SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 25 de septiembre de 2020

EL COLOSO DE NERON: Una estatua monumental construida para mayor gloria de un megalómano

Tras el gran incendio que devastó Roma el año 64 d.C., el emperador Nerón decidió construirse una suntuosa villa entre las colinas del Palatino y el Esquilino. Dicha villa, conocida como Domus Aurea por las hojas de oro que recubrían las paredes, iba a ser el mayor palacio jamás conocido, pero no llego a ser terminado y fue vaciado de todos sus materiales preciosos luego de la muerte del tirano y sus terrenos fueron reutilizados para otros fines. Es así como en un intento de ganarse al pueblo de Roma, el emperador Vespasiano hizo vaciar el lago de la villa para construir el gran anfiteatro que hoy conocemos como el Coliseo. Este no era, sin embargo, su nombre original: oficialmente se llama Anfiteatro Flavio en honor a la familia de Vespasiano, los Flavios. El nombre de Coliseo deriva de una gigantesca estatua de bronce que decoraba los jardines del palacio de Nerón, conocida como el Coloso de Nerón (Colossus Neronis) que se conservó cuando esta pasó a ser un espacio público. El emperador Adriano hizo mover la gigantesca estatua desde la Domus Aurea hasta el anfiteatro, un traslado para el que se necesitaron 24 elefantes. La estatua originalmente representaba al propio Nerón y fue construida en los últimos años de vida del emperador, al mismo tiempo que la Domus Aurea. La idea de Nerón era superar con su estatua al célebre Coloso de Rodas (Siglo III a.C) de 32 metros de altura, por lo que consideró que la suya debía ser más alta, de 35 metros. Fue elaborada a base de bronce y con dimensiones de 30 a 35 metros. Según Plinio el Viejo, fue diseñada por el arquitecto griego Zenodoro y en un primer momento representaba a Nerón desnudo y se alzaba sobre un pedestal de mármol, llegando aproximadamente a un 75% de la altura del propio anfiteatro. Posteriormente tras la muerte de Nerón, el rostro fue modificado por orden de Vespasiano y se le añadió una corona para asimilarlo a Sol - Helios - la personificación del astro rey y rebautizándola como el Coloso del Sol, ya que recordaba al Coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo. La estatua fue destruida probablemente en algún momento entre el final del Imperio Romano de Occidente y la invasión lombarda del siglo VI, bien a causa del saqueo de Roma en el 410 o para reutilizar el bronce del que estaba construida, aunque su mención en algunas fuentes puede sugerir que todavía sobrevivió por un tiempo más: el monje Beda el Venerable, que vivió entre los siglos VII y VIII, escribió “mientras el Coloso resista, Roma resistirá, cuando el Coloso caiga, Roma caerá. Y cuando lo haga, el mundo también lo hará”. Para el año mil es seguro que había desaparecido, pero su recuerdo perduraba y dio nombre al anfiteatro junto al que una vez se alzaba. Como sabéis, ambicioso y megalómano, Nerón gobernó Roma conforme a sus caprichos. Durante los catorce años que duró su tiranía (54-68 d.C.), Roma vivió un ambiente de terror, donde todos temían ser declarados “enemigos del emperador” lo que acarreaba la muerte de la forma más cruel e inhumana posible. Fue un período de continuas sospechas y condenas políticas, de conspiraciones y represión despiadada, que terminaría trágicamente con el suicidio del emperador - tras haber sido declarado enemigo del Estado por el Senado de Roma - quien se hizo matar por uno de sus esclavos para evitar caer en manos de sus adversarios. El Coloso sobrevivió a el, pero no su sangriento legado.

