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viernes, 1 de diciembre de 2023
HAL SAFLIENI: El enigmático templo oculto de Malta
Lo que un arqueólogo consideraría las mejores noticias, para un constructor podrían ser las peores. Más que una alegría, los albañiles que en 1902 excavaban los cimientos de un barrio nuevo a las afueras de Paola, en Malta, debieron de llevarse un buen disgusto. Bajo las casas que intentaban edificar, descubrieron una serie de túneles artificiales que contenían miles de huesos humanos. ¿Se trataría, tal vez, de alguna antigua catacumba cristiana? ¿Podría el hallazgo obstaculizar las obras? Por si acaso decidieron no informar: reforzaron la bóveda con arcos y pilares, cavaron tranquilamente sus pozos y siguieron con el trazado de las calles como si tal cosa. Afortunadamente, el secreto no se mantuvo durante mucho tiempo. El rumor se extendió y unos meses más tarde un reducido grupo de expertos descendió al subsuelo. Todos quedaron maravillados. Aquello era mucho más antiguo que unas catacumbas romanas. Sus 500 m2 de salas y galerías conectadas entre sí se repartían en tres niveles. En el superior se arracimaban los restos de unas 7.000 personas. El inferior, en cambio, se hallaba prácticamente vacío. El nivel intermedio, por su parte, era asombroso. Allí, la piedra se había tallado con mimo, formando cornisas y escalones perfectamente rectilíneos. La luz se filtraba con inteligencia desde el nivel superior: en las paredes y techos más iluminados se apreciaban restos de pinturas rupestres. El acceso a varias de las salas imitaba las entradas monumentales de los templos megalíticos: dos grandes rocas rectangulares en posición vertical que sostienen un bloque horizontal. Lo más peculiar era que, en casi todos los casos, no se trataba de auténticos bloques de piedra, sino de formas talladas en relieve en las paredes de la gruta. Todo apuntaba a que el conjunto era obra de un pueblo prehistórico, pero se desconocía otro caso igual de arquitectura subterránea. De inmediato se formó un comité para fundar un museo arqueológico y se asignó la misión de excavar el sitio al jesuita Manuel Magri, un famoso historiador y folclorista maltés. Pero los esfuerzos de este cayeron en saco roto. No obtuvo permiso para acceder al nivel superior, ya que era de propiedad privada. El terreno pertenecía a las viviendas cuyos cimientos se asentaban allí. Los otros dos pisos, en cambio, sí pudieron excavarse, pero en 1907 Magri se vio obligado a abandonar los trabajos para partir como misionero a Sfax, en Túnez. Allí falleció inesperadamente y los informes de sus hallazgos jamás se encontraron. Fue preciso empezar de cero. Esta vez se designó como responsable a Temistocles Zammit, conocido como el padre de la arqueología maltesa. Zammit era un humanista comparable a los del Renacimiento: médico en ejercicio, catedrático y más adelante rector, analista en el Departamento de Salud del gobierno... y arqueólogo en sus ratos libres. Fue él quien organizó el nuevo museo y, además de estudiar el hipogeo (templo subterráneo) de Hal Saflieni durante treinta años, descubrió otra de las joyas de la prehistoria maltesa: los templos de Tarxien. Zammit abrió al público las cámaras del nivel intermedio en 1908 y logró que el gobierno comprara el piso superior, que por fin pudo estudiarse. A pesar de los daños sufridos, el doctor pudo fotografiar varios megalitos y analizar los enterramientos colectivos. Comprobó, por ejemplo, que este nivel del complejo se había empleado como cementerio durante muchos siglos, tal vez milenios. Consistía en un pasillo central con cámaras mortuorias a los lados. Algunos de los cuerpos habían sido enterrados con un ajuar de joyas y herramientas. Sin embargo, ninguna de ellas era de metal. Por lo tanto la construcción del hipogeo de Hal Saflieni se remontaba, sin duda, al Neolítico. Los artesanos habían creado estructuras arquitectónicas impecables y, por si fuera poco, lo habían hecho sirviéndose únicamente de rudimentarias herramientas de sílex. ¿Quiénes eran los autores de aquel mausoleo y por qué invirtieron tanto esfuerzo en él? Los historiadores aún no han logrado responder a estas preguntas, pero han seguido algunas pistas. Se sabe que los primeros pobladores de Malta eran agricultores procedentes del sur de Sicilia, que surcaron el estrecho para instalarse en el archipiélago hacia 5000 a. C. Eran un pueblo típicamente mediterráneo: bajos, robustos, relativamente sanos y bien alimentados, gracias a los cultivos de cereales y olivas que constituían la base de su dieta. Se cree que durante milenios se organizaron en pequeños clanes, puesto que enterraban a sus muertos en grupos poco numerosos, excavando pequeñas tumbas en la roca. Pero entre 3600 y 3000 a. C. sus costumbres cambiaron. De pronto, y sin razón aparente, se embarcaron en una loca carrera de excelencia arquitectónica. En un territorio de no más de 316 km2 se levantó al menos una veintena de santuarios, algunos de ellos compuestos por dos o tres templos contiguos. Todos son anteriores a otros conjuntos megalíticos más conocidos, como Stonehenge, y, a diferencia de este, tenían paredes, puertas y distintas salas en forma de ábside. Se ha barajado gran número de explicaciones para esta insólita fiebre inmobiliaria. Una de las primeras teorías se basó en el aislamiento geográfico de Malta. Pero se ha demostrado que los isleños tenían contacto con el mundo exterior, puesto que importaban obsidiana, piedras verdes y tinte ocre.También se ha supuesto que los distintos clanes rivalizaban entre sí para crear el templo más grande y complejo: en lugar de guerrear por tierras o comida, competían por el favor