SONIDOS DEL MUNDO
sábado, 30 de marzo de 2013
LIFE AND DEATH IN POMPEII AND HERCULANEUM: El British Museum resucita el lado más cotidiano de antiguas ciudades romanas
Su mundo desapareció en 24 horas. Vivían sin saber que bajo las laderas fértiles del Vesubio latía el germen de su propia destrucción, que llegó por sorpresa en el año 79 AC, Los habitantes de Pompeya, entre 12.000 y 15.000 personas según se estima, y los de la vecina localidad costera de Herculano, con unos 4.000 habitantes, murieron sepultados por sus propios techos, asfixiados por los gases tóxicos de la erupción, o carbonizados por un flujo abrasador de roca y aire ardiendo que se abalanzó sobre Herculano a 30 metros por segundo y 400 grados de temperatura.Una nube volcánica de 35 kilómetros llevó la oscuridad a la bahía de Nápoles. La falta de visibilidad impedía la huida a los pompeyanos, que tuvieron unas pocas horas más de vida. Pero su mundo había sido el del aire fresco que disfrutan los actuales visitantes cuando recorren sus calles ordenadas, con el volcán al fondo. Un universo urbano de placeres y gozos cotidianos que desvela con sorprendente ternura la exposición«Vida y muerte en Pompeya y Herculano» que inauguro esta semana en el British Museum. La muestra actúa como una varita mágica que insufla vida a las piedras muertas, reconstruyendo con sorprendente eficacia a través de 450 objetos (algunos no habían salido nunca de Italia) aquellas escenas que solo la imaginación del turista podía hasta ahora recrear. «Pompeya y Herculano eran dos ciudades romanas ordinarias que tuvieron un final extraordinario, y es esa ordinariedad la que nos dice tantas cosas de la vida de los romanos», explica Paul Roberts, comisario de una exposición estructurada siguiendo la vida en las calles, primero, y las diferentes estancias de las casas después. En ellas, las familias de Pompeya se retrataban con un sorprendente afán ilustrado e igualitario. Una de las pinturas muestra a «Terentius Neo y su mujer» codo con codo. Él sujeta un pergamino enrollado, símbolo de poder y sabiduría asociado a los cargos públicos, mientras ella se abraza a una tabla de escribir en representación de su estatus intelectual. «El papel de la mujer era muy diferente al de otras sociedades, como la griega», explica Roberts. Un buen ejemplo es la estatua de la sacerdotisa Eumachia, que guarda todavía el color rojizo de su cabello. Sufragó de su bolsillo el edificio más grande del foro pompeyano, y el reconocimiento que concitaba es evidente. «No quiere decir que fueran iguales, no lo eran, porque no podían votar o asumir cargos públicos, pero mujeres como Eumachia constituyen un nuevo estrato de la sociedad romana», cree. Su vida íntima también quedo retratada para la posteridad. Como explican los responsables de la exposición, «los romanos estaban muy habituados a las imágenes de erotismo y sexualidad, que a menudo veían más como símbolos de fertilidad, superstición o, simplemente, de humor». Por su parte, la vida en el hogar está ilustrada por delicados objetos, como una cuna de bebé de madera recuperada de la ira del volcán, o un banco para hacer una pausa en los paseos por los patios y jardines, reconstruidos con toda su calma por el museo londinense. En la calle, los residentes menos adinerados buscaban diversión en las tabernas como la de Salvio, de la que se salvaron algunos de los frescos más reveladores de la cotidianeidad pompeyana. Así fue la vida en Pompeya y Herculano dos ciudades de trágico final y que ahora nos muestra su lado mas cotidiano en el British Museum.
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