SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 26 de abril de 2019

TUDORS TO WINDSORS - BRITISH ROYAL PORTRAITS: La historia vista a través del arte

Mediante unos 200 objetos, la mayoría jamás apreciados fuera de Inglaterra, se exhibe por primera vez en Australia una exposición que muestra la historia de cinco siglos de la realeza británica. La muestra titulada ‘Tudors to Windsors – British Royal Portraits’ (‘De los Tudor a los Windsor: Retratos Reales Británicos’) que se expone hasta el 14 de julio en el Bendigo Art Gallery, Victoria (Australia) presenta obras maestras de pintura, escultura y fotografía que datan desde el primer monarca de la Casa de Tudor, Enrique VII, hasta Isabel II, la actual monarca del Reino Unido. “Esta exposición destaca los retratos de la monarquía como un medio para explorar una nación cambiante a lo largo de su historia, desde las obras maestras de Hans Holbein, Sir Peter Lely y Sir Joshua Reynolds hasta los modernos Cecil Beaton, Andy Warhol y Annie Leibovitz” detallo Charlotte Bolland, curadora principal de la colección del siglo XVI en la National Portrait Gallery de Londres, quien dijo a The Guardian que siempre hay mensajes, políticos y personales, que se pueden extraer de estas obras de arte. La exposición se inspira en la incomparable colección que posee la institución, donde los retratos reales han sido el centro de su colección desde su fundación durante el reinado de la reina Victoria en 1856. A ellos debemos agregar los préstamos adicionales del Metropolitan Museum of Art, New York; el Palazzo Barberini, Roma; el Museo del Prado, Madrid; así como del Snowdon Archive and National Gallery, Londres. Como su nomvre lo indica, ‘Tudors to Windsors – British Royal Portraits’ explora cuatro dinastías reales: los Tudor (1485-1603), los Stuart (1603-1714), los Hannover (1714-1901) y la actual Casa de Windsor. Imágenes de guerras, trastornos sociales y religiosos, progreso y declive económico e industrial, y las actitudes cambiantes hacia la monarquía conforman la fascinante historia de fondo de estos fenomenales retratos, que estaban principalmente destinados a proyectar una imagen de permanencia, estabilidad, sereno poder y, en tiempos modernos, tranquilidad. Fueron los Tudor, los más famosos de todos los monarcas de Inglaterra, los primeros en darse cuenta del poder de la imagen, y utilizaron sus retratos para promover su poder político en la Europa del siglo XVI. El infame Enrique VIII - casado seis veces y haber ejecutado a dos de sus concubinas - fue fundamental para reformar el propósito político de los retratos, que fueron utilizados para organizar matrimonios ventajosos, impresionar a los monarcas extranjeros y evocar su propio derecho divino de gobernar. Hasta mediados del siglo XV, los retratos no se parecían en nada a quienes representaban, pero cuando Inglaterra abrazó el Renacimiento, el retrato también evolucionó. Entre las obras más destacadas precisamente se encuentra el monumental retrato de Enrique VIII de Hans Holbein el Joven, que muestra al gobernante sin los típicos accesorios reales con el objeto de transmitir su poder solo a través de la presencia. Este retrato, de la colección Palazzo Barberini, es retrato más grande del rey Barba Azul realizada por Holbein que se conserva hoy en día. Los retratos más recientes incluyen la de la reina Isabel II en el 2008, que representa a la monarca en su mejor momento, con joyas de la corona y una tiara. Pero en lugar de asistir a una función formal, la Reina está sentada sola, en las sombras, mirando por la ventana a un jardín. Es a la vez pacífico y dramático, destacando la doble naturaleza de la reina: su deber como monarca y su amor personal por una vida simple. Bollard dice que aunque la mayoría de nosotros estamos tan familiarizados con el aspecto de la reina y su familia, todavía hay un tipo especial de magia que los artistas ponen de manifiesto en una persona. "Los retratos reales de hoy todavía se convierten en parte de nuestro paisaje cultural" puntualizó.

