SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 29 de julio de 2022

SANTA EVITA: El macabro destino del cuerpo de Eva Perón

Considerada una de las mujeres más amadas y odiadas en la historia política argentina, la vida de María Eva Duarte de Perón, más conocida como "Evita", fue tan mítica que inspiró uno de los musicales más populares de la historia y, a 70 años de su muerte, la exprimera dama sigue siendo la mujer más famosa de su país. Pero no solo la vida de la esposa del fundador del movimiento peronista, Juan Domingo Perón, fue legendaria. También lo fue su muerte. Pero no nos referimos al momento en que falleció, aquel 26 de julio de 1952 (aunque sin dudas fue un momento épico, con dos millones de personas alineando las calles por donde pasó su féretro, en un velatorio que duró dos semanas), sino lo que paso luego con su cadáver. Lo que fue casi tan novelesca como su fugaz vida fue la odisea de más de 20 años que padeció su cuerpo tras fallecer, un increíble y siniestro calvario hasta llegar a su lugar de reposo actual, en el cementerio más exclusivo de Buenos Aires, la Recoleta. Como sabéis, la exactriz convertida en "abanderada de los humildes", que cultivó durante los gobiernos de su marido niveles similares de adoración y odio entre los argentinos, falleció a los 33 años de un cáncer de cuello de útero. El nivel de fervor que generaba y la importancia simbólica de Evita para el peronismo era tal que, poco antes de morir, el Congreso le había otorgado el título de "Jefa Espiritual de la Nación". Perón quería que su esposa fuera embalsamada y que sus restos descansaran en el "Monumento al descamisado", un faraónico panteón que iba a ser construido especialmente para ella en el cetro de Buenos Aires. Encomendó la conservación del cuerpo al prestigioso anatomista español Pedro Ara, quien comenzó su tarea apenas horas luego de que falleciera la primera dama. Sin embargo, convertir a Evita en "una estatua" -como registró Ara en sus memorias-, tardaría muchos meses más. Mientras se planificaba la construcción del gigante mausoleo, el médico realizaba sus tareas en el segundo piso de la Confederación General del Trabajo (CGT), la principal central sindical de Argentina, donde había sido llevado el cuerpo tras el histórico funeral. El momento en el que el féretro de Eva Perón arribó al edificio de la CGT, en Buenos Aires. Al año, Ara había concluido su tarea, pero el mausoleo seguía siendo apenas un proyecto, por lo que el español debió quedar al cuidado del cadáver embalsamado en el edificio de la CGT. Sin embargo, los planes dieron un inesperado giro en 1955, a tres años de la muerte de Evita, cuando Perón fue derrocado por un golpe militar durante la llamada "Revolución Libertadora", que proscribió el peronismo durante casi dos décadas. El depuesto mandatario huyó al exilio, pero el cuerpo de quien fuera su segunda esposa quedó en la CGT, bajo el cuidado de Ara. Lo que ocurrió luego se mantuvo en secreto por 16 años, y recién sería develado décadas más tarde gracias a investigaciones periodísticas y libros como el popular "Santa Evita" (1995), de Tomás Eloy Martínez, que acaba de ser convertido en serie por la plataforma Star+. Uno de los trabajos más exhaustivos fue el del periodista, político y exmilitante de la organización guerrillera peronista Montoneros Miguel Bonasso, que sirvió como guión del documental "Evita - La Tumba Sin Paz", realizado en 1997 por el cineasta y actual ministro de Cultura de Argentina, Tristán Bauer, Según Bonasso, los militares que habían destituido a Perón quisieron verificar que el cuerpo que yacía en la CGT era efectivamente el de su mujer y que no se trataba "de una muñeca de cera". "Para averiguarlo nombraron una comisión de médicos notables, quienes le extrajeron un pedazo de tejido de la oreja izquierda para el examen histológico (y) le cortaron un dedo para la huella digital", cuenta el documental sobre las primeras dos mutilaciones que sufriría el cadáver de Evita. Tras realizar las pruebas, que incluyeron una serie de radiografías, confirmaron