SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 30 de julio de 2021

GOUDEN KOETS: El Carruaje Dorado de los Reyes de Holanda

Exhibido desde el pasado mes de junio en el Museo de Ámsterdam, se encuentra el Gouden Koets (Carruaje dorado, en neerlandés) que era utilizado por los Reyes de Holanda y que fue muy controvertido debido a su decoración - donde aparecen imágenes de unos esclavos negros sirviendo a sus amos blancos - por lo que ha dejado de ser usado por los monarcas y cedido temporalmente al museo. En efecto, el llamado “Tributo de las colonias” ha sido muy criticado en los últimos años y algunas personas habían llegado al extremo de que sea eliminado. Pero el rey Guillermo Alejandro aseguró que no lo harán por ser una imagen que forma parte del patrimonio cultural neerlandés. El antiguo coche se utilizaba en el recorrido de los monarcas por la ciudad de La Haya durante el tercer martes de cada septiembre y uno de los días más importantes en la política holandesa, también conocido como el Prinsjesdag. En esta fecha se hace la apertura de un nuevo curso, con un discurso pronunciado por el monarca para describir la política oficial para el año. La carroza data de 1898 y fue un regalo de los habitantes de Ámsterdam a la reina Guillermina aj ascender al trono a los 18 años. Cuando la construcción del carruaje se encontraba en marcha, un anarquista, Louis Maximiliaan Hermans, pidió que boicotearan las tiendas que ayudaron a recaudar el dinero para colaborar. Demostrando su resentimiento hacia la Corona, Hermans señaló “la amarga pobreza” de la ciudad: “Cuando en un hogar la mayoría de los miembros están en necesidad”, escribió, “a nadie se le ocurrirá ofrecer un regalo precioso a una persona que no necesita nada”. Además: ¿qué hará Guillermina con un carruaje? En verdad, la señora posee alrededor de ciento cincuenta de estos vehículos”, escribió Hermans, quien también estaba molesto por la mercadería conmemorativa que había en las tiendas con motivo de la coronación. Los holandeses que impulsaron la iniciativa quisieron que el carruaje enfatizara un carácter puramente patriótico: el lino para las almohadas de los asientos procedía de Zelanda, mientras el cuero para las correas de transporte para la cabina era fabricado en Brabante. También participaron los territorios holandeses de ultramar: la madera de teca de la que se hizo la construcción había sido transportada desde Java; el marfil para los adornos llegó desde Sumatra, mientras los niños del orfanato de Burgerweeshuis en Ámsterdam, ayudaron a bordar las almohadas del carruaje. Guillermina, quien ascendió al trono al morir su padre pero bajo la regencia de su madre por ser menor de edad, recibió el carruaje en 1898, aunque tampoco lo utilizaría de inmediato. Pasarían tres años, hasta su matrimonio con el duque Enrique de Mecklemburg-Schwering en 1901, hasta que la reina hiciera su primer paseo público a bordo del carruaje dorado. Luego de ello, solo sería utilizado una vez por año, en la apertura de los Estados Generales en La Haya, en las bodas de su nieta, la princesa Beatriz en 1996 y de su bisnieto, Guillermo Alejandro, en el 2002. La propia Guillermina, que consideraba el carruaje un gran exceso, consideró guardar el vehículo en el Rijksmuseum unas cuantas veces, temiendo que fuera visto como una provocación al pueblo. El carruaje ha estado indisolublemente vinculado al Prinsjesdag desde la época de la reina Juliana hasta que comenzó la muy necesaria restauración en 2016, bajo el mando del rey Guillermo Alejandro, quien para acabar con esa controversia que continua hasta nuestros días, lo ha cedido temporalmente al Museo de Ámsterdam, donde desde el pasado 18 de junio es parte de la exposición De Gouden Koets, een cadeau van Amsterdam ('Coche Dorado, Regalo de Ámsterdam') donde estará hasta finales de febrero del 2022 y no está claro si los monarcas tienen intención de volver a usarla una vez acabe la muestra, una decisión complicada que deberán tomar presionados por el debate sobre el papel de la esclavitud en Holanda. Al respecto, Margriet Schavemaker, directora artística del museo, subrayó que esta exposición es “una respuesta al debate social que permitirá a la sociedad acercarse al carruaje desde todos los ángulos, tanto literal como figurativamente, dando espacio para todas las perspectivas, historias y opiniones diferentes, tanto las conocidas como las menos conocidas”.“Los visitantes podrán así crear sus propias opiniones bien informadas sobre el carruaje”, añadió.

