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viernes, 29 de enero de 2016

GRANDES FRAUDES DE LA ARQUEOLOGIA: Las Reliquias de Michigan

Entre 1874 y 1915, en los alrededores de Detroit (Michigan) unos arqueólogos aficionados “encontraron” miles de tablas de arcilla y cobre en los túmulos indios que sobrevivían en el lugar. Sospechosamente, dichas tablillas presentaban motivos cristianos y representaciones de mamuts, elefantes, indígenas y personas con rasgos orientales. Esta amalgama de símbolos y figuras que no correspondían con lo que marcaba la historia de EE.UU. por lo que suscitaron las dudas de los expertos y, más allá aún, ni siquiera se tomó la molestia de someter las piezas a estudio alguno declarando que solo se trataba de falsificaciones. El desinterés por el “hallazgo” fue tal, que en 1890 el antropólogo Morris Jastrow de la Universidad de Pensilvania, dijo lo siguiente sobre este falso descubrimiento: ”No cabe duda que provienen de un aficionado, lo que demuestra su evidente ignorancia como falsificador. Basta con echar un vistazo a esos hallazgos para darse cuenta de su verdadera naturaleza: la mayor parte de las inscripciones son un revoltijo de signos fenicios, egipcios y griegos escogidos al azar de los alfabetos que aparecen en el diccionario Webster” aseveró. Aunque quienes los “descubrieron” se defendieron de las acusaciones, la sentencia ya estaba dictada y las piezas habían fueron declaradas oficialmente como falsas. Casi un siglo después, entorno a 1983, la “investigadora” Henriette Mertz - perteneciente a la Iglesia de los Santos de los Últimos Días - sometió algunas de aquellas olvidadas tablas a un pormenorizado “estudio”. Al concluir dicha investigación declaró solemnemente que eran “autenticas” Y fue más allá. Como fiel mormona, afirmó que fueron realizadas “por cristianos que, antes de la caída del imperio romano, habrían huido a Norteamérica hacia el 312 d.C” (?). Una aseveración de lo mas disparatada ya que no existe mención alguna de dichos “viajes” en textos antiguos, pero que coincide perfectamente con las fábulas inventadas por su autoproclamado “profeta” Joseph Smith - fundador de dicha secta - al calor de una botella. Según el investigador Evan Hansen, dichas piezas (unas 1540 tablillas en total) permanecen custodiadas por los mormones en Salt Lake City (Utah) quienes no permiten que sean estudiadas por los científicos para refutar las ridículas afirmaciones dadas por Mertz. Como sabéis, el tal Joseph Smith, se inspiro en unas tablas muy similares que decía haber hallado hacia el año 1832 en el estado de Nueva York. Según el relato de Smith, “un ángel le mostró el camino y le instó a que tradujera las tablas”. Así fue como surgió el libro Mormón. Las fantasías que relata el libro Mormón comienzan en el año 600 a.C. en Jerusalén. “Por mandato divino, un profeta llamado Lehi y un grupo de seguidores abandonan la ciudad y se trasladan al continente americano. Allí comenzaron a trabajar las tierras y a dejar constancia de su historia en unas tablillas de metal” similares a esta fraudulenta colección. Según el portavoz de prensa de la sede de los mormones de Utah, Don LeFevre, son ellos quienes están en posesión de la practica totalidad de las reliquias y las mantienen ocultas en un total hermetismo y apartadas de cualquier tipo de estudio al respecto. Una de las pocas piezas que puede ser visitada - y que ilustra nuestra nota - es una gran roca esquistosa con grabados: el ápice del lado anterior contiene una misteriosa incisión, mientras en el espacio restante, que constituye los dos tercios del objeto, aparecen trazadas dos grandes “X”, característica hallada también en los descubrimientos de Glozel. En la parte posterior está representado, en lo alto, la salida del sol, mientras abajo se ve un lagarto estilizado. El modelo típico de las reliquias de Michigan presenta en el lado anterior una parte realzada con el grabado de un «símbolo místico», mientras en el reverso aparece un “ojo omnisciente”, seguido de un signo enigmático. Debajo de estas figuras se pueden hallar otras inscripciones - entre jeroglíficos “egipcios” y grabados “sumerios” y “babilónicos” mezclados en forma desordenada – pero que no pudo confundir a los expertos, demostrando a todas luces que se trata de un burdo engaño.
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