que se trataba de la exprimera dama, a quien Ara había logrado conservar "con todos sus órganos internos". El temor de que los peronistas pudieran tratar de robar el cuerpo "y usarlo como una tea para incendiar el país" llevó a los militares a urdir un siniestro plan secreto: secuestrar el cadáver y hacerlo desaparecer. El dictador Pedro Eugenio Aramburu le encargó el operativo al teniente coronel Carlos Moori Köenig, jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE). Aramburu fue un personaje clave en la historia de lo que ocurrió con los restos de Evita. Según el historiador argentino Felipe Pigna, quien escribió dos libros sobre Eva Perón, la orden era secuestrar el cuerpo y darle "cristiana sepultura, lo cual no podía significar otra cosa que un entierro clandestino". Pero Moori Köenig desobedeció al tirano. Sus hombres se llevaron el cuerpo en un cajón común y sin identificación e intentaron esconderlo en distintos puntos de Buenos Aires. Sin embargo, sus movimientos eran seguidos por miembros de la naciente resistencia peronista, que vigilaba el sigiloso recorrido del cadáver y dejaba velas y flores -según Pigna eran de la planta Myosotis, más conocida como "no me olvides"-, indicando que sabían dónde estaba. En su página web el historiador.com.ar, Pigna relató cómo el creciente nerviosismo de los secuestradores terminó provocando una tragedia, un hecho también consignado en "Santa Evita". Ocurrió cuando Moori Köenig puso el cuerpo embalsamado al cuidado personal de su segundo, el mayor Eduardo Arandía, quien escondió el cajón de Evita en el altillo de la casa que compartía con su esposa y su pequeña hija."La paranoia no lo dejaba dormir ", cuenta Pigna. "Una noche, escuchó ruidos en su casa de la avenida General Paz al 500 y, creyendo que se trataba de un comando peronista que venía a rescatar a su abanderada, tomó su pistola 9 milímetros y vació el cargador sobre un bulto que se movía en la oscuridad: era su mujer embarazada, quien cayó muerta en el acto". Luego de ese episodio, Moori Köenig -quien, según el historiador, tenía "una pasión enfermiza por el cadáver"- llevó el cuerpo de Evita a su oficina, a un pequeño cuarto al lado de su despacho, donde lo colocó en posición vertical, escondido dentro de una caja que originalmente contenía material para radiotransmisiones. Pigna y Bonasso coinciden en que el coronel tenía una obsesión con el cadáver de Evita, al que además exhibía "como un trofeo". Pero una de las personas a las que mostró el cuerpo, la joven María Luisa Bemberg -quien más tarde se convertiría en una premiada cineasta- quedó horrorizada y reveló el secreto a un amigo de su poderosa familia, quien tenía un importante cargo militar. Fue así como se enteró del secreto el dictador Aramburu, quien relevó a Moori Köenig y nombró en su lugar al teniente coronel Héctor Cabanillas, un duro antiperonista que había organizado frustrados atentados contra Perón en el exilio. Cabanillas propuso sacar el cuerpo del país y en 1957 dio inicio al Operativo Traslado, también conocido como Operación Evasión. Entrevistado para el documental "Evita - La Tumba Sin Paz", Cabanillas, quien falleció en 1998, explicó que su decisión de llevar el cuerpo al extranjero no solo se basó en inteligencia que indicaba que "comandos peronistas estaban preparados para rescatar el cadáver y usarlo como bandera política para sus fines". También temía al "personal del gobierno que tenía intenciones de hacer desaparecer el cadáver", ya sea arrojándolo al río -un anticipo de los "vuelos de la muerte" de la década de 1970- o haciendo "volar el edificio" del SIE para que desaparecieran los restos. Se decidió trasladar el cuerpo a Italia, objetivo que -dijo Cabanillas- se logró "gracias a la activa y muy especial intervención de la Iglesia (católica)". "Intervino directamente un delegado de su Santidad para allanarme el camino", contó el militar sobre el operativo que fue tan secreto que ni el dictador Aramburu supo los detalles. El delegado del Vaticano compró una tumba en un cementerio comunal de Milán y se encargó