pruebas de que el templo se construyó a medida para acomodar a la estatua crisoelefantina (de oro y marfil) de Atenea hecha por Fidias. El escultor ya era conocido por la colosal estatua de bronce Atenea Prómacos que se erigía sobre la acrópolis y que podía verse desde el cabo Sunión, y Pericles le encargó crear una estatua a la altura de la mayor polis griega y de su divinidad tutelar. La Atenea Pártenos se trataba, así, de una enorme estatua que, según Plinio el Viejo, medía 11,5 metros de altura (26 codos). Estaba compuesta por un armazón de madera revestido de marfil tallado para las zonas de la piel y de oro (1.140 kilos o 44 talentos) para todo lo demás. Además, las piezas de oro se podían desmontar con facilidad en caso de necesidad económica. Para los adornos adicionales se utilizó cristal, cobre, plata y piedras preciosas. Se calcula que la estatua le costó a la ciudad unos 5.000 talentos, una suma inmensa que supuso un coste superior al de la construcción del propio Partenón. La estatua se alzaba sobre un pedestal de 4,09 por 8,04 metros, estaba orientada hacia la puerta este y la rodeaban las columnas dóricas de un peristilo situado en el interior de la cella. Frente a la estatua, excavado en el suelo, había un depósito de agua grande pero poco profundo que tenía la doble función de reflejar la luz en la cámara y mantener una atmósfera húmeda para una mejor conservación del marfil. La cavidad en el suelo del templo en la que se colocó una columna central a modo de punto de apoyo de la estatua sigue siendo visible hoy en día. La estatua representaba a Atenea en pie, majestuosa, completamente armada y sosteniendo en la mano derecha una estatua de 4 codos de altura de Niké. Atenea vestía un peplo que se ajustaba con un cinturón. Con la mano izquierda sujetaba un escudo grande y circular que descansaba sobre el suelo. Además, a su lado izquierdo había una lanza y una enorme serpiente sagrada que se enroscaba entre sus pies y el escudo. Sobre su yelmo de triple penacho se erigía una esfinge y, a cada lado, dos grifos con alas de Pegaso. Unos grifos también decoraban las lengüetas protectoras de las mejillas. El torso de la diosa estaba cubierto por la égida decorada con serpientes que Zeus le había regalado, con la cabeza de la gorgona Medusa labrada en marfil. Los bordes de las sandalias de Atenea estaban decorados con detalles de la guerra mitológica entre los centauros y los lápitas. En la peana de la estatua se representaban escenas del nacimiento de Pandora, a la que vigilaban los dioses más importantes del monte Olimpo. El escudo de la estatua era una maravilla en sí mismo y fue objeto de muchas copias en épocas posteriores. Según Plinio el Viejo, en la cara exterior se representaban escenas de la batalla de Teseo contra las amazonas y, en la cara interior, la batalla contra los gigantes. Las alrededor de 30 figuras de la cara exterior probablemente se hicieron de plata o bronce. El centro del escudo lo dominaba, de nuevo, la cabeza de Medusa (el gorgoneion), rodeada de duelos entre griegos y amazonas en poses dramáticas sobre un fondo con elementos paisajísticos y fortificaciones. Al igual que las esculturas en el exterior del Partenón, estas imágenes de los griegos que se alzan victoriosos ante criaturas foráneas, como los centauros o las amazonas, representaban una poderosa metáfora visual de la victoria griega sobre los persas y una forma de celebrar haber defendido con éxito su independencia y modo de vida. La estatua debió ser sin duda sobrecogedora y su riqueza - tanto artística como material - debió enviar un mensaje alto y claro sobre la riqueza y poder de una ciudad que podía ofrecer semejante tributo a su diosa patrona, además del poder la propia diosa. Es testimonio de la perdurabilidad del legado artístico de la estatua la larga procesión de copias contemporáneas y posteriores en época helenística y romana, no solo de la estatua al completo, sino también de algunos detalles como el busto o las escenas de la amazonomaquia. Como se ha mencionado anteriormente, la representación mejor conservada y más completa de la obra maestra perdida de Fidias es la estatuilla de Varvakeion, una copia en mármol romana de 1,05 metros de altura del siglo II d.C. que se encuentra actualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Entre