Fue el primer pintor en dejar de lado las convenciones bizantinas de la baja Edad Media, que presentaban el mundo desde un punto de vista inalcanzable y carente de empatía. Aunque vivió en una época en que los conocimientos de anatomía y perspectiva no habían sido desarrollados, Giotto di Bondone (1267-1337) asombró a sus coetáneos con un arte humano donde la vida y la sangre, el dolor y la esperanza, eran tangibles. Fue el padre del Renacimiento y tal vez el artista que fundó el canon occidental con obras que fueron llamadas "milagros del naturalismo". El Palazzo Reale de Milán ha elegido una muestra espectacular para cerrar el programa de la Expo 2015: Giotto, l'Italia ha conseguido reunir catorce obras del gran maestro que puso los cimientos para la explosiva renovación renacentista. Es la primera vez que tantas pinturas del gran maestro del Trecento se reúnen en un sólo ámbito. La exposición ha conseguido cesiones de museos de toda Italia y de los EE UU y será muy raro que las obras, casi todas sobre tabla, puedan volver a agruparse. Desde el pasado 2 de septiembre hasta el 10 de enero del 2016, la cautivadora muestra quiere presentar a Giotto como el primer pintor nacional italiano, el equivalente a Dante en la literatura (de hecho, el pintor aparece entre los protagonistas de La divina comedia). Los organizadores quieren hacer hincapié en el "papel revolucionario" del florentino, "convocado por cardenales, órdenes religiosas, banqueros, el rey de Nápoles y el duque de Milán para trabajar en muchos lugares y ciudades de Italia". En los muchos lugares en los que trabajó durante más de cuarenta años de frecuentes desplazamientos tuvo la capacidad de "atraer a las escuelas locales y los artistas a su estilo innovador" y colocar los cimientos para un drástico cambio de recorrido de la plástica del país. Además, Giotto era un hombre de buen humor, bromista, gran conversador, poco amigo de los dispendios, con tendencia a esporádicas explosiones de rabia y siempre dispuesto a compartir sus técnicas y hallazgos con los demás. Los análisis de su esqueleto han revelado que era de muy corta estatura. Destacó por la gran emotividad de las composiciones y, sobre todo, por ser el pionero del espacio tridimensional en la pintura europea, tratando con un nuevo espíritu los temas religiosos que habían dominado el arte medieval. La frescura y la vida de sus obras le llevaron a ser considerado en vida como el primer artista de la emoción humana, inyectando a los personajes bíblicos, del Nuevo Testamento o del santoral una nunca vista carga de tensión espiritual. Los santos de Giotto no eran seres inalcanzables, sino personas como cualquier otra. La exposición en el Palazzo Reale reúne paneles que nunca antes se habían mostrado en Milán. Quizá la pieza más renombrada y espectacular sea el políptico Stefaneschi, llamado así por el apellido del cardenal que lo encargó para el altar mayor de la basílica original de San Pedro en el Vaticano. La obra, que es propiedad de los Museos Vaticanos, nunca había salido de su ubicación en siete siglos. Ha sido trasladada a Milán bajo escolta policial. También se pueden ver obras de juventud como las vírgenes de Borgo San Lorenzo y San Giorgio a la Costa; el espectacular Dios Padre en el trono, de la capilla Scrovegni de Padua y el político Baroncelli, que es propiedad de la basílica de la Santa Cruz de Florencia.