viernes, 23 de julio de 2021

POL POT: El genocida camboyano

El comunismo, aquella ideología criminal que asesino a 150 millones de seres humanos en todo el mundo, tuvo en Camboya a uno de sus más fervientes discípulos llamado Pol Pot, quien no dudo en instaurar en su país - en los pocos años que estuvo en el poder - el infierno sobre la tierra. En efecto, este despreciable criminal, a la cabeza de los Krmer Rouge, acabó desde 1975 con la vida de un tercio de la población camboyana, y pudo exterminar a todos como era su deseo, pero su derrota ante los vietnamitas, quienes invadieron el país en 1979 y pusieron fin a su régimen asesino, impidió que ello se consumara pero antes, hizo retroceder a Camboya hasta la Edad de Piedra. ¿Cómo se originó aquella utopía de una sociedad agraria que a la postre terminaría con la vida de millones de personas? En 1949, Pol Pot, que era un pésimo estudiante, consiguió una beca para estudiar radioelectricidad en Francia. Su falta de interés tuvo como consecuencia que le acabasen retirando la beca, pero esos tres años y tres meses en la capital gala no fueron del todo infructuosos para el joven camboyano. En París, Pol Pot descubrió a Stalin y empezó a interesarse por el Partido Comunista Francés fundando el autodenominado Grupo Estudiantil de París, con algunos compatriotas que serían cruciales en el futuro régimen del terror camboyano como Ieng Sary, Khieu Samphan, Son Sen y Huo Yuon, que se convertiría en uno de los ideólogos del futuro Estado de Kampuchea y tan culpables como el propio Pol Pot del holocausto que se desencadenaría. Corría el año 1970, cuando con el apoyo de los EE.UU., el general camboyano Lon Nol perpetraba un golpe de Estado para hacerse con el poder, hasta entonces en manos del príncipe Sihanouk. Los Krmer Rouge, nacidos como una guerrilla y nombrados peyorativamente de esta manera por el propio Sihanouk (irónicamente, los Krmer fueron la antigua civilización de aquel país, un pueblo capaz de crear monumentos tan impresionantes como los templos de Angkor), tenían un nuevo enemigo al que enfrentarse. Los combates se prolongaron hasta abril de 1975, momento en que los rebeldes entraron en la capital del país, Phnom Penh. Mientras esto sucedía, el general Nol huía de Camboya con un millón de dólares bajo el brazo. El 17 de abril de 1975, los Krmer Rouge vestidos con sus características camisas y pantalones negros, así como pañuelos de cuadros negros y rojos, encontraron una capital gobernada por el caos y la escasez de alimentos. Nada más entrar, y a pesar de que los habitantes se habían lanzado a la calles para celebrar su liberación, les ordenaron que desalojaran la ciudad “por el posible bombardeo de los estadounidenses”. Les anunciaron que por ese motivo se les trasladaba a un campo y “que sólo sería por unos días”. En esos momentos, pocos sospechaban que lo peor estaba por llegar. Había comenzado el Año Cero: la historia del país empezaba a reescribirse. Aquel éxodo masivo forzoso tenía algo de extraño. Las órdenes fueron que la gente debía marcharse montada en bueyes y en carros, y quien no pudiera lo tendría que hacer a pie, incluidos enfermos y ancianos. En pocas horas, Phnom Penh, una de las capitales más grandes y bulliciosas de toda Asia, se convirtió en una ciudad fantasma. Muy pronto, las cunetas se llenaron con los cadáveres de todas aquellas personas que no resistían la marcha a pie y que fueron asesinados en el acto por el Krmer Rouge. El horror no había hecho más que empezar. En la sombra, el propio Pol Pot y sus acólitos estaban moviendo los hilos de un plan demencial. Y lo empezaron cambiando el nombre del país por el de Kampuchea Democrática. La nueva ideología instaba a eliminar cualquier vestigio que quedara del detestable pasado capitalista. Ordenaron que todos vehículos a motor se destruyeran, y convirtieron el carro tirado por mulas en el medio de transporte nacional. Se dio orden de quemar bibliotecas, museos y fábricas, también se prohibió el uso de medicamentos ya que Kampuchea - aseguraban - “estaba en condiciones de fabricar todas las medicinas necesarias” para sus ciudadanos. También se prohibió el uso de gafas, ya que, según el nuevo orden político, elevaban a la persona al estatus de intelectual y éstos debían ser eliminados. En esta sociedad ideal, “sólo los campesinos permanecían a salvo de la peste capitalista y burguesa que había contaminado hasta esos momentos el país según los nuevos dirigentes”. Esos eran los ciudadanos ejemplares. ¿Y los demás? “El resto eran unos peligrosos despojos del pasado que debían ser reeducados o eliminados” según su propaganda. No es de extrañar que la primera orden de Pol Pot fuera acabar con esos “elementos subversivos”. De este modo, se ejecutaron sumariamente a altos funcionarios y