El hombre de Piltdown es conocido por ser uno de los más grandes fraudes en la historia de la paleo-antropología, principalmente porque se creyó que era verdadero durante cuarenta y cinco años, desde que se anunciara su descubrimiento el 18 de diciembre del 1912, hasta 1953 cuando el fraude fue finalmente expuesto. Sucedió que en un pueblo de Sussex, Pildown, un obrero encontró unos restos óseos, parte de un cráneo, un diente y una mandíbula con dientes. Este obrero se los entregó a Charles Dawson, un arqueologo aficionado, y junto a Smith Woodward, paleontólogo del Museo Británico, presentaron los restos en la Sociedad Geológica de Londres. Se aceptaron por la comunidad científica como pertenecientes al eslabón perdido, y se le llamó Eoanthropus Dawsonii. Sin embargo, con el tiempo se empezó a cuestionar el origen y la antigüedad de los huesos, y no fue sino hasta 1953 que se descubrió el fraude, gracias al dentista Alvan T. Marston que en 1936 descubrió que el diente era de un simio moderno y la mandíbula de un orangután y que además se había tratado la mandíbula con un producto químico para igualar su color con el cráneo, finalmente haciendo pruebas de datación mediante flúor se confirmo el engaño. Nunca se supo quien fue el autor de este fraude, hay varias teorías, desde el propio Dawson, hasta un competidor de Woodward, pero ¿por que nadie se dio cuenta de ello? simplemente porque no interesaba encontrar la verdad, ya que hasta ese momento nunca se habían encontrado fósiles humanos en Inglaterra. Los daños colaterales de este fraude fueron varios: Primero, los estudios científicos sobre la evolución humana tropezaron con este cráneo que confirmaba la teoría de que en los humanos primero habían desarrollado el cerebro, manteniendo una apariencia simiesca, para luego adquirir los rasgos humanos. Pensaban que nuestros antepasados eran simios cuadrúpedos con grandes cerebros, pero la realidad indica que eran pequeños bípedos con cerebros pequeños y hasta descubrir el fraude no se pudo tomar ese camino. Segundo, dio argumentos a los creacionistas para echar tierra sobre la teoría de la evolución, atribuyendo el descubrimiento a una conspiración científica. Es curioso como esos fanáticos religiosos aceptan a la ciencia siempre y cuando esta cumpla sus desviados propósitos. En contra de semejantes afirmaciones demagógicas e interesadas, la ciencia demostró su valía dando a conocer la falsedad del hombre de Piltdown mediante métodos científicos y no espirituales.