SONIDOS DEL MUNDO
viernes, 29 de agosto de 2025
EL MISTERIO DE LOS BROCHES DE HORNELUND: El enigmático tesoro vikingo que desconcierta a los arqueólogos en Dinamarca
En el corazón de la península de Jutlandia, donde el viento del mar del Norte acaricia campos que parecen no haber cambiado en siglos, un hallazgo fortuito en 1892 desató uno de los misterios arqueológicos más sugerentes de la era vikinga. En efecto, un joven jornalero, mientras araba los campos de su patrón en Hornelund, vio brillar algo entre los surcos. Al desenterrarlo, descubrió que no era una piedra ni un simple fragmento metálico, sino un pesado broche de oro con un diseño tan refinado que parecía imposible que hubiera pasado un milenio bajo tierra. Aquel hallazgo dio inicio a una historia que, pasado más de 130 años, sigue sin resolverse del todo. A los pocos días del primer descubrimiento, aparecieron un segundo broche y un brazalete de oro macizo. La noticia corrió por los periódicos locales: el campo de Hornelund, cerca de la actual ciudad de Varde, había entregado un tesoro vikingo sin precedentes. La nota de prensa original del Museo Nacional de Dinamarca, conservada en sus archivos, recogía que las piezas se entregaron al museo en Copenhague, donde fueron tasadas y recompensadas. Aquel acto rutinario dio inicio a una investigación que aún hoy fascina a los arqueólogos. Se trataba de dos broches circulares de aproximadamente 8,5 centímetros de diámetro y entre 60 y 75 gramos de peso, además de un brazalete trenzado de oro macizo. Según la investigación de la museóloga Lene B. Frandsen, las piezas combinaban filigranas, granulaciones y relieves que revelaban la mano de un orfebre excepcional. Uno de los broches mostraba cabezas de animales en estilo puramente nórdico, mirando hacia el centro de un espacio que probablemente estuvo decorado con una piedra semipreciosa. El otro presentaba un delicado motivo vegetal que recuerda a palmetas y tallos ondulantes, de clara inspiración cristiana. Esta dualidad artística - lo pagano y lo cristiano conviviendo en el mismo conjunto - lo convierte en un hallazgo único en la orfebrería vikinga. Si bien la belleza de los broches de Hornelund es indiscutible, lo que realmente intriga a los investigadores es lo que no se sabe. Cuando el jornalero los encontró, el campo ya estaba intensamente trabajado y no se realizó una excavación arqueológica sistemática. Por ello, nunca se supo con certeza si estas joyas formaban parte de un ajuar funerario, un tesoro escondido ante un peligro inminente o los restos dispersos de una antigua granja de élite. En 1993, el Museo de Varde emprendió una ambiciosa campaña para rastrear el origen del tesoro. Se excavaron siete áreas en la zona señalada por los registros históricos. Bajo la capa de tierra fértil aparecieron restos de asentamientos que abarcan desde la Edad del Bronce hasta la Edad del Hierro temprana, incluyendo hornos, grutas de piedras de cocción y escorias de hierro, evidencia de actividades metalúrgicas antiguas. Sin embargo, nada relacionado con la época vikinga apareció en aquellas excavaciones. La tierra parecía guardar su secreto con celosa discreción. A pesar de la incertidumbre sobre su procedencia exacta, los especialistas coinciden en que los broches de Hornelund son productos de altísima calidad técnica. Durante el siglo XI, el sur de Jutlandia era un núcleo activo de orfebres vikingos. Algunos trabajaban para la élite local, otros producían piezas para el comercio internacional. Se sabe que los orfebres daneses tomaban inspiración de múltiples fuentes: patrones vegetales de influencia franca, curvas en espiral propias de los países bálticos e incluso ecos del arte cristiano que ya penetraba en Escandinavia. Estos broches condensan ese cruce cultural. Por un lado, las cabezas de animales evocan las raíces nórdicas, fieras y simbólicas; por otro, la filigrana vegetal recuerda los viñedos que en el arte cristiano primitivo simbolizan la resurrección. Es un testimonio silencioso de un tiempo en que los vikingos ya estaban dejando atrás su mundo pagano para integrarse en la cristiandad europea. Pero, ¿por qué un conjunto tan valioso apareció en un campo de labor y no en un túmulo funerario o en un hallazgo urbano? Las teorías son variadas. Algunos arqueólogos sugieren que pudo ser un tesoro enterrado apresuradamente ante