SONIDOS DEL MUNDO

viernes, 30 de agosto de 2019

PATRIMONIO MUNDIAL: Teatro de la Opera de Sidney (Australia)

La Opera House de Sidney, considerada como una de las maravillas del mundo moderno, es un edificio magnífico, que se alza como icono de Australia en una de las bahías más bellas del país. Si lo contemplas detenidamente podrás ver en sus líneas arquitectónicas un barco navegando a toda potencia. Pero su arquitecto, el danés Jørn Utzon, se adelantó a su tiempo al diseñar un edificio modernista, con sus tejados similares a enormes conchas blancas, cubiertas con 1.056 millones de azulejos fabricados en Suecia de color blanco brillante y crema, aunque desde la distancia sólo se percibe el color blanco, para un espacio que iba a albergar teatro dedicado a la ópera, siempre encasilladas en modelos más tradicionales. La idea de construir un teatro de la Ópera nació a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando Australia vio la falta de un espacio musical para las representaciones de Ópera en el país. En 1954 el gobierno de Nueva Gales del Sur eligió Bennelong Point como lugar en el que llevar a cabo la construcción, por su estupenda localización junto a los Jardines Botánicos de Sidney. Se anunció una competición internacional, en la que se invitó a arquitectos de todos los rincones del mundo a enviar sus diseños para la construcción de un complejo que incluyera dos salas principales, un restaurant y salas públicas de reuniones. 234 arquitectos, procedentes de más de 30 países diferentes, enviaron sus proyectos. El diseño de Jørn Utzon ganó el concurso y se impuso a diseños más tradicionales, pero no antes de haber sido desestimado por ser considerado como 'demasiado ambicioso'. En un principio se estimó que su construcción llevaría alrededor de cinco años y tendría un coste aproximado de $7 millones. Pero Utzon, consciente de que podrían surgir problemas técnicos ya que su diseño requería de una tecnología avanzada que no existía en el mercado aún, solicitó más tiempo para hacer frente a esos posibles problemas. Sin embargo, el gobierno denegó su petición y urgió a Utzon para que comenzara la construcción en 1959, dos años antes de lo que el arquitecto había propuesto. Enseguida comenzaron los problemas. Se emplearon varios años rediseñando el tejado luego de que se terminara la construcción del enorme podio, que contaba con una escalera de 86 metros de ancho. Las columnas que iban a soportar el peso del tejado ya se habían construido cuando se demostró que el peso de este iba a ser demasiado grande para ellas, por lo que tuvieron que ser demolidas y construidas de nuevo. Estos y otros problemas que surgieron a lo largo de la construcción del Teatro de la Ópera de Sidney hicieron que Utzon se enfrentara a los medios de comunicación y al gobierno de Australia, que no estaba convencido de la viabilidad del proyecto. Robert Askin, elegido alcalde de Sidney y uno de los más fieros opositores al proyecto de Utzon, intentó reducir gastos, que se estaban disparando, mediante la retención de pagos. En 1966 Utzon presentó su dimisión y regresó a Dinamarca. Desafortunadamente nunca regresó a Australia para ver su obra de arte terminada. Un grupo de arquitectos australianos se hicieron cargo de terminar las obras de construcción del Teatro de la Ópera. Ya se había completado la fachada exterior del edificio, por lo que los cambios que se tuvieron que hacer en el diseño fueron mínimos. La Opera House finalmente se terminó en 1973 y el coste final ascendió a $102 millones, casi 15 veces la cantidad que en un principio se había estimado para su construcción. La mayoría del presupuesto para la construcción de este edificio se obtuvo de un juego de lotería que se mantuvo tanto tiempo como duraron los trabajos de construcción. De las disputas que surgieron a raíz de los problemas económicos y los enfrentamientos políticos nada quedó tan pronto como se abrió al público la Sydney Opera House, el 20 de octubre de 1973, en una ceremonia de inauguración en la que participó Su Graciosa Majestad Isabel II de Inglaterra. Gracias a esta maravilla del mundo moderno, Sidney apareció en los mapas internacionales, tanto como ciudad cultural como icono arquitectónico. Más de dos millones de turistas la visitan anualmente, convirtiendo este edificio en una de las atracciones más visitadas del mundo.

