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viernes, 15 de noviembre de 2024
LA MAISON CARRÉE DE NIMES: Arte para la posteridad
Cuando uno piensa en arquitectura romana nos pueden venir imágenes del Coliseo o sus acueductos, pero un elemento ubicuo fueron los templos. Equiparables a las posteriores iglesias, los principales ocupaban un lugar prominente y estaban dedicados a las diferentes deidades. Al contrario que cultos posteriores, la oración no vertebraba los rituales, sino que se hacían ofrendas con los fieles congregados en el exterior. Su forma básica, heredada de etruscos y griegos, era un plano rectangular con columnas perimetrales y un interior formado por un naos, cámara principal que contenía la imagen objeto de culto, y una cámara trasera como almacén. El exterior era un catálogo de los elementos arquitectónicos clásicos: columnas corintias, arquitrabe, friso, frontón, etc. Aunque las iglesias recuperarían estas formas, hubo un largo tiempo en el casi todos los templos romanos se perdieron. Un cambio de funciones para mantenerse con vida y ser conservado activamente fue lo que necesitaron algunos como la Maison Carrée de Nîmes, uno de los mejor preservados. Nîmes es una de las ciudades más antiguas de Francia gracias a su pasado prerromano, cuando era un oppidum amurallado que funcionaba como capital regional. Su nombre proviene de una deidad local que se incorporó al de la colonia romana, una de las primeras y más relevantes de Galia. Conectada con la península ibérica y Roma, Nîmes despuntó con fuerza gracias al programa constructivo de Augusto, primer emperador. De Nîmes se dice que era la Roma de Galia y la ambición constructiva lo sugiere. Además de murallas, anfiteatro y templos, para proveer de agua la ciudad se planificó uno de los acueductos más largos y complejos con elementos tan icónicos como el Pont du Gard. Símbolo de la pax romana, Nîmes vivió su cénit en los siglos I-II. Distintas invasiones y cambios políticos hicieron que Arles afrontara la Edad Media mejor posicionada. Sumado a las guerras de religión, Nîmes no terminó de despegar nuevamente hasta el siglo XVII. Nîmes conserva un rico legado de su era romana: anfiteatro, la torre magna en la colina Cavalier, el templo de Diana, restos de las termas y la Maison Carrée. Esta fue levantada entre los años 2 y 5 en honor de la estirpe de Augusto. En concreto, de sus nietos Cayo César y Lucio César, ambos muertos muy jóvenes y representantes de un linaje destinado no solo a gobernar, sino a ser santificado. Augusto entendió que la figura de un culto imperial funcionaba como un pegamento social idóneo en su creciente complejidad. Así, la Maison Carrée estaba en el foro romano, lugar reservado para los principales edificios públicos. Su arquitectura reprodujo lo más puro de la mejor arquitectura romana. Pero el fin de la pax romana inició una retahíla de usos para la Maison Carrée. De muchos hemos perdido la pista, pero sabemos que formaba parte del perímetro amurallado de Nîmes en el siglo XIV, momento en el que su interior fue partido en varias estancias y dos pisos. Posteriormente se reconvirtió en iglesia conventual hasta la Revolución Francesa. Las reformas de siglos anteriores fueron revertidas entonces para que el templo se convirtiera en el primer museo de la ciudad. Aunque no formara parte de la restauración del edificio, el derribo de edificios a su alrededor abriendo calles y plazas fue fundamental para la visión limpia que tenemos hoy de la Maison Carrée, a lo que añade su ubicación elevada sobre un generoso podio de quince escalones. Es en realidad un templo de reducido tamaño: 26 metros de largo y la mitad de ancho. En los lados presenta veinte columnas y es de diseño pseudoperíptero, ya que varias están empotradas en el naos. Al frente y por detrás, el diseño es hexastilo con un pronunciado pronaos que precede la única cámara interior, sin ventanas. Todas las columnas moldeadas con caliza local son acanaladas y están coronadas con un capitel con el estilo más romano de todos, el corintio. Por encima quedan friso y frontón decorados con motivos vegetales y los característicos dentellones de la cornisa. Por cierto, Nîmes es una de las ciudades más visitadas del sur de Francia, a lo que contribuye su buena conexión con otras partes del país. Tiene un pequeño aeropuerto, aunque el más operativo en las cercanías es el de Marsella. Necesitaremos al menos un día para disfrutar de toda la ciudad, sobre todo si queremos incorporar en la visita el muy recomendable Museo de la Romanidad, dedicado a la historia de la urbe, pero en especial a su época romana. La Maison Carrée se puede visitar individualmente, pero compensa con creces comprar el combinado con la torre magna y el anfiteatro. Este, conocido como la arena de Nîmes, tiene un intenso uso público con conciertos y otros lamentables espectáculos como los taurinos en la feria de Pentecostés, la barbarie en su máxima expresión. No todo iba a ser perfecto ¿no lo creen ustedes?
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