de tramitar los papeles para el arribo del cuerpo. En abril de 1957, el ataúd de Eva Perón fue trasladado en barco a Génova, haciéndolo pasar por el de una viuda italiana fallecida en Argentina llamada María Maggi de Magistris. Pigna cuenta que los dos hombres encargados del traslado pasaron un susto al llegar al puerto genovés, ya que se encontraron con una gran muchedumbre esperando el arribo del barco y temieron que fueran adoradores de Evita (quien había sido muy popular durante sus visitas a Italia y España en los años '40). Resultó que en el mismo buque viajaban unas partituras de Giuseppe Verdi, que habían sido repatriadas de Brasil y eso explicaba la multitud. El féretro fue trasladado a Milán, donde los restos fueron, finalmente, inhumados en el Cimitero Maggiore. Los restos de Evita estuvieron escondidos en este cementerio de Milán durante casi una década y media. Evita pasaría 14 años enterrada allí bajo esa lápida falsa. Para no levantar sospechas, incluso se le pagó a una religiosa llamada Giuseppina para que le llevara flores a la tumba. Pero el destino de los restos de Evita fue un misterio para los argentinos hasta 1970. Ese año, un grupo de jóvenes Montoneros secuestró, torturó y asesinó al exdictador Aramburu, acusándolo, entre otras cosas, de haber hecho desaparecer el cuerpo de Evita. En medio de la crisis y el creciente poder de la juventud peronista, el nuevo líder militar del país, el general Alejandro Lanusse, propuso un "Gran Acuerdo Nacional" con Perón, y -como prueba de buena voluntad- ofreció devolverle al exiliado exmandatario los restos de su segunda esposa. Lanusse le pidió a Cabanillas que organizara el Operativo Devolución. Es de esa manera, como a finales de 1971, el cadáver fue exhumado y llevado por carretera hasta la residencia de Perón en Madrid. Según la investigación de Bonasso, allí el expresidente tomó fotografías del cuerpo de su exmujer que revelaban 35 lesiones diferentes. Pero esas imágenes permanecieron ocultas. Bonasso también aseguró que mientras el cadáver permaneció en la residencia de Perón en Puerta de Hierro, su joven tercera esposa, María Estela Martínez -más conocida como Isabel-, celebraba ceremonias secretas de transmutación de poder, de la mano del "brujo" José López Rega, con la intención de recibir "el carisma de Evita", pero no hay evidencia de que esto haya ocurrido. Tras el regreso de los Perón a Argentina, en 1973, y el triunfo en los comicios de ese año, con Isabel como vicepresidenta, creció la presión para que se repatriaran los restos de Evita. Pero eso no ocurrió hasta tras la muerte del fundador del peronismo, en 1974. En un macabro juego del destino, lo que finalmente hizo que el cuerpo embalsamado de Eva Perón volviera a Argentina fue el robo de otro cadáver: el del hombre que había encargado su secuestro, Aramburu. El mismo grupo guerrillero que lo había ejecutado sustrajo su cuerpo del cementerio de la Recoleta y exigió como rescate que el flamante gobierno de Isabel Perón trajera de regreso a "la compañera Evita". Ello ocurrió, y en noviembre de 1974 el cuerpo de la exprimera dama volvió definitivamente a su país, donde fue momificado, restaurado y exhibido junto con el de su marido -él, a cajón cerrado- en la cripta fúnebre de la residencia presidencial de Olivos. La idea de Isabel era crear un gran mausoleo -el Altar de la Patria- para albergar los restos de ambos y el de otros próceres nacionales, pero ese proyecto también quedó truncado. Tras menos de dos años de gobierno, los militares la derrocaron en un incruento golpe de Estado, y regresaron al poder en Argentina, dando pie al régimen más sangriento que tuvo el país. El nuevo gobierno de facto entregó los restos de Eva a la familia Duarte, quien la sepultó, bajo estrictas normas de seguridad en su bóveda familiar en la Recoleta, donde ya yacían su madre y su querido hermano Juan. Fue así como la "abanderada de los humildes" terminó en una tumba del cementerio más caro y exclusivo de Buenos Aires, que aún hoy, a 70 años de su muerte, sigue siendo la más visitada.