viernes, 23 de agosto de 2019

LA CRUZADA CONTRA LOS CATAROS: Aquellos cristianos incomprendidos

A principios del siglo XIII, el Occidente cristiano se vio convulsionado por una guerra de exterminio, emprendida por el papado y los reyes de Francia, contra un nuevo movimiento religioso cuyos creyentes se hacían llamar cátaros (en griego, puros). Los cátaros se extendieron por el sur y el sudeste de Francia, el norte de Italia y partes de Alemania, donde formaron comunas e iglesias contando con el favor de los nobles y la burguesía de esos territorios. Fue, sin embargo, en el condado de Toulouse donde adquirieron mayor implantación, y desde allí se extendieron por el Languedoc, la Provenza, Lombardía y los Pirineos orientales. El catarismo apareció en el condado de Toulouse hacia el año 1000 y llegaría a alarmar a la Iglesia Católica, el cual a mediados del siglo XII, viendo sus dogmas fundacionales negados y su autoridad social agrietada, envió al Languedoc a Bernardo de Claraval, el gran predicador e impulsor de la orden del Temple, para reconvertir a los fieles “descarriados”. El intento resultó un fracaso. Así, a principios del siglo XIII, el papa Inocencio III, decidido a combatir la “herejía” cátara, designó como legado suyo en el condado de Toulouse a Pierre de Castelnau, quien observaba con malos ojos la simpatía y protección que Raymond VI, conde de Toulouse, concedía a los bons homes, le excomulgó por orden del papa, un castigo que llevaba aparejada la confiscación de todos sus bienes y el despojo de sus tierras. La muerte del legado papal a manos de un jinete misterioso dio rienda suelta a los rumores que apuntaban a que el responsable era un sirviente del conde o un cátaro, y el papa aprovechó la ocasión para proclamar “mártir” a su enviado y convocar la cruzada contra los “herejes”. Arnaud Amalric fue nombrado “generalísimo” del ejército cruzado, y a sus integrantes se les prometió el perdón de todos sus pecados y una parte de las tierras y los bienes arrebatados al enemigo. El conde Raymond VI, que disponía de muy escaso ejército, se rindió ante los cruzados. El conde, que fue azotado públicamente, pudo recuperar todas sus propiedades y, por consiguiente, el condado de Toulouse, que seguiría de facto independiente de Francia. Entretanto, en Lyon se congregó un gran ejército de cruzados atraídos por la promesa de salvación eterna y la codicia del saqueo. Tomaron la ruta que seguía el curso del Ródano hasta caer sobre Occitania. Tras destruir unas cuantas ciudades y ocupar Montpellier, pusieron sitio a Béziers, que se aprestó a la defensa. El ejército cruzado logró romper las murallas y entrar en la ciudad, que fue incendiada y entregada al pillaje, y sus habitantes (algunas fuentes hablan de casi veinte mil) masacrados. Niños, mujeres, ancianos y enfermos fueron pasados a cuchillo. La matanza de Béziers sembró el pánico en Occitania, y Narbona se rindió en cuanto vio aproximarse al ejército cruzado, pero en Carcasona, el vizconde de la ciudad, Raymond Trencavel, se aprestó a la resistencia, pero todo fue inútil. Carcasona fue asaltada. Hecho prisionero y cubierto de cadenas, Trencavel falleció en prisión poco más tarde, casi con seguridad envenenado. Tomada Carcasona, muchos cruzados se licenciaron. Los que se marcharon fueron sustituidos por otros, en su mayor parte mercenarios y gentes de baja condición. Amalric ofreció sus tierras y títulos a Simón de Montfort, conde de Leicester, un mercenario codicioso, sanguinario y sin escrúpulos, que prometió a los cruzados no quitarles ni una moneda del pillaje que obtuvieran en los saqueos. Entretanto, el papa Inocencio III lanzó un ultimátum al conde Raymond VI de Toulouse. Si quería conservar la vida debía arrasar todas sus fortalezas, licenciar a su ejército y vivir desterrado con su familia. Eran condiciones inaceptables, y cuando el conde las rechazó, las tropas de los cruzados volvieron a ponerse en marcha. Primero asediaron Termes, que aguantó varios meses, y luego le tocó el turno a la ciudad de Lavaur, que cayó dos meses más tarde y sus defensores fueron colgados de las almenas o degollados. Los cruzados prosiguieron su avance, quemando y destruyendo cuanto encontraban a su paso, poniendo sitio a Tolouse, que se sabía perdida. Los cruzados empujaron a los restos del ejército defensor hasta las orillas del Garona, en cuyas aguas perecieron ahogados miles de combatientes. Solo se salvaron Raymond VI, su hijo y unos pocos soldados, que lograron escapar refugiándose en tierras de Provenza. La derrota de Muret truncó las esperanzas cátaras de conseguir una victoria militar sobre los cruzados, pero la guerra continuó. En Marsella, el fugitivo Raymond VI reorganizó un nuevo ejército, y su hijo Raymond VII consiguió cercar a Simón de Montfort en Beucaire. Montfort pudo escapar, pero pronto fallecería en Toulouse cuando una gran piedra lanzada desde una catapulta le reventó la cabeza. En todo Toulouse hubo júbilo general por su muerte, y Raymond VII recuperó el condado para los cátaros, siendo acogido con el mismo entusiasmo que despertó su padre. Sin embargo, las tropas del rey de Francia siguieron arrasando Occitania mediante lo que se ha llamado “la guerra singular”, una táctica de sabotajes masivos. Las cosechas y las aldeas eran quemadas, los puentes destruidos y el ganado envenenado. Finalmente, para evitar penalidades a sus súbditos, el conde de Toulouse firmó en 1229 el Tratado de Meaux-París, que ponía fin a la cruzada, pero que acababa con seis siglos de independencia de la tierra de Oc. En adelante, estos dominios quedarían anexionados a la Corona francesa. El tratado no supuso el fin de la represión a los cátaros, ya que el bando católico creó la Inquisición bajo el papado de Gregorio IX. Las delaciones, las hogueras y las torturas volvieron a caer como una maldición sobre Occitania. Los bons homes tuvieron que pasar a la clandestinidad, salvo en un reducto en que la Inquisición no se atrevió a entrar. Era el castillo de Montségur, construido sobre un pico rocoso, el último refugio espiritual de la Iglesia cátara. El monarca francés Luis IX (san Luis) no cejó en su obsesión de erradicar la doctrina cátara, y prosiguió su lucha hasta poner sitio al castillo, donde unos quinientos defensores con sus familias hicieron frente a un ejército de 20.000 sitiadores. En menos de un año cayó Montségur. Los poco más de doscientos supervivientes fueron encadenados y quemados vivos en una gran hoguera. Ahí acabó la Iglesia cátara en Occitania. Los fieles que aún seguían con vida fueron perseguidos implacablemente y buscaron refugio en los Pirineos o en Lombardía, donde entraron, con el paso del tiempo, en el ámbito de la leyenda.

