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viernes, 4 de enero de 2019

MOUNT ATHOS: La montaña sagrada de Grecia

Rivalizando con el mismísimo Olimpo, hay un lugar en Grecia que está más cerca de lo divino que de lo humano. Se trata de Monte Athos, un gran promontorio en la costa de la Macedonia griega lleno de monasterios ortodoxos, vedado a las mujeres y considerado un Estado Monástico Autónomo. Según el mito, Athos fue un gigante que desafió a los dioses griegos. Hoy, ese nombre sigue asociado al desafío, pero a todo tipo de desarrollo, hasta el punto de que se ha convertido en una de las pocas zonas de Europa en prohibir el acceso a las mujeres. Esto es posible gracias a que el lugar es considerado sagrado por la Iglesia Ortodoxa y que además reúne monasterios de monjes de clausura de varios credos. Gozar del rango de 'miniestado' dentro de Grecia le permite decidir quién entra y quién no incluso en el caso de los varones, ya que cualquier visita hay que solicitarla por permiso con varios meses de antelación. Una vez que se nos ha otorgado, podremos entrar en uno de los rincones más enigmáticos del Viejo Continente, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988 y en el que actualmente viven 2.200 monjes, repartidos por los monasterios. Ya era toda una ciudad monástica en el siglo X, que fue cuando se fundada, bajo la ayuda del emperador bizantino Basilio II. San Atasio de Athos fue el creador del primer monasterio, el de Gran Laura, y que ha llegado a nuestros días con frescos del siglo XVI y relieves de mármol, así como una biblioteca con 2.046 manuscritos, 165 códices y 30.000 libros. Fue el primero de los 20 del complejo, pero no el más exótico. Este premio se lo lleva el de Simonopetra, colgado de un acantilado a 330 metros sobre el nivel del mar. Este monasterio ortodoxo es el número 13, está dedicado a la Natividad de Jesús y actualmente vive en él medio centenar de monjes. Fundado por San Simón a mediados del siglo XIV, fue fruto de una visión, que le conminó a construirlo en lo alto de una roca. Ha sido tres veces asolado por el fuego, por lo que el actual monasterio data de finales del XIX. Una curiosidad es que el número de las plantas se cuenta de arriba a abajo, así como que cada ampliación con un edificio nuevo era ‘celebrada’ con uno de los incendios. Considerado el laboratorio de creación de la más reputada música bizantina, su coro publica discos desde 1990 con este estilo musical. Claro que no es el de Simonopetra el único colgado literalmente de la montaña. También el de San Gregorio, que está casi a los pies del mar, visible desde el puerto de Dafni; o el de San Pablo, en la parte occidental, dedicado a la presentación de Jesucristo en el templo. Algunos, como el de Esphigmenou, parece un auténtico castillo medieval; mientras que otros más modernos, como el de Panteleimon, de la Iglesia Ortodoxa Rusa, es un palacio imperial en su arquitectura, con techos de cobre envejecido contrastado con el blanco de las paredes. Como 'miniestado' que es, también tiene su propia capital. Es el pueblo de Karyes, que sirve a su vez de punto de encuentro para las 20 comunidades monásticas, no todas de la misma religión o credo. Allí se encuentra la Iglesia del Protaton, a su vez la más antigua del Athos. Como vecinos, un puesto de Policía, un ambulatorio, la oficina del Gobernador Civil... y no falta un pequeño mercado o tiendas. Además de los monasterios, hay 12 pequeñas comunidades de monjes, llamadas sketae, así como diversas ermitas. Se permite la entrada solo a 120 personas al día (110 griegos y 10 extranjeros, todos varones). Los extranjeros tienen un límite inicial de cuatro días de estancia, la cual empieza una vez se obtiene el diamonitrion, un permiso que se tramita en Salónica y que se retira en los pueblos de Ouranopolis o Ierissos (el primero para los barcos con destino a la costa occidental y el segundo para los barcos con destino a la oriental), situados en el canal de Jerjes. Allí se toma un barco hasta Dafni, el puerto del Athos, única vía de entrada y segunda ciudad de la región monástica. Llegar por tierra no está permitido, aunque haya una vía, con su propio puesto fronterizo. Toda una curiosidad en plena Unión Europea.
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