viernes, 22 de julio de 2022

LA DONACIÓN DE CONSTANTINO: Una falsificación al servicio de la Iglesia

La donación de Constantino (en latín, Donatio Constantini) fue un decreto imperial apócrifo atribuido a Constantino I, según el cual, al tiempo que se reconocía como soberano al papa Silvestre I, se le donaba la ciudad de Roma, las provincias de Italia y todo el resto del Imperio romano de Occidente, creándose así el llamado Patrimonio de San Pedro o los Estados Pontificios. La autenticidad del documento se ponía ya en duda durante la Edad Media, pero el humanista Lorenzo Valla pudo demostrar fehacientemente en 1440 que se trataba de una falsificación, ya que mediante el análisis lingüístico del texto no podía estar fechado alrededor del año 300. El largo proceso de acercamiento entre el pontificado y el reino franco, que comienza en el pontificado del papa Gregorio Magno (590-604), alcanza uno de sus puntos culminantes en la unción real con la que el papa Esteban II constituyó al mayordomo palatino Pipino el Breve como rey de los francos y patricius romanorum, dando por extinguida la dinastía merovingia (752). De este modo el Papa se arrogaba la facultad de traspasar la dignidad real de una dinastía a otra y a la vez, como contrapartida, concedía al rey de los francos la capacidad de intervenir en los asuntos italianos. De hecho Pipino cruzó los Alpes en dos ocasiones para reconquistar vastas regiones de la península italiana de manos de los lombardos y las donó a san Pedro, el Príncipe de los Apóstoles; de este modo se constituyeron en pleno siglo VIII los Estados de la Iglesia, y el Papa quedó convertido en un monarca temporal. Cuando se hizo necesario justificar semejante innovación jurídica (de facto los pontífices ejercían ya una no bien determinada jurisdicción gubernativa desde las invasiones bárbaras), se recurrió al viejo método medieval de inventar un documento que retrotrajese en el tiempo la situación que se daba en el presente. Este fue el nacimiento del documento que ha pasado a la historia como la Donatio Constantini (ss. VIII-IX). La “donación de Constantino” indicaba que el papa Silvestre I había recibido del emperador romano Constantino I el derecho de gobernar la ciudad de Roma y sus alrededores de la misma manera que un monarca temporal, sosteniendo además derechos del Papado para intervenir en los asuntos políticos de Italia y del Imperio romano de Occidente, así como de una sucesión de territorios adicionales (Grecia, Judea, Tracia, Asia Menor, África), formando así una autoridad religiosa dotada de poderes gubernamentales. La “donación de Constantino” fue mencionada por vez primera en una comunicación del papa Adriano I a Carlomagno, a inicios del siglo IX, pero fue utilizada en un documento oficial sólo a mediados del siglo XI cuando textos de la citada “donación” son citados por el papa León IX como argumentos para requerir a Miguel I Cerulario, patriarca ortodoxo de Constantinopla, que debía reconocerse la sujeción del Imperio bizantino a la sede papal de Roma en tanto solamente a ésta correspondía la jefatura universal del cristianismo. En ese requerimiento de León IX se informaba a Miguel Cerulario que los derechos del Papado no surgían de simples rumores o costumbres, sino de la “donación de Constantino”, un documento que afirmó haber sido emitido por Constantino el Grande. En las querellas entre el Papado y el Sacro Imperio Romano Germánico, sirvió posteriormente como argumento para “justificar” el derecho del Papa a gobernar territorios en Italia y conducirse como un monarca efectivo de esos territorios, que fueron conocidos como Estados