una amenaza, como una incursión o un conflicto local. Otros plantean que formaba parte de un ajuar funerario destruido por la arada y el paso del tiempo. Sea cual sea la respuesta, el hallazgo sigue siendo una cápsula de historia que combina azar, belleza y misterio. La última campaña de excavación, hace tres décadas, apenas arañó la superficie de lo que podría ser un yacimiento mayor. Y en el Museo Nacional de Dinamarca, donde se exhiben hoy los broches, no se pierde la esperanza de que algún día aparezca la pieza que complete el puzzle: quizá otro fragmento de oro, un enterramiento intacto o un resto arquitectónico que revele quién poseyó estas joyas hace más de 1.000 años. Pero más allá de su valor material, los broches de Hornelund son un recordatorio de que la arqueología no solo consiste en objetos, sino en historias humanas. Detrás de cada filigrana, de cada cabeza de animal, late la mano de un artesano que dominaba técnicas milenarias. En algún momento del siglo XI, alguien se abrochó estas joyas al vestido, quizá en un acto ceremonial o en un encuentro de poder. Ese gesto quedó suspendido en el tiempo, hasta que un golpe de arado lo devolvió a la luz. Mientras la investigación continúa, los broches de Hornelund siguen brillando, no solo por su oro, sino por las preguntas que plantean. En su silencio metálico parecen recordarnos que, en la arqueología, el azar es tan poderoso como la ciencia, y que el pasado siempre guarda sorpresas para quienes saben mirar.
viernes, 22 de agosto de 2025
SMITHSONIAN INSTITUTION: El último reducto de los ‘wokes’
Si hace un par de semanas la noticia era la restauración de una estatua que homenajeaba al general confederado Albert Pike en Washington, Donald Trump continúa con su cruzada cultural contra los ‘wokes’ en los Estados Unidos. En efecto, el ultimo martes, el presidente norteamericano escribió en Truth Social en contra de los museos del Smithsonian, asegurando que sus abogados conducirían una “revisión” de sus controvertidas exposiciones. Esto, asegurando que el retrato que estos museos hacen de la historia norteamericana es demasiado negativos y únicamente enfocados en “cuán mala fue la esclavitud”. En ese sentido, Trump dijo que los museos pasarían por el mismo proceso que pasaron las universidades, con la idea de volverlos “menos woke”, un término para designar las políticas que buscan destruir el orden social establecido. En la misma noche, un funcionario de la Casa Blanca habló con la cadena NBC y señaló que el plan de Trump se extendería a museos más allá de la Institución Smithsonian. En sus palabras, “harían responsable a la institución” por lo que muestran, y de ahí continuarían con otras instituciones. Al respecto, en su red social, Truth Social, el presidente norteamericano escribió: “El Museo Smithsonian está FUERA DE CONTROL, donde todo lo que se discute es cuán horrible nuestro país es, cuán mala fue la esclavitud, y cuán fracasado y maltratado ha sido. Nada sobre Éxito, nada sobre su Brillo, nada sobre el Futuro”. “Los museos de Washington, pero también de todo el país, son en esencia los últimos vestigios del ‘wokismo’ “, denunció.” He dado instrucciones a mis fiscales para que revisen (las políticas de) los museos e inicien exactamente el mismo proceso que se ha seguido con las universidades, donde se han logrado enormes avances”, agregó el republicano, asegurando: “Este país no puede ser ‘woke’ porque el ‘WOKISMO’ SE HA TERMINADO”. Como recordareis, la Casa Blanca ya había empezado una cruzada cultural contra las universidades a las que consideraba enemigos de todo lo estadounidense. Para eso, retiró millones de dólares del financiamiento federal de planteles como Harvard, Columbia y Brown, y de algunas instituciones consiguió acuerdos para cambiar estas normativas. El primer paso ya se había dado: El Smithsonian recibió la semana pasada una carta firmada por el director de la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca, Russell Vought, en la que se instruía a los funcionarios de ocho de sus museos a entregar información sobre las exhibiciones, junto con los planes para conmemorar el 250° aniversario del país en un plazo de 30 días. Se les instruyó a implementar “correcciones de contenido” cuando fuera necesario, incluyendo la sustitución de lenguaje “divisivo”: en general, eufemismo para los temas que promueven