viernes, 19 de abril de 2019

NOTRE DAME: La catedral que guarda entre sus muros la historia de Francia

Ubicada en Paris y considerado uno de sus monumentos más emblemáticos, la Catedral de Notre Dame se vio afectada por un devastador incendio que se inicio en la parte superior de la estructura, la cual se propagó rápidamente provocando que la torre en forma de aguja que coronaba el edificio y el techo del templo se derrumbasen. Los motivos del desastre todavía se desconocen, pero el cuerpo de bomberos dice que el fuego pudo ser causado por un cortocircuito o por los trabajos de restauración de la aguja central añadida en el siglo XIX al templo medieval, que contaba con seis millones de euros de presupuesto para unos trabajos que tenían que terminarse en el 2022. Por su parte, la fiscalía de Paris confirmó este martes que se trataría "de un accidente". El voraz incendio - que se inicio el lunes a las 18.50 hora local - avanzo con tal rapidez, y puso en peligro las emblemáticas torres que al final afortunadamente pudieron salvarse. "La estructura principal de Notre Dame ha sido salvada y preservada", anunció el funcionario, agregando "lo peor se ha evitado". Declarado patrimonio mundial en 1991, es el monumento más visitado de Francia, con 13 millones de personas al año, Notre Dame es, junto a la torre Eiffel, uno de los grandes atractivos de la ciudad y una de las obras maestras del arte gótico de todos los tiempos. Comenzó a construirse un domingo del mes de junio del año 1163, donde anteriormente se erigían las iglesias de Santa María y Saint-Etienne. La colocación de la primera piedra fue un acontecimiento extraordinario: el papa Alejandro III acudió a París para presenciarlo. Cuando en 1163 se diseñó la cubierta de Notre Dame todavía no se había inventado el arbotante, el arco volado que permite transmitir al exterior a través de los contrafuertes el empuje de las bóvedas y abrir así el muro en su altura. En 1220 se decidió cambiar la cubierta y sustituirla por otra; se construyeron arcos de doble vuelo que permitieron abrir unos ventanales muchos mayores y se construyó la flecha sobre el crucero, demolida durante la Revolución. En 1260 el Notre Dame estaba casi acabado y unas luminosas vidrieras cubrían sus inmensos ventanales; se construyeron los impactantes arbotantes de la cabecera, de 15 metros de vuelo, que le dan su aspecto tan característico. Durante los siglos XV, XVI y XVII apenas se realizaron obras pero en el XVIII sufrió terribles agresiones: se destruyeron numerosas estatuas del siglo XIII y las vidrieras de los siglos XII y XIII, que fueron sustituidas por cristaleras blancas; sólo se salvaron los tres rosetones; además fue derribado el pilar de la portada central para permitir el paso de las grandes carrozas procesionales barrocas. En 1789, tras el estallido de la Revolución, algunos parisinos se cebaron con su catedral, en la que veían el símbolo del poder y de la opresión a que la Iglesia y la monarquía habían sometido al pueblo. El templo fue asaltado y se destruyeron las 28 estatuas de la galería de reyes de la portada, creyendo que se trataba de imágenes de los de Francia cuando en realidad eran representaciones de los reyes de Judá. A comienzos del siglo XIX la catedral presentaba un aspecto deplorable. Sólo quedaba en pie la obra arquitectónica de piedra, ya que las vidrieras habían sido destruidas y las esculturas arrancadas o mutiladas; los pájaros entraban por los ventanales abiertos y construían sus nidos en el interior. En 1801 se hicieron obras de limpieza y cierre de ventanas, y Napoleón pudo coronarse en ella como emperador en 1804. El urbanista Haussman derribó las casas que la rodeaban y se contempló toda su grandiosidad desde la plaza abierta ante su fachada. En 1844, en pleno auge del romanticismo, se decidió restaurarla: los parisinos y las autoridades de la ciudad volvieron sus ojos hacia el templo. La obras se encomendaron al joven arquitecto Éugene Viollet-le-Duc, quien durante 20 años se afanó en devolver a Notre Dame su esplendor. Contrató a los mejores escultores, restauró las fachadas y repuso la galería de reyes, aunque colocó en ella a los de Francia y no a los bíblicos. Viollet-le-Duc reconstruyó elementos arquitectónicos, ordenó tallar esculturas para las portadas y las gárgolas, repuso las vidrieras y diseñó la esbelta flecha de 96 metros sobre el crucero, construida por el maestro Henri Georges, que fue precisamente la primera en arder durante el incendio. En 1871 estalló la revolución de la Comuna y de nuevo sufrió la catedral la ira de los más alterados; las sillas y bancos de madera se colocaron en una pira en el centro y se les prendió fuego. Notre Dame estuvo a punto de arder y se hubiera perdido, tal vez para siempre, de no haber sido por la rápida intervención de los parisinos, que acudieron a apagar las llamas. En 1960 las vidrieras altas fueron sustituidas por unas nuevas que se elaboraron siguiendo fórmulas y tonos de colores medievales; por último, entre 1992 y 2005 se restauró y limpió la fachada principal. Este año su icónica aguja estaba rodeada de andamios por los trabajos de restauración y precisamente allí se inicio el fuego que por poco consume el edificio por completo. Pero estamos seguros que así como resistió al paso del tiempo, las guerras y toda clase de adversidades, el Notre Dame superara los estragos del incendio ocurrido en una tarde de Pascua - ante el espanto y la incredulidad de quienes en reiteradas ocasiones paseamos por su explanada y bajo sus bóvedas - levantándose de sus cenizas cual ave fénix, un vez mas.

