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viernes, 19 de enero de 2024

MONUMENTOS SOVIÉTICOS EN EUROPA: Un incómodo legado que merece ser destruido

El debate sobre estas descomunales estructuras es más actual que nunca en Europa del Este, especialmente por la guerra en Ucrania, que ha revivido la rusofobía a un grado extremo y el deseo de eliminar todo vestigio que les recuerde ese oscuro pasado de su historia. Así, mientras que para la inmensa mayoría de ciudadanos de todas las edades, los monumentos soviéticos, horribles y desproporcionados por añadidura - les recuerdan la brutal ocupación del Ejército Rojo y el régimen de Stalin, que instauró sangrientas dictaduras comunistas en sus países tras la II Guerra Mundial en 1945, convirtiéndose en satélites de Moscú - para unos cuantos nostálgicos en cambio, representan más bien “la victoria sobre la Alemania nazi”. Como recordareis, Europa del Este estaba llena de estas monstruosidades construidas por la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Pero con el colapso de la URSS y el derrocamiento de las dictaduras comunistas en 1989, muchos de esos odiados símbolos fueron derribados, comenzando con las miles de estatuas de Lenin, Marx, Engels, y de los jerarcas comunistas que los oprimían y que se los habían levantado en vida, hasta no dejar ninguno en pie (Por cierto, ya los de Stalin habían sido barridos en los años 50 tras la muerte del genocida y el fin a su culto a la personalidad). El desmantelamiento del resto de los monumentos tras la caída del comunismo en 1989 se convirtió en un paso necesario para la reconciliación. Los únicos vestigios que se salvaron - de momento - fueron los memoriales “en honor” a los soldados del Ejército Rojo. Pero con la guerra desatada en Ucrania en febrero del 2022 se han roto los últimos puentes que quedaban con el pasado y ha marcado el comienzo de la demolición a gran escala de todos los monumentos soviéticos que quedaban en Europa del Este, a pesar de las protestas de Moscú, que acusa a esos países “de intentar reescribir la historia”. De esta manera, desde Polonia hasta Georgia, pasando por Lituania y Bulgaria, varios de esos memoriales han comenzado a ser demolidos. Solo unos pocos monumentos se salvaron de su destrucción luego de ser “descomunizados”, al suprimir las estrellas rojas y otros símbolos comunistas. Uno de los más conocidos - y recientes - fue la ‘conversión’ de la gigantesca estatua a la Victoria construida en Kiev, que fue rebautizada como Madre Ucrania, luego de reemplazar el emblema de la URSS que originalmente llevaba en el escudo, por el del país. Pero muchos no han tenido tanta suerte y han comenzado a ser destruidos, como “El Monumento en honor al Ejército Soviético”, un pilar de casi 40 metros de altura que se ubicaba al final de un paseo de adoquines en la capital búlgara, Sofía, y cuyo desmantelamiento ha comenzado esta semana. En lo alto del monumento había un soldado del Ejército Rojo, que extendía su ametralladora sobre las cabezas de una campesina y un obrero. Mientras en la base, tres relieves contaban la historia del Ejército Rojo. Esta pieza de 1954 - a diez años de que la Unión Soviética declarara la guerra a Bulgaria - fue muy controvertida, siendo vandalizada en
reiteradas ocasiones. "Luego de la brutal invasión del Ejército Rojo, se estableció un régimen comunista en Bulgaria. Este monumento fue construido en una época de ausencia de libertad, cuando las fuerzas de ocupación se llamaban a sí mismas libertadores", explico Marta Georgieva, quien desde hace más de 10 años lidero una iniciativa para derribarlo. "Un Ejército que simplemente invadió un país y se autodenomino libertador, cuando nunca lo fue" explico. Durante la Segunda Guerra Mundial, Bulgaria formó parte de las potencias del Eje desde 1941 hasta 1944, pero el país no envió soldados al Frente Oriental y se negó a declarar la guerra a la Unión Soviética. En agosto de 1944, Bulgaria puso fin al pacto con la Alemania nazi y se declaró neutral. Sin embargo, la Unión Soviética rechazó la oferta de un armisticio y declaró la guerra a Sofía. Así, tras la invasión del Ejército Rojo, un régimen comunista tomó el poder en el país, el 9 de