otras figuras completas, aunque con algunos daños, se incluye la Atenea Lenormant, otra copia romana del siglo II o III d.C., de 42 centímetros de altura (también en Atenas); la estatuilla de Patras de 86 centímetros de altura (en Patras); una figura de 1,54 metros de alto que se encuentra actualmente en Boston, y una versión helenística de Pérgamo que mide 3,1 metros y conserva de forma parcial algunas figuras de la peana (en Berlín). Representaciones detalladas del busto se pueden encontrar en el medallón de oro del siglo IV d.C. en San Petersburgo y en el intaglio en jade rojo del siglo I d.C. que se encuentra actualmente en el Palazzo Massimo alle Terme (en Roma). La estatua de Niké que sujetaba Atenea en la mano también fue objeto de numerosas copias: destaca, por ejemplo, la copia de Cirene a tamaño real que se conserva en Filadelfia. Entre las copias del escudo se encuentra el escudo de Strangford, una versión del siglo III d.C. que se halla en el Museo Británico (en Londres). Además, también se conservan escenas de las amazonas extraordinariamente representadas en losas de relieve romanas del siglo II d.C. procedente de un naufragio en el Pireo, expuestas actualmente en el Museo Arqueológico del Pireo. En cuanto a la estatua original, cómo desapareció y por qué nadie lo ha encontrado es un misterio. Una teoría es que fue llevada a Constantinopla, y allí habría sido destruida por los cruzados durante el asalto a la ciudad en 1204.

viernes, 16 de mayo de 2025

EL PAPIRO DE ARTEMIDORO: Historia de un fraude

La Historia es una disciplina viva y en constante cambio. Se suele decir que actualmente sabemos más de la antigua Roma que los propios romanos, pero sigue siendo mucho más lo desconocido que aquello sobre lo que tengamos certezas del pasado. Y en este apasionante estudio a veces se dan descubrimientos que obligan a reescribir los manuales de historia. Estos hallazgos revolucionarios suelen llevar a debates y polémicas, porque el ser humano tiende a resistirse a los cambios bruscos. Si, además, añadimos la posibilidad de falsificaciones sumamente realistas, nos sale un menú de lo lindo solo apto para paladares finos y que gustan de probar cosas arriesgadas. Procedamos a la cata. Tenemos entrandas que sorprenden y bocados que saben a gloria, aunque el postre nos ha quedado un poco amargo. Todo maridado con un misterio delicioso. El servicio comienza en el año 1998, cuando se descubre a los comensales un extraordinario papiro datado a inicios del siglo I. Con sus 32 centímetros de ancho y casi dos metros y medio de largo, el rollo abrió muchas bocas que no podían contener la fascinación. Todavía más sorprendente y misterioso resulta su contenido: tiene escrito un elogio a la ciencia geográfica, una descripción de Iberia (España) acompañada de un mapa de la región y un puñado de dibujos de pies, manos, cabezas humanas y animales exóticos etiquetados con sus nombres. Cocina fusión de la que uno no es capaz de averiguar qué está comiendo. Claudio Gallazzi y Bärbel Kramer fueron los encargados de realizar el primer estudio sobre la pieza para intentar poner un poco de orden entre tanto ingrediente. Estos papirólogos describieron tres vidas distintas para el papiro. Originalmente formaría parte de una edición de la obra de Artemidoro de Éfeso, un geógrafo helenístico del siglo II a. C. de cuya obra solo teníamos conocimiento a partir de las menciones posteriores por parte de otros autores como Estrabón y Esteban de Bizancio. Por motivos desconocidos, aunque algunos apuntaron a un error en el mapa representado, la edición de la obra se abandonó y se continuaría en otro papiro en blanco. Claro que el material para escribir no era barato y no iban a desperdiciar el resto del papiro sin utilizar. Es entonces cuando se utilizó para realizar bocetos que sirvieran como modelos previos a la realización de esculturas y pinturas. Es decir, de seguir estos supuestos, el papiro de Artemidoro era un papel en sucio que se utilizó para hacer algunas anotaciones antes de tirarlo y desperdiciar su espacio en blanco. La tercera y última fase tiene que ver con otro reciclaje. El papiro fue utilizado como cartonaje en la confección de una máscara mortuoria para una momia, pasando los siguientes veinte siglos en una tumba. En este estado fue