los ‘wokes’ En la carta, fechada el 12 de agosto, representantes de la Casa Blanca dijeron que planean realizar una auditoría de ocho museos Smithsonian “para garantizar la alineación con la directiva del presidente de celebrar el excepcionalismo estadounidense, eliminar las narrativas divisivas o partidistas y restaurar la confianza en nuestras instituciones culturales compartidas”. La revisión se enfocará en el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, el Museo Nacional de Historia Americana, el Museo Nacional de Historia Natural, el Museo Nacional del Indio Americano, el Museo de Arte Americano del Smithsonian, el Museo Nacional del Aire y el Espacio, la Galería Nacional de Retratos, el Museo Hirshhorn y el Jardín de Esculturas, detalló RFI. Sin embargo, el cambio ya habría empezado de antes: NBC News descubrió en mayo que al menos 32 artefactos que alguna vez estuvieron expuestos en el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana del Smithsonian, ubicado en el National Mall, fueron retirados. El Museo Smithsonian fue fundado en la década de 1840 por Estados Unidos con fondos del patrimonio de James Smithson, un científico británico. Como organismo fiduciario único financiado con fondos federales, no es una agencia del poder ejecutivo, lo que dificulta determinar si la administración Trump tiene la capacidad de controlar sus exposiciones. Está gobernado por una Junta de Regentes de 17 miembros, presidida por el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts. Como podéis imaginar, los adversarios de esta iniciativa salieron de sus cuevas rápidamente a criticarla. Así, Lonnie Bunch III, quien se ha desempeñado como secretario del Instituto Smithsonian desde el 2019 y es el primer negro en ocupar el cargo, ha hecho múltiples comentarios sobre la importancia de “educar” a la gente sobre la esclavitud, específicamente a través del Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, sin importarle tergiversar groseramente la historia del país. En una entrevista declaró que parte del propósito de ese museo “era ayudar a una nación a comprenderse a sí misma, una tarea imposible sin el pleno reconocimiento de los horrores de la esclavitud” (?). “Las exhibiciones en el Smithsonian requieren años de planificación y son evaluadas exhaustivamente por equipos de académicos y expertos en curaduría antes de su estreno”, afirmo por su parte Janet Marstine, ‘experta’ en ética museística, quien afirmó que “las exigencias de la administración Trump “preparan al Smithsonian para el fracaso”. “Nadie podría proporcionar ese tipo de materiales de una manera tan completa, en tan poco tiempo, y por lo tanto es una tarea imposible”, aseguró. La Casa Blanca pidió al Smithsonian que proporcione una amplia gama de materiales, desde correos electrónicos y memorandos internos hasta copias digitales de todos los carteles y etiquetas de las galerías que se exhiben actualmente. Según la CNN, el impulso del gobierno de Trump para alinear el apoyo federal con su agenda cultural se ha extendido más allá de la capital de la nación. El Institute of Museum and Library Services y las National Endowments for the Arts and the Humanities cancelaron decenas de millones de dólares en subvenciones federales a principios de este año, afectando a pequeños museos, iniciativas bibliotecarias, programas de artes y proyectos de investigación académica en todo el país. Cabe precisar que, a principios de este año, Trump firmó un decreto que encargó al vicepresidente J. D. Vance, miembro de la Junta de Regentes del Smithsonian, detener el gasto público en exhibiciones que no se alineen con la agenda del gobierno. El presidente estadounidense ya había acusado a los museos de la Smithsonian de “revisionismo histórico” y “adoctrinamiento ideológico” racial, especialmente durante los gobiernos de sus predecesores y opositores políticos, el musulmán encubierto Barack Hussein Obama (2009-2017) y el discapacitado físico y mental de Joe Biden (2021-2025). También encargó a una exintegrante de su equipo legal, la abogada Lindsey Halligan, que ayudara a erradicar la “ideología inapropiada” en el Smithsonian. “Los museos en la capital de nuestra nación deberían ser lugares donde las personas vayan a aprender, no a ser sometidas a narrativas divisivas”, decía el decreto, el cual debe cumplirse en su totalidad.
