Hace dos siglos Mary Shelley escribió a los diecinueve años “Frankenstein o el moderno Prometeo” a orillas del lago Ginebra, donde vivía junto a su marido el poeta Percy Shelley y otros escritores británicos como Lord Byron. Ninguno de ellos sospechó que el entretenimiento de una tarde generaría uno de los más importantes mitos de la modernidad. Los amigos se reunieron varios días en una vieja mansión por el mal tiempo y para entretenerse empezaron a contarse historias de terror, aficionados como eran los escritores románticos al horror gótico. La joven Mary Shelley ideó una subyugante historia sobre un joven doctor, Viktor Frankenstein, que cruza los límites de la ciencia al dar vida a un monstruo construido a partir de restos de cadáveres. En un primer momento el monstruo anhela afecto y compañía, y a partir de un esforzado aprendizaje entiende que es un marginado, lo que genera su brutalidad. El inmortal relato de Mary Shelley sigue vigente luego de muchísimas películas hechas alrededor del célebre monstruo. En efecto, a raíz de su vigencia a pesar del paso de los años,
el drama del Dr. Frankenstein y su criatura genera nuevas interpretaciones, que desentrañan algunas de las claves de la novela. Como olvidar por ejemplo a Boris Karloff, quien interpretó al monstruo en La novia de Frankenstein (1935) y El hijo de Frankenstein (1939) que lo convirtieron en el clásico del cine terror; Bela Lugosi, quien dio vida al transtornado Ygor en Ghost of Frankenstein (1942) y Son of Frankenstein (1943); Christopher Lee y Peter Cushing en La Maldición de Frankenstein (1957) de los estudios Hammer y dirigida por Terence Fisher; Robert de Niro, el cual protagonizó Frankenstein de Mary Shelley (1994) dirigida por Kenneth Branagh; Shuler Hensley, quien interpreto al monstruo en Van Helsing (2004) del director Stephen Sommers; Asimismo tenemos a Daniel Radcliffe en Victor Frankenstein (2015) dirigida por Paul Mc Guigan. No podíamos dejar de mencionar por cierto en esta lista a Fred Gwynne, que en la serie televisiva The Munsters (1962) dio vida a Herman Munster, el jefe de la familia, el cual como podéis imaginar, fue inspirado en la temible criatura.
Al respecto, Angela Wright, de la Universidad de Sheffield, señala que la obra incluye un debate sobre los límites del afán científico. En este sentido, Frankenstein quiebra las leyes de la ciencia como progreso, además de usurpar el poder divino de la creación e intentar quebrantar el orden natural. Es un romántico demasiado ambicioso que transgrede los límites entre lo humano y lo divino. Otras hipótesis aseguran que la novela oculta el trauma materno de Shelley, que perdió a su madre al nacer y a su primer hijo, nacido prematuramente. El profesor John Sutherland señala que el momento de la creación del monstruo puede ser una analogía del nacimiento, con una consiguiente depresión postnatal. Por otro lado, el drama del monstruo que busca una pizca de humanidades un alegato a la aceptación de la diferencia, pero también una dramatización de la misma al mostrar los horrores de la intolerancia, del miedo a lo diferente. En la criatura de Frankenstein hay una disparidad entre su aspecto y su discurso, ya que la capacidad de hablar, su entendimiento erudito y su habilidad para maquinar venganzas contrastan con las diversas imágenes que se han establecido de él en el cine. Estas son algunas de las múltiples interpretaciones que genera Frankenstein, invitándonos a entender esta conmovedora obra.