militares del antiguo régimen - así como sus familias - que no pudieron escapar, y luego a profesores, abogados, médicos y todos aquellos que sabían un segundo idioma. Se abolieron los mercados y la moneda, se prohibieron todas las religiones, incluido el budismo dominante en la zona, se expulsó a la población extranjera y se cortó cualquier vínculo con el exterior. Para finalizar el "programa de reeducación", toda la población fue recluida en comunas agrarias, con el fin último de multiplicar la producción de arroz. La mayoría de las ejecuciones se llevaron a cabo en el campo de Toul Sleng, a pocos kilómetros de la capital. Las torturas que se practicaron en aquel recinto del horror convirtieron a los siniestros Gulag soviéticos en paraísos terrenales. Nada más entrar, a los internos, en un alarde de sadismo, se les arrancaba las uñas de las manos para someterlos, posteriormente, a duros e interminables interrogatorios. Para acabar con su sufrimiento, los "sospechosos" debían reconocer sus relaciones con el KGB, la CIA o con la élite política del general Nol. Al final, lo único que deseaban aquellos desdichados era poner fin cuanto antes a tanto dolor y que los ejecutaran con un tiro en la nuca lo antes posible. En Toul Sleng fueron asesinadas más de 20.000 personas. Tan sólo siete pudieron salir con vida de aquel campo de exterminio. En la actualidad, los visitantes que acceden al museo del horror donde antes estuvo la prisión, no pueden evitar estremecerse al contemplar las fotografías de los torturadores: adolescentes de mirada extraviada, jóvenes que no habían cumplido aún los veinte años y se que entregaron como bestias a una única labor: la de infligir dolor a sus compatriotas. La vida en Camboya se convirtió en un infierno. La propiedad privada se suprimió de manera drástica. Nadie tenía nada; incluso la ropa, era propiedad del Angkar, un concepto completamente abstracto por el que el partido comunista se designaba a sí mismo, un sistema de control de la sociedad, en definitiva, una especie de "gran hermano". La comida se suministraba y racionaba en los refectorios, y poseer una olla era considerado delito. Los trabajadores morían de agotamiento y hambre por culpa de la escasez de alimentos y las extenuantes jornadas en los arrozales. Mostrar dolor por la pérdida de un ser querido también estaba castigado: era un síntoma de debilidad. Las raciones de comida eran tan miserables que se llegó a producir casos de canibalismo. Incluso se regularon las relaciones sexuales obligando a la gente a casarse solamente para traer al mundo a nuevos ciudadanos de Kampuchea. Asimismo, se estableció que cada ciudadano debía producir dos litros de orina diarios y que cada mañana debían entregarla al jefe de la aldea para fabricar abono. Pol Pot creó además una raza de niños soldado, criaturas alienadas y violentas que, tras ser sometidos a un lavado de cerebro y a un severo adoctrinamiento, eran capaces de rebanar el pescuezo a quien creyesen capaz de traicionar a su líder, sólo por el mero hecho de sustraer una fruta o un puñado de arroz crudo; eran capaces incluso de denunciar a sus propios padres por robar comida. Pero la pesadilla comunista no duro mucho: Pol Pot y los Krmer Rouge estuvieron en el poder 44 meses, hasta el 7 de enero de 1979, cuando la intervención militar vietnamita obligó al genocida y sus secuaces a huir y esconderse en la selva. No hay cifras exactas de cuántas personas perdieron la vida en los campos de la muerte, pero se calcula que fueron más de dos millones. El ansia de exterminio de Pol Pot llegó a tales extremos que cuando supo que algunos camboyanos habían conseguido escapar a Tailandia mandó sembrar la frontera con diez millones de minas antipersonales para evitar su huida. Pol Pot murió el 15 de abril de 1998 a los 72 años de edad, en medio de la selva camboyana, prisionero del grupo que había fundado cuatro décadas atrás, los Krmer Rouge, con lo que se libró de ser juzgado por sus horrendos crímenes contra la humanidad. Fuentes oficiales informaron de que su muerte fue causada por un ataque cardíaco. Otras afirman que su deceso se produjo justo cuando se entero que lo iban a entregar a las autoridades, por lo que no se descarta que se suicidara o haya sido envenenado, aunque nunca se permitió realizar una autopsia a su cadáver para saber la causa real de su muerte. Finalmente, el cuerpo de uno de los genocidas más atroces que haya conocido la humanidad fue incinerado en una hoguera improvisada con cartones y neumáticos viejos, volviendo a los infiernos de donde provenía. Hoy el comunismo pertenece al basurero de la historia, pero lamentablemente en algunos países - especialmente en América Latina - persisten en que permanezca vigente, lo que a la larga, solo les acarreará desgracias.