encontrado, pero el propietario decidió desmontar la máscara funeraria para comprobar qué decían aquellos textos. Así fue como se recuperó el papiro en cuestión gracias a la restauración llevada a cabo en el Instituto de Papirología de la Universidad de Milán. El descubrimiento hacía salivar a los curiosos. Y, como toda alta cocina, la experiencia se hace cara. La Fondazione per l’Arte della Compagnia di San Paolo compró el papiro por 2,75 millones de euros en el 2004. Era el rollo de papiro más caro del mundo. Con semejante expectativa fue expuesto al público por primera vez en el 2006. La exhibición mostraba “Las tres vidas del papiro de Artemidoro” que defendía el estudio de Gallazzi y Kramer. Suponía la descripción de Ibería más antigua conocida hasta la fecha. En el papiro se podía leer: “Desde los montes Pirineos hasta los lugares del entorno de Cádiz y de las regiones del interior, todo el país se llamaba de manera sinonímica Iberia e Hispania. Ha sido dividido por los romanos en dos provincias...”. Con la exposición saltó un debate que todavía no se ha resuelto. Luciano Canfora, de la Universidad de Bari, escribió un artículo en el que lo tachaba de falso. No solo expuso sus objeciones, sino que señaló a Constantino Simonidis, un famoso falsificador del siglo XIX, como autor del documento. El revuelo fue considerable y tuvo mucho impacto mediático. El papiro estaba destinado a la colección del Museo Egipcio de Turín, pero no llegó a exponerse por las serias sospechas de que se tratase de una falsificación. El asunto se ha extendido hasta fechas recientes y ha desembocado en los tribunales. En el 2018, la Fiscalía de Turín emitió con un comunicado en el que consideraba “ampliamente probada” la falsedad del documento. La investigación cargó contra Serop Simonian, el comerciante de arte que vendió el papiro en el 2004. Sin embargo, el caso ha sido archivado por que el delito de estafa ya prescribió. Con todo, sigue habiendo estudiosos que defienden la autenticidad del documento. Los que defienden la autenticidad del papiro argumentan que según la datación del carbono 14 el papiro fue fabricado entre el final del siglo I a. C. y el principio del siglo I d. C. Añaden que un falsificador del siglo XIX habría tenido muchas dificultades para imitar la escritura de la época porque en aquellos tiempos los únicos modelos disponibles eran los papiros de Herculano, cuya grafía es diferente de la del papiro de Artemidoro, y además el falsificador no habría tenido la posibilidad de datar con carbono 14 el papiro blanco que quería utilizar. Un tercer argumento a favor de su autenticidad sería que en él aparece un signo para indicar los millares, un sampi (una letra que vale 900) con un multiplicador alfabético, cuyo significado no fue comprendido hasta 1907, unos años luego de que hubiera muerto Simonides. Un último argumento es que este fabricaba sus falsificaciones para venderlas y en este caso no existe ninguna mención del papiro en la época en que él vivió. Por lo tanto, el misterio sigue presente en esta alargada sobremesa.

viernes, 9 de mayo de 2025

EL CONCILIO CADAVÉRICO: Cuando un Papa fue juzgado y condenado tras su muerte

A finales del siglo IX el cadáver de un pontífice fue el protagonista de uno de los episodios más extraordinarios de la historia del papado, episodio del que el historiador Gregorovius dijo que fue «una escena de barbarie como ningún otro período ha conocido». En efecto, hablar de Formoso y las peripecias de su cadáver nos lleva a sumergirnos de lleno en la convulsa situación política de la Roma de esa época. Si se echa un rápido vistazo a la lista de papas por aquellos tiempos ya se aprecia que la Ciudad Eterna no era precisamente un remanso de paz. Entre los años 872 y 965 se sucedieron en Roma nada menos que 24 papas, nueve de ellos en un lapso de apenas nueve años (de 896 a 904), de los cuales un buen número fueron asesinados o destituidos. Hubo pontífices envenenados, como Juan VIII; encarcelados tras un mes escaso en el cargo, como León V, o que llegaron al poder con apenas dieciocho años cumplidos, como Juan XII. En ese tiempo, el papado participó en las violentas luchas de poder entre las distintas familias dirigentes de la ciudad y, al mismo tiempo, en una disputa más amplia por el control de la península