viernes, 15 de agosto de 2025
LAS TUMBAS IMPERIALES DE XIXIA: Un tesoro oculto de la arqueología china
Rozando el desierto de Gobi, a los pies de las montañas Helan, se emplaza uno de los complejos funerarios más enigmáticos del mundo: las tumbas imperiales de la dinastía Tangut, conocidas como los sepulcros de Xixia. Aunque hoy forman parte del patrimonio monumental chino, su existencia pasó casi inadvertida durante siglos: ni los grandes exploradores como Marco Polo ni los pioneros de la arqueología centroasiática del Siglo XIX las documentaron. Hoy, tras décadas de estudio, estas tumbas imperiales revelan aspectos esenciales de un imperio casi borrado de la historia: el de la Gran Xia, o Xixia, fundado por el pueblo tangut. Dicha etnia, también conocida en las crónicas chinas como los Dangxiang, procedía del área de Ordos y ya aparece mencionada en la documentación de la dinastía Tang (618-906). Aprovechando el colapso del Imperio tibetano y de los uigures en el siglo IX, así como el debilitamiento del poder Tang, los Tangut consolidaron su influencia en la frontera septentrional de China. Esta coyuntura histórica, por tanto, favoreció el nacimiento de un nuevo estado independiente. En el año 1038, su líder Li Yuanhao proclamó la independencia y estableció el Estado de la Gran Xia (Da Xia), que en los textos chinos se conoce también como Xixia (Xia Occidental). Yuanhao, que reinó entre 1032 y 1048, cambió el apellido imperial de Li a Weiming para diferenciarse, así, del linaje de los emperadores Tang. También ordenó construir tumbas reales para su padre y su abuelo, a quienes confirió títulos imperiales tradicionales: Taizu (el fundador) y Taizong (su sucesor). En su apogeo, el imperio de Xixia se extendió desde el actual Gansu hasta el sur de Mongolia. Llegó a abarcar territorios hoy incluidos en las regiones chinas de Ningxia, Shanxi, Qinghai e incluso parte de la región autónoma de Mongolia Interior. De esta manera, quedó encajonado entre grandes potencias: la dinastía Song al sur, los Liao al noreste, los tibetanos al suroeste y diversas tribus nómadas al norte. Este precario equilibrio acabaría por definir buena parte de su historia. El complejo funerario tangut se localiza a unos 40 km al oeste de la moderna Yinchuan, capital actual de la Región Autónoma Hui de Ningxia. Desde el aire, la zona aparece salpicada por numerosos túmulos, que se elevan entre 25 y 30 metros y que recuerdan a pirámides truncadas. Wulf Diether Graf zu Castell fotografió por primera vez el conjunto en 1938, quien captó los misteriosos montículos en una campaña aérea. Sin embargo, no sería hasta la década de 1970 cuando los arqueólogos chinos identificaron con claridad estos túmulos como parte del sistema funerario de la realeza tangut. Los estudios arqueológicos posteriores revelaron que el complejo alberga, al menos, las tumbas de nueve de los once monarcas que reinaron Xixia. El conjunto se extiende en un eje norte-sur de 10 km y de este a oeste en 5 km. Aunque hoy se acepta que la construcción comenzó en el extremo sur, durante las primeras excavaciones las tumbas se numeraron de norte a sur. Una leyenda recogida en la crónica Jiajing– Ningxia -xin- zhi del siglo XVI proporciona una explicación singular para justificar la presencia de múltiples túmulos. Según este texto, el emperador Yuanhao ordenó construir 360 montículos funerarios, uno por día, durante un año, con el propósito de confundir a los ladrones de tumbas. Como medida extrema, habría obligado a todos los trabajadores implicados en la obra a suicidarse, para evitar que pudieran revelar la verdadera ubicación de los sepulcros imperiales. Aunque no se ha verificado la existencia de tantos túmulos, lo cierto es que la dispersión de los montículos ha dificultado la identificación de las tumbas reales durante siglos. El plan de Yuanhao, por tanto, quizá contribuyó a la relativa conservación del conjunto. Cabe precisar que el fin del imperio Xixia fue abrupto. En 1227, las tropas del genocida Genghis Khan destruyeron la capital y asolaron la región, poniendo fin a la dinastía Tangut. La ciudad de Khara-Khoto, también conocida como Heishui Cheng (Ciudad del Agua Negra), quedó arrasada y jamás se recuperó. Desde entonces y durante siglos, el recuerdo de Xixia permaneció enterrado. Exploradores como Piotr Kozlov, Sergei D’Oldenburg o Aurel Stein visitaron Khara-Khoto en el siglo XX, pero ni siquiera ellos llegaron a descubrir el emplazamiento de las tumbas reales tangut. Solo la paciente labor de los arqueólogos chinos permitió identificar el complejo sepulcral. La investigación contemporánea, además, ha integrado en el análisis textos históricos, excavaciones sistemáticas y análisis arquitectónicos. En el 2023, el complejo funerario de Xixia fue propuesto para su inclusión en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, reconocimiento que se consolidó en julio del 2025. Este nuevo estatus internacional garantiza no solo su preservación futura, sino también su visibilidad global como un hito del patrimonio cultural asiático. Hoy, convertidas en Patrimonio Cultural de la Humanidad, las tumbas de Xixia nos invitan a explorar uno de los capítulos más fascinantes y olvidados del enigmático pasado chino.