The Reds | Οι Κόκκινοι from Sotiris Danezis on Vimeo.

viernes, 16 de julio de 2021

CIUDADES PERDIDAS: Hattusa

Una atracción poco visitada pero de importancia histórica son las ruinas de una antigua ciudad conocida como Hattusa, situada cerca de la actual Boğazkale, dentro de la gran curva del río Kizilirmak, en la actual Turquía. La ciudad una vez fue la capital del imperio hitita, una superpotencia durante el siglo XVII cuyo reino se extendió por Anatolia y el norte de Siria, desde el oeste del Egeo del hasta el este del Eufrates. En el año 1200 antes de Cristo, fue destruida como parte del colapso de la Edad de Bronce, hasta que fue totalmente abandonada por sus 40.000-50.000 habitantes, siendo redescubierta en los inicios del siglo XX. En efecto, las primeras excavaciones realizadas en la zona datan de 1906, cuando el Instituto Arqueológico Alemán comienza a trabajar en las ruinas de la ciudad, trabajo que ha continuado ininterrumpido hasta la actualidad en las campañas arqueológicas de verano. En el yacimiento se han encontrado numerosas tablillas de arcilla, escritas en multitud de lenguas, como el luvita o el acadio, que son la fuente principal para el estudio de la cultura hitita. Los restos excavados hasta ahora corresponden principalmente al reinado de los últimos monarcas hititas quienes modificaron muchos templos antiguos para engrandecerlos, aprovechando la prosperidad del imperio en esa época y su máximo poderío militar. El imperio hitita se menciona varias veces en la Biblia como uno de los imperios más poderosos de la antigüedad. Ellos fueron contemporáneos a los antiguos egipcios y resultaron ser sus iguales. En la batalla de Kadesh, los hititas lucharon ante el poderoso imperio egipcio y a punto estuvieron de acabar con la vida del faraón Ramsés el Grande, lo que obligó a los egipcios a retirarse. Años más tarde, los egipcios y los hititas firmaron un tratado de paz, el cual se cree que es el más antiguo del mundo, con el propio Ramsés casándose con una princesa hitita para sellar el trato. Cabe destacar que los hititas jugaron un papel fundamental en la historia antigua, mucho mayor del crédito que se les da en los libros de historia moderna, pero fueron durante mucho tiempo los grandes olvidados. Los hititas desarrollaron los carros más ligeros y más rápidos del mundo y, a pesar de que pertenecieron a la Edad del Bronce, ya hacían uso de herramientas de hierro. Increíblemente, hasta una fecha tan reciente como el siglo XX, los hititas fueron considerados algo así como algo fantástico ya que nunca se llegaron a encontrar pruebas de su existencia. Esto cambió con el descubrimiento de Hattusa, junto con la excavación de decenas de miles de tablillas de arcilla que documentan muchas de las actividades diplomáticas de los hititas, la más importante de las cuales es el acuerdo de paz firmado después de la batalla de Kadesh entre los hititas y los egipcios en el siglo XIII antes de Cristo. Hattusa se encuentra en el extremo sur de la llanura Budaközü, en una pendiente a unos 300 metros sobre el valle. Antiguamente estuvo rodeada de campos de cultivo, ricas tierras de pastos y bosques que suministraban suficiente madera para la construcción y el mantenimiento de una gran ciudad. El sitio fue originalmente habitado por el pueblo indígena Hattian antes de que se convirtiese en la capital de los hititas en algún momento alrededor de del año 2000 antes de Cristo. Tras su destrucción, desapareció de la historia. Las excavaciones sugieren que la ciudad fue quemada, sin embargo, esta parece haber tenido lugar cuando muchos de los residentes de Hattusa hubiesen abandonado la ciudad, llevándose los objetos de valor, así como los registros oficiales importantes. El sitio descubierto por los arqueólogos fue poco más que un pueblo fantasma durante sus últimos días. En su auge, la ciudad cubría 1,8 kilómetros cuadrados y comprendía una parte interior y exterior con una muralla entre medias de 8 kilómetros de longitud, la cual a día de hoy es parcialmente visible. El interior de la ciudad fue ocupada por una ciudadela con grandes edificios administrativos y templos. La residencia real, o acrópolis, fue construida en una alta colina. Al sur de la ciudad había una superficie de aproximadamente 1 kilómetro cuadrado (ciudad baja de Hattusa), también amurallada, con puertas decoradas con relieves que muestran guerreros, leones y esfinges, que son uno de los ejemplos más impresionantes de la mampostería hitita. Cuatro templos se encontraban aquí, cada uno alrededor de un patio porticado, junto con edificios civiles y estructuras residenciales. Por ejemplo, el santuario de Yazılıkaya era el templo al aire libre más espectacular de esta ciudad. Compuesta por dos cámaras rupestres, el templo está dotado de muros adornados con relieves de diosas y dioses hititas. Fuera de las murallas se erigieron diversos cementerios. Se cree que vivieron en la ciudad de Hattusa entre 40.000 y 50.000 personas durante sus tiempos de gloria.

