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viernes, 29 de abril de 2022

CIUDADES PERDIDAS: Ugarit

En la costa norte de Siria, se encuentra el tell de Ras Shamra (La Colina del Hinojo), nombre actual de la milenaria ciudad de Ugarit. Como tantas veces a lo largo de la historia de la arqueología, su descubrimiento se debió a la casualidad. En marzo de 1928, un campesino se encontraba arando en la cercana localidad portuaria de Minet el-Beidha, cuando de pronto su azada topó con una gran laja de piedra que no era sino la cubierta de una rica tumba de la Edad del Bronce Final. Por aquellos años, Siria y Líbano estaban bajo protectorado francés, y, una vez dado el aviso del hallazgo, el Servicio de Antigüedades con sede en Beirut envió una misión con el objetivo de valorarlo. El primer arqueólogo que participó en las excavaciones fue Claude Schaeffer, que tras unas primeras investigaciones se trasladó rápidamente a Ras Shamra. Nadie habría podido imaginar que la simple inspección de una tumba daría pie a más de 32 campañas de excavación a lo largo de 41 años (interrumpidos entre 1940 y 1947 a causa de la Segunda Guerra Mundial) y al descubrimiento de uno de los yacimientos más importantes de Siria. Schaeffer abandonó las excavaciones en 1971. Ugarit se asienta en un punto clave. En primer lugar, está ubicada en una suave llanura, entre dos corrientes estacionales que le aseguran el suministro de agua para un cultivo de tipo mediterráneo (cereales y, sobre todo, aceite y vino). En segundo lugar, se halla a menos de un kilómetro de la costa, con una salida al mar a través del antiguo puerto natural de Mahadu (hoy Minet el-Beidha). Y, por último, se encuentra a medio camino de dos de los centros productores de materias primas más importantes del antiguo Oriente: Turquía, al norte, zona rica en madera, metales, piedras y gemas semipreciosas, y Líbano, al sur, suministrador por excelencia de las ricas maderas de cedro. Además, frente a la costa se localiza Chipre, la isla del cobre, imprescindible para la obtención del bronce y con la que Ugarit mantuvo intensos contactos comerciales. Es lógico que se tratara de un lugar atractivo para el asentamiento humano. Con el paso del tiempo se convertiría, además, en un destacado centro marítimo y comercial, capaz de mantener estrechas y provechosas relaciones con las mayores potencias del momento. Las primeras pruebas de un asentamiento en la ciudad se remontan al Neolítico. A este período, concretamente al VII milenio a.C., corresponde la base del tell. En ella se han hallado casas de adobe de planta cuadrada rodeadas por lo que podría ser una primitiva fortificación. De ella quedan, sin embargo, pocos restos. También han salido a la luz cerámicas de época posterior, entre el V y el IV milenio a.C., procedentes de Halaf, un yacimiento situado al noreste de Siria, y de El Ubaid, al sur de Irak. Estas piezas testimonian los primeros contactos de Ugarit con Mesopotamia, región en la que estaban a punto de surgir los primeros núcleos urbanos, que influirían en gran medida en el desarrollo posterior de Ugarit. Ya en la Edad del Bronce Antiguo (hacia 2400 a.C.), mientras el Imperio acadio, primero, y la III Dinastía de Ur, posteriormente, ejercían su hegemonía sobre Mesopotamia, Ugarit aparece mencionada por vez primera en los textos de Ebla, uno de los dos grandes reinos sirios junto con Mari. Ugarit mantenía importantes contactos comerciales como intermediario de los productos de ambos reinos y exportaba asimismo los suyos, básicamente materias primas procedentes de la ganadería (sobre todo ovina) y de la agricultura (cereales). Como resultado de estas relaciones, la ciudad experimentó un primer momento de auge y crecimiento urbano, como revela la extensión del perímetro de las murallas y el mayor uso de la piedra como material de construcción en lugar del adobe.Hacia 2200 a. C., sin embargo, se produjo un abandono de la ciudad debido a una serie de malas cosechas y a la llegada de nuevos pueblos. Este abandono duró algo más de un siglo, hasta la aparición de un nuevo colectivo de origen nómada que ya había ocupado Mesopotamia, el amorita. Este revitalizó el asentamiento en su nueva etapa, la del Bronce Medio. Los hallazgos de materiales egipcios del Reino Medio y las cartas en acadio procedentes del reino sirio-mesopotámico de Mari evidencian las importantes relaciones políticas, diplomáticas (el mismísimo soberano de Mari visita al de Ugarit) y comerciales que el reino desarrollaba con las más prestigiosas casas reales del momento. Gracias a estos tratos, Ugarit vive una etapa floreciente, como puede deducirse de los vestigios