viernes, 12 de abril de 2019

IL CRISTO DEGLI ABISSI: Una estatua sumergida en el fondo del mar

Como sabéis, el mundo está repleto de imágenes religiosas. Algunas son más famosas y controvertidas que otras, pero hay una que es mucho más impactante que el resto: Il Cristo degli abissi (el Cristo del abismo), que tiene la particularidad de encontrarse sumergido bajo el mar. En efecto, se trata de una estatua de bronce de Jesús de Nazareth, ubicada desde 1954 en el fondo de la bahía de San Fruttuoso, en la Riviera italiana, dentro del área natural marina protegida de Portofino, a unos 25 m de profundidad. La estatua, de unos 2,50 m de altura, construida por el escultor Guido Galletti, muestra las manos y la mirada del Cristo dirigidas hacia el cielo, por lo que se consideran un signo de pedido de paz. Para obtener el bronce de la estatua fueron fundidas medallas, elementos navales (incluso hélices donadas por la Armada de los Estados Unidos) y campanas. La construcción le tomó cuatro años al artista, pero finalmente en 1954, fue colocada en la bahía de San Fruttuoso, cerca de Camogli. Tras la muerte de Duilio Marcante (impulsor de la idea) se colocó una placa en la base de la estatua en su memoria. Fue el quien tras haber perdido en un accidente bajo el mar a su amigo y socio Dario Gonzatti en 1947, encargó la realización de la estatua al artista, en honor a todos los hombres y mujeres del buceo que perdieron la vida en el mar. En el 2003, la escultura fue restaurada para protegerla de la corrosión y de los crustáceos y, sobre todo, para volver a colocarle una mano que había sido rota por un ancla. Recolocada nuevamente en el agua el 17 de julio de 2004 sobre una nueva base a una profundidad menor que la anterior, es un destino ya mítico para buceadores de todo el mundo. Pero no se trata de la única escultura de similares características existentes en el mundo: una segunda estatua de bronce fue creada empleando el mismo molde y sumergida en la costa de San Jorge en la isla de Granada en 1961, mientras que la tercera esta situada cerca de las costas de Cayo Largo, Florida. Fue colocada en 1965 a casi 8 metros de profundidad en el John Pennekamp Coral Reef State Park. Quizás esta ultima sea la mas conocida (y fotografiada) de todas, pero no cabe duda que la original se lleva las palmas ¿no os parece?