viernes, 9 de julio de 2021

THE TREASURE OF THE OXUS: Una colección envuelta en polémica

Compuesto por unas ciento ochenta piezas de oro y plata, el tesoro del Oxus es la mayor colección conocida de objetos de oro y plata pertenecientes al primer gran imperio de la Antigüedad, el persa aqueménida (550-330 a. C.) pero tanto su origen como su autenticidad generan controversia. Se le llama así por el lugar donde se cree que se encontró, en la orilla del río Oxus (hoy Amu Daria), situado en la antigua región de Bactriana, actual Tayikistán. Este territorio del Asia Central, por donde pasaba la ruta comercial que comunicaba el Mediterráneo con la India y Extremo Oriente, fue incorporado al Imperio por su fundador, el rey Ciro II el Grande, probablemente durante la campaña militar que llevó a cabo entre 545 y 540 a. C. A partir de ese momento, como aparece mencionado en la inscripción de Behistún, la región de Bactriana se convirtió en una satrapía, o provincia, más del Imperio. La mayor parte del tesoro del Oxus se encuentra en el Museo Británico, salvo algunas piezas que se custodian en el Museo Victoria and Albert de Londres. El relato de cómo llegó hasta Inglaterra se lo debemos a O. M. Dalton, conservador del Museo Británico que en 1905 publicó The Treasure of the Oxus. En ella, Dalton cuenta que el tesoro lo encontraron unos lugareños en la orilla norte del río entre 1876 y 1880. Ese último año pasaron por la región tres comerciantes provenientes del emirato de Bujará, en el actual Uzbekistán. Al enterarse de la existencia del tesoro, lo compraron y continuaron su camino hacia la India británica. Antes de llegar a su destino, los comerciantes tenían que atravesar el convulso Afganistán, un territorio en el que, desde 1878, se enfrentaban británicos y afganos en la segunda guerra anglo-afgana. Según sus testimonios, en los que se basó Dalton para escribir su relato, a los pocos días de salir de Kabul fueron asaltados por tribus locales, quienes les secuestraron y robaron el tesoro. Gracias a uno de sus sirvientes, que pudo escapar y avisar a las autoridades británicas, los comerciantes fueron liberados y el tesoro devuelto. En agradecimiento, vendieron una de las mejores piezas (uno de los dos brazaletes de oro que se conservan) al capitán Francis Charles Burton, oficial al mando en la zona.
Este lo vendió a su vez al Victoria and Albert, donde actualmente se custodia junto al otro brazalete. Los comerciantes siguieron hasta la ciudad de Rawalpindi, un importante centro comercial situado en el actual Pakistán. Allí vendieron el resto del tesoro en distintos bazares. Posteriormente, entre 1881 y 1883, las piezas fueron compradas y recopiladas por dos arqueólogos británicos: Alexander Cunningham, director del Servicio Arqueológico de la India, y Augustus Wollaston Franks, conservador del Museo Británico. Este último compró su parte al primero y, a su muerte en 1897, donó todo el tesoro a la institución en la que trabajó. Pero ¿de dónde proviene el tesoro del Oxus? Al no haberse hallado en una excavación arqueológica, la respuesta es complicada. Existen principalmente dos teorías. La primera y más antigua lo relaciona con el yacimiento de Takht-i Kuwad, en la orilla septentrional del Oxus, una zona poblada desde antiguo. El río se ha llevado ya una cuarta parte del yacimiento, por lo que se cree que pudo haber