Itálica, entre los emperadores de Alemania, que durante todo el siglo IX se erigieron como protectores de la Iglesia y señores de Italia, y nuevas dinastías en alza, como los marqueses de Spoleto, que aspiraban a establecer un reino de Italia independiente. Formoso se vio envuelto de lleno en todos estos conflictos. Desde su consagración en 866 como obispo de Porto –una diócesis situada en la desembocadura del Tíber, ligeramente al norte de Ostia–, desempeñó numerosas misiones diplomáticas en nombre del papado que lo llevaron a Bulgaria, Constantinopla y la corte carolingia. En esos años, Formoso tomó partido por Arnulfo de Carintia, un bastardo de la dinastía imperial carolingia que aspiraba a imponerse como rey de Italia. Esta opción le valió a Formoso ser expulsado de su diócesis y excomulgado por el papa Juan VIII, temeroso de que Roma perdiera su independencia ante el Imperio. De este modo, una noche Formoso y sus seguidores se vieron obligados a huir de Roma ante la amenaza de un juicio por corrupción e inmoralidad. Formoso encontró refugio en la corte de Guido de Spoleto y permaneció varios años en el norte de Lombardía esperando tiempos mejores. Éstos llegaron con el fugaz pontificado de Marino I, quien en 883 levantó la excomunión sobre Formoso y lo restituyó al frente de su antigua diócesis de Porto. Bajo los dos siguientes pontífices, el efímero Adriano III y Esteban V, Formoso permaneció tranquilo en su cargo episcopal, hasta que en 891, a la muerte de Esteban, fue escogido como papa de Roma. El nuevo pontífice tuvo que enfrentarse a una situación política envenenada. Poco antes, Guido de Spoleto, tras derrotar a un rival, había sido coronado rey de Italia en Pavía y a continuación se dirigió a Roma para obligar al papa Esteban V a coronarlo emperador.Este tuvo que confirmar la coronación de Guido y reconocer al hijo de éste, Lamberto, como sucesor del Imperio. Sin embargo, Formoso veía con preocupación el dominio del nuevo rey de Italia y enseguida empezó a enviar invitaciones en secreto a Arnulfo de Carintia, ahora en el trono carolingio, para que acudiera a socorrerlo. En el año 893, Arnulfo hizo una primera incursión hasta Milán y Pavía. Tres años más tarde, muerto Guido y habiendo sido coronado emperador en Roma su hijo Lamberto, Arnulfo atravesó Italia y asedió Roma. En el interior de la ciudad, los seguidores de los Spoleto se rebelaron y apresaron al papa, al que recluyeron en el castillo de Sant’Angelo. Pero nada pudieron hacer contra los invasores. Formoso fue liberado y a los pocos días coronó emperador a Arnulfo en la basílica de San Pedro. Pero a los pocos meses, el pontífice fallecía a los ochenta años, envenenado, según se dijo más tarde. Algunos lo alabaron como un papa justo y piadoso; otros, en cambio, no podían perdonarle la traición a los Spoleto en beneficio del alemán Arnulfo. En un mundo tan turbulento, lleno de intrigas y rencores personales como la Roma de finales del siglo IX, la historia no podía acabar así. A la muerte de Formoso los romanos eligieron a Bonifacio VI, que murió a los quince días. Fue sucedido por Esteban VI, un antiguo seguidor de Formoso que inicialmente reconoció al emperador Arnulfo, pero que, en cuanto éste abandonó Italia, se alineó con Lamberto de Spoleto. Decidido a tomarse el desquite por lo sucedido meses antes, Lamberto se dirigió a Roma, ocupada ya por sus partidarios, y allí convenció al nuevo pontífice para que condenara los actos de Formoso y acabara con el aura de santidad que había forjado entre los suyos. La condena debía ser pública, con toda la solemnidad del derecho eclesiástico, delante de la curia papal y de todo aquel que tuviera algo que decir en la política de la ciudad. Que Formoso estuviera muerto no debía ser un obstáculo: se le juzgaría de todos modos, aunque hubiera que sacar el cadáver de la sepultura. Y eso fue exactamente lo que se hizo. La pantomima fue preparada en todos sus detalles. A principios de 897, Esteban VI y Lamberto de Spoleto ordenaron desenterrar el cadáver de Formoso y conducirlo al lugar del juicio, un sínodo en el que estaban presentes los cardenales, obispos y numerosos dignatarios eclesiásticos. Ataviado con todas las insignias papales y vestido tal cual en vida, el papa redivivo quedó sentado sobre su trono. A tal punto llegó