Cuando el poeta Rabindranath Tagore describió el Taj Mahal como "una lágrima en la mejilla del tiempo" seguramente pensaba en un amor imperecedero, no en la eternidad que dura el debate sobre el origen de este mausoleo musulmán a orillas del Yamuna. Se trata de una discusión en la que poco se puede discutir -por mucho que el fundamentalismo hindú lleve tiempo reivindicando su patrimonio- pero en la India no es difícil hacer o decir algo que levante la polémica en torno a la joya arquitectónica del país. El último en echar gasolina al fuego se llama Sangeet Som, un controvertido parlamentario del BJP, el partido nacionalista hindú que gobierna en India y en Uttar Pradesh (el estado donde se ubica el mausoleo). En un mitin, la semana pasada, afirmó que el Taj Mahal fue construido por "traidores" y que la época bajo dominio islámico en la que se levantó es una "mancha" en los libros indios de historia. Som se preguntaba cómo se puede mitificar a alguien que "encarceló a su padre" y que "atacó a hindúes", en referencia al emperador Shah Jahan, que erigió el Taj Mahal sobre la tumba de su difunta esposa, Mumtaz, en el siglo XVII. Una referencia errónea, ya que fue Jahan el que tuvo que vivir encarcelado por orden de su hijo Aurangzeb. "No me opongo al Taj Mahal, es un hermoso patrimonio. Me opongo a los mogoles que lo construyeron y a cómo han sido retratados en la historia", dijo más tarde. Som se mostró convencido de que los gobiernos del BJP "están trabajando para situar la historia en el camino correcto" luego de los "intentos de distorsionarla" de gobernantes anteriores. Varios miembros del BJP han salido a desvincular la opinión de Som de la postura del partido para dejar claro que es un comentario individual. Pero algunos en sus respuestas han dejado caer algún que otro matiz. Como G.V.L. Rao, que en el diario The Indian Express ha reprobado las palabras de Som sobre el Taj Mahal, pero no sobre la época histórica de su construcción. "El significado del Taj Mahal como monumento patrimonial no se verá menoscabado por la opinión contraria de ningún individuo. Pero sería ridículo que olvidásemos y distorsionemos nuestra historia, que está bien documentada". Para Rao no hay duda de que "la época islámica fue un periodo de una extrema explotación, una barbarie enajenada y una intolerancia sin precedentes hacia otras creencias". Después, el jefe de Gobierno de Uttar Pradesh, Yogi Adityanath, respondió a las turbulencias que provocaron las palabras de Som: "No importa quién lo construyó y por qué razón. Fue construido con la sangre y el sudor de los trabajadores indios". Pero Adityanath no es ni mucho menos ajeno a este tipo de polémicas. En junio, él mismo afirmó que el Taj Mahal "no representa a la cultura india". Lo dijo cuando hablaba sobre las réplicas en miniatura del mausoleo que reciben los mandatarios extranjeros que aterrizan en Delhi. Para Adityanath, una copia del Bhagavad Gita y del Ramayana, textos clásicos del hinduismo, sí representan a la cultura india. Aquellas declaraciones no fueron a más; entraban en el discurso habitual de Adityanath, un líder religioso de la extrema derecha hindú que gobierna el estado más poblado de India, que sigue escrupulosamente los pasos de la Hindutva (ideología que defiende que India es el país de los hindúes mientras las demás religiones son ‘invitadas’) y que desde que asumió el cargo en marzo ha vivido varios episodios controvertidos con la minoría musulmana que habita en ese estado. Pero, ahora, las palabras de su compañero de partido Som llegan pocos días después de que el gobierno de Uttar Pradesh no incluyese el histórico sepulcro en un folleto del departamento estatal de turismo, una decisión insólita que desató la indignación entre los partidos de la oposición. "Excluir el Taj Mahal de un folleto sobre turismo es mitad cómico, mitad trágico", afirmó Abhishek Manu Singhvi, portavoz del Partido del Congreso, que aseguró que tras esa decisión había "un claro sesgo religioso que está completamente fuera de lugar". Los críticos acusan a las autoridades de Uttar Pradesh de estar dejando morir al Taj Mahal, castigado además por la polución que amarillea sus paredes de mármol, a orillas de un río tan contaminado que se considera muerto, y por un turismo internacional en descenso desde el 2012 (en los tres años posteriores cayó de 800.000 visitantes foráneos a menos de 500.000, si bien el turismo local ha crecido). Desde el sector turístico de Agra, ciudad del Taj Mahal, denuncian que el mausoleo no entra en los planes estatales en los que se están incentivando lugares de peregrinaje hindú (como la ciudad sagrada de Varanasi o el templo de Gorakhpur) y que en los presupuestos del próximo año no se han asignado fondos para su mantenimiento, una acusación que niega el gobierno estatal señalando los 20 millones de euros que ha destinado a su conservación con la ayuda del Banco Mundial. "Es parte de nuestro patrimonio cultural. Desde un punto de vista turístico, estamos orgullosos del Taj Mahal", aseguró la responsable de turismo de Uttar Pradesh, Reeta Bahuguna Joshi. Aunque la última polémica de Som ha girado en torno al papel histórico que jugaron los mogoles que levantaron el Taj Mahal, todavía persiste en el país la idea de que esta tumba patrimonio de la Humanidad fue originariamente un templo hinduista. Se da, entonces, una situación curiosa: mientras algunos radicales hindúes tratan de restar el valor histórico del Taj Mahal asumiéndolo como musulmán, exigiendo su demolición, de forma paralela otros extremistas reclaman el origen hindú de su gloria y su belleza. Las reivindicaciones hinduistas del Taj Mahal suelen basarse en un libro publicado en 1989 por Purushottam Nagesh Oak en el que el autor contaba la supuesta historia del monumento; una que los invasores mogoles se apropiaban de las estructuras hindúes para convertirlas en mezquitas. Oak, fallecido en 2007, defendía que tanto el cristianismo como el islam son hijos del hinduismo, y que lugares como el Vaticano, la Kaaba o la Abadía de Westminster fueron en su día templos hindúes. Asimismo, desde hace dos años se encuentra en los tribunales un caso presentado por seis abogados que aseguran que el Taj Mahal era un templo hindú llamado Tejo Mahalaya en el que se veneraba a Agreshwar, una de las versiones de Shiva, mucho antes de que llegasen los musulmanes a la India. Aseguran que es una quimera que haya una mujer musulmana enterrada entre tanto mármol y piden que se permita rezar a los devotos hindúes en el monumento, tal como hacen en la actualidad los fieles del islam en la mezquita adyacente. Durante este caso, del que todavía se espera sentencia, se ha podido escuchar por activa y por pasiva que esa teoría no hay por dónde cogerla. Primero en boca del propio ministro de Cultura, que reconoció en la Lok Sabha (cámara baja del Parlamento) que no había encontrado "ninguna prueba" que sustentase el supuesto templo hindú original. Más recientemente han sido los investigadores de la organización Servicio Arqueológico de India (ASI), encargada de proteger el patrimonio nacional y cultural del país, quienes han defendido ante los jueces que el Taj Mahal es y ha sido siempre una tumba musulmana y no un templo hindú. Pero viendo quienes gobiernan en la India y el odio exacerbado que existe hacia los musulmanes - como podemos verlo estos días en Birmania - no nos sorprenderá si el celebre monumento termine como una victima de las circunstancias.