viernes, 16 de agosto de 2019

CLEOPATRA: La ultima reina de Egipto

Para los egipcios, fue una diosa viviente. Para los macedonios, una reina. Los romanos la consideraban un "ser impío y monstruoso". Pascal escribió que la forma de su nariz cambió la historia del mundo. Shakespeare la retrató como un icono del amor trágico. Pero, ¿quién fue Cleopatra en realidad? Fue la última soberana de la dinastía Ptolemaica macedonia, que había gobernado Egipto durante tres siglos desde la esplendorosa y multicultural Alejandría, la mayor ciudad del Mediterráneo. Despiadada en el trato con sus enemigos, incluso con los de su propia familia, Cleopatra supo gobernar su reino en medio de grandes dificultades y casi triunfó en su intento de crear un imperio oriental capaz de rivalizar con el creciente poder de Roma. Extraordinariamente inteligente, sus mitificadas relaciones con Julio César y Marco Antonio tuvieron una vertiente más política que amorosa. ¿Dónde acaba el mito y empieza la realidad? Cleopatra, cuyo nombre significa "gloria de su padre", nació durante el invierno del 69 al 68 a.C. en la capital de Egipto, Alejandría. Su padre fue Ptolomeo XII y ascendió al trono a los 18 años, Su figura está irremediablemente ligada a los últimos años de la historia de Egipto, un período que supuso la decadencia de una larga estirpe: la de los Ptolomeos. La joven reina, que amaba la historia de su país, podía hablar y leer la lengua faraónica, uno de los motivos por el cual se granjeó el reconocimiento de sus súbditos egipcios. Ante la amenaza para su reino que significaba la expansión de Roma, se hizo amante de Julio César, a quien le dio un hijo, Cesarión, que causo un gran escándalo en la sociedad romana. Sin embargo, tras el asesinato del dictador, y para preservar su trono, sedujo a su general Marco Antonio y juntos propusieron crear un imperio, lo que origino la guerra  von Roma que acabaría con todos sus sueños. Cuando el 12 de agosto del año 30 a.C. los soldados de Octavio - sobrino de César - irrumpieron en el Palacio Real de Alejandria, se encontraron un espectáculo sobrecogedor: Cleopatra yacía exánime sobre su lecho, con una de sus doncellas moribunda a sus pies y la otra, a punto de derrumbarse, retocándole la diadema. Los intentos de los soldados para reanimar a la soberana fueron vanos: las tres mujeres acababan de suicidarse. Los soldados vieron en el brazo de Cleopatra dos ligeras punzadas, lo que hizo pensar que había muerto a causa de la mordedura de un áspid. Otros creían que había ingerido algún veneno. Como quiera que fuese, el suicidio resultó una victoria póstuma de Cleopatra: Octavio no podría llevársela viva a Roma como pretendía para exhibirla de un modo humillante cargada de cadenas en la procesión triunfal con la que pensaba celebrar su conquista de Egipto. Marco Antonio, enemigo personal de Octavio, se había librado del mismo destino suicidándose también él unos días antes. El destino de Cleopatra y Marco Antonio había quedado sellado un año atrás, en septiembre del año 31 a.C., cuando su flota fue derrotada en la batalla de Actium. Cleopatra regresó presurosa a Alejandría, y al poco tiempo Marco Antonio se reunió con ella. El ambiente cortesano que había surgido en torno a la ostentosa pareja decayó rápidamente por el miedo a su inminente caída en desgracia. Quedaban atrás los días de gloria, entre la alegre compañía de bebedores y aduladores en la sensual Alejandría. Sus tropas y partidarios desertaron