No sabía lo que me iba a encontrar aquí. Era el final de mi viaje a Polonia. Llegué a la capital del país sin expectativas, sin pretensiones, pero con la emoción de lo que ya había visto y disfrutado esa semana. Me adentré en sus calles y caí rendido en sus brazos. Llegué a esta ciudad luego de haber visitado dos de las más deslumbrantes ciudades polacas, Wroclaw y Cracovia. El listón estaba muy alto, pero Varsovia no lo bajó en ningún momento, de hecho, lo subió. Recuerdo que mucha gente me había dicho que Varsovia no merecía la pena, que con un día es suficiente; ¡ni caso! Por el contrario, descubrí una Varsovia fascinante donde se respira vida. Es una ciudad joven y eso lo notas cuando recorres sus calles. Verde, casi el 40 % de su territorio está ocupado por parques. Con historia, una historia dura y difícil que debes conocer. Es una ciudad para disfrutar llena de bares y restaurantes, con una cantidad de propuestas culturales y de ocio. Demás esta decir que la II Guerra Mundial fue especialmente cruel con esta ciudad. Destruida en gran parte por las bombas soviéticas que se ensaño salvajemente con ella por orden de Stalin, fue complemente reconstruida tras el conflicto, tratando en la medida de lo posible de que se pareciera a lo que fue. Varsovia ha sabido reinventarse a si misma. Ha sobrevivido a la peste del comunismo y ahora se presenta como una ciudad cosmopolita que no tiene nada que envidiar a las grandes urbes europeas. Ya que he mencionado la palabra ‘comunismo’ - que es un anatema en la Polonia de hoy - tras el final de la II Guerra Mundial fue ocupada por los soviéticos que la sometieron bajo su control, esclavizándola como al resto de Europa del Este el cual duro hasta el derrocamiento de la tiranía comunista a finales de la década de los ochenta, tras la cual el país pudo reintegrarse plenamente a Europa.
De esa época tenebrosa queda un edificio deforme y monstruoso,denominado pomposamente durante el comunismo
como “el Palacio de la Cultura” el cual fue un ‘regalo’ de Stalin al pueblo polaco, aunque en realidad era una prueba de la oprobiosa dominación soviética. Es el edificio más alto de toda la nación, 237 metros. Tiene 44 pisos y se puede subir hasta el número 30. Desde allí se tiene una vista panorámica de 360 grados, de Varsovia. Algunos días está cerrado el acceso por las condiciones meteorológicas. Por su grotesco tamaño le ve desde casi todos los puntos de la ciudad y es incomprensible que hasta ahora no haya sido demolido ya que su presencia recuerda al mayor genocida de la historia. Si llegas en tren, será lo primero que verás al salir de la estación lamentando su existencia; Vayamos a por lo realmente importante ¿vale?. Toca visitar en primer lugar el Castillo Real, ubicado dentro del casco antiguo (Stare Miasto) de Varsovia, un espacio con más de siete siglos de historia. Como podéis imaginar, se trata de uno de los edificios más relevantes de este conjunto y de los más visitados de la ciudad. Dentro alberga diferentes tesoros como su colección de tronos reales, las pinturas de Bernardo Belloto (Canaletto) - cuadros panorámicos que fueron tomados como referencia para la reconstrucción de la ciudad - y sobre todo las del maestro Rembrandt; El siguiente punto en nuestra ruta fueron los Jardines Wilanow, uno de los mas destacados de Varsovia. El conjunto de Wilanów da para mucho. Aquí tienes el Palacio -la residencia favorita de Jan III Sobiesk - un lago, un jardín italiano de dos niveles y uno inglés No en vano, a este lugar le llaman el «Versalles polaco»; A continuación toca referirnos a la Plaza del Mercado, que guarda en su interior el monumento más visitado y fotografiado de la ciudad, la estatua de la patrona y símbolo de Varsovia, la sirenita. Esta no es como la que vimos en Copenhague. Es mucho más grande y más guerrera. Este lugar es ideal para tomarse una piwo -cerveza en polaco- mientras admiras las bonitas fachadas de los edificios de la plaza; No podíamos dejar de lado una visita al Museo Nacional, donde no imaginaba lo que me iba a encontrar dentro. Fui allí porque quería ver un cuadro en concreto, La batalla de Grünwald, de Jan Matejko. Lo que no esperaba era encontrarme semejante
colección de pintura flamenca,arte sacro y contemporáneo. Más de 800.000 obras de arte de Polonia y del resto del mundo. Las tallas de madera del piso inferior merecen una tarde entera. El cuadro de Matejko ya justifica por sí solo la visita. Es un espectacular lienzo de 40 metros cuadrados - de casi 300 kilos de peso -que escenifica la primera batalla de Tannenberg o batalla de Žalgiris. En ella están representados San Stalisnao, el Gran Duque de Lituana Vytautas, Zawisza el negro -el más famoso de los caballeros polacos- y el rey de la dinastía de los Jagelones Wladyslao II entre otros; Aproveche la estadía en la ciudad para visitar la Catedral de San Miguel Arcángel y San Florian Mártir o simplemente Catedral de San Florian, cuyas torres de 75 metros dominan el distrito de Praga oriental de Varsovia y ponen de relieve el papel de la catedral católica como una forma de protesta contra el antiguo dominio ruso sobre Polonia que se veían reflejados por sus iglesias ortodoxas, que fueron demolidas inmediatamente conseguida la independencia del país; Para finalizar, me dirigí al Parque Sasky, donde tuve la suerte de ver el cambio de guardia. Ese tipo de cosas que a todos los visitantes y turistas nos encanta contemplar cuando viajamos a una ciudad. La entrada al parque se hace por una plaza enorme, la Piłsudski. En ella te encuentras el monumento al soldado desconocido, que es donde se encuentran los militares. El jardín que está dentro del parque merece bastante la pena. Es el mas antiguo de Varsovia, del siglo XVII. Es un buen lugar para dar un paseo y descansar luego de recorrer la ciudad. Varsovia no es solo que sea uno de los lugares que más he disfrutado en Polonia, sino que luego de este viaje se ha convertido en una de mis ciudades favoritas. Cosmopolita, vital y al que prometo volver mas adelante.