el remedo de juicio que se designó a un abogado de oficio para que hablara en representación del acusado. Los cargos contra Formoso eran lo de menos. Se adujo que su nombramiento como papa fue ilegal, al haber accedido al trono de San Pedro siendo ya obispo de Porto, en contra de una norma del derecho canónico que prohibía pasar de un obispado a otro (a pesar de que había otras que parecían autorizarlo). El abogado del papa Esteban se dirigió al cadáver en estos términos: «¿Por qué, en tu ambición, has usurpado la sede Apostólica, tú que previamente eras tan sólo obispo de Porto?». No sabemos si el abogado defensor se atrevió a replicar, pero la sentencia condenatoria fue inapelable. El sínodo firmó el acta de deposición de Formoso, lo condenó y revocó todos sus nombramientos y disposiciones, hasta el punto de que los clérigos que fueron ordenados por él tuvieron que repetir la ceremonia. Tras esto le despojaron de las vestiduras papales y le cortaron los tres dedos con los que los papas impartían sus bendiciones. Tras arrastrar el cadáver por las calles de Roma, fue quemado y arrojado al Tíber ante una multitud vociferante. Sin duda, aquello fue demasiado incluso para lo que estaban acostumbrados los habitantes de Roma en aquel entonces y enseguida se produjo una reacción. El propio Esteban VI fue encarcelado y estrangulado en la cárcel a los pocos meses. Pasados dos años, Juan IX rehabilitó al papa condenado y prohibió juzgar a las personas muertas. Desde entonces, los restos del papa Formoso pudieron descansar al fin en el Vaticano, mientras la siniestra historia de su proceso quedaba grabada como uno de los capítulos más oscuros de la historia de la Iglesia. Lástima que esta historia no puede volver a repetirse ahora con el cadáver del hereje Francisco I ¿No lo creen ustedes?

viernes, 2 de mayo de 2025

LA NOCHE DE WALPURGIS: Al encuentro con el Diablo

Son muchas las celebraciones que a lo largo de todo el planeta, desde tiempos inmemoriales, tienen lugar de noche, a la luz de una gran hoguera, dando rienda suelta a los instintos, normalmente reprimidos a lo largo del año; festividades por lo general de origen pagano, como la Navidad, la Pascua, Todos los Santos, etc… que antes de ser cristianizadas se celebraban en loor de divinidades ancestrales y más tarde "heréticas" para las autoridades eclesiásticas, siempre dispuestas a perseguir cualquier conato de disidencia. En el centro y el norte de Europa alcanzó gran celebridad una festividad que tenía lugar la noche del 30 de abril al 1 de mayo y que fue conocida como la Noche de Walpurgis – Walpurgisnatch en alemán –, llamada popularmente "la Noche de las Brujas". En sus orígenes era una festividad pagana, probablemente de origen vikingo, que sería más tarde difundida por los celtas, quienes la adaptaron en sintonía con sus propias divinidades. Los orígenes de la Noche de Walpurgis se remontan a las festividades paganas que celebraban la llegada de la primavera. Quizás hayas notado que la Noche de Walpurgis, que se celebra la víspera del 1 de mayo, tiene lugar exactamente seis meses antes de Halloween. No es casualidad. Tanto Halloween como la Noche de Walpurgis tienen su origen en celebraciones paganas (conocidas como Samhain y Beltane, respectivamente) que marcaban el cambio de estación. Estos días eran especialmente importantes porque se creía que eran cuando el velo entre el mundo espiritual y el nuestro era más tenue. Como la Iglesia Católica no tuvo un éxito total en su intento de erradicar las creencias paganas, muchas continuaron manifestándose. Estas costumbres eran especialmente frecuentes en las zonas más remotas de Alemania, como las montañas del Harz, donde continuaron desarrollándose de forma relativamente inocua hasta el siglo XVI, cuando varios factores se combinaron para desatar una histeria generalizada sobre la brujería. Prácticas paganas que hasta entonces habían sido más o menos aceptadas fueron repentinamente consideradas "malvadas" y "supersticiosas", y quienes las practicaban eran condenados a muerte. La Alemania medieval fue testigo de algunas de las cacerías de brujas más grandes y espantosas de la historia. La Noche de Walpurgis incluso se conoce a veces como la Hexenbrunnen (la quema de brujas) debido a su sangriento pasado. Esta histeria colectiva se