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viernes, 11 de junio de 2021

BANGKOK: La Venecia de Oriente

Bangkok es el nombre con el que se conoce globalmente a la capital tailandesa, pero lo cierto es que se llama Krung Thep Maha Nakhon (“La ciudad de los ángeles”). Para ser detallistas, hay que decir que el nombre original completo lleva 17 palabras, que traducidas al español significan “Ciudad de los ángeles, la gran ciudad, la ciudad de joya eterna, la ciudad impenetrable del dios Indra, la magnífica capital del mundo dotada de nueve gemas preciosas, la ciudad feliz, que abunda en un colosal Palacio Real que se asemeja al domicilio divino donde reinan los dioses reencarnados, una ciudad brindada por Indra y construida por Vishnukam”. ¿Se entiende entonces por qué se optó por llamarla simplemente Bangkok? Este gigante urbano y económico del sudeste asiático - además de ser la ciudad más poblada de ese país - es uno de los destinos predilectos y el punto de partida para otros enclaves del territorio tailandés. Está surcado por el río Chao Phraya, el que junto al delta de su bahía dio lugar a la denominación con la que se conoce: “Venecia de Oriente”. Diariamente numerosos barcos de pasajeros transitan su cauce desde las 8 hasta el atardecer, con varias paradas en atractivos
turísticos, lo que resulta una forma interesante de recorrer la ciudad. Si bien con los años muchos de los canales fueron cegados para convertirlos en calles, otro tanto resiste y la gente sigue habitando en sus márgenes. De hecho, uno de los grandes atractivos de Bangkok son sus mercados flotantes. Hay uno dedicado casi exclusivamente a los turistas, que está algo lejos de la ciudad, y otro visitado tanto por viajeros como por tailandeses, y se encuentra entre los canales del centro. Cabe destacar que Bangkok también es morada de palacios y más de 400 templos budistas en la zona histórica de la ciudad - Rattanakosin - por lo que es habitual encontrarse con monjes vestidos con sus túnicas de color azafrán. Pero la capital tailandesa también tiene una cara futurista, ya que de un tiempo a esta parte manifiesta un notable proceso de modernización. En ese sentido, el Sky Train que parece sacado de las películas de ficción, se desliza sobre gigantescos rieles de concreto en medio de inmensos rascacielos y torres fosforescentes de Bangkok, con aire acondicionado e información en sus pantallas digitales. Esta modernización también es notablemente visible en los centros comerciales, hoteles, restaurantes y una enorme cantidad de spas, en los que la principal
oferta continúa siendo una práctica ancestral por excelencia: nuat thai (el auténtico masaje tailandés). Y en esto no se improvisa: son necesarios varios años de estudio en la universidad para ejercerlos. Para el europeo desprevenido, especialmente si no conoce otras grandes capitales asiáticas, la primera impresión de Bangkok siempre será abrumadora y son los templos milenarios recubiertos de oro y las casas elevadas sobre pilotes de madera los que de repente nos llevan varios siglos atrás, al tiempo en que Tailandia se sacudió el yugo del imperio jemer, sufrió la invasión birmana y resistió el colonialismo británico desde la frontera malaya. En pocos lugares del mundo el pasado y el futuro, Oriente y Occidente, conviven en un contraste tan marcado y a la vez tan armónico, como el día y la noche. Los hoscos paralelepípedos de los edificios ultramodernos al lado de los puntiagudos pináculos de los palacios; la contaminación avasalladora (que en algunas zonas se transforma en niebla y casi exige la protección de una mascarilla) junto al verdor de Lumpini Park; el lujo espectacular de los enormes bloques comerciales en ruda competencia con los mercadillos tradicionales a pie de calle. Todo en Bangkok respira vida y movimiento,ruido y humo, oscuridad
y color, caos en el sentido matemático del término: el orden dentro del desorden, el desorden dentro del orden. Y en pocos lugares esa cuidada incoherencia salta tanto a la vista como en el Gran Palacio Real de Bangkok, una aglomeración aparentemente inconexa de pagodas multicolores, enormes pimenteros de oro y construcción colosal. Su corazón, el templo Esmeralda, custodia la pequeña figura de un buda que contrasta con el gigantesco buda dorado de Wat Pho, muy cerca del Gran Palacio, una lánguida estatua recostada de 43 metros de longitud. Para el occidental, la sensación de ser un simple extranjero sin rostro se acentúa entre las muchedumbres de asiáticos que te acompañan en la visita: salvo algunos australianos, alemanes o estadounidenses, los ojos rasgados campan a sus anchas y solo entonces empiezas a distinguir verdaderamente entre chinos, coreanos, japoneses, vietnamitas e indonesios. Como podéis imaginar, hay mucho para ver en Bangkok, una vertiginosa megalópolis asiática que al mismo tiempo busca conservar intactas sus tradiciones :)
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