arrastrado también las piezas del tesoro hasta donde las encontraron los habitantes de la zona. Una segunda teoría lo conecta con un yacimiento más reciente, el de Takht-i Sangin. Situado a pocos kilómetros del anterior, fue excavado por arqueólogos rusos entre 1976 y 1991. Allí se encontró una ciudadela fortificada de finales de la época aqueménida, y en su interior, un templo, o ayadana. Dentro del santuario se hallaron más de cinco mil objetos, posiblemente ofrendas, datados entre los siglos VI a. C. y III d. C. ¿Pertenecen las piezas del tesoro del Oxus a las encontradas en este templo? Así lo sugieren algunos expertos. Pero hay un problema: la mayoría de las piezas que se hallaron en este yacimiento son de bronce y marfil, no de oro y plata. Solo hay algunas de oro (tres placas votivas), pero de un estilo muy diferente a las del Oxus. Para explicar esta contradicción, se ha apuntado la posibilidad de que los sacerdotes del templo hubieran enterrado los objetos de más valor para protegerlos ante un posible saqueo. Luego, por alguna razón desconocida, no habrían vuelto a desenterrarlos. La homogeneidad e incluso la autenticidad del tesoro del Oxus (compuesto de joyas, vajilla, miniaturas y estatuillas y placas votivas) han sido puestas en cuestión en varias ocasiones. Lo incierto y “novelesco” de su descubrimiento, la variedad estilística que presentan las distintas piezas y su comercialización en bazares de “dudosa reputación”, como dejó escrito el propio O. M. Dalton en su narración del periplo del tesoro, han alimentado el escepticismo de muchos investigadores. La voz más crítica al respecto es la de Oscar White Muscarella, del MET, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Este veterano arqueólogo criticó en un artículo en The Times en el 2003 lo que llamó “arqueología de bazar”, y cuestionó tanto la narración del descubrimiento del tesoro (tachándola de fantasías de comerciantes) como su carácter unitario y su completa autenticidad. Muscarella dudaba, sobre todo, de las placas votivas, que consideraba sospechosas, dado su tosco acabado y la dificultad para ponerlas en relación con otros hallazgos del período aqueménida.
El Museo Británico se defendió aportando pruebas científicas y análisis históricos y aludiendo a la aparición de nuevos paralelismos que refuerzan su autenticidad. Además de las joyas, piezas de vajilla, miniaturas, estatuillas y placas votivas, también se han conservado los restos de una vaina de oro para akinakes (espada persa) decorada en relieve con escenas de caza de leones. Algunos autores incluyen también como parte del tesoro una serie de monedas (de doscientas a mil quinientas, según las fuentes) pertenecientes a diversas épocas. Sin embargo, esta conexión no está clara. Entre las muchas joyas que se han conservado se encuentran pendientes, anillos, pulseras, torques, brazaletes y atavíos como placas o medallones. De entre todas ellas destacan dos: los mencionados brazaletes de oro que se pueden ver en el Museo Victoria and Albert. Son dos joyas de una gran perfección técnica compuestas por varias partes que se trabajaron por separado y luego se soldaron. Lo más característico son sus remates en forma de león grifo y la presencia de varios alvéolos que se utilizaban para incrustar esmaltes y piedras preciosas. Este tipo de brazaletes eran uno de los regalos más