Pontificios, que existió como tal hasta la unificación de Italia en 1870. Ya el emperador Otón III había dudado hacia el año 1000 de la autenticidad de la “donación de Constantino”, pero en general los intelectuales de la Edad Media europea no cuestionaban su veracidad. El interés por el estudio del latín y del griego a inicios del siglo XV causó que varios escritos y documentos de la antigüedad grecorromana fueran analizados nuevamente gracias a los conocimientos adquiridos por los estudiosos humanistas de la época. Fue precisamente en 1440 cuando el humanista italiano Lorenzo Valla demostró que la “donación de Constantino” era un engaño, ya que el análisis lingüístico del texto incorporaba giros idiomáticos y palabras que no existían en el latín de los años finales del Imperio romano. Incluso el texto mostraba la palabra “feudo” que era un concepto desconocido en Europa a inicios del siglo IV, por lo cual la fecha de redacción de la “donación de Constantino” debía ser forzosamente posterior. Pocos años antes, el cardenal y humanista Nicolás de Cusa también había planteado que el documento constituía una falsificación. Al mismo tiempo el análisis de Valla fue reforzado por el teólogo y escolástico inglés Reginald Pecocke, quien reafirmó tras un análisis idiomático que la “donación de Constantino” era sin duda un fraude, al ser imposible que tal documento hubiera sido escrito en el año 300. Oficialmente la Santa Sede jamás ha declarado la falsedad de la “donación de Constantino” pero paulatinamente dejó de ser invocado como sustento legal para la existencia de los Estados Pontificios desde mediados del siglo XV. Inclusive, ni siquiera fue citado en la Bula Inter Caetera de 1493 cuando el Papado se atribuyó facultades para dividir el Nuevo Mundo entre España y Portugal. Tras el silencio mostrado por once papas desde la constatación del fraude, Lutero haría público al fin el descubrimiento en 1517. Se ha sugerido, desde entonces, que “la donación de Constantino” fue un texto redactado por un clérigo de la basílica de San Juan de Letrán posiblemente hacia el año 750, cuando el papa Esteban II debía negociar con Pipino el Breve, rey de los francos, para que dicho monarca asegurase al Papado un territorio propio en Italia donde ejercer autoridad gubernamental. En tal situación, el papa Esteban II convalidó que Pipino usurpase el trono de Francia y derrocase a la legítima dinastía merovingia, a cambio de que otorgase al Papado los territorios italianos que el Reino de Lombardía había arrebatado al Imperio bizantino. Para lograr este fin se habría utilizado la apócrifa “donación de Constantino”, por la cual el Papado elaboró un documento aparentemente emitido en los últimos años del Imperio romano, para usarlo como “argumento legal” con el que sostener los derechos papales a gobernar vastas regiones de Italia. Su difusión se debe a que el texto de la Donatio fue incluido en las Decretales pseudoisidorianas, documento que sirvió de base al derecho canónico medieval. Sin embargo, Graciano no lo incluye en su famoso Código de mediados del siglo XII que reunía todas las normas canónicas de la época. La culminación de la unidad de Italia en 1870 puso fin a la existencia de los Estados Pontificios, algo que no fue bien recibido por Pío IX y sus inmediatos sucesores, que pasaron a considerarse “prisioneros en el Vaticano”. La Santa Sede, que se sentía “expoliada”, no se reconciliaría con el Estado italiano hasta la firma de los Pactos de Letrán, un acuerdo establecido en 1929 con el régimen fascista de Benito Mussolini, que dio origen a la Ciudad del Vaticano. Pero ello es otra historia.