en masa, y solo quedó junto a Antonio un círculo de amigos fieles dispuestos a compartir su destino y que cambiaron su nombre por el más apropiado de “compañeros en la muerte” (synapothanoumenoi). En efecto, a medida que Octavio se aproximaba a Alejandría, Marco Antonio y Cleopatra comenzaron a pensar seriamente en quitarse la vida antes de que los capturaran. Pese a este ambiente descorazonador, por un momento Cleopatra pensó que podría llegar a algún tipo de acuerdo con Octavio. Éste exigiría, sin duda, la muerte de Antonio, el único rival que amenazaba su supremacía en Roma, pero quizá pudiera hacer un ejercicio de magnanimidad y perdonar a la reina Cleopatra y a sus hijos. Sin embargo, resultaba insalvable el obstáculo de Cesarión, el hijo que la reina había tenido con Julio César, demasiado peligroso como rival de Octavio en el futuro. La entrevista fue infructuosa y Cleopatra sabía que su fin estaba cercano, al tiempo que el ejército de Octavio avanzaba sobre Alejandría. Entretanto, Antonio decidió presentar batalla. Junto a sus fieles se batió bravamente a las puertas de la ciudad para rechazar la incursión de la caballería de Octavio y mantener aún un poco más el asedio y la ilusión de resistencia. Pero Antonio hubo de ver cómo su flota se rendía, o más bien se pasaba al bando de Octavio, lo que hizo que la caballería desertara de inmediato. Agobiado por la situación e impresionado por un súbito rumor que se difundió acerca del suicidio de su amada reina, Antonio resolvió quitarse la vida con su espada, acompañado por un esclavo de confianza. Cuando Octavio entró al fin en una Alejandría rendida y silenciosa, su principal preocupación se centró en Cleopatra, que se había atrincherado en su palacio, con las macizas puertas cerradas a cal y canto y con una provisión de madera para prender fuego al edificio y sus tesoros luego de suicidarse. Cleopatra sabía que el designio de Octavio era llevarla a ella y a sus hijos a Roma para mayor gloria y triunfo del futuro Augusto; luego la meterían en una mazmorra, donde se volvería loca o se suicidaría, como les había ocurrido a otros monarcas vencidos. Era una perspectiva insoportable para la orgullosa soberana, que prefirió darse muerte ella misma. Hay autores que recogen las últimas y patéticas palabras de Cleopatra dedicadas a su amado Antonio o la escena misteriosa de su suicidio. Pero lo que ocurrió en la cámara privada de la reina es más que historia y forma parte del mito de Cleopatra. En cuanto a Octavio, la muerte de la reina lo privó de un triunfo más sonado, pero le dio no sólo el dominio total sobre el Egipto helenístico, convertido en provincia romana, sino también el impulso definitivo para convertirse en Augusto, esto es, en el primer emperador de Roma. En cuanto a Cesarión, tampoco pudo escapar a la venganza del conquistador y fue asesinado a los pocos días tras una intensa persecución. Sobre la tumba de Cleopatra hay muchas leyendas - se dice que fue enterrada con todas sus joyas junto a Marco Antonio - pero aun no se ha sido encontrado. A inicios de este año se dio a conocer la noticia de que por fin se había logrado ubicar el sepulcro, pero a las pocas horas aseguraron que todo fue “un error de traducción” de una conferencia dada en la Universidad de Palermo (Italia) por el egiptólogo Zahi Hawass. Aún hoy en día la ubicación de sus restos es un misterio.

viernes, 9 de agosto de 2019

CODEX GIGAS: ¿Un oscuro manuscrito creado por el mismo Lucifer?

