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viernes, 1 de agosto de 2025

EL CILINDRO DE CIRO: Un artefacto adelantado a su tiempo

En el mundo de la historia antigua, hay descubrimientos arqueológicos que han marcado un hito en el conocimiento de las civilizaciones que nos precedieron. Uno de esos hallazgos es el famoso Cilindro de Ciro, del imperio persa, convertido en objeto de debate por su calificación como la primera declaración de reconocimiento de Derechos Humanos. Este cilindro – denominado así por la forma que tiene - fue descubierto en 1879 en Babilonia, la actual Irak, durante unas excavaciones arqueológicas dirigidas por Hormuzd Rassam. Data del siglo VI a.C., durante el reinado de Ciro II, mejor conocido como Ciro el Grande, fundador del Imperio Persa Aqueménida. La pieza original, expuesta desde entonces en el Museo Británico, es una tablilla cilíndrica de arcilla de unos 21 centímetros de largo, cubierta de inscripciones cuneiformes en lengua acadia. Estas inscripciones narran la conquista de Babilonia por parte de Ciro, así como las medidas implantadas por el rey persa en lo que se ha considerado como la primera manifestación en la historia de un reconocimiento de derechos humanos. A lo largo de múltiples siglos y culturas, Ciro fue recordado de una manera notablemente favorable en comparación con otros conquistadores poderosos. Los historiadores griegos posteriores Heródoto ( Las Historias ) y Jenofonte ( La Educación de Ciro ) lo presentan como un gobernante ideal y un modelo de virtud moral. El Libro de Isaías (45:1) incluso se refiere a Ciro como el ungido del Señor, lo que lo convierte en la única figura en la Biblia que es declarada “mesías de YHWH” sin ser un rey ungido de Judá. En el cilindro se retrata al rey babilonio Nabonido como un tirano que imponía un reinado de terror sobre sus súbditos, y la conquista de Ciro se presenta como propiciada por el dios Marduk para liberar a Babilonia del yugo del tirano. Posteriormente se describen las medidas que toma Ciro tras la conquista de Babilonia, liberando al pueblo de la servidumbre, permitiendo a los cautivos regresar a sus hogares y fomentando la reconstrucción de los templos y la restauración de los cultos locales. Estas medidas fueron interpretadas en el siglo pasado como precedentes de los derechos humanos, convirtiéndose en símbolos tanto el Cilindro como la figura de Ciro el Grande por parte del Irán moderno. No es de extrañar que el cilindro fuera adoptado como un símbolo nacional de Irán por el Estado Imperial, que lo puso en exhibición en Teherán en el año 1971 para conmemorar 2.500 años de la monarquía persa. Este antiguo documento, ha sido reconocido como la primera declaración de Derechos Humanos del mundo. Traducido en los seis idiomas oficiales de las Organización de las Naciones Unidas, sus disposiciones son similares a los primeros cuatro artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cabe precisar que esta vinculación con los derechos humanos ha sido considerada anacrónica por algunos historiadores quienes la califican antojadizimamente como "una política propagandística llevada a cabo por parte de Irán". Es verdad que no se pueden trasladar al pasado concepciones actuales como el respeto a los derechos humanos, ya que los sistemas de pensamiento, los valores y la sociedad no eran como los actuales. Pero ello no impide que podamos reconocer los logros del pasado. En las medidas inscritas en el cilindro se reflejan la política de tolerancia y moderación del imperio persa hacia los pueblos conquistados. Esa moderación y magnanimidad es más significativa, sobre todo cuando se compara con otros imperios mesopotámicos precedentes como los asirios o los babilonios - especialmente los primeros - que basaban su dominio por medio del terror a través de la masacre de los pueblos vencidos y la destrucción de ciudades y de los templos locales. Frente a esto, nos encontramos en el imperio persa con una política totalmente nueva, basada no en la imposición por medio del terror, sino en la tolerancia y en el respeto a la diversidad de los pueblos gobernados. Esa concepción de un imperio cosmopolita, cimentada en el respeto a las diferentes particularidades culturales, en la diversidad de cultos y la tolerancia religiosa, sería posteriormente recogido por el Imperio helenístico fundado por Alejandro Magno, y más tarde por el Imperio Romano. Es cierto que en esos imperios habían existido instituciones que hoy en día reconocemos contrarias a los derechos humanos como la esclavitud. Sin embargo, es bueno también practicar un sano eclecticismo, y sin negar los defectos del pasado, ser capaces de reconocer lo bueno que podemos reconocer, y rescatar aquellos valores que se pueden considerar como atemporales, basados en la justicia, en la verdad y la bondad y el respeto hacia todos los seres humanos, más allá de su extracción social, orígenes étnicos o credos religiosos.
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