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viernes, 29 de noviembre de 2019

ENIGMAS DE LA HISTORIA: El Fuego Griego

Aunque pueda parecer magia o ciencia ficción, existió un arma incendiaria que logró salvar durante siglos a Constantinopla de la expansión islámica. Y su potencia era tal que, tras incendiar todo aquello que encontraba a su paso, resultaba toda una proeza intentar apagarlo. Era el llamado fuego griego el cual ha sido, sin duda alguna, el secreto militar mejor guardado hasta la fecha. Tanto así, que aún hoy hay químicos e historiadores dedicándose a la tarea de desgranar la lista completa de posibles ingredientes de esta materia viscosa capaz de arder en el agua. Si bien es sabido el uso que le dio el Imperio Bizantino a esa poderosa arma, su origen no data de este consabido hecho. Remontándonos al año 214 a.C., durante el asedio de la ciudad de Siracusa cuando Marco Claudio Marcelo y su poderosa flota trataron de tomar la ciudad griega, encontramos a una mente brillante que logró ofrecer la mayor resistencia. Arquímedes destruyó gran parte de la flota invasora usando un fuego similar en comportamiento al que hoy conocemos como “fuego griego”.Sin embargo, tras la caída de la ciudad y a pesar que Marcelo había instruido a sus soldados a que lo capturaran vivo, el sabio y matemático fue asesinado por negarse a acompañar a sus captores y se llevo el secreto a la tumba. Sin embargo, el que hoy conocemos como tal data de siglos posteriores. Un refugiado cristiano de origen sirio llamado Callínico llego a Constantinopla poco tiempo antes del gran asedio por parte de los musulmanes. Es a él a quien se le atribuye el mérito del desarrollo de la composición. Las crónicas dicen que este habilidoso ingeniero pudo basar su mezcla en composiciones desarrolladas por otros alquimistas a lo largo de la historia. Los bizantinos guardaron celosamente el secreto y los fabricantes vivían aislados del mundo exterior, hasta el punto de que hoy en día solo cabe especular sobre los componentes y las proporciones, sin que existan muestras o documentos que estudiar. Investigaciones recientes hablan de una composición basada en nafta (una parte del petróleo), azufre, puede que amoniaco, y algún tipo de resina. Otros estudios van un paso más allá y afirman que podría incluso llevar sustancias como cal viva o el nitrato. Gracias a algunos manuscritos de la antigüedad, sabemos que durante el ataque con fuego griego se experimentaba un ambiente infernal colmado de humo y truenos. Esto se debe a la reacción explosiva que provocaba la gran cantidad de gases derivados del fuego. Lo que en aquella época no se sabía era que aquellos gases presentes en el humo desprendían elementos altamente tóxicos, como el azufre o el amoníaco. Fue un arma usada en tierra y mar, pero su capacidad para avivarse en contacto con el agua la convertía en la elección perfecta cuando la batalla se libraba en barco. Dado que el agua no podía emplearse para apagar las llamas, las crónicas relatan el uso de arena, vinagre e incluso orín para acabar con el ataque. Su uso en las batallas navales estaba rodeado de un halo de misterio y brujería. Para aquellos hombres, conocedores del mito del fuego griego, era realmente un acto de gallardía quedarse y no huir al ver aparecer los sifones desde los que se lanzaba la mezcla. Una vez ésta tocaba el agua y comenzaba a prender, incendiaba todo aquello que encontrara a su paso. Los sifones instalados en las naves no fueron los únicos elementos empleados para atacar con fuego griego. Los marineros bizantinos iban pertrechados con un tipo de recipiente cerámico de pequeño tamaño rellenado con la mezcla incendiaria. Se trata de un primer boceto de lo que hoy conocemos como granada de mano, y a menudo se usaban para lanzar la fórmula a un punto concreto de la embarcación enemiga. Durante los dos grandes asedios turcos de Constantinopla (674-678, y 717-718), el fuego griego fue esencial y determinó, en el más puro sentido de la palabra, el futuro de la historia universal. Según expertos en la época medieval, de haber triunfado los invasores, la Europa del siglo VII no habría logrado resistir la salvaje agresión, y habría sido el Islam la civilización hegemónica en los días que nos ha tocado vivir. Además, el fuego griego fue usado para repeler otros asedios, como el de los vikingos en el año 941, en las que 15 dromones bizantinos repelieron con fuego griego a sus enemigos embarcados en miles de drakkars. Pasada la sorpresa inicial, los turcos aprendieron a combatir este fuego - que en tierra resultaba poco útil - y a neutralizar su valor táctico. El arma se continuó utilizando hasta 1204, cuando se perdió la fórmula original durante el saqueo que sufrió Constantinopla en la cuarta cruzada. Sin la mezcla primitiva, los ingenieros bizantinos buscaron alternativas en otras sustancias inflamables usadas en la Antigüedad, aunque su poder de destrucción nunca alcanzó la densidad del fuego griego original. Estas mezclas alternativas fueron la que probablemente usaron para defenderse de los turcos hasta 1453, año en el que cayó definitivamente la ciudad y el Imperio Bizantino llegó a su fin. La ficción se ha inspirado en el fuego griego para presentarlo como una sustancia casi mágica en libros, películas e incluso videojuegos. Así, en la conocida serie televisiva «Juego de Tronos», el fuego griego tenia su equivalente en el fuego valyrio, que jugo un papel importante en una de las batallas navales de la saga. No en vano, el fuego era verde y era casi imposible de apagar, además de que era mucho más inestable que el original. Asimismo, en el videojuego “Assassin’s Creed: Revelations” el protagonista Ezio Auditore utiliza un cañón similar a los que utilizaron los bizantinos para incendiar a los barcos enemigos que asediaban Constantinopla. Y en “Age of Empires II” también existen unos barcos bizantinos que escupen fuego a las naves enemigas.
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