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viernes, 29 de septiembre de 2023

SIEMPRE FIEL AL EVANGELIO: Armenia, la primera nación cristiana de la historia

En estos días en que la musulmana Azerbaiyán ha lanzado una ofensiva a gran escala contra el enclave cristiano de Nagorno Karabaj, intentando borrar su herencia armenia ante el silencio cómplice de la “cristiana” Europa, toca ocuparnos en esta oportunidad de la historia de Armenia, considerada la primera nación cristiana de la historia. En efecto, la Iglesia apostólica armenia está estrechamente vinculada a la nación. Según la tradición, Armenia fue evangelizada por los apóstoles San Bartolomé y San Judas Tadeo. “Es por ello que la Iglesia armenia se conoce como apostólica”, subraya el padre Shnorkh, sacerdote que se ocupa de la comunidad armenia en Madrid. La misma tradición eclesiástica cuenta que los apóstoles trajeron dos reliquias muy importantes: la Lanza Sagrada, con la que fue herido Jesús en la cruz, y el Santo Crisma, los cuales tienen un significado singular para la Iglesia armenia y para el pueblo. El nacimiento de la Iglesia propiamente armenia tuvo lugar en el siglo III, con san Gregorio, llamado El Iluminador. San Gregorio, obispo, evangelizó el montañoso país del Cáucaso. Con la conversión de su rey Tiridates, quien proclamó el cristianismo como religión oficial del Estado, Armenia se convirtió en la primera nación cristiana de la historia (año 301 d. C.). Fue el monje Mesrob quien creó el alfabeto armenio y pronto aparecieron las primeras obras escritas en esta lengua. Tras la aceptación del cristianismo, se abrió una nueva página en la historia del pueblo armenio. Dominados por los persas y luego por los bizantinos, los armenios se vieron arrastrados también por las disputas cristológicas de Calcedonia (451), rechazando este concilio más por razones políticas que realmente religiosas. Cabe precisar que la historia armenia está llena de momentos heroicos y bellos, aunque también difíciles y llenos de sufrimiento, cuando diversos invasores intentaron dominar el pueblo y destruir su fe. El momento más trágico fue el genocidio armenio ocurrido al comienzo del siglo XX a manos de los ocupantes turcos, que dejó casi 1,5 millones de muertos y cientos de miles de deportados a Líbano, Europa, EE.UU. y Sudamérica. Pero a pesar de las persecuciones a que ha sido sometida, Armenia ha permanecido siempre fiel al Evangelio. Hoy en día, la Iglesia apostólica armenia tiene unos diez millones de fieles. Al frente está Karekin II, patriarca de todos los armenios, quien fue muy amigo de Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora del Papa Francisco I. La sede del Papa armenio se encuentra en Echmiadzin, no muy lejos de la capital del país, Ereván. Luego de aceptar el cristianismo, se creó una enorme herencia cultural. Por cierto, la arquitectura eclesiástica armenia es única entre todas las tradiciones cristianas, y también se ha creado un enorme patrimonio literario. En Armenia y en todo el mundo se conservan aproximadamente 30.000 manuscritos con contenido diverso: teología, astrología, medicina, que se guardan en el famoso Matenadarán o Instituto Mashtóts, ubicado en la capital del país, y que es uno de los más importantes depósitos de manuscritos del mundo. Entre los escritores y teólogos destaca sobre todo san Gregorio de Narek, declarado por el Francisco I como doctor de la Iglesia. El santo monje Narek vivió a finales del siglo X y principios del XI en el monasterio de Narekavanq, el cual se encuentra en Vaspurakan, provincia histórica de Armenia, hoy en territorio turco. Gregorio de Narek es autor de muchas obras de teología, exegéticas y oraciones. Pero es conocido, sobre todo, por su Matian Vojbergutyan o Libro de las lamentaciones. Para cualquier familia armenia este libro tiene un significado único, casi milagroso. Los armenios creen que puede curar tanto el alma como el cuerpo. Por ello, las madres armenias colocan el libro debajo de las almohadas de sus hijos cuando enferman. Otro elemento propio del paisaje armenio son los jachkar o cruces de piedra, de profundo significado teológico. Los armenios subrayan con orgullo que no hay dos cruces iguales. Las más antiguas datan del siglo IV. Casi nunca se encuentra en ellas tallado el cuerpo de Cristo crucificado. Según el pensamiento armenio, esto significa que la crucifixión de Cristo conduce a su resurrección y a la vida eterna. Es por ello que sobre los jachkar hay ornamentos con motivos florales que simbolizan la vida. La creación de las cruces tiene también otro objetivo: el escultor o aquel cristiano que la encarga, sabiendo que su vida es limitada, quiere que la cruz sea su eterna oración dirigida a Dios. A principios del siglo XX había casi 200.000 cruces. Sin embargo, tras el genocidio, Turquía y Azerbaiyán destruyeron más de 100.000 ejemplares. Fue el genocidio cultural, es decir, borrar cualquier huella cristiana, pero a pesar de todos sus demoniacos esfuerzos, no han podido hacerlo. La presión constante que recibe Armenia por parte de Azerbaiyán no hace más que recordar los siglos de genocidios y matanzas que marcan la identidad de un país al borde de la extinción. Sin duda, el objetivo final de las ofensivas azeríes es eliminar la presencia armenia del Cáucaso y eso significa continuar con la limpieza étnica que llevan sufriendo los armenios durante siglos, eliminando del mapa ese enclave cristiano que les incomoda. No olvidemos que Armenia es el punto de fricción entre la cultura cristiana y la musulmana en el Cáucaso. Ya sea a través de la guerra abierta o el brutal cerco humanitario, “lo que pretenden con ese bloqueo es que los armenios que están allí se vayan y apropiarse por fin del enclave”, explica por su parte Tigran Yegavian, investigador y escritor armenio, quien asegura que “ahora mismo la población de Armenia está mentalizada de que se le viene una guerra encima”. Saben que Azerbaiyán, con el apoyo turco, cada vez es más potente y ellos cada vez más débiles. En Occidente nadie habla del tema. El silencio mediático e institucional es enorme, ya que no interesa posicionarse ante el débil. El pasado verano la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viajaba a Bakú para firmar un acuerdo con Azerbaiyán y duplicar así el suministro de gas hasta el 2027. Esta nueva alianza permite a Europa no depender de Rusia para el abastecimiento de gas, y, por eso, desde las instituciones europeas conviene callar ante el sufrimiento armenio. “Lamentablemente, Rusia, considerado un antiguo y tradicional aliado de Armenia, prefiere mirar hacia otro lado porque está concentrado en la guerra con Ucrania y no le interesa abrir otro frente entre Armenia y Azerbaiyán. Todos nos han abandonado” subrayo Yegavian. “Los azerbaiyanos quiere borrar a Armenia del mapa y Europa calla. Esto empieza por destruir nuestra cultura. La Turquía de Erdogan también alimenta su deseo ferviente de recuperar todo el control del territorio caucásico, y eso implica destruir todo rastro del cristianismo”. Mientras, la Iglesia armenia sigue resistiendo. Sostenidos en la fe, se saben acompañados y encuentran refugio en la oración. “Los armenios tenemos muy marcada nuestra identidad. De generación en generación se transmite la idea de que estés donde estés sigues siendo armenio; debes conservar el idioma y la fe. Es nuestra identidad” puntualizó.
actualidad cultural
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