Llamado con justa razón el boulevard más bello del mundo, las autoridades de la ciudad mantienen que el lema aún es aplicable porque a lo largo de sus 5,3 kilómetros se encuentran los más ostentosos edificios públicos y privados de una metrópoli que es a su vez el mas importante centro artístico y cultural de Europa: Viena, la capital de Austria. La calle que engloba el centro monumental de la ciudad, la Ringstrasse, una obra maestra de la planificación urbanística, cuya memoria podría dictar la mejor historia de la imponente urbe centroeuropea - desde sus tiempos imperiales al fastuoso recibimiento ofrecido a Adolf Hitler en 1938 - celebra este año su 150º aniversario. Inaugurada en 1865 por el emperador Francisco José I, uno de los grandes actores de la I Guerra Mundial, la avenida fue un escaparate del estilo arquitectónico Ringstraßenstil de la monarquía imperial danubiana, inspirada en el clasicismo ateniense y latino pero sobrecargada de elementos decorativos, enrrejados y parques. Tras el derribo en 1857 de las antiguas murallas defensivas y las complejas obras de construcción del anillo, con una destemplada lucha de competencias entre las autoridades imperiales y el ayuntamiento de la ciudad, en torno a la nueva avenida se erigieron fastuosos edificios públicos y no menos deslumbrantes palacios de la alta burguesía vienesa. En torno a 1870 estaban terminadas, por ejemplo, las edificaciones que deseaba el emperador: la Ópera del Estado, el Burgtheater, el Neue Burg, el Kunsthistorisches Museum, el Parlamento, la Universidad y el Ayuntamiento.
La célebre avenida - que actualmente es en buena parte peatonal y está sembrada con 800 obras de arte y monumentos a cielo abierto - se convirtió desde entonces en el centro social, político, cultural y artístico de la capital del Imperio. Por ese motivo, casi todos los museos de Viena tienen en cartel exposiciones dedicadas al 150º aniversario. Las más destacadas son “Klimt und die Ringstraße - A Showcase of Grandeur”(Klimt y la Ringstrasse, una muestra de grandeza), en el Belvedere hasta el 11 de octubre, y “Wien: Die Perle des Reiches” - Planen für Hitler ('Viena: la Perla del Reich' - Planes de Hitler), que está en cartel hasta el 17 de agosto en el Architekturzentrum. La primera muestra está dedicada a los artistas carismáticos que dieron forma a su época: partiendo del príncipe pintor Hans Makart, la exposición recorre la evolución del fructífero movimiento de la secesión y el triunfo de Gustav Klimt y sus colegas del colectivo Künstler-Compagnie. Además de cuadros y esculturas de los profusos fondos de la más importante de las pinacotecas austriacas, hay reconstrucciones de conjuntos decorativos completos que sirven como "destellos del estilo de vida" que bullía en torno a la Ringstrasse. El Belvedere desea mostrar como la época dorada del arte en la ciudad, que coincidió con los años anteriores y posteriores a la I Guerra Mundial, cuando Viena y Berlín eran los centros europeos de más dinamismo cultural. Los adinerados miembros de la alta burguesía dejaron de considerar la pintura, la escultura y la arquitectura como disciplinas aisladas para interesarse en el arte como parte fundamental de la vida diaria en la que debía integrarse. Por su parte, el 'Wien: Die Perle des Reiches' - Planen für Hitler el temario que se presenta es muy diferente y claramente novedoso. La muestra expone por primera vez los grandiosos planes que tenía el Fuhrer para convertir a Viena en una ciudad
que actuara como mediadora cultural entre el este y el oeste de Europa. El líder nazi - quien encabezo a coche descubierto un famoso desfile en la Ringstrasse celebrando la integración de Austria al III Reich - dijo en su discurso en 1938 realizado en el ayuntamiento vienés: "A mis ojos esta ciudad es una perla y daré a esta perla un entorno digno. La encomendaré al cuidado del Reich y de toda la nación alemana. Esta ciudad experimentará un nuevo florecimiento". De esta manera, los planos, diseños de planificación y maquetas que Hitler promovió para engrandecer aun más a Viena son exhibidos en una completa exposición que muestra cómo pretendía instrumentalizar la arquitectura y ponerla al servicio de la gloria del Reich. La idea era hacer de la ciudad la segunda urbe en importancia luego de Berlín y convertirla en una "zona de tránsito" desde y hacia el sudeste de Europa. La conocida admiración de Hitler por la Ringstrasse y sus edificios imperiales está presente en los planes para el rediseño de Heldenplatz y Rathausplatz, que iban a ser remodeladas para servir como escenarios de los grandes desfiles y actos masivos de propaganda y exaltación que tanto gustaban a los nazis. Para ello la ciudad debía ser monumentalizada. Por ese motivo, gran parte de los más notables arquitectos austriacos de entonces se pusieron manos a la obra ya que también deseaban reducir la densidad de población con el levantamiento de nuevos barrios de viviendas en el extrarradio. A no dudarlo, se trata de un interesante repaso a la historia arquitectónica y urbana de Viena en la era nazi y que por primera vez es expuesta al público.