viernes, 8 de agosto de 2025
BUCÉFALO: El caballo que conquisto el mundo
En su conquista del imperio persa, Alejandro Magno estuvo siempre acompañado por un caballo negro con una estrella blanca en la frente llamado Bucéfalo, al que había domado en su juventud. A lo largo de marchas por desiertos y junglas, y en el fragor de la batalla, ambos permanecieron unidos, hasta que el caballo murió en el combate del Hidaspes, una batalla librada en la India que puso fin a la expansión de su imperio hacia oriente. Cuenta Plutarco en su vida de Alejandro que el joven conoció al que habría de ser su caballo más famoso en su Pella natal, cuando un mercader tesalio lo intentó vender a su padre Filipo por la fabulosa suma de trece talentos (335 kilos) de plata. Dado que el caballo se negaba a ser montado por nadie, el rey decidió que no merecía la pena, pero Alejandro le desafió a comprarlo si él lo conseguía domar. Filipo aceptó con la condición que su hijo debería pagar el precio completo en caso de fracasar, y Alejandro se dirigió hacia el indómito animal, a quien llamaban Bucéfalo (cabeza de toro) por su gran tamaño. El macedonio consiguió tranquilizarlo encarándolo hacia el sol lejos de su sombra, a la que tenía miedo, despojándose también de su capa para que no le espantara. Así logró subirse al revoltoso caballo, y tras dar la vuelta a la pista, la multitud le aclamó al tiempo que Filipio le decía -siempre según Plutarco- que “Macedonia se le había quedado pequeña”. Fue a lomos de Bucéfalo que Alejandro tomó parte en su primera gran victoria, derrotando a los griegos en Queronea, y tras la muerte de su padre, lo llevó con él a la conquista de Asia. Gracias a su porte y el lazo afectivo que lo vinculaba con el joven monarca, el caballo se reservaba exclusivamente para el combate, cabalgando Alejandro sobre otros animales durante las agotadoras marchas. Por ello, en una ocasión fue capturado por unos persas en una incursión contra la columna de suministros, lo que provocó en Alejandro una terrible cólera que le llevó a arrasar varias aldeas hasta que su amado caballo le fue devuelto. Finalmente, ambos cabalgarían por última vez a la victoria en la batalla del río Hidaspes (326 a.C.), cuando el conquistador llevó a su caballería en un ataque de flanqueo contra el ejercito del rey indio Poro, mientras su infantería se enfrentaba a ellos por el frente. Allí chocaron contra los carros y los jinetes mandados por el hijo de Poro, quien logró herir de muerte a Bucéfalo y levemente al mismo Alejandro. Es así como tras toda una vida de aventuras, el caballo mas famoso de la Antigüedad pereció cumplidos los treinta años, y un desgarrado Alejandro construyó en su honor una ciudad llamada Alejandría Bucefalia en el punto en el que este había sido herido, aunque su ubicación exacta se desconoce. Según las fuentes, parece claro que se construyó en la orilla oeste del río Hidaspes, y se cree que este sitio está localizado frente al moderno pueblo de Jhelum, en la provincia del Panyab, al noreste del actual Pakistán. La muerte de su amado caballo presagió en cierto modo el fin del sueño del rey macedonio de conquistar la India, ya que al cabo de poco tiempo, sus soldados se amotinaron en el río Hífasis y se negaron a seguir adelante, de modo que este tuvo que regresar a Babilonia, donde perdió a su amante Hefestión - envenenado por sus generales - y moriría el mismo en el 323 a.C. con solo 32 años.