viernes, 5 de abril de 2019

CODEX SINAITICUS: Los secretos de la Biblia más antigua del mundo

El Códice Sinaítico o Codex Sinaiticus es un manuscrito uncial del siglo IV de la versión griega de la Biblia, escrito en scriptio continua entre los años 330 y 350. Originalmente contenía la totalidad de ambos Testamentos, pero solo han llegado hasta nuestros días trozos de la Septuaginta, la totalidad del Nuevo Testamento, la Epístola de Bernabé y fragmentos de El Pastor de Hermas (lo que sugiere que estos últimos dos textos . hoy considerados apócrifos - podrían haber sido considerados parte del canon bíblico por los editores del codex). Junto con el Codex Alexandrinus y el Codex Vaticanus, el Codex Sinaiticus es uno de los manuscritos de mayor valor para la crítica textual del Nuevo Testamento en su versión griega, al igual que la Septuaginta. En la mayor parte del Nuevo Testamento, el Codex Sinaiticus está de acuerdo con el Codex Vaticanus y con el Codex Ephraemi Rescriptus, confirmando un tipo de texto alejandrino; sin embargo, en Juan, muestra mayor coincidencia con el Codex Bezae (que tiene mayores similitudes con un tipo de texto occidental). Un ejemplo destacable de concordancia entre los textos del Sinaiticus y del Vaticanus es que ambos omiten la expresión “sin causa” en Mateo 5:22. El codex consiste de un total de 346½ folios escritos en cuatro columnas. De estos, 199 corresponden al Antiguo Testamento; y 147½, al Nuevo Testamento y a los otros dos libros, la Epístola de Bernabé y parte de El pastor de Hermas. Los libros del Nuevo Testamento están ordenados de la siguiente manera: los cuatro Evangelios, las Epístolas de Pablo, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas y el Apocalipsis. Poco se sabe de su historia previa. Se especula que pudo haber sido escrito en Egipto y a veces se lo asocia con las cincuenta copias de la Biblia que fueran encargadas por el emperador romano Constantino luego de su conversión al Cristianismo. Un estudio paleográfico realizado en el Museo Británico en 1938 descubrió que el texto había sufrido numerosas correcciones. Las primeras correcciones fueron realizadas por varios escribas antes de que el manuscrito saliera del scriptorium. Hacia el siglo VI o VII se realizaron numerosas alteraciones, el colofón al final del libro de Esdrás y Ester indica que la fuente de dichas alteraciones era “un manuscrito muy antiguo que había sido corregido por el santo mártir Pánfilo” (martirizado en 309). De ello se concluye, que ha estado en Cesarea Marítima en los siglos VI o VII. El texto griego de este códice es una representación del tipo textual alejandrino. Kurt Aland lo ubicó en la Categoría I. Durante el primer viaje de Konstantin von Tischendorf en 1844 al Monasterio de Santa Catalina, al pie del Monte Sinaí en Egipto halla 43 hojas de pergamino conteniendo partes de Jeremías, Neemías, Crónicas y Ester, en un canasto con pedazos de manuscritos que, según relató Tischendorf, el bibliotecario le indicó “eran basura que debía ser destruida quemándola en los hornos del monasterio”. Tischendorf realiza su segunda expedición en 1853, la misma es infructuosa excepto por que no logra recuperar más que dos fragmentos del Libro del Génesis. El Codex Sinaiticus le fue mostrado a Konstantin von Tischendorf en 1859 durante su tercer visita al Monasterio de Santa Catalina, el cual había sido enviado por el zar Alejandro II de Rusia en busca de manuscritos, quién estaba convencido de que aún debían haber otros documentos esperando ser encontrados en el monasterio del Sinaí. Por décadas, el codex estuvo guardado en la Biblioteca Nacional Rusa. Pero en 1933, la Unión Soviética lo vendió a la Biblioteca Británica en la suma de 100.000 libras. En mayo de 1975, durante tareas de restauración, los monjes del monasterio de Santa Catalina descubrieron un cuarto debajo de la capilla de San Jorge que contenía muchos trozos de pergamino. Entre estos trozos se encontraban doce páginas faltantes del Antiguo Testamento Sinaiticus. Por su parte, el 1 de septiembre del 2009, el investigador griego Nikolas Sarris descubrió un fragmento no conocido del Codex en la biblioteca del monasterio de Santa Catalina, correspondiente al inicio del Libro de Josué. Actualmente, el codex se encuentra dividido en cuatro trozos desiguales: 347 hojas en la Biblioteca Británica en Londres, 12 hojas y 14 fragmentos en el Monasterio Santa Catalina del Sinaí, 43 hojas en la Biblioteca de la Universidad de Leipzig, y fragmentos de 3 hojas en la Biblioteca Nacional Rusa de San Petersburgo. “El Codex Sinaititucs es uno de los mayores tesoros escritos del mundo. Marca el triunfo definitivo de los códices encuadernados sobre los pergaminos”, comentó Scot McKendrick, director del departamento de manuscritos occidentales de la Biblioteca Británica. “Permite estudiar el desarrollo de la temprana cristiandad y ofrece material documental de primera mano sobre cómo se transmitió la Biblia de generación en generación”, dijo McKendrick. “Se ha podido determinar que un cuarto escriba - además de los tres ya reconocidos- trabajó también el texto”, señaló el director de la Biblioteca Británica. Según McKendrick, “la disponibilidad del manuscrito virtual para su estudio por los expertos de todo el mundo crea oportunidades de colaboración investigadora que habrían sido imposibles hace sólo unos años” puntualizó.
actualidad cultural
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