consolidó en torno a la creencia de que el Monte Brocken, el pico más alto del Harz, era escenario de los aquelarres. Se decía que estos eran encuentros desenfrenados y orgiásticos en los que las brujas se reunían con Satanás para planear problemas, travesuras y maldades para el año venidero. Se creía comúnmente que esto ocurría el 30 de abril, la fecha en la que, según la leyenda pagana, el diablo Wotan se casó con su amada Freya en la cima del Brocken. Por lo tanto, los lugareños se reunían el 30 de abril para protegerse de las brujas. Para alejar a los malos espíritus, hacían ruidos fuertes, encendían enormes hogueras y quemaban muñecos de paja y objetos viejos para atraer la buena suerte. Lo que originalmente había sido una celebración de la primavera se transformó en un intento desesperado de protegerse del mal. Aunque la festividad pagana que daría origen en el Medievo a la tétrica Noche de Walpurgis parece haberse originado en el norte de Europa, su influencia puede rastrearse hasta el día de hoy prácticamente en todo el continente. En Irlanda, en tiempos remotos, se celebraba el 1 de mayo la festividad de Beltane –o Baltené– para honrar a Belenos y a su compañera, la diosa Sirona. Belenus o Belinus tiene el significado de brillante en la antigua lengua irlandesa, "fuego de Bel" o "Bello fuego", y era la forma en la que se designaba al dios de la luz o dios del fuego; nombre que pasaría a través de la cultura irlandesa a las novelas de caballería medievales. Su influencia llegaría hasta los galos y astures. Esta misma festividad estaba estrechamente ligada a un culto ancestral del pueblo celta que daría origen a numerosos relatos y películas de terror ya en nuestros días: el del hombre de mimbre, un enorme "muñeco" de este material en el que los celtas introducían a los prisioneros para posteriormente prenderles fuego. César lo citaba en sus escritos pero no existen muchas fuentes sobre esta forma de sacrificio. En Grecia la llegada del solsticio –aunque en la actualidad el de verano se celebra alrededor del 21 de junio– se celebraba encendiendo grandes hogueras a las que se atribuía un carácter purificador, mientras que los romanos encendían también grandes fuegos para rendir culto al dios Apolo y a la diosa guerrera Minerva. Éstos tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las hogueras para purificarse. Era también común atribuir entonces propiedades mágicas y medicinales a las plantas recogidas esa noche de transición, algo que también hacían los druidas y que más tarde, en plena demonomanía, se relacionaría con las llamadas "plantas de las brujas", que acudían la Noche de Walpurgis a los bosques más espesos para recoger las hierbas que darían forma a sus desagradables ungüentos y pociones mágicas. Manipulación de una tradición vinculada con la diosa madre, la naturaleza, cuando no existía una ciencia médica y había que recurrir a la vegetación y a la experiencia de los antepasados para curar las dolencias. En el mes de mayo los antiguos romanos rendían culto a sus antepasados – maiores –, creyendo que en este periodo de transición equinoccial los difuntos se aparecían a los vivos, sembrando el desconcierto entre las gentes. Era el momento también de culto a la diosa de la primavera, Maia Maiestas – que daría origen al nombre actual del mes –, divinidad latina de la fertilidad y la salud. En los países nórdicos, según la mitología recogida en los Edda, la Noche de Walpurgis coincidía con la muerte de Odín (la principal deidad de la mitología nórdica, dios de la sabiduría, la guerra, la muerte y la magia), fecha en la que se desataba el caos en la Tierra y se diluían las barreras dimensionales entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. También en el norte de Europa se vinculaba esta festividad con la naturaleza. Se adoraba a Waldborg o Waldburga, diosa de la fertilidad, a la que se pedía su intercesión para el buen desarrollo de las cosechas, la llegada de las lluvias en tiempos de sequía o la misma prosperidad de la comunidad en época de dificultades o guerras. Para ello se encendían grandes hogueras, como hacían también los celtas. Con la caída del Imperio romano y el ascenso imparable del cristianismo, la celebración pagana de Waldborg se confundió y fusionó con la festividad de la santa Walburga de