viernes, 1 de agosto de 2025
EL CILINDRO DE CIRO: Un artefacto adelantado a su tiempo
En el mundo de la historia antigua, hay descubrimientos arqueológicos que han marcado un hito en el conocimiento de las civilizaciones que nos precedieron. Uno de esos hallazgos es el famoso Cilindro de Ciro, del imperio persa, convertido en objeto de debate por su calificación como la primera declaración de reconocimiento de Derechos Humanos. Este cilindro – denominado así por la forma que tiene - fue descubierto en 1879 en Babilonia, la actual Irak, durante unas excavaciones arqueológicas dirigidas por Hormuzd Rassam. Data del siglo VI a.C., durante el reinado de Ciro II, mejor conocido como Ciro el Grande, fundador del Imperio Persa Aqueménida. La pieza original, expuesta desde entonces en el Museo Británico, es una tablilla cilíndrica de arcilla de unos 21 centímetros de largo, cubierta de inscripciones cuneiformes en lengua acadia. Estas inscripciones narran la conquista de Babilonia por parte de Ciro, así como las medidas implantadas por el rey persa en lo que se ha considerado como la primera manifestación en la historia de un reconocimiento de derechos humanos. A lo largo de múltiples siglos y culturas, Ciro fue recordado de una manera notablemente favorable en comparación con otros conquistadores poderosos. Los historiadores griegos posteriores Heródoto ( Las Historias ) y Jenofonte ( La Educación de Ciro ) lo presentan como un gobernante ideal y un modelo de virtud moral. El Libro de Isaías (45:1) incluso se refiere a Ciro como el ungido del Señor, lo que lo convierte en la única figura en la Biblia que es declarada “mesías de YHWH” sin ser un rey ungido de Judá. En el cilindro se retrata al rey babilonio Nabonido como un tirano que imponía un reinado de terror sobre sus súbditos, y la conquista de Ciro se presenta como propiciada por el dios Marduk para liberar a Babilonia del yugo del tirano. Posteriormente se describen las medidas que toma Ciro tras la conquista de Babilonia, liberando al pueblo de la servidumbre, permitiendo a los cautivos regresar a sus hogares y fomentando la reconstrucción de los templos y la restauración de los cultos locales. Estas medidas fueron interpretadas en el siglo pasado como precedentes de los derechos humanos, convirtiéndose en símbolos tanto el Cilindro como la figura de Ciro el Grande por parte del Irán moderno. No es de extrañar que el cilindro fuera adoptado como un símbolo nacional de Irán por el Estado Imperial, que lo puso en exhibición en Teherán en el año 1971 para conmemorar 2.500 años de la monarquía persa. Este antiguo documento, ha sido reconocido como la primera declaración de Derechos Humanos del mundo. Traducido en los seis idiomas oficiales de las Organización de las Naciones Unidas, sus disposiciones son similares a los primeros cuatro artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cabe precisar que esta vinculación con los derechos humanos ha sido considerada anacrónica por algunos historiadores quienes la califican antojadizimamente como "una política propagandística llevada a cabo por parte de Irán". Es verdad que no se pueden trasladar al pasado concepciones actuales como el respeto a los derechos humanos, ya que los sistemas de pensamiento, los valores y la sociedad no eran como los actuales. Pero ello no impide que podamos reconocer los logros del pasado. En las medidas inscritas en el cilindro se reflejan la política de tolerancia y moderación del imperio persa hacia los pueblos conquistados. Esa moderación y magnanimidad es más significativa, sobre todo cuando se compara con otros imperios mesopotámicos precedentes como los asirios o los babilonios - especialmente los primeros - que basaban su dominio por medio del terror a través de la masacre de los pueblos vencidos y la destrucción de ciudades y de los templos locales. Frente a esto, nos encontramos en el imperio persa con una política totalmente nueva, basada no en la imposición por medio del terror, sino en la tolerancia y en el respeto a la diversidad de los pueblos gobernados. Esa concepción de un imperio cosmopolita, cimentada en el respeto a las diferentes particularidades culturales, en la diversidad de cultos y la tolerancia religiosa, sería posteriormente recogido por el Imperio helenístico fundado por Alejandro Magno, y más tarde por el Imperio Romano. Es cierto que en esos imperios habían existido instituciones que hoy en día reconocemos contrarias a los derechos humanos como la esclavitud. Sin embargo, es bueno también practicar un sano eclecticismo, y sin negar los defectos del pasado, ser capaces de reconocer lo bueno que podemos reconocer, y rescatar aquellos valores que se pueden considerar como atemporales, basados en la justicia, en la verdad y la bondad y el respeto hacia todos los seres humanos, más allá de su extracción social, orígenes étnicos o credos religiosos.
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