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viernes, 31 de enero de 2020

CARLOMAGNO: El Emperador de Occidente

Fue tan gran conquistador como organizador. Amplió lo heredado y, además, consiguió convertirse en el emperador de la cristiandad. El impacto de Carlomagno en la cultura europea fue tan inmenso que su reinado, con sus logros y sus fracasos, modificó profundamente la sociedad occidental. El rey de los francos llevó a cotas incluso más ambiciosas, a una dimen¬sión continental, el proceso de expansión que venían protagonizando su dinastía y su nación desde finales del siglo VII. Fuese en la paz o en la guerra, batallando en persona o mediante legados, disfru¬tando de victorias ininterrumpidas o lamentando alguna derrota, Carlo¬magno consiguió reunir alrededor de su trono la mayor entidad territorial vista en Occidente desde la caída de Roma tres siglos antes. Este espacio inmenso abarcaba desde el Ebro hasta el Danubio y desde el mar del Norte hasta el Mediterráneo. Superaba el millón de kilómetros cuadrados y es¬taba habitado por 15 millones de per¬sonas, una enormidad para los cánones europeos de la Alta Edad Media. Era como si el hijo de Pipino el Breve hubiese res¬tablecido el imperio de los Césares. Su reinado supuso un renacimiento cultural en Europa que tuvo en Aquisgrán, la capital, un foco de irradiación. La economía también vivió un momento de relativa opulencia durante el man¬dato de Carlomagno. Fue gracias a que lo saqueado, primero, y la paz in¬terna avalada por la existencia del pro¬pio imperio, que le aseguraron la estabilidad. Se reanudaron los antiguos vínculos mercantiles con Oriente, además de darse un activo intercam¬bio de productos entre el campo y los burgos o entre las ciudades de cierta envergadura. La sociedad, en todo caso, estaba marcada por profundas desigualdades. Cuando la salud del emperador se resintió, luego de décadas en el trono, trasmitió su poder a su hijo Ludovico Pío. Se retiró de la vida pública para dedicarse a cazar en los bosques de las Ardenas. El monarca, mal abrigado, enfermó. Falleció poco después, el 28 de enero del 814. Había modelado un im¬perio institucionalmente homogéneo, que rezaba bajo el mismo signo, el de la cruz, y que había recuperado la lengua latina y otros importantes ras¬gos culturales compartidos. Su recuerdo, magnificado, repercutió desde la leyenda durante el res¬to de la Edad Media. Entre los rasgos principales de Carlomagno que guiaron su reinado podemos citar: 1.- Líder guerrero. Duran¬te la larga primera etapa de su gobier¬no, desde que empuñó por primera vez el cetro, en 768, hasta que se coro¬nó emperador, en el año 800, la guerra ocupó un papel central. Car¬lomagno encabezó en persona durante unos tres decenios campañas dirigidas a instaurar o a re¬afirmar su autoridad dentro y alrede¬dor de sus dominios. El he¬cho es que, principalmente en la etapa trascurrida hasta el año 800, Carlo¬magno consiguió duplicar los señoríos que le ha¬bían correspondido por parentesco; 2.-Diplomático. Pese a la guerra, Carlomagno em¬pleó insistentemente la vía diplomática. Fue el camino que escogió para tratar con el rey de Asturias Alfonso II y con los múltiples reyezuelos anglosajones que dominaban por entonces Ingla¬terra. También lo empleó con aquellos con quienes se repar¬tía los bloques más grandes del mundo conocido: el emperador bizantino y el califa abasí; 3.- Ferviente cristiano. A diferencia de los antiguos cé¬sares, el nuevo dirigente no era pagano, sino que abrazaba fervoro¬samente la cruz. De hecho, emulaba al emperador converso romano Constantino. Carlomagno ansiaba ver bendecida – es decir, legitimada religiosamente – la ambiciosa unidad po¬lítica que había ensamblado, así como blandir la espa¬da en nombre de la vo¬luntad divina y en defensa de la fe, o al menos que se entendiera así. Finalmente, logró ser coronado emperador en Roma la navidad del año 800 por el papa León III; 4.-Buen organizador. Carlomagno diseñó un modelo guberna¬mental para cohesionar los territorios adquiridos. Fortificó las fronteras exteriores y pacificó sus dominios. El emperador creó un gobierno cen¬tralizado que respetaba las diferencias regionales. Impulsó entre sus súbditos una noción de pertenencia al Imperio a través de un juramento oral de leal¬tad. De la justicia, la re¬caudación de impuestos y la leva de soldados, se encargaba una serie de instituciones individuales (como las representadas por inspectores y por los condes de cada comarca) y colegia¬das (los tribunales locales y la asamblea general del Imperio); 5.- Impulsor de la cultura. La enseñanza fue un instrumento fundamental en el programa conce¬bido por Carlomagno para dotar a su imperio de mecanismos con que ro¬bustecerse. Fundó la llamada escuela palatina, una reunión permanente de teólogos, fi¬lósofos, cronistas, juristas y eruditos que, congregada en torno al emperador, debía dirimir el modo de resol¬ver los problemas más diversos. Juntos convertirían la capital, Aquisgrán, en un polo cultural ca¬paz de hacer frente a la propia Bizancio. No tardarían en aparecer también centros de enseñanza en monasterios y catedrales. Tras la muerte de Carlomagno, su hijo Luís no pudo mantener su legado, el cual acabo dividido entre sus tres hijos que lucharon entre sí por la supremacía. Los reinos separados del imperio eventualmente formarían las naciones modernas de Europa y, por todas sus faltas, no podrían haberlo hecho si no fuera por su visión de propósito y habilidades naturales para liderar de tal manera que otros estuvieran ansiosos por servirlo.
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