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viernes, 23 de junio de 2023

WASHINGTON: En las entrañas del monstruo

Incendiada por los británicos en la guerra de 1812, resurgió de sus cenizas cual hiedra venenosa, la cual bajo la blanca fachada de sus monumentales edificios neoclásicos, esconde sus oscuras intenciones para con la humanidad. Hablamos de Washington, la capital de los EE.UU. que está llena de símbolos monumentales y museos tan grandes como interesantes. Por lo visto, la Bestia sabe muy bien como maquillar su fealdad. Como sabéis, esa ciudad es, además, uno de los mayores centros políticos del planeta, con todo lo que esto conlleva. A pesar de los reparos que tenia, decidí visitarla para conocer por mi mismo lo que ofrece y he aquí mis impresiones ¿vale?: Los turistas suelen dedicar todo el día a recorrer sus numerosos museos y la tarde y la noche a buscar el lugar donde tomar una cerveza o cenar en barrios muy animados como U Street o la zona de Logan Circle. Lo primero e imprescindible es hacerse con la ciudad y para ello en Washington es necesario recorrer el National Mall, esa enorme y ancha avenida a la cual hay que visitarla pronto, sobre todo en verano, si queréis evitar aglomeraciones y el asfixiante calor. Es mejor empezar con los monumentos y memoriales y hacia las 10.30 estar ya dentro de los museos con aire acondicionado. Hay quien llama al Mall “el jardín delantero de EE UU”.
Y se comprende al ver el verde césped que se extiende desde el Capitolio hasta el Lincoln Memorial y que conforma el gran espacio público del país. En el Mall se encuentran la mayoría de los museos y grandes monumentos de la ciudad. En un día se puede ver bastante, aunque será una larga jornada en la que se caminan fácilmente más de seis kilómetros. Se suele empezar en el Vietnam Veterans Memorial y se sigue en dirección contraria a las agujas del reloj, con el Lincoln Memorial y el obelisco del Washington Monument. Hacia el oeste se pueden ver otros monumentos como los dedicados a los caídos en la Guerra de Corea o la II Guerra Mundial. El extremo occidental del National Mall está presidido por el Lincoln Memorial, un edificio de estilo neoclásico dedicado al presidente Abraham Lincoln, cuya estatua contempla serenamente las aguas del estanque Reflecting Pool tras una columnata dórica. El Washington Monument, un obelisco de 169 metros, es el edificio más alto de la ciudad. Se tardó tanto en construirlo que la cantera de mármol original se agotó: a un tercio de altura se observa el cambio de color entre la piedra nueva y la vieja. Está también el que rinde homenaje a Thomas Jefferson, un edificio con escalones de mármol, cúpula y pórtico construido a comienzos del siglo XX a imagen de los templos griegos y romanos que se alza entre cerezos en la orilla sur de la Tidal Basin. Alrededor del Mall están los museos del Smithsonian, que hacen una fabulosa labor educativa mostrando muchos de los tesoros culturales y científicos de EE UU.
Se puede comenzar en el Smithsonian Castle, un edificio de arenisca roja con torreones construido a mediados del siglo XIX que alberga el centro de visitantes y acoge exposiciones sobre historia, además de mostrar información sobre la institución en pantallas táctiles en varios idiomas. Allí está también el mostrador de información, una cafetería y hasta la tumba de James Smithson, el excéntrico inglés que en 1826 donó el dinero con el que se creó el instituto que lleva su nombre. Uno de los más visitados es el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano. Tras saludar a Henry, el enorme elefante africano que vigila la rotonda, hay que subir al segundo piso a ver el diamante Hope (Esperanza). Sus 45,52 quilates arrastran una fama de malditismo sobre sus sucesivos propietarios, entre los que se cuenta la reina María Antonieta, decapitada en la guillotina. También hay dinosaurios, calamares gigantes, tarántulas… un paraíso para amantes de las ciencias naturales. Para quienes prefieran la historia y empaparse de la cultura americana, el National Museum of American History expone todo tipo de objetos del universo estadounidense, con una bandera como pieza estelar: es la misma que ondeó en el fuerte McHenry de Baltimore durante la guerra de independencia de 1812, y en la que se inspiró el himno nacional Barras y estrellas.
Hay de todo, y siempre muy bien contado: la cocina de Julia Child, una de las primeras chefs mediáticas; la espada de George Washington, un trozo de la Plymouth Rock donde desembarcaron los peregrinos del Mayflower… En tanto, los amantes del arte tienen otra visita imprescindible : la National Gallery of Art, con una ingente colección que abarca desde la Edad Media hasta la actualidad, y su vecino jardín de esculturas. Lo más práctico es ir directamente a la galería 6 (en el edificio oeste) a ver el único cuadro de Leonardo da Vinci en el hemisferio occidental. Por cierto, el National Air and Space Museum es otro de los lugares más visitados del Smithsonian. Entre los aviones que cuelgan del techo está el Spirit of St. Louis - el aeroplano con el que el piloto Charles Lindbergh cruzó el Atlántico en el primer vuelo en solitario sin escalas de Nueva York a París en mayo de 1927 - y el reactor Bell X-1c con el que Chuck Yeager rompió por primera vez la barrera del sonido. Allí está también el módulo lunar del Apolo XII, hay una sala IMAX, un planetario, simuladores de vuelo y mucho más. Dejando los museos de lado, hay pocos sitios en el mundo tan reconocibles universalmente como el Capitolio, omnipresente en películas y series. El centro geográfico y legislativo de Washington sorprende por ser un barrio residencial de casas adosadas. Esta enorme zona alberga lugares tan significativos como el propio Capitolio o la Biblioteca del Congreso , la mayor del mundo, con 164 millones de libros, manuscritos, mapas, fotos, películas y otros muchos artículos, un lugar asombroso,tanto por sus dimensiones como
por su diseño. Dentro de este círculo de poder del D. C. está también el Tribunal Supremo de EE UU, ocupando un edificio neoclásico con friso y columnas de orden corintio protegido por puertas de bronce de cinco toneladas. Está permitido presenciar los debates (aunque hay que llegar temprano), visitar las exposiciones permanentes y la escalera de caracol de mármol y bronce, o asistir a las conferencias que se ofrecen en la sala del tribunal cuando no hay sesión. No podíamos dejar de mencionar a la Casa Blanca, que comparte espacio con otras instituciones como el Departamento de Estado o el Banco Mundial, que están muy cerca, en Foggy Bottom. Ahora queda visitar la orilla oeste del Potomac, donde técnicamente ya no estamos en Washington D. C., sino en Virginia, aunque en realidad allí es donde se encuentran algunas de las atracciones más visitadas de Washington, como el Cementerio Nacional de Arlington, donde descansan 400.000 militares y sus familiares.Aquí hay muertos de todas las guerras en las que ha participado EE UU desde la de la Independencia. Al sur del cementerio está el Pentágono, el mayor edificio de oficinas del mundo, donde los ‘halcones’ planifican sus operativos de bandera falsa y guerras en todo el mundo. Fue el punto final de nuestro viaje a la boca del lobo, nada menos…Y hay quien creía que no me atrevería a hacerlo.
actualidad cultural
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