Conocido también como la 'Biblia del Diablo', se trata de un antiguo manuscrito medieval en pergamino escrito en latín y creado a principios del siglo XIII. Su nombre se debe a que en una de sus páginas aparece un Lucifer amenazante a color - algo nunca visto en Biblia alguna - lo que ha llevado a muchos a creer que está maldito. Custodiado por la Biblioteca Nacional de Estocolmo, este manuscrito encuadernado en madera, consta de 620 páginas y cada una de ellas mide casi un metro de largo, fue considerado como la octava maravilla del mundo debido a su impresionante tamaño (pesa 74 kilogramos) y fueron necesarias las pieles de 160 animales para su elaboración. Afortunadamente, se encuentra en un excelente estado de conservación. En cuanto al autor de esta obra, continúa recubierto por un halo de misterio. En efecto, cuenta la leyenda que en 1230 un monje Benedictino fue condenado a ser emparedado vivo por saltarse sus votos monásticos, en un monasterio de la Orden de San Benito ubicado en Podlažice (hoy República Checa). Para evitar el castigo, el monje se comprometió a escribir una obra monumental que honraría al monasterio en una sola noche, un códice que contuviera la Biblia y todo el conocimiento del mundo. Al llegar la medianoche y desesperado por el plazo de tiempo estipulado, pidió ayuda a Satanás e hizo un pacto con el diablo para terminar el libro a cambio de su alma. Lucifer aceptó y firmó el trabajo mediante la adición de un autorretrato de sí mismo. El análisis de escritura realizado por el archivista y paleógrafo Michael Gullick en la Biblioteca Nacional de Suecia indicó que fue un solo escribano quien realizó el manuscrito completo. Asimismo, dentro del texto aparece una única firma: 'hermann inclusis'. Mientras se continúan realizando exámenes y pruebas para recrear la caligrafía de este manuscrito, los resultados preliminares sugieren que al autor le habría tomado cinco años ininterrumpidos para escribirlo. El texto es tan grande que se necesitan dos bibliotecarios para levantarla. El Codex Gigas se dio a conocer cuando el monasterio benedictino de Podlažice tuvo problemas financieros. Para recaudar fondos, los monjes vendieron el manuscrito a un monasterio cerca de Praga. Poco después de trasladar el texto a su nuevo hogar, el monasterio también paso a tener graves problemas financieros. Unos años más tarde, el emperador del Sacro Imperio Romano, Rudolf II se obsesionó con el Codex, así como, otros objetos relacionados con  la alquimia y libros de ocultismo. El responsable de salvaguardar el misterioso manuscrito le dio al Codex al emperador romano como un regalo, pero al poco tiempo Rudolf II enloqueció. Fue declarado no apto para gobernar y desterrado por su propia familia. Durante los años de guerra en el siglo XVII, los ejércitos suecos recuperaron el Codex. Muchos expertos afirman que el manuscrito está maldito, y cualquiera que se haga con él sucumbirá ante el poder del mal. Es además la única Biblia que tiene una gran imagen del diablo, representado como mitad hombre, mitad bestia, con garras, pezuñas hendidas, y una lengua en forma de serpiente roja enorme. El dibujo muestra a Satanás tapiado en una celda solo y no con sus súbditos en el infierno. Algunos expertos creen que la imagen del Diablo se refiere al propio monje y de su elección de vivir en una celda de aislamiento lejos de los demás, pero otros consideran que esa es una interpretación errónea, siendo esa imagen un homenaje al Maligno. A pesar del paso de los años, el Codex Gigas todavía conserva su misterio, aun cuando algunos investigadores han querido restar su verdadera importancia, que fue escrito nada menos que por el mismísimo Diablo.