arqueológicos que han llegado hasta hoy. La ciudad creció como la capital de un reino homónimo cuya extensión aproximada es de unos 2.000 km2. El asentamiento ocupa un área cercana a los 200 km2 y adopta el aspecto que se mantendrá (aunque con algunas modificaciones) hasta su época final. Una acrópolis con dos templos, uno de ellos consagrado a Baal (dios cananeo de los fenómenos atmosféricos, la fertilidad y la fecundidad) y el otro a Dagón (padre de Baal), dominan la ciudad. El recinto se ve envuelto por un impresionante dispositivo defensivo: una muralla que rodea el yacimiento (con una pendiente de piedra de 45º de inclinación), una puerta de acceso estrecha y pequeña y una torre de vigilancia cuadrada de más de 14 m2 de base. La riqueza y el refinamiento de la civilización de Ugarit en esta época se manifiestan en sus construcciones de sillares, perfectamente tallados y encajados –como se constata en los templos, el palacio y los lujosos barrios residenciales con tumbas abovedadas subterráneas–, y en la gran cantidad de objetos de lujo. Tras un declive momentáneo debido a un terremoto y un incendio que destruyó parte de la ciudad, Ugarit brilla con todo su esplendor durante la Edad del Bronce Final, sobre todo entre los siglos XV y XIII a. C. En este momento el reino cuenta con una población de unos 25.000 habitantes, de los cuales entre 6.000 y 8.000 viven en la propia ciudad. Esta época es la mejor documentada, ya que a ella pertenece la mayoría de los textos hallados, un verdadero tesoro arqueológico. En cuanto al contexto internacional, el mundo oriental estaba dividido por entonces en dos grandes potencias: el gran Egipto de la Dinastía XVIII y el no menos importante pero a su vez enigmático Imperio de Mitani, situado a caballo entre el norte de Siria y el sur de Turquía. Ugarit, como en otras ocasiones, mantenía relaciones con Egipto, tal como demuestran las Cartas de Amarna. Pero tras la súbita desaparición del reino mitanio en 1365 a.C., entraron en escena los hititas de Anatolia. Su rey, Shuppiluliuma, forzó al ugarítico Niqmadu II a abandonar su alianza egipcia y lo introdujo en su órbita obligándole a pagar un costoso tributo. Entre sus bienes más preciados se hallaban los tejidos tintados en púrpura, color obtenido del múrex, un molusco cuya concha triturada servía a tal efecto. Esta costosa tarea que realizaban la continuarían explotando sus sucesores, los fenicios, precisamente así llamados por el término griego referido al color rojo (phoinike). A la muerte del gran Shuppiluliuma en la primera mitad del siglo XIV a.C., Ugarit y otros centros sometidos a la autoridad hitita aprovecharon para independizarse. Bajo el rey Ar-Khalba, Ugarit volvió a aproximarse a Egipto, como parece demostrar el hallazgo de una copa con el nombre del faraón Horemheb, uno de los sucesores del insignificante Tutankhamón. Las difíciles relaciones entre Egipto y los hititas hacían que Ugarit, situada en medio de ambos imperios, no disfrutara de una cómoda situación. Sin embargo, el carácter eminentemente comercial y no militar de la ciudad le permitió mantener su posición y el rango de prestigio de sus habitantes. La paz firmada entre ambos imperios tras su famosa batalla de Qadesh facilitó aún más los contactos comerciales, y no fue hasta la llegada de los llamados misteriosos Pueblos del Mar cuando Ugarit, bajo su último rey, Ammurapi, cayó ante la embestida de estos invasores. Asolaron primero Troya, invadiendo posteriormente el Imperio hitita (destruyendo su capital, Hattusa) y luego el levante mediterráneo, con la caída de Ugarit como máximo exponente. El ocaso fue tan repentino que los arqueólogos aún hallaron en los hornos de la capital tablillas preparadas para cocer. Los vestigios actuales de la ciudad corresponden a esta última época, y entre ellos cabe destacar el gran Palacio Real, un impresionante edificio construido por los sucesivos reyes de Ugarit a base de bloques de piedra tallados con gran maestría. Con una extensión de más de 10 km2, y con por lo menos dos pisos de altura, sus diferentes estancias se distribuyen alrededor de los patios, al estilo que encontramos en los palacios mesopotámicos. De sus salas proceden los cientos de tablillas cuneiformes que revelaron a los estudiosos un nuevo mundo cultural, literario y mitológico: el universo de la segunda mitad del II milenio a.C. (de gran influencia en el Antiguo Testamento). Gran parte de ello fue escrito en uno de los más antiguos sistemas de escritura alfabética conocidos por la humanidad, el ugarítico, del que estas líneas son herederas directas.
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