apreciados por las élites persas. En cuanto a la vajilla, la componen varios vasos de oro y plata (lisos o con el interior repujado); una magnífica jarra de oro, de cuerpo acanalado y asa terminada en cabeza de león; y un pez hueco de oro con un orificio en la boca, que podría haber servido como recipiente para guardar aceite o, dado que tiene un gancho sobre la aleta izquierda, como parte de un colgante. Se sabe por los textos griegos que los reyes y aristócratas persas empleaban habitualmente este tipo de vajilla de lujo en la mesa. De hecho, solo servían en platos de cerámica cuando querían ofender a un comensal. Respecto a las miniaturas, se conservan dos piezas de oro que están entre las más célebres del tesoro del Oxus. Representan dos carros ligeros tirados por caballos. La más completa mide 18,8 cm de largo y está compuesta por un carro con ruedas de gran tamaño tirado por cuatro caballos medos o “neseos” (criados en la llanura Nesea y famosos por su resistencia y velocidad).
La cabina está decorada en su parte frontal con una cabeza de Bes (deidad egipcia incorporada por los persas como protectora de los jóvenes), y en su interior alberga a dos figuras humanas vestidas al estilo medo (con túnica y capucha). Este tipo de carro ligero, muy similar a los que se pueden ver en los relieves de Persépolis, era un vehículo de muy alta categoría social. Se utilizaba usualmente como transporte y, en menor medida, para la guerra. La función de estas miniaturas no se conoce, pero el hecho de que aparezca la cabeza de Bes ha alimentado la teoría de que fueran elaboradas como exvotos para un niño. Las estatuillas se utilizaban como ofrendas votivas para depositar en los templos. Esta práctica, muy común en el mundo antiguo, servía para dar las gracias a una deidad (exvotos), ganarse su favor o como señal de respeto. Las hay de diferente tamaño (de 5 a 29 cm) y distinta fisonomía (barbadas y vestidas al estilo persa o imberbes y desnudas a la manera griega), todas ellas elaboradas en oro y plata. También se cree que son de carácter votivo las cincuenta y una placas de oro que forman parte del tesoro. Son de forma rectangular y todas muestran representaciones humanas salvo cuatro (una de ellas es lisa y las tres restantes tienen figuras de animales). La mayoría representan a hombres vestidos a la manera meda portando en una de sus manos flores, lanzas o barsoms, el atado de ramas sagradas que se utilizaba en señal de devoción y que los sacerdotes o “magos” mazdeístas (los aqueménidas adoraban al dios Ahura Mazda) usaban para encender el fuego sagrado y con fines adivinatorios. La existencia de estos objetos votivos avala la tesis de que pudieran haber pertenecido al templo excavado en Takht-i Sangin. ¿Son estas piezas todas las que completan el tesoro del Oxus? Según Igor Pichikyan, arqueólogo del yacimiento de Takht-i Sangin, no. Faltan algunas, las que componen el que se ha dado en llamar “segundo tesoro del Oxus”. Un conjunto de objetos, la mayoría placas y monedas de oro y plata, que supuestamente serían las que no devolvieron los ladrones cuando fueron detenidos. Este “segundo tesoro” salió al mercado de antigüedades durante los años noventa y fue adquirido por el Museo Miho de Japón. En el 2002 se presentó en una exposición llamada “Tesoros de la antigua Bactria”. ¿Realidad o simple maniobra publicitaria?

