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viernes, 9 de agosto de 2024
LA ABADÍA DE ST. GALLEN: El gran monasterio de Suiza
Este monumento (en alemán, Fürstabtei Sankt Gallen) se encuentra situado en pleno casco histórico de la ciudad de St. Gallen y uno de los ejemplos más magníficos de arquitectura barroca del país. Fue además durante muchos siglos una de las principales abadías de la Orden benedictina en Europa. Se eleva sobre un patio lleno de fuentes, pero el recinto no solo abraza el cenobio. Con el tiempo ha añadido la catedral barroca adosada, la bellísima Stiftsbibliothek que es la biblioteca más antigua que se conserva en Suiza y un enigmático lapidarium con vestigios arqueológicos. Los orígenes de la localidad de St. Gallen se remontan al año 612 cuando un monje de origen irlandés, Galo, eligió para su retiro espiritual un rincón excavado en la roca de la zona, tras recibir lo que él consideró “una señal divina”. La leyenda cuenta que el eremita iba caminando cuando cayó en una zanja y vio su vida amenazada por un oso al que ahuyentó con un tronco. Interpretando que “aquello era una señal divina”, decidió asentarse en aquel lugar y usar el tronco para empezar a erigir un refugio en las rocas donde cobijarse. Ya fallecido el monje, la veneración al asceta fue sumando devotos con el tiempo, por lo que pasado un siglo, el año 747, se decidió construir una abadía benedictina que pronto se convirtió en un lugar de peregrinaje y centro de eruditos. Precisamente, bajo el gobierno del abad Waldo de Reichenau (740-814) se copiaron numerosísimos manuscritos, formándose así una nutrida biblioteca. Muchos monjes irlandeses y sajones se establecieron en la abadía para dedicarse a la copia de manuscritos. A petición de Carlomagno, el Papa Adriano I envió gran cantidad de cantores desde Roma, que propagaron el Canto gregoriano. En el siglo XIII, la abadía y la ciudad, como principado independiente, estaban regidas por los abades, que adoptaron el título de príncipes del Sacro Imperio. Bajo los auspicios del abad Pío (1630-1674) comenzaron a imprimirse libros en la abadía. Hoy el monumento está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por su valor histórico y artístico y la belleza de su abadía y biblioteca, que se suman al valor arquitectónico de la magnífica catedral erigida junto al recinto monacal en 1847, en pleno centro medieval. Aunque gran parte de la abadía fue destruida durante los años de la Reforma protestante, su magnífica biblioteca se salvó de forma milagrosa. Su sala central fue realizada por Peter Thums entre 1758 y 1767, siendo hoy considerada una obra maestra del rococó centroeuropeo. Contiene más de 170.000 libros y documentos, destacando una valiosa colección de manuscritos de los siglos VIII al X. Sin embargo, solo unos 30.000 quedan a la vista, ya que el resto se esconden y protegen tras los paneles de madera de las paredes. La decoración de la biblioteca muestra además estanterías, esculturas, querubines, suelos de madera en taraceas y un techo decorado con estucos y trampantojos. En cuanto a la catedral abacial, este templo vecino a la abadía de St. Gallen se alza hoy precedido por las dos torres gemelas de sus esbeltos campanarios. En su interior amplio y luminoso destacan los techos decorados con frescos de Josef Wannenmacher, el coro con sillería barroca de madera labrada, el altar Mayor, el púlpito adornado con la figuras de los Evangelistas y ángeles, y hasta 16 confesionarios barrocos decorados con medallones. La iglesia es cruciforme, con una nave de 9 arcadas y un ábside semicircular en cada extremo. El extremo occidental está rodeado por una columnata semicircular, dejando un “paraíso abierto” entre él y la pared de la iglesia. La totalidad del área está dividida por paneles en varias capillas. El altar mayor se sitúa inmediatamente al este del transepto, o coro ritual, el altar de San Pablo, en el este, y el de San Pedro en el ábside occidental. Hay un campanario cilíndrico separado de la iglesia a cada lado del ábside occidental. La innovación más importante es la clausura monástica, espacio abacial donde solo puede haber monjes, no permitiéndose la entrada a los extraños (clausura pasiva) y los monjes no pueden abandonarla sin permiso (clausura pasiva).Este plan sería el que serviría de modelo para la construcción de otros monasterios en todo el Sacro Imperio Romano Germánico, adaptándose a las circunstancias locales. St. Gallen es hoy una ciudad universitaria y cultural, llena de teatros y museos. La Plaza del Mercado es el corazón de la villa desde la Edad Media. Hoy está rodeada de suntuosos edificios construidos en los siglos XVII y XVIII, cuyas fachadas lucen bellas pinturas. Esta localidad prosperó en el siglo XIX en el contexto de Europa gracias a la industria textil. Sobre esa época habla el Textilmuseum, exhibiendo además maquinaria, documentos y tejidos antiguos procedentes de lugares lejanos, como los procedentes de tumbas coptas de Egipto o delicados encajes y bordados flamencos. La muestra de este museo también alude a aspectos sociales de aquella época, así como de los diseños entonces de moda. En tanto, el Museo de Historia se centra en el pasado y los habitantes de esta zona.
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