viernes, 15 de julio de 2022

PRECIOUS BLOOD OF CHRIST: Una sagrada reliquia que podría contener la sangre de Jesús

Eran las 22.30 del viernes cuando Arthur Brand recibió el paquete que esperaba nerviosamente desde hacía días. Sonó la campanilla y, al abrir la puerta, no había nadie. Pero observo que una misteriosa caja lo esperaba en la oscuridad. Al abrirla, se encontró con uno de los objetos más sagrados que le hayan robado a la Iglesia Católica, conservado desde hacía 1.000 años en la abadía de Fecamp, en el norte de Francia: la sagrada reliquia denominada Precious Blood of Christ (Preciosa Sangre de Cristo). "Mi corazón latía con fuerza", contó el detective de arte en una entrevista al diario holandés De Telegraaf, sobre la recuperación del tesoro perdido, que debe ser entregado ahora a las fuerzas del orden de Holanda luego de que estas recibiesen un pedido de Francia para que se investigue la identidad del ladrón y la autenticidad de la obra. Brand es conocido por sus impresionantes recuperaciones de arte, incluyendo las estatuas de bronce "Los caballos de Hitler", que se encontraban en la Cancillería del Reich en Berlín y que se creían perdidas. A sus 52 años, es uno de los detectives de arte más famosos del mundo, reconocido por ladrones y policías por su acceso sin precedentes al comercio criminal de arte robado. Pero conseguir la reliquia de la Precious Blood of Christ fue una experiencia especial para él. "Como católico que soy, esto es lo más cercano que se puede estar a Jesús y el Santo Grial", aseguró. "Fue una experiencia religiosa". Cuando abrió la caja, descubrió con satisfacción que la reliquia estaba intacta. El relicario dorado, de unos 30 centímetros de alto y adornado de piedras preciosas incrustadas, imágenes de Cristo en la cruz y otros santos, conserva dos recipientes metálicos que según los creyentes contienen gotas de sangre de Jesús recogidas por José de Arimatea en el Santo Grial de las heridas en la Cruz durante la Crucifixión. Desde entonces, la reliquia ha sido objeto de culto para los peregrinos católicos por más de mil años. Se encontraba en la Abadía de Fecamp, en la Normandía francesa hasta la noche del 1° al 2 de junio pasado, cuando fue robada, dos semanas antes de las celebraciones anuales del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. "Fue un shock enorme que robaran esta pieza famosa, una reliquia legendaria", declaró Brand en su casa. Pero el relicario no era el único objeto en la caja dejada en la puerta de Brand esa noche de julio. También había varios platos litúrgicos de cobre, imágenes de santos y un cáliz decorado, que también fueron robados de la abadía en junio. Sin embargo, Brand no pudo verificar su autenticidad ni la de los otros objetos recuperados, que aún no han sido examinados por la policía o expertos. Tampoco se pudo obtener un comentario de la abadía."Tras la investigación, nuestras conclusiones y la reliquia serán entregadas a la policía francesa", explicó de su lado Dennis Janus, portavoz de la policía nacional holandesa. Pero Brand no duda de su autenticidad."No tengo duda de que es la verdadera. Los objetos religiosos son casi imposibles de falsificar", aseguró. Brand contó que su participación en el caso comenzó tras el robo, cuando recibió un mensaje de una persona anónima que aseguró tener en su posesión los bienes sustraídos. "Esta persona me escribía de parte de otra, en cuya casa estaba guardada la reliquia", dijo Brand."Tener en su casa la máxima reliquia, la sangre de Cristo, robada, eso es una maldición", aseguró. "Cuando se percataron de lo que era, que no se podía vender, sabían que tenían que deshacerse de ella", explicó. Le avisaron entonces que el objeto sería llevado a su casa, sin fecha ni horario. "Virtualmente fui un prisionero en mi propia casa durante una semana. No podía salir", contó entre risas. Los objetos finalmente aparecieron, entregados anónimamente. Consideró que se lo llevaron a él porque "sería muy peligroso involucrar a la policía". Brand declaro: "Estas personas conocen mi reputación. Lo más importante es devolver esto a la iglesia. Esperamos que permanezca allí otros mil años" puntualizó.