viernes, 18 de septiembre de 2020

CODEX VATICANUS: La Verdad esta escrita

El Códice Vaticano (Codex Vaticanus) es uno de los más antiguos manuscritos conservados de la Biblia, ligeramente anterior al Codex Sinaiticus, y probablemente copiado, como aquél, durante el siglo IV. Está escrito en griego, en pergamino, con letras unciales en formato scriptio continua, y se conserva en la Biblioteca Apostólica Vaticana. Se llama Códice Vaticano, como es evidente, por el lugar en que se encuentra actualmente, aunque nadie sabe cómo llegó ahí. Contenía originalmente una copia completa de la Biblia de los Setenta y del Nuevo Testamento, pero las páginas 1519 - 1536 (desde Hebreos 9,14 hasta el Apocalipsis) se perdieron y fueron reemplazadas por un minúsculo suplemento del siglo XV (No. 1957). Consta de 759 hojas. Faltan una parte importante del Génesis y algunos Salmos. El estilo de la escritura es sencillo y elegante. El pergamino es muy fino y delgado; posiblemente se realizó en piel de antílope. Se ha datado paleográficamente en el siglo IV. El texto griego de este códice es una representación del tipo textual alejandrino. Kurt Aland lo ubicó en la Categoría I. El manuscrito ha estado en la Biblioteca Apostólica Vaticana (fundada por el Papa Nicolás V en 1448) desde que se tiene noticia de él, y aparece en el catálogo más antiguo de la biblioteca, elaborado en 1475. Su historia anterior es desconocida, pero se ha especulado que pudo haber pertenecido al cardenal bizantino Bessarion, ya que el suplemento minúsculo contiene un texto similar al de los manuscritos de Bessarion. El paleógrafo del Museo Británico T.C. Skeat, ha afirmado que el Codex Vaticanus fue una de las 50 biblias que el emperador Constantino I le encargó escribir a Eusebio de Cesarea. Sin embargo, otros autores se oponen a esta hipótesis, ya que consideran que los manuscritos de Constantino eran del tipo textual bizantino y no alejandrino, lo que eliminaría dicha posibilidad. Desde principios del siglo XVI, los eruditos reconocieron la importancia de este manuscrito en lengua griega. En 1669, la Biblioteca Apostólica Vaticana preparó una comparación de porciones del códice. Durante los siguientes 150 años no se sabe nada del manuscrito, que cayó en el olvido. En 1809, Napoleón, se apoderó de Roma y se llevó el códice a París, donde sería examinado por el erudito Leonhard Hug. Al caer Napoleón, en 1815, el códice fue devuelto a Roma. Durante aproximadamente 75 años no se supo nada de el. Pero, cuando se revela al mundo el Codex Sinaiticus a finales del siglo XIX, la Iglesia permitió que fuera conocido a nivel mundial (se hicieron fotografías del mismo). El Codex Vaticanus es uno de los manuscritos de más importancia para la crítica textual y es uno de los ejemplos más destacados del tipo textual alejandrino. Fue ampliamente utilizado por Brooke Foss Westcott y Fenton John Anthony Hort para su edición del Nuevo Testamento griego de 1881. El manuscrito contiene misteriosas diéresis (en alemán: umlaut) en los márgenes del Nuevo Testamento, lo que parece indicar posiciones de variantes textuales. Sin embargo, la fecha de estos signos es objeto de discusión entre los expertos.