viernes, 2 de julio de 2021

CATEDRAL DE SALISBURY: El lugar dónde nació Occidente

Reconozco que decidirse por una de ellas es muy difícil. Así que te pregunto en lugar de responderte ¿vale?: ¿cuál piensas que es la mejor catedral de Inglaterra? ¿La de Winchester? ¿York? ¿Canterbury? La elección es complicada, pero sin lugar a dudas, la Catedral de Salisbury es una de las contendientes más a tener en cuenta, por historia, por la homogeneidad de su arquitectura, y por haber inspirado a pintores, escritores y visitantes durante casi ocho siglos. Tras la conquista normanda de Inglaterra en el siglo XI se fundaría lo que hoy conocemos como Old Sarum en una pequeña elevación, que llevaba habitado desde la Edad de Hierro. Allí se construyó primero un castillo y junto a él, en una posición menos elevada, el obispo Osmund levantó una catedral en 1075. Los años venideros fueron difíciles, en parte por la relación entre la guarnición del castillo y los monjes de la catedral, que nunca fue demasiado buena; y en parte por la dificultad para conseguir agua suficiente en el lugar de este asentamiento. Fue en 1220 cuando Richard Poore, también obispo, decidió que ya era hora de cambiar de aires y mover la catedral a un lugar en el que los señores del castillo no molestasen y el agua no se tuviese que racionar. Poore eligió como nuevo emplazamiento un humedal junto al río Avon algo más de tres kilómetros al sur. Dice la leyenda que no lo eligió él solo, ni inspeccionó el terreno para encontrar el lugar adecuado, sino que optó porque un fuerte arquero lanzase una flecha desde Old Sarum en dirección sur, con la intención de construir en el lugar exacto en que la flecha aterrizase. Teniendo en cuenta que el récord mundial de lanzamiento de flecha con arco es hoy en día de 500 metros, a pesar de los avances tecnológicos, lo dejaremos como improbable. Sea como fuere la catedral comenzó a construirse en una llanura, lejos de los núcleos habitados. Dicen que era la primera vez en mucho tiempo que una obra de este tipo se podía comenzar a construir sin problemas urbanísticos ni tampoco de financiación. Esto hizo que la Catedral de Salisbury, o al menos el grueso de la misma, estuviese terminada en tan solo 38 años. Elias de Derham, que había construido el santuario a Thomas Becket en Canterbury, dio por finalizada su obra en 1258. Aunque el elemento más reconocido de la Catedral de Salisbury, la torre, no se añadiría hasta casi pasado un siglo, en 1320. Sería durante mucho tiempo el edificio más alto del país, y su aguja aún es la más alta de toda Inglaterra con sus 404 pies (123 metros) de altura. 332 escalones en una estrecha espiral que aún conserva buena parte del andamiaje de madera que se utilizó para su construcción. Pero claro, una torre tan alta conlleva un peso considerable, y teniendo en cuenta que se dice que los cimientos sobre este humedal son de apenas cuatro pies de profundidad, no es de extrañar que en 1668 Christopher Wren tuviese que instalar todo un entramado de vigas de amarre para evitar una catástrofe. Como se podría esperar del arquitecto que se reconstruyó la City de Londres entera tras el Gran Incendio de 1666 - la Catedral de San Pablo inclusive - desde entonces la torre no se ha inclinado ni una pulgada y por tanto podemos disfrutar todavía de la obra más relevante de lo que se conoce como Early English Gothic, o gótico inglés temprano. La Catedral de Salisbury llama la atención incluso antes de llegar a ella, ya que la zona de edificios alrededor de esta, y el espacio verde que separa a estos edificios de la catedral es la más grandes de Gran Bretaña. Cuando finalmente te enfrentas a su fachada principal, la que da al oeste, te encuentras con una gran cantidad de estatuas, la mayoría de las cuales (unas sesenta) no son las originales, sino que fueron reemplazadas durante la época victoriana. La catedral en sí, de 142 metros de largo, está unida a la Sala Capitular mediante el claustro, también el mayor de la isla. En la Sala Capitular se encuentra una de las grandes atracciones de la catedral, la Carta Magna en una de las cuatro copias supervivientes y dicen que la mejor conservada. Como sabéis, la Carta Magna es uno de los documentos más importantes de la historia de la humanidad y, aunque fue escrito en 1215, textos tan importantes como la Constitución de los EE.UU. o la Declaración de los Derechos Humanos se han basada en ella para determinar las libertades civiles modernas. En el interior de la catedral destaca el contraste de las dos piedras utilizadas para la construcción de la misma. Por un lado la más clara, proveniente de Chilmark, 12 millas al oeste de Salisbury y por otra, completando la imagen de serenidad y amplitud de la catedral, el oscuro mármol de Purbeck, que más que un mármol es una piedra caliza cristalina traída del Corfe Castle en Dorset. El centro de la catedral, desde 2008, cuenta con una espectacular fuente realizada por el escultor William Pye, que se integra de forma envidiable en su entorno y ofrece fantásticos juegos de luz en su papel de espejo. Muy cerca de ella está el reloj más antiguo del mundo aún en funcionamiento. Parte del antiguo campanario, edificio separado que se derruyó en el siglo XVIII, lleva dando la hora desde 1386. No es de extrañar por todo lo que ofrece, que esta catedral sea una de las obras más maravillosas de la arquitectura medieval.
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