viernes, 2 de agosto de 2019

EL PALACIO DE FONTAINEBLEAU: Antiguo hogar de los reyes de Francia

Situado a 55 kilómetros (34 millas) al sureste del centro de París, el Palacio de Fontainebleau o Château de Fontainebleau, es uno de los mayores castillos reales de Francia, que sirvió como residencia para los monarcas franceses desde Luis VII hasta Napoleón III. Con más de 1500 habitaciones en el corazón de 130 acres de zonas verdes y amplios jardines, Fontainebleau es el único castillo real e imperial que ha sido continuamente habitado durante siete siglos. Capétiens, Valois, Bourbons, Bonaparte y Orléans, todos miembros de las dinastías dominantes francesas, han vivido dentro de estos muros, quienes se han esforzado por hacer sus propias mejoras en el castillo construido alrededor de la fortaleza original. No es de extrañar que a día de hoy se haya convertido en el cuarto palacio más visitado de Francia, con más de 400.000 visitantes, solo por detrás de Versalles, Chambord y Chenonceau. Como podéis imaginar, la finca se convirtió rápidamente en un gran palacio en el que se han llevado a cabo muchos acontecimientos históricos trascendentales. Durante la Revolución Francesa vivió sus horas más bajas ya que como la mayoría de residencias reales, fue saqueada. Napoleón se encargó de devolverle su grandeza y fue en él donde abdicó en 1814. En sus memorias, no dudó en describirlo como “la verdadera morada de los reyes” y “un palacio intemporal”. Hoy en día, sus aposentos privados y el museo dedicado a su memoria reflejan la esencia de ese pasado imperial. En su interior destacan: La galería de Francisco I, uno de los primeros y mejores ejemplos de decoración renacentista en Francia. Construido originalmente en 1528 como un pasillo entre los apartamentos del Rey con el patio ovalado y la capilla de las Trinitaires, en 1531 Francisco I hizo que una parte de sus apartamentos reales. Decorado en el nuevo estilo renacentista, las paredes superiores están cubiertas por frescos que muestran escenas mitológicas para ilustrar las virtudes del Rey; El salón de baile, se inició originalmente como un corredor abierto, por deseos de Francisco I. En 1552 Enrique II decidió techarlo transformándolo en un salón de recepciones. La ‘H’, la inicial del Rey, es prominente en la decoración, así como figuras de la luna creciente, el símbolo de su amante Diana de Poitiers; Gabinete de Marie-Antonieta, Creado en 1786, permitió a la reina tener un grado de privacidad. La habitación es el mejor ejemplo del estilo decorativo existente antes de la Revolución Francesa, inspirado en antiguos modelos romanos, con detalles delicadamente pintados, camafeos, jarrones, figuras antiguas y guirnaldas de flores sobre un fondo blanco, enmarcados en madera dorada y esculpida. Salón del Trono de Napoleón (antiguo dormitorio del Rey), En 1808 Napoleón decidió instalar su trono en el antiguo dormitorio de los Reyes de Francia. Bajo el Antiguo Régimen, la cama del rey era un símbolo de la autoridad real y por este motivo, Napoleón quería demostrar que su Imperio era la continuidad de la monarquía. La mayor parte del techo es de madera tallada, y se hizo al final del reinado de Luis XIV. Napoleón añadió su inicial y el águila imperial. La decoración alrededor del trono fue diseñada originalmente en 1804 por Jacob-Desmalter para el Palacio de Saint-Cloud, y el trono provino del Palacio de las Tullerias; El Museo Chino, ubicado la planta baja del Pabellón cerca del estanque, fue una de las últimas habitaciones decoradas en el Chateau mientras aún era de una residencia imperial. En 1867, la emperatriz Eugenia mostraba en ella su colección personal de arte asiático, que incluía regalos dados al emperador por una delegación enviada por el rey de Siam en 1861, y otros objetos tomados durante la destrucción y el saqueo del Antiguo Palacio de Verano, cerca de Pekín por una expedición militar británica-francesa a china en 1860. Asimismo, desde la época de Francisco I, el palacio estaba rodeado de jardines. De ellos destacamos tres. El primero El soberano, un parque que cubre 115 hectáreas y cuyo canal de 1,2 km de largo fue utilizado por Luis XIII para hacer navegar un barco. El segundo, el Jardín de Diana o el jardín de la Reina que estaba completamente cerrada por un invernadero construido por Enrique IV. Y por último el Jardín Inglés, hecho por Napoleón al típico estilo ingles y que se encuentra atravesado por un río artificial. Como podéis notar, esto es solo un esbozo de todo lo que se puede encontrar en una visita a Fontainebleau, el cual nos muestra una vista incomparable de la historia, el arte y la arquitectura de Francia.
actualidad cultural
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