viernes, 8 de julio de 2022

PATRIMONIO MUNDIAL: Los túmulos funerarios de Dilmun (Bahréin)

La pequeña nación insular de Bahréin ubicada en el Golfo Pérsico alberga uno de los cementerios más antiguos y grandes del mundo, que se remonta a la civilización Dilmun con más de 4.000 años de antigüedad y que fue una de las naciones mercantiles más antiguas de la parte oriental de la Península Arábiga, ocupando un lugar importante en la mitología de Mesopotamia, figurando en la Epopeya de Gilgamesh, que durante mucho tiempo se ha considerado como la primera gran obra de la literatura. Se cree que Dilmun es la residencia del inmortal Ut-napishtim a quien Gilgamesh persigue en busca del secreto de la inmortalidad. Dilmun también fue mencionado en la saga de Enki y Ninhursag donde fue retratado como un paraíso terrenal y una tierra de pureza: “En Dilmun el cuervo aún no graznaba, la perdiz no cacareaba. El león no mataba, el lobo no se llevaba corderos, el perro no había aprendido a acurrucar a los niños, el cerdo no había aprendido que el grano debía comerse”. Debido a su posición estratégica en el Golfo Pérsico, Dilmun se convirtió en un centro de comercio que unía el Medio Oriente y el sur de Asia. Esto otorgó a la región en ese momento una prominencia económica que condujo al crecimiento de la población y a un sofisticado y diverso tejido social. El cementerio comprende unos 170.000 túmulos funerarios antiguos construidos originalmente como torres bajas cilíndricas durante un período de 450 años entre 2.200 y 1.750 a.C. Los montículos prehistóricos reflejan la tradición funeraria y la arquitectura de la temprana cultura de Dilmun, y aunque tal vez no sean tan llamativos estéticamente como los numerosos rascacielos de Bahréin o incluso sus muchos otros sitios antiguos como Qal'at Al-Bahrain o el Fuerte de Riffa, el notable número y escala de estos montículos presta al reino un paisaje distintivo y un lugar único que ostenta algunos de los patrimonios culturales más perdurables del mundo antiguo. Los montículos se extienden a lo largo de 30 kilómetros cuadrados en la isla principal de Bahréin, lo que equivale al 5% de su superficie total, y varían en tamaño. Los montículos más antiguos y más grandes son las "Tumbas Reales", construidas como torres sepulcrales de dos pisos que miden hasta 15 metros de altura y 45 metros de diámetro. Las tumbas reales se caracterizan por elaboradas cámaras funerarias con objetos y artefactos de valor, en contraste con muchos de los montículos más pequeños, formados en su mayoría por cámaras vacías. Los montículos se han visto constantemente amenazados por las crecientes presiones del desarrollo residencial y de infraestructura, en particular debido al pequeño tamaño de la isla y a su alta densidad de población. De hecho, muchos de los montículos han sido demolidos para dar paso a la construcción de calzadas y nuevas urbanizaciones, y los que aún quedan, se encuentran acorralados entre decenas de coquetas villas que han sido erigidas literalmente sobre el espacio funerario. A ello debemos agregar que los intentos de proteger los túmulos se han topado con la férrea oposición de los fundamentalistas religiosos que los consideran “antiislámicos” y han pedido que se los rellene de hormigón para construir viviendas encima. Al respecto, durante un debate parlamentario el 17 de julio del 2005, el líder del partido chiita al Asalah, Sheikh Adel Mouwda, dijo: “La vivienda para los vivos es mejor que las tumbas para los muertos. Debemos estar orgullosos de nuestras raíces islámicas y no de alguna civilización antigua de otro lugar y época, que solo nos ha dado un frasco aquí y un hueso allá” aseveró, dando una muestra palpable de la ignorancia y fanatismo de los musulmanes, para quienes lo que no es islámico, merece ser destruido. A pesar de haber sido declarados como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en un intento por salvarlos, su futuro sigue siendo incierto. “Las grúas y excavadoras continúan trabajando día y noche destrozando los túmulos de Aali y Saar entre otros lugares para dar paso a lujosas villas y edificios de varios pisos. Es muy triste ver como nuestra historia se evapora a manos de los VIP y al menos que las autoridades adopten alguna medida real, creo que podemos decir adiós al reconocimiento (de la Unesco)”, manifestó recientemente Yousif Al Boori, un concejal de la zona norte del país. Lamentablemente, la desaparición paulatina de los túmulos de Dilmun es tan sólo un reflejo de la primacía que ha conseguido el desarrollo vertiginoso que se registra en el Golfo frente a los defensores de la preservación de un legado aplastado poco a poco bajo el peso de una visión absurdamente “futurista”.