viernes, 11 de septiembre de 2020

CATEDRAL DE AMIENS: Para estar más cerca del cielo

Situada en el corazón de la región de Picardía, la catedral de Amiens es una de las mayores iglesias góticas clásicas del siglo XIII en Francia. Este monumento impresiona por la coherencia de su trazado, la hermosura de su estructura interior con tres niveles y la inteligente disposición de las esculturas que adornan la fachada y el brazo sur del crucero. Referencia inmediata de este estilo junto a Chartres y Reims, la catedral de Amiens influyó en toda Europa desde que se levantó en un corto espacio de tiempo. El nuevo leitmotiv de los arquitectos góticos era llegar lo más alto posible para estar más cerca de dios. En Amiens lo consiguieron más que en ningún sitio, ya que es la más alta entre todas las catedrales góticas y la segunda en volumen exterior, solo superada por la de Colonia. En el interior, la luz domina un vasto espacio en el que caben dos catedrales de Notre Dame. Todo ello en una modesta ciudad de provincias, hogar de Julio Verne y renovada tras múltiples acontecimientos. Amiens fue la patria de la prominente tribu céltica de los Ambiani, lo que le valió el nombre de Ambianum bajo dominio romano. El nombre antiguo, Samarobriva, hace referencia al puente construido que cruza el río Somme, eje principal de la ciudad. Su ciudad amurallada intentó repeler ataques alanos, burgundos y vándalos hasta que los francos la dominaron en el siglo V. En la Edad Media, la ciudad formó parte del movimiento civil para ganar autonomía frente al sistema feudal y creció económicamente gracias a cultivo de una planta: la planta pastel. No hace referencia a una comida, sino al tinte índigo que se consigue con ella y que triunfó en media Europa entre los siglos XII y XIII. Posteriormente, la ciudad se subió al tren de la Revolución Industrial liderando la producción de un tejido aterciopelado: el velur. Este esplendor aumentó exponencialmente la población, por lo que hubo que tirar abajo las murallas y se abrieron grandes avenidas como la Rue de la République. Esto, sumado a los desastres de las dos Guerras Mundiales, forzó una renovación completa de la mano de Pierre Dufau. Afortunadamente, en medio del histórico barrio de Saint-Leu, la catedral sobrevivió gracias a las medidas protección tomadas por las autoridades. Evitó así la suerte que corrieron templos anteriores: en el 882 un primer templo fue arrasado por los normandos y en 1218 un incendio acabó con la catedral románica. Dos hechos provocaron la rápida reconstrucción: la atracción que supuso la reliquia de la cabeza de San Juan Bautista, traída de las Cruzadas, y el dinero de la planta pastel. En 1220, bajo las órdenes del obispo Evrard de Fouilly y el diseño del arquitecto Robert de Luzarches, se iniciaron las obras. Hasta que las obras principales se acabaron en 1288 hubo otros dos jefes arquitectos, Thomas de Cormont y su hijo, pero la unidad de estilo se conservó intacta. Una errónea colocación de los arbotantes tuvo que ser corregida dos veces, una de ellas con hierro forjado. En el exterior, la protagonista es la fachada oeste, construida en poco tiempo con una unidad escultórica difícil de batir. Consta de tres grandes entradas con tímpano sobre los que hay 22 esculturas de reyes franceses, el rosetón, una arcada abierta y dos torres posteriores que no ayudan a la unidad del conjunto. En los años 90 se descubrió que todo el trabajo escultórico, dominado por escenas del Juicio Final, estuvo coloreado. Además de esta fachada, la del crucero sur merece también la pena. En el interior, lo principal es una medida: los 42,3 metros de altura, no superados más que por la inacabada catedral de Beauvais. Tres naves soportadas con 126 pilares conforman el más vasto interior de Francia. Sin embargo, la sensación de ligereza es plena gracias, en parte, a las vidrieras, algunas de las cuales es original. En la parte del coro se instalaron capillas radiales, un sistema copiado por muchas catedrales. En el tesoro destacan dos sarcófagos de bronce del siglo XIII. Amiens es una sencilla ciudad de menos de 150.000 habitantes. Está muy bien situada: 120 kilómetros al norte de París, lo que en tren es una hora. En tres podemos plantarnos en Bruselas o Londres. Se puede subir a una torre de la catedral, aunque como actividad lo más recomendable es el espectáculo de luz que imita la coloración pasada de Amiens. Cada noche de verano lo podemos ver. Un paseo por Amiens tiene que incluir el belfry, el campanario cívico que junto a otros también está protegido por la Unesco. Fuera de la ciudad están las 300 hectáreas de los hortillonnages, una zona de jardines hortícolas en islas. En la zona de la Place du Don, a orillas del canal, podemos cenar con vistas a la catedral. La gastronomía de Amiens es excelente, destacando sus dulces: los macarons. Aunque en invierno hace frío, el mercado de Navidad es el más importante del norte de Francia: atrae anualmente a más de un millón de visitantes.

viernes, 4 de septiembre de 2020

AN AGE OF LUXURY - THE ASSYRIANS TO ALEXANDER: La historia de Oriente Medio contada a través de su lujo

