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viernes, 28 de junio de 2024
COLONIZACIÓN Y GENOCIDIO: De cómo los estadounidenses exterminaron a los indios de Norteamérica
La leyenda negra de España es eso, solo una leyenda. Los anglosajones la han creado fruto de su frustración por no poder vencer a España a lo largo de toda la época moderna y de una extraña mezcla de miedo, admiración y envidia. Si alguien tiene un pasado negro estos son, sin lugar a dudas, los hijos de las islas británicas. Desde la India hasta los Estados Unidos, pasando por Australia, Canadá, Nueva Zelanda o Sudáfrica, allí donde han estado han dejado un triste recuerdo de su paso. Resulta sorprendente por ello que el discapacitado físico y mental de Joe Biden, descendiente directo de los exterminadores de los pueblos indios norteamericanos, se erija en juez y verdugo de la herencia española en América olvidando que las manos de sus antepasados son las que están manchadas de sangre. ¡Cuántas veces hemos visto en los westerns clásicos de factura hollywoodiense que ¡EL ÚNICO INDIO BUENO ERA EL INDIO MUERTO! El genocidio de los indios norteamericanos es la masacre más sostenida y cruel de la que se tiene noticia. Cuando los ingleses, ahora estadounidenses, comenzaron la conquista de América del norte la población nativa norteamericana se estimaba en torno a los 12 millones de personas. En 1900, Estados Unidos cerró sus fronteras como consecuencia de las guerras indias, y ahora solo quedaban entre 300.000 y 250.000 indios norteamericanos. Las balas y las enfermedades fueron exterminando a los indios norteamericanos a lo largo de siglo y medio. Estas guerras, asesinatos en masa, deportaciones y todo tipo de violencias venían justificadas por el deseo de los blancos de llevar la ‘civilización’ al interior de los Estados Unidos, conseguir nuevas tierras para el cultivo y el ganado o apoderarse de las tierras de caza de las naciones indias para poder obtener oro. Como sabéis, California, formando parte del virreinato de Nueva España, perteneció a la monarquía hispánica hasta 1821, para pasar a ser parte de Méjico, luego de la república de Tejas para, finalmente, en 1845, “integrarse” a sangre y fuego en los Estados Unidos. Con la llegada de los norteamericanos la población india pasó de 150.000 a solo 15.000 en cincuenta años. En 1848 se descubrió oro en California. Los hombres blancos se lanzaron a violentar la “frontera india permanente”. Para justificar esta invasión, los políticos de Washington inventaron The Manifest Destiny (El Destino Manifiesto): “El hombre blanco tenía el mandato de conquistar América”. Era la raza dominante por lo que eran dueños de los indios, de sus tierras, bosques, árboles y riquezas mineras. Solo los habitantes de Nueva Inglaterra, - que ya había exterminado o expulsado a los indios de sus tierras - se pusieron en contra de esa aberración. Vencidos por las armas de fuego del Ejército de los Estados Unidos y de los colonos luego de ser masacrados, los escasos sobrevivientes fueron deportados lejos de sus tierras. En el éxodo forzado de los cherokees a la actual Oklahoma 4.000 murieron de frio, hambre, y todo tipo de penalidades en lo que ha pasado a la historia como el Camino de las Lágrimas. En el lejano oeste se pagaba 50 libras por una cabellera de indio, 25 por el de una mujer y 20 si era de un niño. La Indian Removal Act de 1830 forzó la deportación de cinco grandes tribus; Cherokee, Chickasaw, Choctaw, Creek y los seminolas. A nadie le importó hasta que a los cines llegó Danza con lobos. A los indios americanos se les prohibieron sus religiones estando en vigor los reglamentos “civilizadores” hasta 1936. En 1924 se les concedió la nacionalidad norteamericana como ‘recompensa’ a su forzada participación en combate en la Primera Guerra Mundial. En los manuales escolares de los Estados Unidos hoy se relata “la epopeya de una nación virtuosa, con un pasado del que enorgullecerse y con un futuro envidiable que luchó para librar a los esclavos negros y se opuso a la guerra del Vietnam”. Todo esto es mentira. Mientras en los Estados Unidos solo queda algo menos del 1% de población indígena y en Canadá el 4%, en los países colonizados por España, los indios son el 96% en Honduras, el 88% en Bolivia, el 85% en Méjico y Perú, en tanto que en Nicaragua y Guatemala es del 82%. ¿Dónde se cometió en realidad el genocidio? Así y todo, es habitual en esos países condenar la colonización española ya que hace olvidar sus propios pecados y ocultar sus crímenes cometidos contra los indios, cuyos antepasados una vez fueron dueños de esas tierras arrebatadas a la fuerza por el hombre blanco, y que ahora no poseen nada. En la actualidad, despreciados y vistos como subhumanos, algo más de 1 millón de indígenas siguen viviendo en reservas, rodeados por 330 millones de estadounidenses, a quienes no les importa su destino. ¿Esa es la tierra de la ‘libertad’ que tanto pregonan hipócritamente?
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