de los dioses. Esto no sería incompatible con la hipótesis más aceptada, que originó este repentino fervor religioso a una serie de hambrunas. La prosperidad de los primeros siglos habría dado pie a un gran crecimiento demográfico, y como consecuencia los agricultores, cada vez más numerosos, habrían deforestado por completo la isla, lo que provocó la erosión del terreno y, a la larga, su esterilidad. La escultura de la época parece confirmarlo. Tanto en los templos de Malta como en el hipogeo se han hallado multitud de estatuillas que representan a personas entradas en carnes. Algunos autores han creído ver en ellas un culto a la Madre Tierra o a una diosa de la fertilidad, pero lo cierto es que hay tantas figuras masculinas como femeninas. Lo único que tienen en común es la rotundidad de sus formas. Sea como fuere, tiene bastante sentido que una sociedad donde escasea el alimento rinda culto a la obesidad y la adopte como ideal de belleza. Las tumbas familiares también quedaron pequeñas para la mentalidad de estos nuevos malteses, tan dispuestos a hacerlo todo a lo grande. Los servicios funerarios se centralizaron, aparecieron necrópolis de mayor tamaño, el hipogeo se amplió y reformó para dar cabida a un número cada vez mayor de cuerpos. Se excavó el segundo nivel, destinado probablemente a ritos fúnebres, y el tercero, que habría servido como almacén. Quedan muchas preguntas en el aire. ¿Quiénes tenían acceso a las salas decoradas del nivel intermedio? ¿Había, como se ha argumentado, un espacio reservado a los sacerdotes? ¿Por qué desaparecieron los clásicos ajuares funerarios con objetos personales y en su lugar aparecieron estatuillas durmientes y orondas? ¿Los malteses del Neolítico concebían la muerte como un viaje o como un sueño? Arqueólogos de todo el mundo siguen buscando respuestas, pero conservar Hal Saflieni se ha convertido en una prioridad aún mayor. La humedad es uno de sus principales enemigos. Además, a raíz de que la Unesco lo declarara Patrimonio de la Humanidad en 1980, el número de visitantes se disparó. Entre 1991 y 2000 fue preciso cerrarlo al público para acondicionarlo e instalar sistemas de control climático. Hoy solo se permite acceder a ochenta personas por día. Si alguna vez viajas a Malta y no quieres perderte la visita, te recomendamos reservar con antelación [en febrero de 2017, el yacimiento estaba cerrado por trabajos de conservación]. Aunque en la superficie apenas quedan restos del santuario neolítico, el subsuelo del templo de Xemxija (4100-3800 a. C.) es muy interesante. Excavadas en la roca se hallaron unas tumbas aún más antiguas que el hipogeo, aunque mucho más pequeñas. La cavidad tiene forma de trébol, una silueta que posteriormente adoptarán los primeros templos megalíticos. Junto a los restos humanos, en Xemxija se hallaron también huesos de animales domésticos (ovejas, cerdos, perros, gatos, ponis...) y salvajes (conejos, ratas, pájaros y ciervos). El complejo de Ta’Hagrat (3600-3000 a. C.) se compone de dos templos de distinto tamaño, ambos en forma de trébol. Es posible, aunque no ha podido confirmarse, que tuvieran techo. El conjunto es uno de los más pequeños de las islas, pero también uno de los más antiguos y mejor conservados, a pesar de que sufrió algunos daños en el siglo XIX, cuando el dueño de las tierras empleó algunos de los megalitos para construirse una casa. Este material pudo recuperarse y devolverse a su sitio en 1937. Este templo (3600-3000 a. C.) se levanta a tan solo un kilómetro de distancia de Ta’Hagrat y comparte con él la típica forma en tres pétalos del período. Su estado, no obstante, es peor: la fachada y dos de los tres ábsides están completamente derruidos. Pese a su modestia, reservaba una grata sorpresa a los arqueólogos: en él hallaron cerámica todavía más antigua que los megalitos, creada hacia 4850 a. C. por los primeros habitantes en llegar a la isla. Gantija, en maltés, significa “torre de gigantes”. No en vano, la muralla que rodea el templo (3600-2500 a. C.) cuenta con megalitos de cinco metros de altura y hasta cincuenta toneladas de peso. El interior se compone de un pasillo central y cinco ábsides. En realidad, se trata de dos templos unidos: en algún momento derribaron uno de los muros del templo original para ampliarlo con otros tres lóbulos. En 1826 se retiraron sus escombros sin seguir ningún procedimiento científico, por lo que todos los restos de valor que contenía se perdieron. Es el más misterioso y uno de los más sofisticados. El templo de Mnajdra (3600-2500 a. C.) lo construyeron en un lugar de difícil acceso, en los acantilados del sur de la isla, sin por ello conformarse con un simple templo: el santuario consta de tres. El más antiguo y el más reciente son sencillos, pero el intermedio, de la época Tarxien, cuenta con cinco ábsides muy regulares y proporcionados, pequeñas estancias y ventanas. Sus constructores poseían conocimientos de astronomía: en los solsticios y equinoccios el sol ilumina zonas concretas del edificio. Está compuesto por cuatro templos distintos, de diversa complejidad, y se cree que sus ritos tenían algún tipo de relación con los que se celebraban bajo tierra en el vecino Hal Saflieni. En el templo de Tarxien (3000-2400 a. C.) es muy probable que se sacrificaran animales: en el suelo hay agujeros para drenar líquidos y en las paredes, relieves muy detallistas de bueyes y otras especies domésticas. También se han hallado rodillos de piedra, tal vez empleados para trasladar los megalitos. Aún hay mucho por investigar sobre estas edificaciones, cuyo propósito y sus constructores siguen envueltos en el misterio.
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