Se trata de una exposición itinerante organizada por el British Museum que recorre el mundo para dar a conocer las vastísimas colecciones que atesora. Como sabéis, la vida de lujo de hace tres mil años se parece mucho a la de hoy, que sigue siendo fuente de placer y afirmación de status tal como se puede apreciar en esta muestra que comparte fascinantes objetos como elaboradas vajillas, exóticos perfumes y delicadas joyas. En total son 217 piezas procedentes de las colecciones del British Museum, que conforman la exposición An age of luxury: the Assyrians to Alexander (Una era de lujo: De los asirios a Alejandro) una muestra que descubre los tesoros más deseados y excepcionales de asirios, fenicios, babilonios y persas aqueménidas. "Entonces, como ahora, un objeto de lujo era extravagante, altamente deseado y difícil de conseguir. En aquel tiempo la opulencia buscaba el poder económico, pero también político", nos explica Alexandra Fletcher, conservadora del British Museum. La exposición, que recorre los años del 900 al 300 A.C. rastrea los orígenes del lujo entre las principales civilizaciones de Oriente Medio que comenzó con el surgimiento del Imperio Asirio y culminó con la conquista del Imperio Persa por Alejandro Magno. . “El conquistador transformó el mundo tal y como lo conocían el resto de estas culturas”, indicó Fletcher. Como sabéis, el florecimiento de estas civilizaciones, y todo el comercio ligado al lujo con rutas comerciales que se prolongaban desde Asia hasta Europa, llegó tras siglos de oscurantismo y cuando la estabilidad política consiguió que el comercio renaciera y se establecieran rutas de comercio. Entre las piezas excepcionales que se pueden ver se encuentra la figura de un pez, meticulosamente labrada a partir de una lámina de oro, que se usaba como frasco para aceites perfumados. "Se pueden ver todas y cada una de las escamas", explica Fletcher, que considera este como el objeto fundamental de la muestra. El espectador también puede ver piezas únicas como un huevo de avestruz labrado y usado como recipiente, encontrado en la tumba de Isis, o una gran concha laboriosamente cincelada, que se usaba para cosmética. Entre las piezas que pueden verse en la exposición, se encuentran algunas procedentes del tesoro de Oxus, el tesoro mejor conocido de objetos de oro y plata de la antigua Persia. La exposición recorre asimismo las estrategias para hacerse con estos objetos preciados como el pillaje en la guerra; la importancia de los fenicios en el sector, que se establecieron como comerciantes en la zona, o los lujos personales de la clase alta, con cosméticos y primorosas botellas de perfume, hechas con materiales como vidrio o piedras preciosas. Todos los objetos de la muestra, constituyen un viaje por la historia de las conquistas, las luchas incesantes y los saqueos; pero también son prueba del gran intercambio comercial y cultural de unos imperios que ocuparon un área comprendida entre Europa y Asia. Fletcher los ha seleccionado para demostrar que el lujo antiguo no es tan diferente del actual. “Espero que la gente que venga a ver la exposición se sienta identificada y comprenda por qué las cortes asirias y babilónicas del 700 a.C., por ejemplo, elegían vestir con esas joyas o decoraban sus túnicas con tanta opulencia”, señaló. Otra semejanza con el mundo actual es la sección que la exposición dedica a las imitaciones. Hace 3.000 años, los humanos ya se preocupaban por la riqueza y las apariencias. Demostraban su condición social a través de los artículos de lujo con los que vestían y decoraban sus casas. En el 900 a. C. ya se producían objetos de imitación a partir de materias primas que abarataban su precio. Un ejemplo es la producción de un tradicional tinte púrpura que se realizaba a partir de unos muy específicos caracoles de mar. Asimismo, se puede encontrar una pequeñísima tabla del 600 A.C. que explica una forma alternativa y de bajo coste para conseguir una copia del ansiado color. El equipamiento militar también llama la atención en la citada muestra. “En una sociedad tan obsesionada con el poder y la guerra, la decoración lujosa del armamento servía para demostrar la superioridad de un imperio sobre otro”, comenta Fletcher. La ostentación cubría de oro los carros de caballos: arneses de bronce, marfil y plata servían para deslumbrar al enemigo. “Aunque no son tan ruidosos como los Ferrari de hoy, el efecto es el mismo” añadió.
actualidad cultural
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