viernes, 1 de julio de 2022

PHARAON DES DEUX TERRES: La epopeya africana de los reyes de Nubia en el Louvre

Con el título de Pharaon des dex Terres (Faraón de las dos Tierras) el Museo de Louvre continua presentando hasta el 25 de julio una interesante exposición acerca de una época muy poco conocida del Antiguo Egipto, como es la historia de la remota región egipcia de Nubia, donde en el siglo 8 a. C., surgió un nuevo reino organizado en torno a su capital: Napata. Hacia el 730 a. C. el soberano Pianjy, aprovechando la debilidad por la que por entonces pasaba Egipto, decidió conquistarla - unificando “las dos tierras”, Egipto y su reino del sur, impregnado a este del arte, la ideología y la religión faraónicos - fundando la dinastía de los faraones kushitas. A pesar de proceder de un ambiente étnico diferente, los nubios no se consideraban invasores, sino “unificadores” de un gran Egipto: el Alto y Bajo Egipto de un lado y Kush de otro. Para indicarlo, añadieron otra cobra al uraeus (la cobra de la corona). Los reyes nubios se consideraron representantes genuinos de las tradiciones, y se dedicaron a la construcción con cierto carácter arcaico, respetando escrupulosamente los hábitos y las instituciones; se afirmaron como plenamente “egipcios”, guardando al mismo tiempo su apariencia de negros africanos en los retratos. Ejercieron su control sobre los sacerdotes locales obligándoles a admitir nubios entre sus filas: En Tebas, la divina adoratriz tuvo que adoptar para sucederle una hija de Kashta, Aménardis, y los príncipes kushitas se integraron en el clero de Amón junto a las grandes familias tebanas. El considerado primer faraón de esta dinastía, Sabacon o Shabaka, reinó desde Menfis. El poder kushita, deseoso de integrarse en la tradición institucional faraónica y de mezclarse con las élites egipcias, reanudó para ello una activa política en favor de los templos. Sin embargo, no obstante sus esfuerzos de asimilación y debido a que eran negros, los egipcios siempre los vieron como extranjeros y con gran desconfianza. Sus sucesores reinaron durante más de cincuenta años sobre un territorio que abarcaba desde el delta del Nilo hasta la confluencia del Nilo Blanco con el Nilo Azul. La exposición pone de relieve el importante papel que desempeño este vasto y casi desconocido reino, ubicado en lo que hoy es el norte de Sudán. En un recorrido cronológico, la muestra expone monumentales estatuas de granito que representan al dios Amón con la forma de un carnero protegiendo a Amenofis III, esfinges y diosas, abundantes jeroglíficos y escrituras en muros, como también amuletos y objetos de bronce que provienen de la colección del Louvre y de otros grandes museos del mundo. Muchos de los objetos expuestos proceden de excavaciones realizadas en los últimos años que ofrecen un contraste entre esta desconocida cultura y el oro y la opulencia asociada con los faraones. La exposición se centra especialmente en la figura del monarca más conocido de esta estirpe, Taharqo, que está citado en la Biblia, y termina con la derrota de esta dinastía contra los asirios. Uno de los aspectos originales de esta muestra, es la reconstrucción imaginaria de las estatuas que representan a los cinco faraones de esta dinastía, cuyos restos fueron descubiertos en una fosa en el 2003 y fueron recreados gracias a las hipótesis de los arqueólogos. Con Vincent Rondot, director del Departamento de Antigüedades Egipcias, Museo del Louvre, como comisario de la exposición y la ayuda de Nadia Licitra, Faïza Drici y Hélène Guichard, la muestra está vinculada a la misión arqueológica llevada a cabo por el Museo del Louvre en Sudán, donde ha pasado 10 años investigando el yacimiento de Muweis, y donde continuará haciendo lo mismo en el yacimiento de El-Hassa, 30 km más al norte y no lejos de las enigmáticas pirámides de Meroe.
actualidad cultural
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