Heidenheim. La vida de esta religiosa benedictina alemana que vivió en el siglo VIII está rodeada de aspectos legendarios: cuentan que era hija del rey Ricardo el Sajón y de Winna, hermana del apóstol de Germania, San Bonifacio. Walburga había nacido en el condado inglés de Essex. A los once años parece que ingresó en el convento inglés de Winborne, donde pasaría 26 años impregnándose del ambiente místico y religioso de la clausura. Más tarde se convirtió en monja, cometido para el que parecía haber nacido, llegando a asistir a San Bonifacio, cabeza de la Iglesia en Germania. En el año 748 fue enviada a Germania para ayudar en la predicación a Bonifacio, junto a santa Lioba y otras religiosas. Mientras viajaban desde Inglaterra hacia el Viejo Continente, se levantó una gran tempestad que puso en peligro la embarcación en la que viajaban. Cuenta la leyenda que Walburga se arrodilló en la proa y comenzó a rezar. Al poco tiempo el temporal amainó y los marineros, que creyeron hallarse ante un milagro, comenzaron a venerar a Walburga como a una santa. Su fama comenzó a acrecentarse y vivió en el convento de Heidenheim, fundado por su hermano San Wilibaldo, cerca de Baviera. A la muerte de su hermano se convirtió en abadesa, siendo ya considerada una mujer santa por su comunidad. El 25 de febrero del 779 fallecía en Heidenheim, pero sus aparentes milagros no terminaron con su muerte. En el 893 el obispo Erchambold abrió la tumba de Walburga y descubrió que su cuerpo estaba inmerso en un aceite de embriagadora fragancia que emanaba de su cuerpo y principalmente, según las crónicas, de su pecho. A partir de entonces comenzó a formar parte del selecto grupo de santos que producen aceite. Existen crónicas que señalan que luego de la muerte de la santa, más de un siglo antes de que Erchambold abriese su féretro, de su tumba ya brotaba el citado óleo. Durante siglos circularon por toda Europa frascos que contenían el llamado "aceite de Walpurgis", al que se atribuían propiedades curativas y milagrosas. Además, algunas partes de su cuerpo fueron distribuidas, cual reliquias, por lugares como Colonia y Amberes, siendo codiciadas por las gentes más poderosas y veneradas por el pueblo. Algunos vendedores de la milagrosa unción afirmaban por los polvorientos caminos que la pócima tenía un gran poder para doblegar a las brujas. La fecha de la canonización de Walburga se trasladó del 25 de febrero – cuando había nacido – al 1 de mayo, debido a que este día del año 870 en el calendario sueco se trasladaron sus reliquias hasta Eichstadt, depositándolas en la iglesia de la Santa Cruz, hoy conocida como Iglesia de Santa Walburga, y comenzando así su veneración pública; por lo que se hizo coincidir la Noche de Walpurgis con el día de la santa alemana, método de las autoridades eclesiásticas para hacer olvidar el paganismo de antiguas celebraciones. De esta forma, Santa Walburga parece ser una “cristianización” de la deidad celta Beltane, de la diosa teutona Walpurgis y de la Flora romana, la diosa abuela Maia, divinidad de la muerte y la fertilidad. Actualmente, las celebraciones modernas de la Noche de Walpurgis se dan especialmente en Alemania. Esto incluye disfrazarse, colgar ramas de follaje benditas en las casas y dejar ofrendas de Ankenschnitt (pan con mantequilla y miel) para los sabuesos fantasmas. Irónicamente, las ramas de follaje fueron colgadas originalmente por los paganos como ofrendas a las diosas. Hoy en día, los alemanes celebran esta festividad como un segundo Halloween disfrazándose, haciendo ruido y haciéndose bromas. Algunas tradiciones de la época medieval aún se conservan, como colgar ramitas de plantas y dejar el Ankenschnitt para los perros. También hay nuevas tradiciones, como encender fuegos artificiales y cantar canciones populares. La antigua costumbre de encender fuegos para ahuyentar a los malos espíritus ha dado paso a nuevas costumbres, como el famoso Tanz in den Mai (baile de mayo), una enorme hoguera que, en ocasiones, contiene una "bruja" de madera y que se enciende el 30 de abril. Cuando las llamas se apagan, se celebra el salto del maíz, en el que los enamorados saltan juntos sobre el fuego. Las festividades se acompañan de abundante cerveza y comida tradicional alemana.
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