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viernes, 1 de septiembre de 2023
GENOCIDIO CULTURAL EN UIGURISTÁN: Un crimen contra la humanidad
La importancia económica, política y estratégica que tiene Uiguristán (“Región Autónoma Uigur de Sinkiang” para China) no puede ser exagerada. Cubriendo 640,00 millas cuadradas, Uiguristán es aproximadamente del tamaño de Irán. Localizada en el Lejano Oriente, es la unidad administrativa más grande de Beijing y comprende un sexto del territorio de China. Debido a su abundante carbón, gas natural, y petróleo - lo que representa aproximadamente un cuarto de las reservas totales de China - Uiguristán ha sido descrita como "la base de la estrategia energética" del país. Estos recursos energéticos han sido indispensables para la creciente economía de China y para mantener al Partido Comunista Chino en el poder. Estratégicamente, Uiguristán es el vínculo vital para la economía creciente de China de petróleo importado de Asia Central, a través del corredor de oleoductos de Pakistán, el Golfo Pérsico. Es la llave para el éxito de la ambiciosa "Ruta de la Seda" impulsada por el régimen chino para unir las economías de Eurasia y China a través del desarrollo de infraestructura. El valor estratégico más importante de Uiguristán, sin embargo, reside en su geografía. Ya que consiste principalmente de montanas y desiertos, la vasta inmensidad de su tierra inhospitalaria proporciona una barrera natural que protege a "China propiamente dicha" - las tierras densamente pobladas al este del país situadas entre el Rio Amarillo en el norte y el Rio Xi en el sur - de las invasiones terrestres. Por estas razones, China nunca renunciara al control sobre Uiguristán, sus recursos o su gente, oprimiéndolos con gran dureza, buscando eliminar su religión y su cultura. Tierra ancestral de los uigures, una nación túrquica musulmana, que han estado buscando su independencia política durante la mayor parte del Siglo XX. La caída de la última dinastía imperial de China, el Qing, el 1911, fue seguida del colapso del Estado Chino. En la subsiguiente inestabilidad política, los Uigures declararon su independencia como la República del Turkestán Oriental - dos veces. La primera fue en 1933 y perduro hasta que fue suprimida por las fuerzas Nacionalistas Chinas bajo Chiang Kai-shek en 1934. Una segunda República fue establecida en 1944 y duro hasta que fue derrocada por las fuerzas Comunistas bajo el mandato de Mao Tse Tung en 1949. Desde la década de los 90, durante el colapso de los regímenes comunistas europeos y la desaparición de la Unión Soviética, Beijing ha iniciado medidas para asegurar de manera permanente Uiguristán a China colonizando la tierra con colonizadores de la etnia mayoritaria Han para aplastar sangrientamente cualquier revuelta independentista como ya lo hizo en el pasado. Estas políticas habían logrado reducir a los uigures de ser una mayoría a una pluralidad. El objetivo es convertir a los uigures una minoría en su propia tierra. Como podéis imaginar, la colonización china ha provocado disturbios por parte de los uigures, choques étnicos entre los uigures y ocupantes chinos, y llamadas constantes por parte de los uigures por su derecho a la autodeterminación. La respuesta de Beijing ha sido brutal, como se refleja en su "campaña de lucha contra el terrorismo, separatismo y extremismo religioso" lanzada en el 2014, ha sido, en sí misma, extrema, con miles de muertos y poblaciones enteras arrasadas, todo realizado en la más absoluta impunidad. En las palabras de un panel de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Uiguristán ahora parece un "campo de detención masiva envuelto en el secreto, una especie de "zona sin derechos" ... los miembros de la comunidad uigur y otros musulmanes son tratados como "enemigos del Estado" únicamente sobre la base de su identidad etno-religiosa, siendo ‘reeducados’ forzosamente en los miles de campos de concentración existentes a lo largo de la autodenominada “región autónoma”. Las autoridades chinas han insistido repetidamente en que los campamentos -con torres de vigilancia y guardias armados - “sirven a la formación profesional”, y en que los allí internados “pueden abandonarlos en cualquier momento” pero documentos oficiales del propio Gobierno han refutado esa mentira. En Uiguristán, el Partido Comunista de China intenta forzar a la realidad, por todos los medios, a convertirse en esa "sociedad armónica" a la que aspira su retórica. Con el lavado de cerebro sistemático y la opresión masiva, pretenden alejar a los uigures de sus raíces culturales y religiosas, de naturaleza islámica. En su lugar, debe imponerse la lealtad al partido. Se estima que al menos un millón de uigures se hallan detenidos y están siendo adoctrinados por la fuerza en esos campamentos. ¡Eso sería uno de cada diez! Deben cantar canciones comunistas durante horas y confesar sus "errores". Como uno de los peores cuenta la práctica de la religión. Quien aspire a ser liberado debe renunciar a su religión y ser capaz de hablar bien chino. Pero la libertad no es precisamente lo que aguarda a quienes logran salir, sino, en el mejor de los casos, una prisión al aire libre. Las cámaras de vigilancia son ubicuas en Uiguristán. Los permanentes controles policiales escanean habitualmente los teléfonos móviles. La entrega de muestras de ADN es obligatoria, así como el escaneo del iris y las huellas digitales. La vigilancia es integral. Se extiende a hogares y familias. Probablemente no haya otro lugar en el mundo con una práctica de espionaje comparable. Los hombres son forzados a afeitarse la barba. Las mezquitas, demolidas. Y los lugares de peregrinación, arrasados. Barrios enteros desaparecen bajo el pretexto de la modernización, como el casco antiguo de Kashgar, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Todo lo que recuerde a una identidad uigur independiente termina borrado. Y todo esto está justificado “por la lucha contra el terrorismo”. De hecho, también desde el lado uigur ha habido violencia y terror. En un exceso sangriento, casi 200 personas fueron asesinadas en la capital provincial de Urumchi hace unos años atrás. Pero los ataques tienen un origen más sociológico que ideológico-religioso. Durante el último medio siglo, los uigures no solo se han convertido en una minoría en su oficialmente "región autónoma de Xinjiang", debido al asentamiento masivo de chinos de la etnia Han. Además, son ciudadanos de segunda clase, con significativamente peores perspectivas laborales y de futuro. Beijing, por su parte, nunca ha dado cabida a la autocrítica. Al contrario, ha apostado exclusivamente por la “mano dura”. Incluso aquellos que han abogado por el intercambio y el entendimiento, por tender puentes, han sido rigurosamente silenciados. Es más, critica ferozmente a quienes se atreven a cuestionar sus acciones, afirmando que estos son "asuntos internos de China". De otro lado, a pesar de ser “críticos” con la situación de los derechos humanos en Uiguristán, varias empresas occidentales continúan operando grandes fábricas allí. El liderazgo chino es muy consciente de la gran atracción de su mercado, y de la especial dependencia de Occidente del acceso a él. Pero dejando de lado sus intereses económicos, se tiene que enfrentar a China con una sola voz. Y si hay que pagar el precio por ello, habrá que aceptarlo.
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