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viernes, 16 de mayo de 2025

EL PAPIRO DE ARTEMIDORO: Historia de un fraude

La Historia es una disciplina viva y en constante cambio. Se suele decir que actualmente sabemos más de la antigua Roma que los propios romanos, pero sigue siendo mucho más lo desconocido que aquello sobre lo que tengamos certezas del pasado. Y en este apasionante estudio a veces se dan descubrimientos que obligan a reescribir los manuales de historia. Estos hallazgos revolucionarios suelen llevar a debates y polémicas, porque el ser humano tiende a resistirse a los cambios bruscos. Si, además, añadimos la posibilidad de falsificaciones sumamente realistas, nos sale un menú de lo lindo solo apto para paladares finos y que gustan de probar cosas arriesgadas. Procedamos a la cata. Tenemos entrandas que sorprenden y bocados que saben a gloria, aunque el postre nos ha quedado un poco amargo. Todo maridado con un misterio delicioso. El servicio comienza en el año 1998, cuando se descubre a los comensales un extraordinario papiro datado a inicios del siglo I. Con sus 32 centímetros de ancho y casi dos metros y medio de largo, el rollo abrió muchas bocas que no podían contener la fascinación. Todavía más sorprendente y misterioso resulta su contenido: tiene escrito un elogio a la ciencia geográfica, una descripción de Iberia (España) acompañada de un mapa de la región y un puñado de dibujos de pies, manos, cabezas humanas y animales exóticos etiquetados con sus nombres. Cocina fusión de la que uno no es capaz de averiguar qué está comiendo. Claudio Gallazzi y Bärbel Kramer fueron los encargados de realizar el primer estudio sobre la pieza para intentar poner un poco de orden entre tanto ingrediente. Estos papirólogos describieron tres vidas distintas para el papiro. Originalmente formaría parte de una edición de la obra de Artemidoro de Éfeso, un geógrafo helenístico del siglo II a. C. de cuya obra solo teníamos conocimiento a partir de las menciones posteriores por parte de otros autores como Estrabón y Esteban de Bizancio. Por motivos desconocidos, aunque algunos apuntaron a un error en el mapa representado, la edición de la obra se abandonó y se continuaría en otro papiro en blanco. Claro que el material para escribir no era barato y no iban a desperdiciar el resto del papiro sin utilizar. Es entonces cuando se utilizó para realizar bocetos que sirvieran como modelos previos a la realización de esculturas y pinturas. Es decir, de seguir estos supuestos, el papiro de Artemidoro era un papel en sucio que se utilizó para hacer algunas anotaciones antes de tirarlo y desperdiciar su espacio en blanco. La tercera y última fase tiene que ver con otro reciclaje. El papiro fue utilizado como cartonaje en la confección de una máscara mortuoria para una momia, pasando los siguientes veinte siglos en una tumba. En este estado fue encontrado, pero el propietario decidió desmontar la máscara funeraria para comprobar qué decían aquellos textos. Así fue como se recuperó el papiro en cuestión gracias a la restauración llevada a cabo en el Instituto de Papirología de la Universidad de Milán. El descubrimiento hacía salivar a los curiosos. Y, como toda alta cocina, la experiencia se hace cara. La Fondazione per l’Arte della Compagnia di San Paolo compró el papiro por 2,75 millones de euros en el 2004. Era el rollo de papiro más caro del mundo. Con semejante expectativa fue expuesto al público por primera vez en el 2006. La exhibición mostraba “Las tres vidas del papiro de Artemidoro” que defendía el estudio de Gallazzi y Kramer. Suponía la descripción de Ibería más antigua conocida hasta la fecha. En el papiro se podía leer: “Desde los montes Pirineos hasta los lugares del entorno de Cádiz y de las regiones del interior, todo el país se llamaba de manera sinonímica Iberia e Hispania. Ha sido dividido por los romanos en dos provincias...”. Con la exposición saltó un debate que todavía no se ha resuelto. Luciano Canfora, de la Universidad de Bari, escribió un artículo en el que lo tachaba de falso. No solo expuso sus objeciones, sino que señaló a Constantino Simonidis, un famoso falsificador del siglo XIX, como autor del documento. El revuelo fue considerable y tuvo mucho impacto mediático. El papiro estaba destinado a la colección del Museo Egipcio de Turín, pero no llegó a exponerse por las serias sospechas de que se tratase de una falsificación. El asunto se ha extendido hasta fechas recientes y ha desembocado en los tribunales. En el 2018, la Fiscalía de Turín emitió con un comunicado en el que consideraba “ampliamente probada” la falsedad del documento. La investigación cargó contra Serop Simonian, el comerciante de arte que vendió el papiro en el 2004. Sin embargo, el caso ha sido archivado por que el delito de estafa ya prescribió. Con todo, sigue habiendo estudiosos que defienden la autenticidad del documento. Los que defienden la autenticidad del papiro argumentan que según la datación del carbono 14 el papiro fue fabricado entre el final del siglo I a. C. y el principio del siglo I d. C. Añaden que un falsificador del siglo XIX habría tenido muchas dificultades para imitar la escritura de la época porque en aquellos tiempos los únicos modelos disponibles eran los papiros de Herculano, cuya grafía es diferente de la del papiro de Artemidoro, y además el falsificador no habría tenido la posibilidad de datar con carbono 14 el papiro blanco que quería utilizar. Un tercer argumento a favor de su autenticidad sería que en él aparece un signo para indicar los millares, un sampi (una letra que vale 900) con un multiplicador alfabético, cuyo significado no fue comprendido hasta 1907, unos años luego de que hubiera muerto Simonides. Un último argumento es que este fabricaba sus falsificaciones para venderlas y en este caso no existe ninguna mención del papiro en la época en que él vivió. Por lo tanto, el misterio sigue presente en esta alargada sobremesa.
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