septiembre de 1944, y asesinó a 30.000 personas, entre clérigos, periodistas, exministros y grandes terratenientes. “En Bulgaria se sabe muy poco sobre este oscuro capítulo de la historia. La demolición del monumento al Ejército soviético abrirá ahora parte de este proceso”, señalo Georgieva. El proceso ha sido especialmente relevante en el oeste del país. Mientras tanto en los países bálticos, la demolición de esos monumentos va por buen camino, buscando deshacerse de esas indeseadas reliquias en el más breve tiempo. En efecto, la necesidad de cerrar las cuentas con el pasado se ha reavivado en los países bálticos, que fueron anexionados por la URSS tras la II Guerra Mundial. Durante el último año en Letonia, el país más activo en el ajuste de cuentas con su memoria reciente, han desaparecido de sus principales urbes aparatosos monumentos alzados en homenaje a los “libertadores soviéticos”. En agosto del 2023 fue desterrado de la luz pública un monumento consagrado al triunfo soviético en Riga, la capital de Letonia, en virtud de un decreto que exigía la destrucción del símbolo antes de noviembre. "Este monumento era un recordatorio constante
de nuestra ocupación y del destino que padecieron muchas personas: la deportación o la represión. No necesitamos este tipo de monumentos", voceó el presidente letón Egils Levits durante la demolición televisada. Polonia también ha decidido retirar los últimos memoriales del ejército rojo. Sin embargo, existe un país donde la herencia soviética se ha conservado prácticamente intacta: Alemania. En 1990, antes de la reunificación, las dos Alemanias firmaron un tratado con las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial que le obliga al mantenimiento y cuidado de esas monstruosidades. De hecho, Berlín es la ciudad europea donde más monumentos soviéticos se pueden observar. Otro país que se ha negado a cerrar las cuentas con el pasado es Austria. Viena fue ocupada por el Ejército Rojo y el gobierno austríaco se ha negado a retirar la imponente estatua del soldado soviético que se encuentra cerca del Palacio Real del Belvedere. Pero es en Ucrania donde de una forma encarnizada tratan de borrar todo símbolo que los asocie con Rusia. En Kiev fue decapitada y desmantelada la estatua que celebraba la amistad de los pueblos ucranianos y rusos, construida en 1982 para celebrar los 1500 años de la fundación de Kiev. En Ucrania, la particularidad de esta nueva ola es que, además de los monumentos relacionados con la época comunista, también se han incluido estatuas que representan personajes históricos y culturales, como el escritor Alexander Pushkin o la emperatriz Catalina II. El primer intento de erradicar la narrativa comunista data de los años inmediatamente posteriores al derrumbe de la URSS, con la retirada de la ideología soviética del currículo escolar. En el 2015, al abrigo de los cambios políticos, se aprobaron las leyes que han servido para desmantelar monumentos, calles e incluso nombres de ciudades, como la actual Dnipro, otrora Dnipropetrovsk. El proceso ha sido especialmente relevante en el oeste del país. “La guerra supone el impulso más fuerte en la historia de la Ucrania independiente para llevar a cabo una profunda y exhaustiva desrusificación, es decir, para erradicar no sólo el legado del periodo soviético, sino también todo lo que se percibe como un instrumento de la influencia rusa en el país”, reconoce Jadwiga Rogoża, investigadora del polaco Centro para Estudios Orientales. “La guerra ha recordado las atrocidades soviéticas de la época de Stalin. Ciudadanos de los países entonces oprimidos se preguntan ahora a quién y cómo quieren conmemorar esos luctuosos sucesos. Estamos ante una situación muy similar en todos los países con pasado soviético”, reconoce Bohdana Neborak, editora de la web theukrainians y experta en materia de “descomunización”. “Los países bálticos han prestado mucha atención al legado ruso y soviético que sigue presente en sus calles”, indico. No cabe duda que con la inevitable derrota de Ucrania en la guerra - ya que ni la OTAN podrá salvarla de su destino - el rechazo a todo lo ruso, se acrecentará.
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