Ubicado en Hungría, a pocos kilómetros de Budapest, se encuentra el Szoborpark (llamado en inglés Memento Park) y que es considerado como un siniestro recordatorio a la ocupación soviética que sufrió el país desde la II Guerra Mundial, cayendo desde entonces bajo la orbita comunista. Allí se han reunido muchas de las horribles y deformes estatuas desgastadas y oxidadas -‘arte socialista’ le decían - en los cuales se puede reconocer la estética estalinista, todo teñido de cierto culto a la personalidad, que afeaban las calles y plazas de Budapest y que fueron barridas tras el derrocamiento de la dictadura en 1991. En esa ocasión, muchos se preguntaron que hacer con estas monstruosidades. Ante la exigencia de hacer desaparecer a como de lugar estos odiados símbolos del régimen caído, en el Ayuntamiento de Budapest surgió la idea de crear un espacio donde exhibirlas al público. En poco tiempo se concretó el citado parque, situado en las afueras de la ciudad, donde se recogieron las esculturas y estatuas más importantes de esa época y que hoy atraen a algunos turistas por la curiosidad que despiertan. En la puerta del recinto, que imita la ‘arquitectura’ comunista - la cual ridículamente se pretendía heredera de las formas griegas - hay tres grandes estatuas de Marx, Engels y Lenin, así una gran plancha de metal en la que está escrito el poema “Una sentencia contra la tiranía” del poeta húngaro Gyula Illyes. El arquitecto del Szoborpark, Ákos Eleőd Junior, explicó por qué se eligió hacer un parque sencillo, en el que las estatuas parecen casi estar en su hábitat natural: “Me di cuenta de que si construía el parque con métodos más extremos, tendenciosos o realistas, como mucha gente esperaba de mí, habría acabado haciendo precisamente mi propio parque de antipropaganda para estas estatuas propagandistas, y que habría seguido los mismos patrones y prescripciones de un régimen criminal que erigió esos horribles monumentos, que por cierto no tienen ningún valor artístico. Con este parque pretendemos acercarnos a la dictadura comunista que subyugo a Hungría durante tantos años y al mismo tiempo, debido a que se ha discutido acerca de él, se ha descrito y se ha construido, este parque representa el triunfo de la democracia, en la cual se puede tener la oportunidad de hablar libremente acerca de lo que represento ese momento trágico en la historia de nuestro país” expresó. Efectivamente, una visita al citado parque en ruinas nos lleva al oscuro pasado de Hungría, que cayo en manos de los soviéticos durante la II Guerra Mundial y lo mantuvieron bajo su control mediante gobiernos títeres hasta su liberación en 1991. La influencia política y los controles de la vida artística del momento, dieron por resultado algunas de las esculturas más espantosas del siglo XX, reunidas hoy en este lugar. Ya en la entrada, sobre la izquierda, nos recibe una figura de Lenin, para darnos paso a un itinerario que nos llevará a ver la escultura de los autores del Manifiesto Comunista (Karl Marx y Frederick Engels) juntos en una misma obra. Algunos de los desvencijados monumentos aquí expuestos hablan de aquellos tiempos pasados, momentos oscuros que jamás volverán: “A la amistad Húngaro-Soviética”; “Al Movimiento Obrero”, a las “Brigadas Rojas” o el de “Béla Kun” y otras por el estilo. Llama la atención que por ningún lado se halla estatua alguna de Stalin - el más grande genocida de la historia - las cuales fueron destruidas con furia durante la Revolución Anticomunista de 1956, que posteriormente fue aplastada a sangre y fuego por los tanques soviéticos ante la hipócrita indiferencia internacional. Lo que si se reconstruyo posteriormente en el parque, es la tribuna y el pedestal donde se encontraba su estatua de 25 metros de altura y lo que quedo de las botas, tras ser arrancada en 1956 y destruida por la multitud. La directora de comunicaciones del parque lamento asimismo que en Hungría durante décadas, no se hubiera levantado ni una escultura en memoria de los soldados magiares muertos en la II Guerra Mundial, que participaron como aliados de los alemanes para combatir al comunismo, pero sí a los invasores soviéticos que formaron parte del ejército que ocuparon el país y lo sometieron a su antojo. La muestra de las esculturas se complementa con salas de exposiciones donde los visitantes pueden profundizar sus conocimientos históricos acerca de los crímenes del comunismo. Como podéis imaginar, el Szoborpark es una mirada al tenebroso pasado en la historia de Hungría que no se debe olvidar.