SONIDOS DEL MUNDO
viernes, 3 de julio de 2015
BAYREUTH: Un festival wagneriano con mucha historia
Bayreuth es un punto de referencia para el universo wagneriano. Es así, como año tras año, casi ininterrumpidamente desde su inauguración, se escenifican, en un ambiente único, las obras de Richard Wagner, el gran genio innovador, cuya inspiración y creatividad siguen maravillándonos hasta el día de hoy. Desde 1876, se han sucedido casi de forma ininterrumpida diferentes ediciones del festival - que tienen lugar desde finales de julio - representando diez de los dramas musicales del compositor alemán. Desde su fundación, la dirección del Festival ha estado a cargo de un miembro de la familia Wagner, siendo el actual máximo mandatario Wolfgang Wagner, nieto del músico. Fue el mismo Richard Wagner quien concibió y promovió la idea de un festival especial para mostrar sus propias obras, en especial la tetralogía (representada en cuatro días) El anillo de los nibelungos y Parsifal. Cuenta con una orquesta y coro propios, seleccionado de entre los mejores músicos del mundo especializados en Wagner. Su coro está considerado como de los mejores cuerpos corales para obras Wagnerianas. Las representaciones tienen lugar en un teatro diseñado ex profeso para el festival, el Bayreuther Festspielhaus. Wagner supervisó personalmente el diseño y la construcción del teatro, que albergaba numerosas innovaciones arquitectónicas con el fin de dar cabida a las inmensas orquestas para las que Wagner escribió su visión particular de lo que debería ser el montaje. Bayreuth representa el más perfecto ejemplo de la sacralización del arte como camino de salvación, que impregnó la cultura alemana durante todo el siglo del romanticismo. Desde su fundación, el festival ha estado muy unido a los avatares de la compleja historia de Alemania, y sus relaciones con el poder han sido en todo momento especialmente simbólicas. La música de Richard Wagner y su influencia han alcanzado con el tiempo categoría de culto y no es de extrañar por ese motivo que el festival se haya convertido en un peregrinaje de tal magnitud para los entusiastas wagnerianos, quienes suelen esperar años para conseguir las entradas. Y no podía ser de otra manera.
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